Empecemos por recordar qué es el 5G, la última generación de redes móviles, que se inició en los años 80 con el 1G (móviles para hablar), siguió en 1990 con las redes 2G (envío SMS), avanzó en 2001 con el 3G (conexión móvil a Internet) y maduró en 2010 con el lanzamiento del 4G (conexión móvil a banda ancha que permite vídeos y videollamadas). En pocas palabras, el 5G incorpora a las comunicaciones móviles 3 ventajas claves : una conexión más rápida (hasta 10.000 Mbps, una conexión 10 veces más rápida que las mejores ofertas de 4G+ y 200 veces más rápida que la conexión 4G normal), con menos retardo (se pasará de los 20 a 60 milisegundos de latencia en 4G a 5 milisegundos y al final a 1 microsegundo) y que permite conectar a la red a millones de dispositivos (hasta 7.000 millones de personas conectadas y 7 trillones de cosas interconectadas, según Telefónica).
Y entonces, el 5G ¿para qué sirve? Básicamente, aumentará las prestaciones de nuestros móviles, aunque habrá que cambiar de Smartphone a uno con 5G, que no ofrecen todavía todas las marcas y que son mucho más caros (cuestan más de 1.000 euros, aunque bajarán). Una vez que tengamos el terminal 5G, notaremos el aumento de velocidad (irá mejorando paulatinamente, desde los 2 Gbps de velocidad en la fase inicial a los 20 Gbps finales), sobre todo en la descarga de vídeos y películas (en segundos), en las videollamadas (no se cortarán) y en los juegos online. Pero el mayor cambio del 5G es que abre el camino para conectar a Internet a millones de dispositivos y “cosas” (el Internet de las cosas), lo que nos permitirá en un futuro controlar a distancia dispositivos en casa (alarmas, electrodomésticos), viajar en vehículos autónomos (sin conductor) y, sobre todo, digitalizar una gran parte de la economía, revolucionando la actividad en empresas, negocios y ciudades.
Esta es la gran aportación del 5G: ser la base de la cuarta revolución tecnológica, de la economía 4.0, interconectando aparatos, máquinas, robots e instalaciones. Y no sólo en empresas, también en la agricultura (controlando riegos o explotaciones), en la sanidad (multioperaciones y atención a distancia), en la gestión de la energía (control torres y centrales), en el transporte (vehículos sin conductor, autopistas inteligentes) y en la gestión inteligente de las ciudades. Y no es algo futurista. Ya funciona en España la primera fábrica digitalizada con 5G, una de piezas para coches que tiene Gestamp en Barcelona. Y Mercamadrid es ya el primer gran mercado interconectado con 5G. Y tanto Segovia como Talavera de la Reina tienen en marcha proyectos piloto para gestión inteligente de la ciudad. Y Adif ha empezado a controlar con drones los 15.000 kilómetros de vías de Renfe…
La primera llamada por 5G en el mundo se hizo en España, el 20 de febrero de 2018: la hicieron Vodafone y Huawei entre Casteldefells (Barcelona) y Madrid. Pero el primer país en comercializar el móvil 5G fue Finlandia, en junio de 2018. Le siguieron, en abril de 2019, Corea del Sur, EEUU, Uruguay, Sudáfrica y Suiza. Y el 15 de junio de 2019 se estrenó comercialmente en España, el país europeo elegido por Vodafone para lanzar su servicio 5G, al que siguieron Italia (17 junio 2019), Reino Unido (julio 2019), Alemania (agosto) y Francia (finales de 2019). Con ello, España se situaba a la vanguardia mundial en el lanzamiento del 5G, cuando el 4G se lanzó aquí con 2 años de retraso (mayo 2012).
La hoja de ruta del 5G en España preveía extender su red a todo el país en 2020, pero la pandemia ha retrasado el calendario de las telecos. Vodafone, la pionera, sigue con su despliegue de 5G sólo en 21 ciudades (las principales capitales más Valladolid, Coruña, Alicante, Murcia, Pamplona, San Sebastián, Vitoria, Santander, Vigo, Badajoz, Benidorm, Gijón y Logroño). Y Movistar lanzó su ofensiva 5G el 1 de septiembre, anunciando que va a utilizar una tecnología mixta (combina la banda de 3,5GHz adjudicada a los operadores 5G y las bandas de 1.800-2.100 MHz del 4G), un “atajo tecnológico” que les va a permitir ganar tiempo. Y así, el 8 de noviembre, Telefónica ya ofrecía 5G en 640 municipios, donde vive el 42% de la población española, incluyendo todas las ciudades de más de 50.000 habitantes (148), casi todas las de más de 30.000, más de la mitad de las mayores de 20.000 y algunas con más de 10.000 habitantes. Y se ha comprometido a llegar en diciembre a 941 municipios, ofreciendo entonces el 5G al 75% de la población española. Además, Orange ofrece también 5G desde el 7 de septiembre en algunas zonas céntricas de 5 ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Málaga). Y MásMóvil, a través de Yoigo ofrece 5G, desde el 8 de septiembre, con la red de Orange, a esas 5 ciudades y otras 10 más.
Al final, con esta oferta ya existente, España es el país de Europa con más ciudades cubiertas por 5G. Y además, somos también el país europeo con más proyectos piloto para aplicarla en la industria y la economía: en total, 10 proyectos, 2 aprobados en 2019 (en Andalucía y Galicia) y otros 8 aprobados en noviembre de 2020, en 13 sectores de 8 autonomías, todos con ayudas públicas (60 millones de euros) de España y Europa (fondos FEDER). Son proyectos para aplicar la tecnología 5G en campos tan variados como la gestión de la ciudad de Málaga, un proyecto hospitalario en Ciudad Real, la gestión turística de la playa de Gavá o el mercado de la Boquería (ambos en Barcelona), los equipos de emergencia o el puerto de Valencia, reuniones educativas con holografía en Madrid, la lonja del puerto de Vigo o realidad virtual para visitas a la plaza del Obradoiro en Santiago.
España cuenta con otra
ventaja, además de la de ser el país
europeo más avanzado en la implantación del 5G: tenemos
la mayor red europea de fibra óptica. Y es que el 5G, al permitir una
mayor capacidad de interconexión, exige unas potentes redes para mover
millones de datos y eso lo facilitan esas enormes “autopistas” que son las
redes de fibra óptica. Y España cuenta con ventaja, porque tenemos cubierto con fibra el
82% de los domicilios y las oficinas y empresas, mientras en Europa tienen
menos del 30%. Para que nos hagamos mejor idea, baste decir que la red de fibra de España es mayor
que la de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntas. Y las telecos siguen tendiendo fibra óptica cada
día, de tal manera que Telefónica promete
que la fibra llegará a toda España en
2025.
Así que España es líder en fibra óptica, en las autopistas de interconexión fija, y es líder en la implantación de la tecnología móvil 5G. Como ha dicho el presidente de Telefónica, “es la primera vez en nuestra historia que España no llega tarde a una nueva revolución tecnológica”. Es más, somos pioneros en esta revolución digital, al menos en las infraestructuras. Pero ahora falta lo fundamental, aplicar la nueva tecnología y modernizar la economía. Y eso pasa por destinar recursos e inversiones a completar la instalación del 5G y sobre todo, conseguir que se implante en las empresas, negocios, servicios y ciudades.
El siguiente paso ahora es la subasta de frecuencias de 700 MHz (que se ha quitado a la TDT, lo que nos ha obligado a re-sintonizar los canales de TV), prevista para el primer trimestre de 2021. Contar con esa frecuencia permitirá a las telecos mejorar la red de 5G, facilitando su acceso al interior de edificios y fábricas y aumentando la velocidad. Y además, hay que seguir completando la red. Telefónica calcula que las telecos tendrán que invertir otros 6.000 millones más en 5G, mientras Vodafone pide al Gobierno que 2.000 de esos millones vengan de los fondos europeos. De momento, el Gobierno ya ha destinado 883 millones en 2021 para el 5G, dentro del Plan de recuperación presentado en octubre: 583 millones irán a mejorar la conectividad de empresas (instalaciones en polígonos industriales e islas tecnológicas) y a desarrollar proyectos de conectividad 5G en sectores “tractores” claves (transporte, agroalimentación, turismo, comercio y salud) y otros 300 millones a ayudar a las telecos a desplegar sus redes.
Pero la mayor parte de la inversión la tendrán que hacer las telecos, cuyas cuentas pasan por un mal momento. Ya en 2019, su facturación se estancó (34.009 millones, -0,28% sobre 2018), aunque ganaron en clientes, porque les cayó la facturación por cliente, su gran problema: hacen más contratos de móviles y banda ancha, pero con la guerra de tarifas (desatada por MásMóvil, la rumana Digi y Euskatel-Virgin), acaban ingresando menos con cada uno. Y con la pandemia, aunque se ha multiplicado la conectividad de todos, les caen las cuentas: en el tercer trimestre de 2020, los ingresos de Orange cayeron un -7,1%, los de Telefónica un -3,6% y los de Vodafone un -1,8%. Sólo MasMóvil facturó un 23% más. Con este “fuelle” y el goteo de clientes que se cambian de operadora (9,5 millones en 2019), el “músculo” de las telecos que operan en España no parece preparado para asumir el reto futuro del 5G.
Las telecos le echan la culpa al Gobierno español (este y los anteriores) y a las autoridades comunitarias, cuya prioridad ha sido utilizar a las telecos para bajar la inflación, facilitando la entrada de nuevos operadores y la subsiguiente guerra de tarifas, “en beneficio del consumidor”. Eso ha pasado, en Europa y en España, por la obligación a las telecos de abrir sus redes a nuevos operadores, de tal manera que Telefónica, por ejemplo, está obligada a alquilar (a un precio “regulado” por la CNMC) su costosa red de fibra óptica en el 65% de España (salvo en 66 grandes municipios) a pequeños operadores, como Digi, que le roban clientes mes a mes. Lo que dicen las telecos es que así, con esta “competencia desleal”, no les salen las cuentas. Y que los Gobiernos europeos deberían permitir que las telecos reforzaran sus ingresos y pudieran invertir en el futuro. Y en vez de multiplicar los operadores, debería haber menos y más grandes: 5 grandes compañías, en vez de las 40 telecos que operan en Europa, como pasa en USA y China. Y piden fomentar las fusiones. Si no, Europa y sus telecos perderán el futuro de las telecomunicaciones y el 5G.
La otra queja de las telecos es que su negocio está “súper regulado”, en España y en toda Europa, pero la Comisión no controla apenas a los gigantes de Internet (Google, Apple, Amazon, Facebook, Twitter…), que también les hacen una competencia desleal, porque basan su negocio en un flujo de datos que circulan por redes en las que no han invertido nada. Y ahora, las telecos se temen que la mayor parte del negocio del 5G se lo lleven los gigantes de Internet y grandes empresas informáticas o tecnológicas (Microsoft, IBM, Ericsson, Nokia, Huawei), como ya pasó con el 4G. El “pastel” es muy tentador: el 5G moverá un negocio de 8 a 11 billones de euros a nivel mundial. Y las telecos se temen que ellas invertirán en las redes, pero luego las empresas, negocios y paises contratarán su implantación concreta con los gigantes de Internet, la informática y las aplicaciones. Incluso algunas grandes empresas, como Bosch o Daimler en Alemania, ya montan sus propias redes.
En esta pelea por quien invierte en el 5G y quien se lleva la parte “mollar” del negocio, los usuarios estamos en medio y seguro que pagaremos parte de la factura. De hecho, desde el 15 de noviembre, Vodafone ha subido 4,50 euros mensuales los contratos a sus clientes de móviles con datos ilimitados (el contrato que han de tener los 5G).Y el 12 de enero, Movistar sube entre 2 y 3 euros las tarifas Fusión a cambio de duplicar la velocidad. En todas las compañías, un móvil 5G obliga a contratar las tarifas más caras, con datos ilimitados, porque el 5G es muy rápido pero también consume datos muy rápidamente. Así que hoy, y más en el futuro, cuando pase la fase de lanzamiento (ofertas), contratar un móvil 5G será más caro y las subidas serán periódicas, para que las telecos paguen sus redes. Y sobre todo, las empresas, negocios e instituciones: tendrán más conectividad, pero tendrán que pagarla.
Todavía habrá que esperar unos años, hasta 2025, para que la 5G esté asentada en toda España y alcance el máximo de su velocidad y prestaciones. Pero estos cuatro años serán cruciales, porque nos jugamos digitalizar la economía y asegurar la competitividad y el empleo futuros. Por una vez, estamos bien posicionados, en el vagón de cabeza de este tren de la conectividad. Más que los particulares, tienen que aprovecharlo las empresas, negocios, instituciones y ciudades, para cambiar sus sistemas y ser más eficaces, para reconvertirse. Todo el país debe volcarse en el 5G, aunque haya que pagarlo. Al tren.
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