En los últimos meses, la Comisión Europea ha dado tres “toques de atención” a España por la deuda pública, el problema español que más les preocupa junto al paro y la baja productividad. Somos el 7º país con más deuda pública de Europa y llevamos 6 años con más de un billón de euros de deuda, el triple que antes de la crisis, aunque ha bajado su peso al 95,5% del PIB. El problema es que hay que pagarla y los intereses (31.398 millones en 2019) son el 2º mayor gasto del Presupuesto, más que seguridad, Defensa, empleo, salud y educación juntos. Y si no hacemos nada, para 2030 seguiremos debiendo el 95% del PIB, según la Comisión Europea, que pide recortar más el déficit y la deuda. Hay otra vía: ingresar más, como el resto de Europa (+83.000 millones). Urge un Pacto político para reducir la deuda pública al 60% del PIB para 2030. Si no, les dejaremos una costosa herencia a nuestros hijos y nietos.
enrique ortega |
Uno de los graves problemas que ha tenido España a lo largo de su historia ha sido la deuda, el excesivo endeudamiento de los Gobiernos, por gastar más de lo que ingresaban, según explica el profesor Francisco Comín en su interesante libro “La crisis de la deuda soberana en España 1500-2015 ”. Empezó con los Reyes Católicos y se aceleró con Carlos V, que dejó en herencia a Felipe II la primera bancarrota de nuestra historia, en 1557, a la que siguieron muchas más, con los Austrias y los Borbones. El primer récord “moderno” de deuda pública se alcanzó en 1879 (con Cánovas del Castillo y Alfonso XII), cuando la deuda pública alcanzó el 165% del PIB. En 1898, al acabar la guerra de Cuba, seguía en el 124% y empezó el siglo XX con el 101% de deuda en 1909. Luego bajó, tras la I (39%) y II Guerra Mundial (59% del PIB), y más tras la Guerra Civil, hasta un 22,4% de deuda en 1944, alcanzando un mínimo en 1975, a la muerte de Franco: el 7,3% del PIB (39.819 millones de euros de hoy).
Con la Transición y la democracia, aumentaron las demandas de gasto y la deuda pública española se triplicó en tres años, hasta el 22,2% del PIB en 1977. Y se duplicó para 1993 (56,1% del PIB), tras los fastos del 92 (Olimpiada y Expo) y la crisis, alcanzando un máximo del 67,4% del PIB en 1996. A partir de ahí vienen los años de “vacas gordas” y la “burbuja inmobiliaria”, que permiten bajar la deuda a un mínimo en 2007: el 35,6% del PIB (384.662 millones de deuda). Pero viene la gran recesión de 2008 y Zapatero aumenta el gasto y la deuda, que deja al irse, a finales de 2011, en el 69,5% del PIB (744.323 millones). Y Rajoy, a pesar de su histórico aumento de impuestos y sus recortes, no puede afrontar el desplome de ingresos y el enorme coste de las ayudas a autonomías, Ayuntamientos, Cajas y al desempleo, que disparan la deuda pública hasta un máximo del 100,7% del PIB en 2014 (1.039.388 millones). Y Rajoy se fue, en mayo de 2018, dejando a Sánchez una deuda del 98,2% delPIB, 1.155.000 millones de euros, un 55% más de deuda que cuando llegó a la Moncloa.
En estos dos años de Gobierno Sánchez, la deuda pública ha crecido algo en millones (sigue por encima del billón de euros desde 2014) pero ha reducido su peso sobre el PIB. Y así llegamos al dato de 2019, recientemente publicado por el Banco de España: 1.188.893 millones de euros (un máximo histórico de deuda, el triple que en 2007) y el 95,5% del PIB, el porcentaje de deuda más bajo desde 2012 (tras reducirse -2,1% en 2019, la mayor reducción anual del peso de la deuda desde 2007).
La deuda pública se reparte hoy, según el Banco de España, entre la Administración central (Estado y otros organismos), que tienen el grueso de la deuda (el 91%), 1.083.835 millones a finales de 2019, las autonomías (294.883 millones: 78.600 Cataluña, 47.877 la Comunidad Valenciana, 35.770 Andalucía y 33.692 Madrid, en septiembre 2019), los Ayuntamientos (23.345 millones) y la Seguridad Social (55.024 millones en 2019), la entidad que más ha disparado su deuda (la ha triplicado desde los 17.173 millones que debía en 2016). Y eso se debe a que, con la crisis y la precariedad en sueldos y empleos, las cotizaciones no alcanzan para pagar las pensiones y como el Gobierno Rajoy se comió ”la hucha” de las pensiones, el Estado tuvo que prestar a la Seguridad Social en 2017, 2018 y 2019, aumentando su deuda 37.851 millones en esos tres años.
La deuda pública española, aunque haya reducido su peso, es muy abultada y preocupa mucho en Bruselas. Tanto, que la nueva Comisión Europea ha dado tres “toques de atención” a España en los últimos tres meses. El primero, el 17 de diciembre de 2019, a través de este Informe sobre el mecanismo de Alerta 2020, en el que llama la atención sobre los 13 paises europeos que tienen “desequilibrios económicos” (Italia, Grecia, Chipre, Francia, Alemania, Paises Bajos, Suecia, España, Portugal, Irlanda, Bulgaria, Croacia y Rumanía). Y al referirse a España, resalta los tres “desequilibrios” que les preocupan: la deuda (pública y privada), el elevado paro y el estancamiento de la productividad, nuestras 3 principales “asignaturas pendientes”.
El segundo “toque” fue en enero de 2020, a través de este Informe sobre la sostenibilidad de la deuda pública en Europa. Aquí, la Comisión vuelve a mostrar su preocupación por la deuda española, recordando que “España es uno de los 8 paises más vulnerables de Europa por su elevado endeudamiento”. Los datos son claros: España es el 7º país europeo con más deuda pública (97,9% del PIB en el tercer trimestre de 2019), por detrás de Grecia (178,2%), Italia (137,3%), Portugal (120,5%), Bélgica (102,3%), Francia (100,5%) y Chipre (97,8%), según la última estadística de Eurostat. Y tenemos una deuda muy por encima de la media europea (80,1% la UE-27), de Alemania (61,2%) y Reino Unido (84,2%). Además, a nivel mundial, ocupamos el puesto 20ª del ranking de paises más endeudados del mundo, encabezado por Japón (238% del PIB), Grecia, Barbados, Líbano e Italia.
Lo preocupante, advierte este informe de la Comisión Europea de enero, no es que la deuda española sea elevada sino que no se va a reducir en la próxima década: estiman que pasará del 97,6% del PIB en 2018 al 96,6% en 2020 (ya es menor hoy: el 95,5% en 2019), al 96,7% en 2025 y el 95,7% del PIB en 2030. O sea, que crecerá en millones de euros y apenas bajará un 2% en peso sobre la economía. La deuda se hará crónica esta década. Y eso, creen, por dos razones. Una, porque crecerá el gasto en pensiones, sobre todo si se actualizan con el IPC y no se implanta el “factor de sostenibilidad”, la reforma aprobada por Rajoy en 2013 para pagar las pensiones según la esperanza de vida. Y la otra razón, porque la población española va a envejecer mucho en las próximas décadas y creen que eso va a disparar el gasto no sólo en pensiones sino también en sanidad, dependencia y asistencia social.
El tercer “toque” por la deuda pública nos lo ha dado la Comisión Europea el 26 de febrero, en su Informe sobre España 2020: reconoce que el peso de la deuda ha bajado pero cree que “es muy alto” y reitera que España “afronta riesgos en la sostenibilidad presupuestaria a medio plazo” por las pensiones y el envejecimiento de la población. No se creen que el Gobierno Sánchez consiga bajar el déficit público del 2% del PIB (prevén que pasará del 2,5% en 2018 al -2,3 % en 2019, el -2,2% en 2020 y al -2,1% en 2021). Y para financiarlo, creen que España seguirá con una deuda muy alta, que sólo bajará al 96% del PIB en 2021 (ahora ya sabemos que eran demasiado pesimistas: estaba en el 95,5% a finales de 2019).
Para las autoridades europeas, España tiene que corregir su déficit para rebajar su deuda. Y proponen, por un lado, aumentar la recaudación, porque tenemos “un nivel de imposición bajo en relación a los gastos”, sobre todo en el IVA, IRPF, sociedades e impuestos verdes. Y por otro lado, insisten en reformar las pensiones, no actualizándolas con el IPC y aplicando mecanismos de ajuste para afrontar una mayor esperanza de vida, porque si no se hace, no será posible reducir el déficit y la deuda a medio plazo. Y ya en 2020, van a mirar con lupa el proyecto de Presupuestos, porque creen que España debe ajustar sus gastos y su déficit entre 6.500 y 10.000 millones de euros para cumplir con Bruselas.
Entre tanto, el Gobierno Sánchez ha aprobado en el Congreso un nuevo “techo de gasto” para 2020, base de los próximos Presupuestos, donde contempla menos déficit y menos deuda que las previsiones de la Comisión Europea. En el déficit público, apuestan por rebajarlo al -1,8% del PIB en 2020 (-2,2% la Comisión) y dejarlo en un nivel mínimo del -0,9% en 2023.Y en la deuda pública, prevén bajarla al 94,6% del PIB en 2020 (96,6% la Comisión) y dejarla en un mínimo de 89,8% del PIB en 2023.
Aún creyendo estas previsiones, que van a depender mucho de que no haya otra crisis (se desplomarían los ingresos y aumentarían los gastos), ese 89,8% del PIB de deuda pública en 2023 sería demasiado elevado. Estaríamos mejor pero seguiríamos siendo “un país muy vulnerable”, al que en cualquier momento podrían “poner de rodillas” los inversores (los famosos “mercados”) y una subida de tipos. Porque si la deuda pública no preocupa hoy tanto como en 2012, se debe a que el Banco Central Europeo (BCE) nos ha salvado, tanto por comprar deuda como por bajar los tipos de interés al mínimo. Y eso nos ha dado “un gran respiro” para la deuda. Si el 27 de julio de 2012, para colocar la deuda (bono a 10 años), España tuvo que pagar un interés del 7,56%, un año después ya pagaba el 4,80%. Y a principios de marzo de 2020 paga sólo el 0,25% por el bono a 10 años. Y la famosa “prima de riesgo” que nos atenazaba cada día (la diferencia entre el interés de la deuda española y alemana) ha pasado de 511 puntos en 2012 a 83 ahora (0,25 paga la deuda española a 10 años y -0,58% la deuda alemana, que “cobra” ahora por colocarla).
Pero esto puede cambiar cualquier año: el BCE dejar de comprar deuda pública (lo iba a hacer en 2020, pero lo retrasa por la desaceleración europea) y los tipos subir. Y ojo: con un 1% que suba el coste de colocar la deuda pública, España pagaría 3.600 millones más de intereses. Es lo malo de tener tanta deuda y de que crezca cada año: que hay que financiarla, pagando por la deuda en circulación y emitiendo más deuda nueva (para “tapar” o financiar el nuevo déficit). De hecho, en 2019 España emitió 196.504 millones de deuda nueva y este año 2020 está previsto emitir 196.504 millones de euros. Por eso somos muy “vulnerables”: porque dependemos de que nos presten 538 millones diarios.
Y aunque no haya nervios en los mercados y encontremos quien nos compre la deuda (el 48% son extranjeros, el 22% la tiene el BCE, un 17% los bancos españoles, un 10% las aseguradoras y un 4,5% fondos de inversión y de pensiones), hay que gastar una barbaridad en pagar intereses: 31.398 millones de euros en 2019, la 2ª partida de gasto más importante del Presupuesto tras las pensiones (153.864 millones). Gastamos más en pagar la deuda a los inversores que en Seguridad (8.879 millones), Defensa (8.537 millones), fomento del empleo (5.985 millones), sanidad (4.292 millones) y educación (2.722 millones) juntos. El pago de la deuda es una hipoteca tan costosa que ya hemos pagado 321.000 millones de euros en intereses entre 2008 y 2019. Daría para pagar las pensiones más de 2 años.
En definitiva, que tener tanta deuda pública nos hace un país muy vulnerable frente a los inversores (extranjeros y nacionales) y supone una pesada losa para las cuentas públicas, que no pueden gastar más en lo que hace falta (desde empleo a educación o vivienda) porque antes (lo exige el reformado artículo 135 de la Constitución) tenemos que pagar los abultados intereses de la deuda (han pasado de 15.928 millones en 2008 a 31.500 en 2018 y 2019). Por eso hay que reducir la deuda como sea: es un lastre para los próximos años, ya que dos tercios de la deuda (67%) está colocada a más de 10 años.
Para el Gobierno Sánchez, como para Felipe II o la Restauración decimonónica, la deuda pública es un problema crucial de España, aunque se hable poco de él. La propia vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha señalado que “la deuda pública es uno de los tres grandes problemas estructurales de España, junto al paro y la pobreza”. La cuestión es cómo resolverlo. Y aquí, muchas recetas van en la línea de la Comisión Europea: hay que recortar gastos, rebajar el déficit para reducir la deuda. Pero la solución no es tan fácil.
España tiene más deuda pública porque tiene más déficit (el 2º de Europa, tras Chipre y empatados con Francia). Pero si tenemos más déficit no es porque gastemos mucho sino porque ingresamos muy poco. Lo indican con claridad los datos de la propia Comisión Europea. España gastó en 2019 el 41,7% del PIB, frente al 45,9% de media que gastó la UE-27. O sea, el gasto público español es 52.279 millones de euros menos al año que la media europea. Y, a pesar de eso, tenemos más déficit porque ingresamos mucho menos: el 39,3% del PIB en 2019 frente a una media del 46% del PIB en la UE-27.Eso se traduce en 83.398 millones menos de recaudación cada año. Por eso tenemos más déficit y más deuda.
Así que la solución para rebajar la deuda no puede ser la de siempre de los ideólogos neoliberales y austericidas: más recortes. Sobre todo en un país que necesita gastar más en casi todo, desde el empleo a la tecnología pasando por la educación, la sanidad, la dependencia, la vivienda o la modernización de la economía, porque los recortes han sido muy drásticos y además llevamos décadas gastando menos que Europa. La verdadera solución está en ingresar más, para destinar una parte de la mayor recaudación a rebajar la deuda y otra parte a afrontar los gastos más urgentes. Y se puede hacer, si se implanta una reforma fiscal (en sociedades, IRPF, IVA, nuevos impuestos e impuestos “verdes”) y una eficaz lucha contra el fraude que permita recaudar “como Europa”.
El problema de la deuda pública es tan serio que exige un gran Pacto político, con el objetivo de bajarla al 60% del PIB para 2030, por ejemplo. Eso exigiría acuerdos en el gasto (una reforma realista de las pensiones y pactar las prioridades de gasto del país en la próxima década) y acuerdos sobre cómo recaudar más y cómo repartir más justamente los impuestos. Es difícil conseguirlo, pero si no lo hacemos, apenas se rebajará la deuda y dejaremos una pesada herencia a nuestros hijos y nietos. Piénselo.
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