La inflación lleva
ya cuatro meses en negativo (hacen falta 12 meses para caer en la deflación), por la bajada del
teléfono, los carburantes, el ocio y los
alimentos, que han caído un -0,2 % en lo que va de año. Ahora, la cesta de la compra
seguirá bajando, por la caída del
consumo y el exceso de oferta, derivado de las buenas cosechas y las
menores ventas a Rusia. Otro factor clave será la guerra de precios en los
supermercados, que se está acelerando,
ahora en los alimentos frescos. Una
guerra comercial que está cambiando en
2014: bajan precios las marcas
de fabricante y los suben algunas marcas
blancas, que han frenado su avance. Mercadona toca techo, mientras crecen Día, Lidl y Carrefour. Pero todos ganan fuerza frente a la industria alimentaria
(reduce márgenes) y frente al campo
(el eslabón más débil de la cadena),
que cobra menos por sus productos. Al final, ganamos los consumidores, pero a un alto precio para fabricantes y productores.
enrique ortega |
Los alimentos
llevan subiendo cuatro meses seguidos, desde julio, poco y más ahora(+0,5% en octubre), por efecto de
la mayor demanda estival (por el turismo), la sequía de primavera y las subidas
de precios en los mercados internacionales. Pero como habían caído antes, desde
febrero, al final los alimentos son
ahora más baratos que a principios de año: sus precios han caído -0,2%, sobre todo los alimentos elaborados (-0,3%), lo que ayuda decisivamente (la alimentación
supone un 20% del IPC) a que la inflación anual lleve
cuatro meses en negativo (-0,1% en octubre), junto a las bajadas en las
comunicaciones (- 5,7% anual), el ocio y la cultura (-1,9%), los carburantes
(-1,1%), el menaje del hogar (-0,6%) y los gastos médicos (-0,2%).
Ahora, la industria de la
alimentación teme que los precios
de los alimentos caigan, por
el efecto de varios factores. El
fundamental, que cae la demanda, por
culpa de la crisis, el paro y los salarios bajos: el gasto de los españoles en alimentación cae este año un -0,7%, según
la OCU, tras las caídas de 2012 y 2013. Pero también cuenta que hay más oferta de alimentos, por las buenas cosechas de algunos productos (aceite
y vino) y el recorte de las ventas
de alimentos españoles a Rusia, por las sanciones europeas. Con ello, la
industria alimentaria teme una mayor
bajada de precios, sobre todo entre
los alimentos frescos y algunos elaborados, que ya han bajado mucho en el
último año, según el IPC:
azúcar (-15,6%), patatas (-15,3%), aceites (-8,6%), huevos
(-3,6%), cerdo (-2,8%), pollo (-2,5%) y bebidas alcohólicas (-1,4%).
Pero hay otro hecho
que juega a favor de la bajada de precios:
la fuerte
competencia entre los supermercados, donde la caída de las ventas ha agravado la guerra de precios,
multiplicándose las ofertas, los descuentos e incluso las ventas
a pérdida de “productos
escaparate” (los productores han denunciado casos en el vino, el aceite, la
leche, el pollo, el pan y algunas frutas). Y esta guerra de precios tiene
ahora mismo tres frentes de batalla que están cambiando sin parar: distribuidores
contra fabricantes, fabricantes contra productores
(agricultores y ganaderos) y distribuidores entre sí. Veamos.
Los distribuidores
son el eslabón más fuerte de esta cadena
y tratan de afrontar la caída de ventas
con una rebaja de precios, para mantener sus márgenes. Y para ello, presionan a las industrias alimentarias,
para que les den más por menos, aprovechando su fuerza: los cinco
principales distribuidores controlan
el 64% de las compras (Mercadona el 27%, Carrefour el 12,2%, Eroski y
Día el 9,5% y Alcampo el 5,8%). Un oligopolio
que impone sus condiciones a una
industria
alimentaria muy fragmentada (la mayoría pymes): en España hay unas
30.000 industrias
agroalimentarias, que facturan 90.000 millones de euros, mientras en Alemania
hay la sexta parte de empresas (5.000) y facturan más del doble (160.000),
con lo que tienen más poder de negociación frente a los supermercados e híper.
Las industrias
alimentarias, para conseguir fabricar
más barato, presionan a los productores
(agricultores y ganaderos), el eslabón
más débil de la cadena alimentaria, que reciben cada vez menos por sus alimentos.
Es el caso de los productores
de leche, a los que las
industrias están pagando entre 2 y 3 céntimos menos por litro, en contratos a 3
y 6 meses que se revisan a la baja. O los viticultores,
que han
denunciado que las bodegas no les hacen contratos por escrito o les pagan a
más de 30 días (dos medidas ilegales). Y denuncian la proliferación de las ventas a pérdidas, también prohibidas. Los
productores tienen el mismo problema de los fabricantes:
son muchos y dispersos (un millón de agricultores y ganaderos), son débiles frente a la industria y la distribución.
En España hay 4.000 cooperativas
agrarias que facturan unos 19.000 millones de euros, entre todas como las cuatro mayores cooperativas de Holanda.
Así tienen poca fuerza para negociar
precios. En general, los agricultores y ganaderos, se
quejan de que sus costes suben (energía, piensos, fertilizantes) y no sus
ingresos, mientras crecen los márgenes de los intermediarios: los
productos agrícolas se venden 4,57 veces
más caros de lo que ellos reciben y los ganaderos 3,10 veces, según el índice
de precios en origen y destino (IPOD) que elaboran COAG y asociaciones de consumidores.
La tercera batalla
de esta guerra de precios en la cesta de
la compra se da entre los propios distribuidores
y siguen ganándola los supermercados
baratos, que lideran las ventas (34% del mercado), encabezados por Mercadona (22,3% ventas totales), Día (7,8%), Carrefour (7,7%), Eroski
Súper (3,3%), Lidl (3%) y Alcampo (2,9%), según Worldpanel
Distribución 2014. Les siguen las tiendas
tradicionales (30,7% de las ventas), resto de supermercados (21%) y los híper (14% ventas), los que más
pierden junto a las tiendas de siempre. En los últimos meses, la pelea
se ha trasladado de
los productos envasados a los frescos (frutas, verduras, carnes y
pescado son ya el 53% de las ventas), mientras proliferan además ofertas y descuentos en los productos
envasados.
En este frente de batalla, el de la distribución, las cosas
están cambiando en 2014, según revela el estudio Kantar
Worldpanel 2014. Primero, las marcas
blancas han caído ligeramente en el primer semestre (del 37% al 36,8%
en alimentación envasada, del 49,3% al 49,2% en droguería y del 12,1% al 11,7%
en perfumería y cuidado personal). Y en contrapartida, han subido ventas (+2,7%)
y ganan
algo de cuota las marcas
de fabricante, tras haber bajado sus precios y multiplicado sus ofertas
en el último año. Segundo, algunas
marcas blancas han subido sus precios un 2,2% de media (aprovechando que
habían conseguido clientes “cautivos” con las bajadas anteriores) mientras las
marcas de fabricante bajaban un 2,1%, según el Informe de
Supermercados de la OCU. Los que más
han subido sus marcas blancas han sido Carrefour
(+10,1%), Aldi (+3,7%), Día (+3,6%), Hipercor (+1,1%) y Lidl
(+0,7%), mientras las bajaban Alcampo,
Eroski y Mercadona. Y tercer cambio, Mercadona
toca su techo en 2014: gana cuota (+0,6%) pero sólo por los alimentos
frescos, porque se ha estancado (+0,1%) en los productos envasados. Y los que
más están creciendo son Lidl, Carrefour
y sobre todo Día,
que ha comprado El Árbol y 160
supermercados de Eroski.
Teóricamente, los
beneficiarios de esta guerra de
precios y sus múltiples batallas somos los
consumidores. Pero ojo, no está tan claro. Primero, porque las ofertas
encubren en muchas ocasiones pérdidas
de cantidad (menos tamaño a menos precio) y de calidad. Segundo, porque muchas ofertas de “productos escaparate” encubren precios más altos en otros
productos que cargamos
en el mismo carro. De hecho, el coste anual de la cesta de la compra es 527 euros mayor en Mercadona que en Alcampo,
según un reciente estudio de la OCU
sobre las cadenas más baratas. Y
tercero y fundamental, esta guerra de
precios que nos viene también al bolsillo está descapitalizando nuestra industria alimentaria (cerrando
muchas empresas e impidiendo que otras innoven) y empobreciendo
el campo, lo que es más grave: si a los agricultores
y ganaderos no les compensa producir alimentos (en la última década, las
producciones agrícolas y ganaderas ya se han reducido a la
mitad), quedaremos en manos de los
alimentos importados, de precios más volátiles y peor calidad.
Así que, ojo: bajan
los alimentos, pero no todos ni en todos los supermercados por igual. Y si
se sigue forzando la guerra de precios, muchos quedarán en el camino, sobre
todo pequeños fabricantes, agricultores
y ganaderos. Alguien (el Gobierno y la recién creada Agencia
de Información y Control Alimentario) tiene que poner orden y evitar que los
grandes distribuidores impongan su Ley, como ha
pedido la Comisión Europea. Y para eso, hay que aplicar de verdad la Ley
de la cadena alimentaria, aprobada en 2013 con consenso político y
apoyo del campo. No todo vale para bajar los precios, aunque parezca que la ley
del más fuerte nos beneficia. Pero en realidad, seguimos pagando por la comida el triple o el cuádruple de lo que vale
producirla: alguien se
lo queda por el camino. Mal negocio.
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