Enrique Ortega |
La inflación sigue siendo un grave problema en toda Europa, aunque se ha moderado algo en noviembre (bajando del 10,6 al 10% en la zona euro). En España ha bajado mucho más, por 4º mes consecutivo, del 7,3% en octubre al 6,8% en noviembre, según el IPC adelantado del INE, que nos sitúa como el país de la zona euro con menos inflación anual (cercana al 6,5% con que empezamos 2022), ya por detrás de Francia (7,1%) y muy por debajo del nivel de precios de Italia (+12,5%), Alemania (+ 11,3%), Países Bajos (+11,2%), Bélgica (+10,5%) o Portugal (+10,3%), según el indicador adelantado de Eurostat.
La nueva bajada de la inflación en España en noviembre se debe a las menores subidas en la luz y los carburantes, por el efecto positivo de las bajadas de impuestos a la electricidad y el tope al precio del gas para producir luz que autoriza la excepción ibérica y por la bajada de los precios internacionales del petróleo y los carburantes en noviembre, ayudados por los 20 céntimos de subvención del Gobierno al repostaje. Pero lo que no bajan son los alimentos, que, a falta del dato concreto de noviembre, llevan ya 10 meses consecutivos subiendo, desde febrero de 2022: subieron del +4,8% de enero 2022 al +5,6% de febrero, se dispararon al +10,1% en abril y siguieron su carrera ascendente, alcanzando una subida del +12,9% en junio, que se aceleró en verano, para alcanzar un aumento anual del +15,4% en octubre, el último dato detallado del INE, a falta de concretarse la subida de noviembre.
Una subida anual de los alimentos inédita en la historia reciente (desde 1994, que hay datos del IPC) y que dobla con creces la subida del IPC general, que era del 7,3% en octubre (y el 6,8 % en noviembre). Pero esa subida media esconde que hay 19 alimentos básicos que han subido más del 10% en el último año. Y entre ellos, hay 6 alimentos que suben ya más del 20% anual, hasta octubre: azúcar (+42,8% de subida en el último año), harinas y cereales (+37,8%), mantequilla (+34,1%), legumbres y hortalizas (+25,7%), leche (+25,6%) y huevos (+25,5%), según el IPC de octubre (INE). Y le siguen muy cerca las subidas de las patatas (+19%), queso (+18,7%), pollo (+18,3%), arroz (+16%), aceite de oliva (+15,7%), pan (+14,9%), vacuno (+14,9%), pizzas (+14%), sal y especias (+13,1%), frutas (+12,8%), pescado congelado (+12,7%), cerdo (+12,3%) y pescado (+11%).
Con todo, esta subida histórica de los alimentos en España es también inferior a la subida de los alimentos en la mayoría de Europa: hay 16 países UE donde la subida de los alimentos ha sido mayor que en España, según los últimos datos de Eurostat, que revelan cómo la subida del +15,4% en España es inferior al +19,3% que han subido los alimentos en la UE-27, a la subida en Alemania (+20,3%), Portugal (+18,6%) y los tres países nórdicos (+15,7 al 17,2% de subida), aunque han subido más aquí que en Grecia (+14,8%), Italia (+13,6%), Francia (+12,9%), Irlanda (+10,6%) y la mayoría de los países del Este.
¿Por qué siguen subiendo tanto los alimentos? Hay tres tipos de causas. La primera y fundamental, el aumento de los costes de producción a agricultores y ganaderos: fuerte subida de la luz y el gas, del gasóleo, de los cereales y piensos para alimentar el ganado (la comida para gallinas, pollos, cerdos o vacas ha subido entre un 30 y un 40% en el último año), de los fertilizantes (+70%). Y a ello se suma el encarecimiento de los costes de transporte y los envases de los alimentos. Un segundo factor clave han sido el clima y las malas cosechas, que han reducido la producción de cereales y aceite (entre un -30% y un -40%). Y luego hay causas específicas, ligadas a alimentos concretos. Es el caso del azúcar (subida del +42,8%), cuyo precio internacional se ha disparado por las menores exportaciones de Brasil (que ha desviado parte de la caña de azúcar a producir bioetanol para aprovechar la subida de los carburantes) y la India (que se ha reservado más producción propia). O de la leche, cuyo precio se ha disparado (+25,6%) no sólo por el aumento de costes sino por el cierre de ganaderías (-7% en el último año). O la subida del pollo (+18,3%) y los huevos (+25,5%), donde han jugado también, junto al aumento de costes, la gripe aviar y el cambio de producción de jaula al suelo (que encarece un 18% el coste de las granjas).
Otro factor clave en la subida de los alimentos ha sido la depreciación del euro, que encarece todos los productos importados que hay que pagar en dólares. Con esta crisis, el dólar ha vuelto a comportarse como “un valor refugio”, apoyado en su remontada por la diferencia de tipos de interés entre EEUU (4%) y Europa (2%), que atrae capitales y refuerza aún más el dólar. Entre el 23-F (el día antes de la invasión de Ucrania) y hoy, el euro se ha depreciado un -7,7% respecto al dólar, lo que significa que los alimentos importados (cereales, harinas, piensos, pescados, carnes o azúcar) cuestan un 7,7% más al pagarlos en euros, además de la subida que hayan podido tener en dólares.
Pero hay otro factor clave del que se habla poco: los márgenes que se van sumando a los alimentos, desde el campo al súper, en una cadena que tiene muchos intervinientes: mayoristas que compran al agricultor y ganadero, cadenas logísticas de transporte y distribución, mercados mayoristas (Mercas), grandes distribuidores y tiendas y supermercados minoristas. En general, los consumidores finales tenemos pocos datos de cuántos márgenes se van sumando al precio inicial y acabamos pagando al comprar los alimentos. Veamos las pistas que nos dan los datos publicados.
El Ministerio de Agricultura publica el índice de precios nacionales, con el precio en origen y el precio en los Mercas. Pero no publica todos los precios, sólo algunos. Y ahí vemos que los precios en origen, los que se pagan al agricultor, han subido: un 16,3% la ternera entre la primera semana del año (4,40 euros kilo) y mediados de octubre (5,11 euros), un 34,3% el pollo, un 53,7% los huevos, un 69% la patata, un 54,2% el tomate, un 33,7% las naranjas o un 31,7% el plátano. Luego hay que ver la subida, en esas mismas fechas, en los Mercas, aunque falta mucha información. En las patatas, el precio en el Merca sube menos (+64,9%) que al agricultor, en las judías verdes sube el doble (+99,4% en los Mercas frente al 38% al agricultor), en el tomate también sube más en los Mercas (+63,9%) y muchísimo más en el caso de las naranjas (+422% de enero a octubre) y el plátano (+117%).
Es sólo una muestra, porque lo ideal sería tener “un escandallo” del precio de cada alimento, con el detalle del margen que se carga en cada fase, entre el agricultor y ganadero y la tienda final. Lo más parecido es el índice IPOD que publica desde hace años la organización agraria COAG. El de octubre indica que los productos agrícolas multiplican su precio 4,26 veces entre el agricultor y el consumidor. Y carnes, leche y huevos, se encarecen 2,76 veces, lo que da un aumento general de los alimentos de 3,95 veces. Y aporta ejemplos muy ilustrativos: el ajo sube 9,20 veces (de 0,65 euros kilo que se paga al agricultor a 5,98 euros kilos que paga el consumidor, la patata 4,71 veces (de 0,34 a 1,64 euros kilo) , los tomates 2,51 veces (de 0,84 a 2,11 euros kilo), la lechuga 7,13 veces (de 0,16 a 1,14 euros kilo), el melón 3,73 veces (de 0,49 a 1,83 euros kilo), la ternera 3,71 veces (de 5,12 a 18,99 euros kilo), el pollo 2,33 veces (de 1,38 a 3,21 euros kilo), la leche 1,98 veces (de 0,47 a 0,93 euros litro) y los huevos 1,39 veces (de 1,47 a 2,05 euros docena).
El sector agroalimentario, desde los mayoristas a los grandes distribuidores, híper y súper niegan que ellos estén subiendo sus márgenes. Incluso algunos dicen que no están repercutiendo al consumidor todos los aumentos de costes. Pero hay un dato cierto: los precios de la energía (luz, gas, carburantes) llevan 4 meses consecutivos cayendo y los alimentos siguen subiendo, a pesar de la reducción de una parte importante de los costes (energía y transportes). Por ello, muchos consumidores se temen que esta rebaja de costes se está llevando a los márgenes y no a bajar los precios finales. El problema es que el Gobierno, niega que los alimentos suban porque suben los márgenes: “Dejémoslo claro: la cadena alimentaria está funcionando de forma correcta en España (…) Tenemos un problema de costes, no de márgenes”, declaró el ministro de Agricultura, Luis Planas, en noviembre.
También dijo el Ministro de Agricultura que los precios de los alimentos “no van a bajar a corto plazo”, sino que “subirán muy probablemente de aquí a Navidad: no lograremos reducirlos, aunque espero que a principios de año disminuyan de forma significativa”. Es lo que cree también el Banco Mundial, que augura una subida mundial de los alimentos del +18% este año, que subirían sólo el +6% en 2023 y se estabilizarían en 2024, aunque reconoce que la previsión depende de que se moderen los precios de la energía (no hay garantías) y de que no se repitan los problemas climáticos extremos, que hunden las cosechas.
En definitiva, que el Gobierno “ha tirado la toalla” y no toma medidas para frenar los precios de los alimentos, tras haber dedicado muchos recursos a bajar los precios de la energía. ¿Se puede hacer algo para frenar la subida de los alimentos? Las organizaciones agrarias insisten en controlar los márgenes, que les arruinan a ellos y a los consumidores. Y el sector agroalimentario, apoyado por el PP, pide bajar el IVA a los alimentos, como se ha hecho con la luz y el gas. Suena bien, pero sería injusto y problemático. Veamos por qué.
En primer lugar, el sector agroalimentario (y el PP) no dicen que España es de los paises con más alimentos al tipo superreducido del IVA del 4%. Por un lado, este tipo superreducido sólo existe en 4 paises europeos: España (4%), Francia (2,1%), Irlanda (4,8%) y Luxemburgo (3%). Y además, ese tipo superreducido ya se aplica en España a la mayor parte de los alimentos básicos: pan, harinas, leche, queso, huevos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres, tubérculos y cereales. De hecho, España es el país europeo, tras Italia, con más productos al 4%. En Alemania, la mayoría de alimentos pagan un IVA del 7% y en Francia un tipo superreducido del 5,5%. Se podría extender el tipo del 4% a alimentos que ahora pagan el 10% (aceites, carne, pescado, agua, conservas y productos de higiene). Pero eso tiene 2 problemas. Uno, que sería injusto, porque favorecería más a las familias con más ingresos. Y la segunda pega: tendría un alto coste para el Estado, que ya ha gastado 38.500 millones en medidas contra la inflación. Tanto la Comisión Europea como el FMI y la OCDE le han dicho a España que tiene que controlar las ayudas y centrarse en las familias más vulnerables.
Así que bajar el IVA de los alimentos no es la panacea, ya que es injusto y costoso para las arcas públicas (podría obligar a recortes en 2023), además de acarrear otro problema: que las tiendas no repercutan esa bajada del IVA en una rebaja de los precios finales al consumidor. Es difícil controlar todos los establecimientos y ya vimos lo que pasó al rebajar el IVA de las entradas de cine: muchas empresas no bajaron el precio final y lo llevaron al margen.
Hace unos meses, Yolanda Díaz se reunió con algunas grandes distribuidoras, como Carrefour, Alcampo, Lidl, Mercadona o Día para intentar un acuerdo para limitar voluntariamente los precios de algunos productos básicos. Incluso Carrefour se adelantó con una cesta de 30 productos a 30 euros (sin leche, huevos ni carnes), como ha hecho en Francia y Bélgica. Pero no se ha avanzado más y no hay “autocontrol” de precios en los supermercados, que insisten en que “están ayudando a contener los precios”. Pero la realidad es que los precios suben semana a semana y lo harán más en diciembre, por la Navidad.
La subida de la cesta de la compra es un problema muy serio para las familias, porque los alimentos suponen entre el 15% y el 16% del gasto de los hogares y supera el 20% en las familias más vulnerables. Y a diferencia de la luz, la calefacción o los carburantes, no es fácil ahorrar en comida, un gasto diario y semanal recurrente. Por eso, urge tomar medidas para frenar las subidas, ahora de cara a diciembre y la Navidad, con un control exhaustivo de los “escandallos” de precios y con multas ejemplares a los que abusen. Y en paralelo, el Gobierno debería aprobar ya un cheque comida, a entregar directamente a las familias con bajos ingresos, en colaboración con Cáritas, Cruz Roja y otras ONGs. No se puede permitir que los precios multipliquen las colas del hambre. Y menos en Navidad. Hagan algo.
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