Enrique Ortega |
El teletrabajo se desinfla en España en el último año. Con el confinamiento, en lo peor de la pandemia, la opción de trabajar desde casa dio un salto histórico: en el 2º trimestre de 2020, un 16,2% de los trabajadores (3.015.200 empleados) trabajaron desde casa, cuatro veces más teletrabajadores que en 2019 (951.800, el 4,8%), antes de la pandemia, según el INE. Pero después, al terminarse el confinamiento (21 junio 2020), muchos teletrabajadores volvieron a sus empresas y el trabajo habitual en casa (más de la mitad de los días) cayó trimestre a trimestre: al 10,3% (2º trimestre), después al 9,9% (4º trimestre), subió al 11,2% (1º trimestre 2021) y cayó definitivamente esta primavera (2º trimestre 2021), al 9,4%, donde se calcula que sólo 1.849.600 empleados han teletrabajado, según Red.es. Y se espera que ahora, en otoño, con la vuelta a una “casi total normalidad”, el teletrabajo habitual siga desinflándose.
Lo que se mantiene mejor es el teletrabajo ocasional, el que se hace durante una parte de la jornada inferior a la media, esos empleados que trabajan en su empresa pero también desde casa, aunque sólo uno o dos días por semana. Antes de la pandemia, su porcentaje era testimonial (menos del 1%), pero con el confinamiento aumentó (2,9% en el 2º trimestre de 2020), utilizándolo 539.000 trabajadores, según el INE y Red.es. Y después, cuando se reanudó la actividad, aumentó trimestre a trimestre, alcanzando al 4,2% de los empleados en el 3º trimestre de 2020, un máximo del 5,4% a principios de este año y 5,3% de los trabajadores (1.051.400 empleados) en el 2º trimestre de 2021.
Así que, entre los que teletrabajan habitualmente (9,4% en junio 2021) y los que lo hacen ocasionalmente (5,3%), suman un 14,7% de empleados que de alguna manera trabajan a través de Internet, unos 2.900.000 trabajadores. Eso nos convierte en el 6º país con menos uso del teletrabajo en Europa (donde teletrabajan de una u otra forma el 21,5% de los empleados), sólo por delante de Italia (9,8%), Grecia (10,4%) y cuatro paises del Este, según Eurostat. Y estamos muy lejos de los paises europeos líderes en teletrabajo, que curiosamente son los más avanzados y competitivos, según se ve en este estudio de Adecco: Suecia (40,9% de los ocupados teletrabajan), Holanda (40,1%), Luxemburgo (37,5%), Finlandia y Dinamarca (35,5%), Reino Unido (31,1%), Bélgica (29,9%), Francia (28,3%) y Alemania (18,5%).
¿Por qué estamos más retrasados en teletrabajo? Básicamente, por nuestro modelo productivo (tenemos una economía muy basada en sectores donde es más difícil el trabajo a distancia, como el turismo, la hostelería y el comercio), porque tenemos un exceso de pymes (99% empresas), poco proclives a la digitalización y el teletrabajo, y también por la menor formación digital de nuestros trabajadores: 12 millones de españoles (un 33,5%) no son capaces de manejarse en entornos digitales y otros 7,6 millones más (un 21% adicional) sólo acredita habilidades digitales básicas, según este estudio de UGT.
Además de ser escaso, el teletrabajo se utiliza en España de una forma muy desigual, tanto por sexo, edad, autonomía y puesto de trabajo. Así, en junio de 2021 (últimos datos de la EPA y Red.es), las mujeres teletrabajaban más que los hombres: un 10% de forma habitual (y otro 5,5% de forma ocasional) frente al 8,9% (y 5,2% esporádicamente) los hombres. Y utilizan más el teletrabajo los empleados de mediana edad (10,3% de los ocupados de 35 a 44 años trabajaban habitualmente a distancia, 9,9% entre los de 25 a 34 años y 9,6% entre los 45 y 54 años), mientras baja entre los más jóvenes (sólo el 4,8% de los empleados de 16 a 24 años teletrabajaba habitualmente). Y también hay grandes diferencias por regiones: están por cima de la media nacional de teletrabajo habitual (9,4% en junio 2021) Madrid (18,7% teletrabajaban) y Cataluña (11,1%), siendo también elevado el porcentaje en Asturias (8,7%), Baleares (8,3%), Comunidad Valenciana y Galicia (7,4%), Andalucía y Canarias (7,1%). Y el teletrabajo habitual es testimonial en Extremadura (4,3%), Ceuta (4,6%), Navarra (5%), Cantabria (5,3%) y Murcia (5,4%), según el INE.
Y lo más importante, la desigualdad por tipo de empresa y empleo: sólo un 22,3% de los ocupados (4,4 millones de trabajadores) pueden trabajar a distancia, según un estudio de Randstad. Y lo detalla por sectores, con datos de la EPA: los que más pueden teletrabajar son los ocupados en los servicios públicos (el 36% de ellos), los trabajadores de las eléctricas, agua y gas (podrían teletrabajar el 30,1%), los trabajadores de las finanzas (45%), los de las inmobiliarias y servicios empresariales (41,5%), los trabajadores educativos y sanitarios (35,9%), los de la industria química (29,8%) y los del papel y artes gráficas). El resto de actividades tienen un potencial de teletrabajo inferior a la media (22,3%), siendo muy bajo en el campo (4,1%), la construcción (13,3%), la industria agroalimentaria (13,8%), el comercio (13,9%) o la industria (14,3%). Y a su vez, los puestos de trabajo que permiten mejor trabajar a distancia son los directivos y gerentes (casi 100% pueden teletrabajar), técnicos y profesionales (59,9%), contables y oficinistas (46,3%), pero muy poco los trabajadores no especializados, vendedores y operadores.
Ahora que el teletrabajo se está desinflando, también se reduce de una forma desigual, según lo confirma esta Encuesta COTS realizada por CCOO en 2021. Si el teletrabajo habitual ha caído del 25,2% de los trabajadores encuestados en 2020 al 9,8% en 2021, el porcentaje es sólo del 2,9% en los trabajadores manuales y un 31,6% en los “no manuales”. Y por puestos de trabajo, el teletrabajo habitual ha caído más en los puestos directivos de las empresas (del 64% que teletrabajaban en 2020 al 20,1% en 2021) y entre los administrativos (del 55,7% al 35,6%) pero menos entre los técnicos (del 45,9% al 32%) y en la industria y la construcción (del 3,9% al 1,4%), que ya tenían un nivel mínimo de teletrabajo.
Con la vuelta de las vacaciones, a principios de septiembre, la mayoría de las empresas españolas han aprobado Planes para la vuelta al trabajo presencial de la mayoría de sus trabajadores, una vez terminado el estado de alarma el 9 de julio (el 9 de agosto, tres meses después, terminó el plazo legal para terminar con el trabajo remoto como medida de contención sanitaria). De momento, la mayoría de las grandes empresas han optado por un modelo híbrido, consistente en adoptar un trabajo 3+2 (3 días de trabajo presencial en la empresa) o 4+1 (sólo 1 día de trabajo a distancia). Y eso por dos razones. La primera y fundamental, porque todavía no han pactado con sus trabajadores, en convenio, la aplicación del Real decreto-ley de trabajo a distancia, aprobado el 22 de septiembre, que daba de un año a tres para adaptarse a las empresas que ya tenían un Plan de teletrabajo antes de la pandemia Y la segunda, que afecta más a las pymes, porque muchas empresas creen que aplicar el teletrabajo sólo les va a aumentar los costes y les crea muchos problemas (seguridad informática, absentismo y abusos, aislamiento de los equipos…).
Concretamente, la nueva normativa sobre teletrabajo obliga a las empresas a compensar a sus teletrabajadores de los gastos, dotándoles de medios informáticos y de trabajo (ordenador, teclado, ratón, cascos, silla ergonómica…) y compensándoles además algunos gastos adicionales, como la luz o la conexión a Internet. En las grandes empresas, la cuestión se ha resuelto (hasta que se pacte en convenio) con la entrega de “un kit de teletrabajo” y el pago de una cantidad fija al mes (de 35 a 55 euros en la mayoría). Pero en las empresas más pequeñas o sin presencia sindical, esto es más difícil y muchos optan por suprimir el teletrabajo, ahora que legalmente se puede por el reflujo de la pandemia.
En paralelo, la Administración pública también ha dado un paso atrás con el teletrabajo de los funcionarios. Si en abril de 2021 estaban teletrabajando un 30% de los funcionarios (la mayoría 3 días por semana), ahora el Gobierno ha decidido que sólo teletrabajen 1 día por semana, desde el 1 de octubre, mientras los sindicatos denuncian que el ministro Iceta les prometió (en abril de 2021) que podrían seguir teletrabajando en el futuro. La medida afecta a los 229.340 funcionarios de la Administración General del Estado, que volverán a trabajar presencialmente, con el objetivo de terminar con el sistema de cita previa el 31 de diciembre. Lo mismo están haciendo autonomías y Ayuntamientos (donde trabajan otros 2,3 millones de empleados públicos): en la mayoría se ha vuelto al trabajo presencial, salvo excepciones. Así, Cataluña prevé el 100% de atención presencial a finales de septiembre y en el País Vasco sólo teletrabajan 559 funcionarios, el 0,7% de la plantilla. La propuesta del sindicato CSIF es un modelo híbrido de trabajo para los funcionarios: 2 días en la oficina y 3 teletrabajando.
Todo apunta a que el teletrabajo, en las empresas y en la Administración, seguirá cayendo en los próximos meses, con las vacunas y la bajada de los contagios. España perderá así una oportunidad, conseguida con la pandemia, de apuntalar un sistema de trabajo que crece en el mundo y que tiene múltiples ventajas. Básicamente, que se evita la pérdida de tiempo en los desplazamientos (hasta 3 horas diarias en grandes ciudades) y la consiguiente factura para el medio ambiente (contaminación, emisiones, gasto de combustibles fósiles), además de que el teletrabajo facilita la conciliación familiar y el cuidado de hijos y dependientes. Y además, teletrabajar puede ser tan productivo o más que el trabajo presencial, depende de cómo se organice y de que la empresa tenga un Plan y medios. Eso sí, el teletrabajo tiene inconvenientes que hay que prever y evitar: seguridad y más riesgo de ciberataques, un posible bajón en la creatividad, dificultades para el trabajo en equipo (y el liderazgo) y menores oportunidades para la formación y el aprendizaje de los nuevos empleados.
Pero todos estos inconvenientes se pueden contrarrestar, sobre todo si la empresa (o el ente público) tiene un Plan de teletrabajo y pone personal y medios en aplicarlo. Eso sí, España tiene que resolver dos cuellos de botella para ampliar el teletrabajo. El primero, la baja formación digital de los trabajadores: 10,7 millones de trabajadores no se han formado nunca en competencias digitales, según este estudio de UGT. Y más de la mitad de los adultos (el 55%) tienen competencias digitales a nivel básico y sólo un 32% las supera, con un 3,2% de empleados cualificados en TIC (tecnologías información y comunicación), frente al 3,9% en Europa, según el DESI 2020. Y lo peor: sólo el 17,5% de nuestras empresas contratan expertos TIC. El 2º cuello de botella para el teletrabajo es el retraso digital de las empresas españolas, sobre todo las pymes. En general, invierten poco en herramientas digitales, por lo que España es el 5º país de Europa con más empresas de bajo nivel digital: un 56,8% del total, frente al 45,8% en la UE-28, 38,4% en Reino Unido, 41,4% en Alemania y el 50,3% en Francia, según el estudio “Digitalización de la empresa española”, de UGT.
En resumen, que la pandemia disparó el teletrabajo y dio una oportunidad a las empresas y a la Administración de avanzar en el trabajo a distancia, comprobando sus ventajas. Pero ahora, el teletrabajo se ha desinflado y corremos el riesgo de dar marcha atrás y volver a la presencialidad, a la cultura de “calentar la silla” y los horarios interminables, a costa de perder tiempo, medio ambiente, calidad de vida y familia. Además, 6 de cada 10 trabajadores españoles quieren teletrabajar, al menos 2 días a la semana, según un estudio de Adecco. Pero, sobre todo, hay que apoyar el teletrabajo porque es una herramienta clave para digitalizar la economía, un reto donde España se juega su productividad, su empleo y su futuro. Avancemos a golpe de clic.
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