Hoy se reúne en Viena la
OPEP, para intentar frenar la caída
del petróleo, que cuesta ya sobre 75 dólares barril, un 35% menos que en junio y el precio más bajo desde 2010. No parece fácil que detengan la caída recortando la producción, porque
sólo controlan el 40% del crudo mundial y están divididos. Y sobre todo, el
petróleo baja porque hay menos demanda,
porque la economía mundial no despega,
algo que no cambiará mientras Europa, Japón y los emergentes no mejoren.
Mientras, los consumidores apenas nos
beneficiamos de esta bajada, que ahorra a España 32 millones diarios: las petroleras han bajado poco los carburantes,
las aerolíneas y los autobuses no han rebajado sus billetes y tampoco nos
han reducido sus precios las empresas aunque han abaratado su
energía. Además, no hay que bajar la guardia: España consume demasiado petróleo (125 millones euros al día),
importado (99,8%) y consumido con poca eficiencia. Sea más o menos barato, hay
que huir de él.
enrique ortega |
El petróleo
estaba antes de la actual crisis económica a 78 dólares/barril (septiembre 2007) y subió después en dos tandas, julio 2008 (133 $) y abril 2011 (124 $), para colocarse en
el entorno de los 110 dólares entre 2011 y 2013. Y la previsión era que bajara algo este año 2014, hasta los 105
dólares. Pero en junio estalló la
crisis de Ucrania y se complicó la situación en Irak, con lo que el crudo subió hasta un máximo
de 115,58 dólares por barril el 19 de junio. Y a partir de ahí, empezó a bajar y a batir récords: el 5
de septiembre cayó de los 100 dólares, el 10 de octubre de los 90 y el 13 de
noviembre de los 80, algo que no se veía desde septiembre de 2010. Al final, hoy cuesta 75,23 dólares barril, una bajada del 35% desde junio. Pero como nosotros compramos el petróleo con euros y el
dólar se ha revalorizado un 8,3% desde junio (de 1,3607 a 1,2472 euros
por dólar hoy), la rebaja del crudo es menor
y queda en el 26,7%.
El petróleo ha bajado
por dos razones que se suman. Una, la fundamental, que hay menos demanda de crudo, porque la
economía mundial no acaba de despegar: el
FMI ha revisado tres veces a la baja este año sus previsiones de
crecimiento, por el estancamiento
de Europa, la recesión en Japón y el menor crecimiento de China, Brasil y
otros emergentes. Y la propia OPEP
estima que la demanda mundial de crudo caerá de 30,3 millones de barriles
en 2013 a 28,3 en 2017. La segunda es que hay
más
oferta de petróleo, porque ha vuelto a producir Libia, no ha caído como
se temía la producción de Irak y hay más
producción en Brasil (aguas profundas) y sobre todo en Estados Unidos, que gracias al fracking
(romper las rocas para extraer gas y petróleo) va a acabar el año como segundo productor mundial de crudo.
Hasta ahora,
cuando bajaba mucho el petróleo, los países productores buscaban reanimar los
precios recortando la producción.
Pero ahora, la OPEP no lo tiene tan fácil.
Primero, porque sus 12 países sólo controlan
un 40% de la producción mundial,
siendo clave la producción de Rusia (2º productor, con un 12,5%), EEUU (3º de
momento, con el 10,70%) y China (5,40%). Pero sobre todo, porque los países de la OPEP llegan a esta cumbre de Viena. Por un lado está Arabia
Saudí (el primer productor, con el 13% del crudo mundial), que lleva un par
de meses dejando caer los precios y dice que ”no le importa que caigan de 90 euros (o incluso de 80) durante uno o
dos años”, porque puede ser una forma de sacar del mercado a sus
competidores: por un lado a Irak, Irán, Siria y Rusia (en Oriente Medio) y
por otro a Estados Unidos. La poderosa Arabia Saudí cree que puede
aguantar
el tirón de los precios bajos en sus cuentas, pero no otros productores
de Oriente Medio ni EEUU, que necesita un crudo a más de 90 dólares para que sea
rentable el fracking. Enfrente están Irak, Irán, Libia, Ecuador, Nigeria, Bahréin y Venezuela, cuyas
economías no aguantan (ni
Rusia) el recorte de ingresos de un crudo barato y que piden recortar producciones para
subirlo.
La
pelea pues está en ver cuánto
tiempo aguantarán los países productores un petróleo por debajo de los 80/90 dólares
barril. Y, sobre todo, si ese precio bajo
disuade o no los proyectos
de fracking en Estados Unidos, que han
revolucionado el mercado mundial del crudo. Algunos expertos dicen que esta técnica necesita que el crudo valga más de 90
dólares y que un precio menor podría llevar a cerrar pozos o no abrir
otros. En cualquier caso, el fracking tiene otras
limitaciones. Por un lado, se
necesitan abrir muchos pozos para mantener una alta producción (2.500
nuevos pozos al año sólo para mantener la producción de 1 millón de barriles
del yacimiento
de Bakken, en Dakota del Norte, mientras en Irak esa producción se consigue
con sólo 60 pozos). Y por otro, los
pozos de fracking reducen su producción
entre un 60 y 70% al final del primer año, mientras los tradicionales sólo
un 55% a los dos años. Por eso, la Agencia
Internacional de la Energía (AEI) piensa que el boom del fracking durará
sólo 10 años:
aumentará hasta 2020, luego se mantendrá y caerá en 2030. Y los precios bajos podrían reducir aún más este
boom y fortalecer a la OPEP a medio plazo.
Con este
panorama, resulta difícil hacer vaticinios de precios, pero la
mayoría de expertos
creen que el crudo subirá en unos
meses, rozando los 100 dólares barril
entre 2015 y 2017. De momento, este año, la rebaja del crudo ya ha sido una buena
noticia para la economía mundial, aunque apenas
lo esté aprovechando, dada la debilidad del crecimiento. Incluso el crudo barato se ve como un problema en
Europa, porque puede agravar los precios
bajos, algo que parecería
bueno pero que no lo es en un contexto de estancamiento: los ciudadanos
piensan que las cosas van a seguir bajando y esperan para comprar, no consumen,
las empresas no venden y la economía no crece.
Al margen del temor a
la deflación,
la realidad es que la bajada del petróleo supone un importante ahorro para los países
consumidores. De hecho, a España le
supone un ahorro de 32,5 millones de euros al día (un 26,7% sobre 125 millones
de euros al día que supone la factura
del petróleo en 2014). El problema es que ese ahorro, apenas llega a los consumidores, ni con la rebaja de
los carburantes ni con los demás precios.
Veamos por qué.
Si el petróleo ha bajado un 26,7% (en euros), nos deberían
bajar los carburantes.
¿Cuánto? Primero hay que saber que sólo
un 40% del precio
del gasóleo (y un 35,5% de la gasolina) son los costes del carburante, ya que el resto son impuestos (50%)
y márgenes y otros costes (10%). Así que una rebaja del 26,7% del crudo debería traducirse
sólo en una rebaja del 10,6% en el
gasóleo (y un -9,3% en la gasolina). Pero además, los costes del carburante no son los del crudo, sino los de las gasolinas
y gasóleos en los mercados internacionales (para España, Génova y Rotterdam).
Y estos precios internacionales han bajado algo menos que el crudo desde junio,
sobre todo el gasóleo. Así que podríamos dejar
la rebaja esperada en un 8-9%. Y
está claro que los carburantes nos han
bajado menos en las gasolineras: un 7% las gasolinas y un 4,3% el
gasóleo desde junio hasta hoy. Así que todavía nos
“deben” una rebaja adicional de otro 2%-4% al menos, unos 5 céntimos por litro. No es mucho, la verdad.
Otros que también nos debían haber bajado precios son las compañías aéreas: un
30% de sus costes es el carburante y el keroseno les cuesta un 26,7%
menos (en euros). Así que debían
habernos bajado los billetes un 8%. Y en menor medida, las líneas de autobuses. También las eléctricas,
aunque poco: sólo un 3,5% de la luz la producen con fuel, lo que supone que la
rebaja del crudo debía traducirse en una rebaja de 40 céntimos en una factura
de 100 euros. Y bastante las
empresas donde la energía supone
un tercio de sus costes, como la
cerámica, las cementeras, la siderurgia o la industria química. Y en
general, todas las industrias que
consumen petróleo, fuel o gasóleo. Sin embargo, la gran mayoría no ha
trasladado esta rebaja del crudo a los precios. Eso sí, cuando sube
el petróleo, nos suben todo. Un ejemplo más de la falta de
transparencia y competencia en la formación de los precios.
Ahora, esperemos que
el petróleo suba lentamente y no haya conflictos internacionales que lo
vuelvan a disparar, porque entonces
sí notaríamos la subida. Y entre tanto, España no debe bajar la guardia contra el petróleo, aunque este más
barato. Por tres poderosas razones.
Una, porque la
factura del petróleo es insoportable:
45.000 millones de euros en 2012 y 2013
(8 veces más que en 1995), lo que nos gastamos en Educación y Dependencia
juntas. Dos, porque el 99,8%
es importado y así somos el quinto país europeo con más
dependencia energética del exterior. Y tres, porque lo gastamos mal: necesitamos un 15% más de energía que
el resto de Europa para producir lo mismo (somos más ineficientes). Y por
si no fueran suficientes, una cuarta
razón: el petróleo
escaseará en el futuro (con o sin fracking) y el precio rondará los 200 dólares barril en 2030, según
la AEI. Así que no nos dejemos
deslumbrar con los bajos precios de hoy: son un espejismo temporal. Hay que huir
del petróleo, gastando menos (sobre todo en el
transporte, la vivienda y la industria) y fomentando
otras energías, sobre todo las propias (hidráulica, eólica, solar). Crudo no, aunque esté barato.
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