Europa sigue estancada
(crece el 0,2% frente al 4,2% de
EEUU) mientras Grecia, Rusia y la baja
inflación (agravada por el desplome
del petróleo) amenazan con una tercera
recesión. Pero la Cumbre europea
del jueves duró menos de 8 horas y se limitó a dar luz verde (con reticencias de Merkel) a un Plan de inversiones de 315.000
millones para 2015-2017. Este Plan
Juncker llega tarde y con pocos recursos: sólo se ponen 21.000
millones de dinero público (ni un euro
nuevo) y se espera que la inversión privada aporte los 294.000 millones restantes.
Si se consigue, el Plan será una gota de agua en el océano de la
crisis: España podría llevarse
inversiones por 8.000 millones anuales,
una ayuda escasa para nuestro elevadísimo paro. Y frente a esta zanahoria para el crecimiento, el palo: la Comisión Europea ha pedido a
7 países (incluida España) que recorten más su déficit en 2015, lo
que frenará el crecimiento. La nueva Comisión
sigue empecinada en su inútil austeridad. Urge reanimar la
economía europea con un ambicioso Plan de choque. Y olvidarse de más recortes.
enrique ortega |
De Cumbre en Cumbre, Europa va a peor. Si en la Cumbre
de octubre planeaba el fantasma
de la tercera recesión, en esta mini Cumbre de diciembre (tarde-noche
del jueves 18) se confirma el estancamiento económico y se agrava el panorama, por los temores
sobre Grecia, la crisis de Rusia
y el desplome
del petróleo, una buena noticia que puede agravar otro
grave problema europeo, la bajísima
inflación, claro síntoma de que la economía está paralizada.
Los últimos datos
económicos (Eurostat,
diciembre) confirman que la economía
europea está estancada: crece un 0,3%
en el tercer trimestre y la zona euro
aún menos (+0,2%, frente al +0,1%
del segundo). Lo peor es que las grandes
economías no tiran (Alemania
crece sólo el 0,1%, Francia el 0,3%
e Italia está en recesión, cayendo el
-0,2% y -0,3% el segundo y tercer trimestre). Y del resto, sólo se salvan Reino
Unido (+0,7%) y algunos países del Este (Polonia +0,9%), con Austria cayendo
(-0,3%) y Chipre (-0,4%). Y lo peor es
que este estancamiento europeo va para largo: según
el BCE,
la zona euro sólo crecerá un 0,8% este año, un 1 % en 2015 y un 1,5% en 2016,
cuando EEUU
crece este año al 4,2%. Y así, no hay manera de rebajar un
paro histórico, del 11,5% (5,8% en USA).
Otro síntoma del
estancamiento europeo es la baja
inflación: está
en el 0,3% y lleva más de un año por
debajo del 1%, con 10 de los 18 países
euro con inflación negativa (España). Y será negativa en toda Europa los próximos meses, según vaticina el vicepresidente del BCE. En parte es por el desplome del petróleo, pero
buena parte se debe a la falta de consumo, a que no hay demanda, ni inversión ni crédito (los bancos
sólo han pedido al BCE la mitad de los 400.000 millones que tenía para
prestarles a bajo interés). Y la
actividad empresarial de la eurozona cayó en noviembre a mínimos de 16
meses, según el
índice PMI, dato que sugiere dos cosas: que el crecimiento podría bajar
este cuarto trimestre y que la zona euro podría incluso contraerse a principios de
2015.
En este deprimente
contexto europeo, Rajoy saca pecho y dice que España
“lidera el crecimiento europeo”, con ese mínimo +0,5% que crecimos el segundo
y tercer trimestre (y que podría bajar al 0,4% para este cuarto). Primero, no es verdad: hay seis
países europeos que crecieron más en el tercer trimestre: Rumanía (+1,8%),
Polonia (+0,9%), Eslovenia (+0,7%), Reino Unido (+0,7%), Grecia (+0,7%) y Eslovaquia
(+0,6%), según Eurostat. Y segundo, España
tiene una serie de datos económicos que nos hacen muy
vulnerables, además de tener más del doble de paro
que Europa (23,67%). Uno, nuestra elevada deuda pública (1.016.969
millones de euros, un 96,4% del PIB), que nos obliga a depender de los
inversores extranjeros, a los que pagamos 100 millones de euros diarios en intereses (más si sube la
prima de riesgo). Otro, nuestro creciente déficit
comercial (21.094
millones €), que también hay
que financiar y que se debe a que compramos mucho más fuera de lo que
vendemos, tras haber pinchado las
exportaciones. Y el tercero, nuestro déficit
público, el 3º más elevado de
la zona euro, duplicándolo (5,6% en 2014 frente al 2,9% de UE-18).
Además, la inflación en
España lleva cayendo cinco meses
consecutivos (desde julio), con el IPC anual en el -0,4%,
un claro indicador de que no hay consumo
ni inversión, que la economía está estancada, aunque Rajoy diga que “la
crisis ya es historia”. Otro indicador es que el crédito sigue cayendo, más por falta de
demanda solvente que de liquidez. Y también caen
los salarios y 1.200 parados
pierden cada mes su subsidio, lo que dificulta la recuperación del consumo y agrava la pobreza y la desigualdad, más
en España que en el resto de Europa. Y si
sigue el desplome del petróleo, podría agravar
el estancamiento de México, Brasil, Venezuela y Ecuador,
afectando mucho a empresas y bancos
españoles.
La situación no está,
pues, para triunfalismos, ni en España ni en Europa. Por eso, los líderes europeos quisieron insuflar
un poco de optimismo en la reciente
Cumbre Europea, aprobando un Plan de
inversiones de 315.000 millones para los próximos 3 años, que podría
aumentar un 3% el crecimiento anual y crear
3,3 millones de empleos. Una buena iniciativa, (aunque tardía) pero que está en el alero y es
insuficiente. En el alero,
porque los líderes europeos sólo
aportarán 21.000 millones de dinero público (16.000 millones del
Presupuesto y otros 5.000 del Banco Europeo de Inversiones), ni un
euro nuevo, por cierto. Y el resto, nada menos que 294.000 millones,
esperan que los aporten empresas privadas. Es el milagro de la multiplicación
de los euros: con 1 euro
público atraerán 15 euros privados. Está por ver. Pero aunque lo consigan, la cantidad es insuficiente: 105.000
millones de inversión anual es un 0,8%
del PIB europeo, una gota en el océano de la crisis. Y Merkel se opuso a que los Estados puedan poner más dinero para el Plan a cambio de que esa aportación extra no cuente como déficit público. La ortodoxia antes que el crecimiento.
Ahora queda ver cómo
se reparte este dinero, a qué países
y a qué proyectos. Se habla de apoyar inversiones europeas en energía,
transportes, economía digital, tecnología (I+D) y pymes. Y que ya se han
presentado por los 28 países unos
2.000 proyectos, con 1,3 billones de inversión. Ahora queda fijar
los criterios de reparto, que estarán en marzo. Y los planes se aprobarían en
la Cumbre de junio de 2015, para empezar
en julio (medio año perdido).
España ha
presentado ya proyectos por valor de 53.000
millones, casi la mitad para energía, donde se
ha pactado (en esta Cumbre) con
Francia y Portugal para presentar proyectos conjuntos de interconexión
eléctrica entre los tres países. Otros
proyectos españoles son para el mercado digital (conexión Internet zonas
rurales), tecnología y sobre todo infraestructuras de transporte (17
proyectos), muchos de ellos ligados al
tren y al AVE. La pelea por las
inversiones del Plan Juncker va a ser dura, con Alemania y Francia como líderes,
y España teniendo que borrar
su pasado “derrochador” de fondos europeos (aeropuertos sin
aviones, AVES sin viajeros, autopistas sin coches, puertos sin barcos…). Si nos
atenemos a que España supone el 8% del
PIB europeo, podríamos aspirar a conseguir
25.000 millones de inversiones, unas 8.000 al año como mucho. Ayudaría, pero no es para tirar cohetes.
El problema es que los líderes europeos no sólo han aprobado el Plan Juncker, la
zanahoria para reanimar el
crecimiento. La nueva
Comisión Europea, más
fundamentalista del déficit que la anterior, ha llamado
la atención a 7 países por “riesgo de incumplimiento” de los compromisos
de déficit en los Presupuestos para
2015: son
Francia, Italia, Bélgica, Malta,
Austria, Portugal y España,
donde creen que existe el riesgo de que el déficit público de 2015 sea el 4,6%
en vez del 4,2% prometido por Rajoy. Y a
todos les
piden más recortes, que Francia, Italia y Bélgica ya
han iniciado, provocando incluso dos huelgas
generales. Ahora van a hacer un seguimiento y en
marzo 2015 dirán si han cumplido o no y si hay sanciones. Si se ponen duros y exigen más recortes
a estos 7 países (sobre todo a Francia, Italia y España), la Comisión sumirá a Europa en la tercera recesión.
Es el palo que complementa la zanahoria del Plan Juncker.
Reanimar la economía europea sí, pero sin gastar apenas (“keynesianismo barato”) y no bajando la guardia contra el déficit.
La ideología, el
fundamentalismo del déficit y los recortes, frente al realismo de una Europa que exige un Plan de choque valiente
contra la recesión. Lo absurdo de esta política puede verse en España: nos concederían 8.000 millones de inversión para reanimar la
economía (que en su mayoría van a beneficiar a eléctricas y grandes constructores) y a la vez nos obligan a recortar
4.000 millones más en 2015 (sobre los recortes
ya aprobados por Rajoy), recortes que afectarían
sobre todo a sanidad, educación, gastos sociales y desempleo. Y que
servirán, como ha pasado estos
cuatro años, para frenar el
crecimiento y el empleo.
Juncker y la nueva
Comisión dicen que quieren
“recuperar la confianza de los ciudadanos”. Pero los europeos no lo ven claro: el
63% considera que la situación económica es mala y sólo el 34% la ve
positiva, según el Eurobarómetro
de otoño. Y los más pesimistas son
los griegos (98% la ven mal) y los
españoles (97%). Además, casi la
mitad de los europeos (48%) creen que la
crisis y el desempleo irán a peor. Un estado
de ánimo que alimenta el “euroescepticismo”, el populismo y los partidos de
extrema derecha.
Cada vez es más evidente (incluso para el
FMI y la
OCDE), que Europa
debe cambiar de política, dejar
atrás los prejuicios
ideológicos y lanzarse a combatir con decisión el estancamiento, el paro y
la baja inflación. Y para ello, hace falta un
ambicioso Plan de inversiones públicas, con diez veces los recursos del Plan Juncker, recursos que deben salir
de otra política fiscal en Europa,
que recaude
más de las grandes empresas, multinacionales y los más ricos. En paralelo,
hay que forzar a la Europa rica, sobre todo a Alemania, a
gastar más, para tirar del crecimiento de la Europa pobre. Y reducir el
peso de la deuda a la Europa del sur, compartiendo la deuda para pagar menos
por ella (eurobonos).
Y en España, aumentar también los ingresos fiscales (se pueden recaudar 50.000 millones más) para
dedicar más recursos a la inversión pública, la reindustrialización,
la exportación, el turismo y la tecnología, junto a un Plan de choque para mejorar la formación
y “empleabilidad” de los 5,4 millones de parados.
Sin olvidar mejorar salarios
y reducir el peso
de la deuda de empresas y particulares, para reanimar el consumo y la
inversión. Y dedicar más recursos a ayudar a los 5 millones de españoles en
riesgo de pobreza,
un escándalo social.
Otra Cumbre más,
los líderes europeos hacen lo que Rajoy en España: ganar tiempo y esperar a
ver si la economía mejora, más con declaraciones que con medidas suficientes. Y
así, Europa
puede estancarse
durante varios años, languideciendo como Japón. No es lo que
queremos los europeos. Ya lo dijimos en las elecciones
de mayo. Pero no escuchan.
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