Enrique Ortega |
“Que la Reserva Federal USA tenga un martillo no quiere decir que tenga que salir a destruir la economía a martillazos…” Joseph Stiglitz, Nobel de Economía
Los bancos centrales (el BCE, la Reserva Federal USA o el Banco de Inglaterra) han reaccionado tarde contra la inflación, aplicando las subidas de tipos de interés más agresivas desde las de los años 80 (que provocaron dos recesiones y la mayor caída de actividad y empleo desde la II Guerra Mundial). Empezó EEUU, con una primera subida de tipos el 16 de marzo, a la que han seguido 7 subidas más, la última ayer 1 de febrero, en que la Reserva Federal (la FED) subió los tipos un +0,25%, lo que los sitúa en el 4,75% (desde el 0% en que estaban hace sólo 11 meses). Lo mismo ha hecho el Banco de Inglaterra, con 10 subidas desde la primera de diciembre de 2021, saltando los tipos del 0,25 al 4% actual. Y les ha seguido, aunque tarde, el BCE: hizo la primera subida el 21 de julio y hoy aprueba el 5º aumento del precio oficial del dinero (+0.5%), hasta el 3%.
Y estas subidas de tipos (ver gráfico) van a seguir, sobre todo en Europa, que va más retrasada respecto a las bajadas de EEUU y Reino Unido. Christine Lagarde, la presidenta del BCE, ya anticipó en enero en Davos que “seguirá con los tipos al alza, porque la inflación es demasiado alta”. Por ello, tras la subida de hoy (+0,50%, como en julio y diciembre, inferior al aumento del +0,75% de septiembre y octubre), se espera otra subida similar (+0,5%) en marzo, colocando el tipo oficial del dinero en el 3,5%. Y a partir de ahí, el BCE esperará a ver cómo se comporta la inflación, aunque su objetivo de precios, el 2% de inflación, no se espera rozar en la zona euro hasta 2025 (2,3%, tras un 6,3% en 2023 y un 3,4% en 2024).
El BCE, como la FED o el Banco de Inglaterra, aplican la vieja receta de la subida de tipos contra la inflación, que en esta ocasión no da los frutos esperados porque el origen de las subidas es distinto. No estamos ante una “inflación de demanda”, motivada por un alto consumo e inversión, que recalienta la economía y exige subir tipos para “enfriarla”. Estamos más bien ante una “inflación de oferta”, motivada por la subida de los costes energéticos y de las materias primas, agravada por un atasco en las cadenas de producción, distribución y comercio tras la pandemia. Y por eso, la subida de tipos no puede evitar el grueso de la inflación actual, la subida del petróleo, del gas, la electricidad o los alimentos.
Esto es más cierto en Europa que en EEUU, donde el problema no es tanto la subida de la energía (sube, pero USA es el primer productor mundial de petróleo y gas) como el pleno empleo y la tensión en los salarios, por lo que la subida de tipos ha sido más efectiva que en Europa: la inflación bajó del 7,9% en febrero (antes de la 1ª subida de marzo) al 6,5% de diciembre, mientras en la zona euro, los precios apenas bajan (desde el 8,6% en junio, antes de la 1ª subida, al 8,5% en enero 2022, según Eurostat). Y lo peor: la inflación de fondo ("subyacente") ha subido del 3,7% en junio al 6,9% en diciembre y al 7% ahora en enero de 2022.Y es que, por mucho que el BCE suba los tipos, los problemas actuales de los mercados energéticos (sobre todo en Europa) y los alimentos (dependencia, falta de competencia, exceso márgenes), más los efectos negativos de la guerra en Ucrania, no se evitan. Y por eso, la inflación apenas baja.
Así que el BCE sube los tipos (la 5ª vez hoy), pero la inflación sigue ahí, y sólo ha bajado un poco en los últimos 3 meses (del 10,6% en octubre al 8,5% en enero 2022). Conclusión: la vieja receta monetaria es ineficaz frente a una inflación de costes, agravada por la guerra en Ucrania. Pero no verlo y persistir en la ortodoxia tiene un alto coste, porque los altos tipos (una subida histórica: del 0 al 3,5% en 8 meses) van a frenar el crecimiento antes o después, poniendo a las economías en riesgo de recesión. Sobre todo en Europa, donde la economía está estancada: el PIB no creció nada en el 4º trimestre de 2022 en la UE-27, según Eurostat. Y sólo un mínimo +0,1% en los 19 paises de la zona euro. Pero es que la actividad económica cayó a finales de 2022 en varios paises europeos, algunos claves: Alemania (-0,2%), Italia (-0,1%), Austria (-0,7%), Suecia (-0,6%), Chequia (-1,7%) o Lituania (-1,7%), según Eurostat. Y los paises que no cayeron, apenas crecieron: Francia (+0,1%), Bélgica (+0,1%), Portugal y España (+0,2%).
Así que subir otra vez los tipos es arriesgarse a empezar el año 2023 con una recesión en Europa, sin que a cambio se consiga doblegar la inflación (hasta 2025). Y eso, porque el dinero más caro va a frenar (más) el consumo de las familias, el principal motor del crecimiento), así como las ventas y la inversión de las empresas (otro motor de la economía), aumentando además los costes de la deuda de los paises, que tendrán menos márgenes para gastar y dar ayudas, para reanimar el consumo, la inversión y las economías. Demasiados daños sobre el crecimiento y el empleo para encima no aplacar la inflación.
El primer efecto de las subidas de tipos ya lo sufren las familias en los últimos meses, cuando tienen que revisar sus hipotecas, ahora con mensualidades más altas. El Euribor (el precio del dinero al que se prestan los bancos entre sí) lleva en positivo desde abril de 2022, tras estar en negativo desde 2016. Y ha pasado de un mínimo del -0,502% en diciembre de 2021 al máximo de +3,337% en enero de 2023 (la subida más rápida en su historia). El problema es que este Euribor es el que se utiliza en el 75% de las hipotecas a tipo variable (3,87 millones de hipotecas) para revisar anualmente (o semestralmente) su pago. Y eso se traduce en que las familias que revisen su hipoteca en febrero (una hipoteca tipo de 150.000 euros a 25 años, con una revisión del Euribor+1%) tendrán que pagar 286 euros más al mes (3.432 euros más al año). Y como el BCE seguirá subiendo los tipos, el Euribor seguirá subiendo (rozará el 4% este año), con lo que las futuras revisiones de hipotecas tendrán más subidas, sobre todo las que se revisen hasta agosto (cuando el Euribor empezó a subir más).
Así que si las familias no tienen bastante con la subida de los alimentos (que no bajan apenas), carburantes, luz, gas y casi todo, ahora les sube la hipoteca, lo que frenará más su consumo, que hasta ahora se mantenía al ralentí gracias a los ahorros y el aumento del empleo. Y los que más sufrirán esta subida de tipos y del Euribor serán, otra vez, las familias más vulnerables con hipoteca: el Banco de España ya alertó hace meses que el encarecimiento de las hipotecas hará que el 14% de las familias con hipoteca (unas 770.000 familias) se conviertan en “vulnerables”, al subirles ahora los intereses a pagar por encima del 40% de sus ingresos. Y aunque el Gobierno y la banca han pactado un Código de Buenas Prácticas (voluntario para las entidades), dirigido a reducir la subida de cuota en los colectivos más vulnerables (con ingresos menores a 29.400 euros), la realidad es que sólo van a beneficiar a 1 millón de los 3,5 millones de hipotecados. Y además, si ahora van a pagar la misma cuota, no más (a pesar de la subida del Euribor), es a costa de más años pagando la hipoteca, con lo que acabarán pagando más intereses.
Otro problema de la subida de tipos y del Euribor es que se encarecen las nuevas hipotecas, lo que perjudica también a las personas (sobre todo jóvenes) que están pensando en contratar una hipoteca para poder acceder a una vivienda, dado que los alquileres están por las nubes (1.000 euros de media, frente a 820 euros mensuales una hipoteca). Actualmente, los bancos están tratando de “pillar” a los nuevos clientes con hipotecas a tipo fijo (el 75% de las nuevas), que son más caras (del 3,2% al 3,70% las más baratas) y están subiendo (se vislumbran a un tipo entre el 4 y el 4,75% este año), mientras todavía mantienen tipos atractivos en las hipotecas a tipo variable (Euribor+0,50 y hasta +0,60%), aunque sólo para sus mejores clientes, que han de cumplir múltiples condiciones. Y están aumentando las hipotecas mixtas (a tipo fijo los primeros 5-10 años y luego variable).
Además de pagar más por la hipoteca, pasada o futura, las familias ya sufren la subida de tipos por las tarjetas de crédito y por los créditos personales, para comprar un coche, un electrodoméstico o un viaje: el tipo medio ha subido un 12,6%, del 6,10 que costaban en diciembre de 2021 al 6,87% en noviembre d 2022, según el Banco de España.
Esta subida de tipos afecta también muy negativamente a las empresas, cuya deuda ascendía a 765.000 millones de euros a finales de 2022, según el Banco de España. Los tipos de sus créditos suben con el Euribor a 3 meses, que ha saltado de ser negativo (-0,523 en enero de 2022) a subir al +2,482% a finales de enero. Eso se traduce en una fuerte subida de los créditos a pymes (del 1,69% al 3,28% en noviembre para los créditos de menos de 250.000 euros y del 1,29 al 3,20% en los créditos de 250.000 a 1 millón), y también en los créditos a grandes empresas (han subido del 1,04 al 2,90%), según el Banco de España. Y si para muchas pymes era complicado financiarse, ahora lo será más.
Y queda un tercer efecto negativo de la subida de tipos, sobre la deuda pública y el Presupuesto. La subida de tipos encarece la colocación de la deuda pública de los paises y en especial de España, que ha alcanzado un récord de deuda (tras las ayudas públicas que han exigido la pandemia y la inflación): alcanza ya los 1.503.799 millones de euros, el 115,6% del PIB español, un récord histórico. Y el tipo del bono español a 10 años ha subido del 0,76% en enero de 2022 al 3,30% que había que pagar ayer para colocar esa deuda. Y eso significa que habrá que dedicar más recursos a pagar los intereses de esa deuda en 2023 (ya estaba presupuestado pagar 31.275 millones en 2023), un dinero que no podrá ir a gastos sociales o a inversiones públicas. Y eso contando con que el BCE siga ayudando a los paises del sur de Europa (sobre todo a Italia y España) a colocar su deuda, evitando los problemas y la grave crisis de la deuda que sufrimos en 2010.
En definitiva, demasiados efectos negativos de una subida de tipos ineficaz, que puede abocar a Europa a una recesión en la primera mitad de 2023. Y todo porque los bancos centrales, independientes de los Gobiernos y a los que nadie elige, se mantienen en sus viejas políticas monetarias restrictivas, vigilando sólo la inflación y sin preocuparse por la recesión, los daños a familias, empresas y Presupuestos. Reconocen que sus políticas “son dolorosas”, pero reiteran que no pueden hacer otra cosa contra la inflación que llevar a las economías a “un coma”, para cortar por lo sano. Unas políticas monetarias que siguen ancladas en el pasado, mientras los Gobiernos, incluidos los de derechas, han cambiado en estos años, abandonando la austeridad que se aplicó en la crisis financiera y buscando ahora, frente a la COVID y la inflación, reanimar las economías con ayudas públicas.
El problema es que los Gobiernos y la mayoría de los economistas no ponen en cuestión esta dañina subida de tipos, más en Europa, que está estancada (mientras USA creció un 0,7% en el 4º trimestre de 2022). Algunos sí, como el Nobel norteamericano Joseph Stiglitz: “subir los tipos más de lo necesario en un intento quijotesco de controlar la inflación en poco tiempo no sólo producirá sufrimiento ahora, sino que dejará cicatrices duraderas, sobre todo en aquellas personas que tienen menos capacidad de soportar los efectos de políticas desacertadas como éstas (…) Que la Reserva Federal USA tenga un martillo no quiere decir que tenga que salir a destruir la economía a martillazos…”. Una alerta clara.
Europa debía criticar la actuación del BCE y avanzar en otros caminos para combatir la inflación. El primero y fundamental, revisar a fondo los mercados energéticos, sobre todo el mercado eléctrico, ampliando a todos los paises la excepción ibérica y el tope al gas, que explica mucho por qué España tiene la menor inflación de la UE (5,8% en enero). Y avanzar más rápidamente en las energías limpias, reduciendo el consumo de petróleo y gas, a la vez que se fomenta la competencia en los mercados energéticos, en manos de poderosas multinacionales que multiplican sus márgenes a costa de todos. Y lo mismo en el mercado alimenticio y las materias primas. En paralelo, Europa debería aprobar un Fondo europeo de ayudas (como el Fondo de Recuperación que se aprobó frente a la COVID), para familias y empresas vulnerables, en lugar de que cada país vaya por libre (los ricos, como Alemania, con más cuantía, y otros, como España, a costa de disparar la deuda, que pagarán nuestros hijos y nietos). Y desde luego, tratar de reanimar las estancadas economías europeas, en vez de provocar una recesión. Dejen de subir los tipos de interés.
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