Mirar el recibo de la
luz en los próximos meses va a darnos varios
sustos, ya que se van a acumular las subidas,
hasta por cinco conceptos distintos.
Y si el Gobierno aprueba finalmente en agosto nuevos impuestos a las eléctricas, también nos los acabarán repercutiendo
en el recibo. De momento, la luz ya ha
subido un 24 % en los dos últimos años y medio y es la más cara de toda Europa, salvando Chipre y Malta. Y encima, nos
dicen que debemos 25.000 millones a las
eléctricas, una hipoteca a quince
años que también les pagamos con el recibo. Al final, el problema es que se ha creado una burbuja eléctrica, con
más del doble de producción de
electricidad que necesitamos y a unos costes desorbitados. Alguien tendrá
que pincharla
para que no nos destroce el bolsillo.
enrique ortega |
La primera subida
que nos toca es el 3,95 % que subió la luz el 1
de julio, lo que supondrá pagar 3,20 euros más en un recibo medio (80
euros, según Facua).
La segunda subida será en agosto, que será cuando las eléctricas empiecen
a cargar la subida de la tarifa eléctrica de abril (un 7%), retrasada
por dificultades técnicas en la refacturación de las sentencias
del Supremo cliente a cliente. La tercera
subida, que nos
cargan desde marzo, es que ahora
somos los 29 millones de usuarios los que pagamos el bono
social (tarifa congelada) a los 3 millones de usuarios más necesitados
(familias numerosas, parados y pensionistas con bajos ingresos): son 300
millones al año (acaban de recortarlo un tercio, con el Superajuste
de Rajoy) que pagaban las eléctricas, pero lo recurrieron y ganaron en el
Supremo. La cuarta subida vendrá porque
el Gobierno acaba de autorizar a las eléctricas para que nos repercutan los impuestos
verdes que les cobran siete
autonomías (unos 200 millones), con lo que la luz costará
más en unas regiones que en otras. Y la quinta,
la subida del IVA del 18 al 21%, que
pagaremos en el recibo que nos llegue en septiembre (2 euros más de media).
Y eso no es todo.
El Gobierno quiere aprobar en agosto nuevos
impuestos a la generación de electricidad, tanto a la hidroeléctrica, gas y nuclear como a las renovables,
impuestos que antes o después notaremos en el recibo. Y además, también va a
aprobar un recargo
a las familias que consuman más
electricidad.
Al final, más de 10
euros de subidas por recibo en unos meses, que se sumarán al 80% que
ha subido la luz desde 2004. Con ello, los
españoles pagamos la
luz más cara de Europa, tras Chipre y Malta, según Eurostat:
16 céntimos por kilovatio a principios de año frente a 12 de media en la UE. Y
las empresas
pagan una tarifa industrial (35% del consumo) que es la sexta más cara de
Europa (tras Italia, R. Checa, Eslovaquia, Chipre y Malta).
Y aun así, aunque nos
achicharran con el recibo, les debemos
mucho dinero a las eléctricas, porque llevamos más de una década con subidas que teóricamente no
cubren los costes que tienen reconocidos desde la Ley Eléctrica de 1997 (Aznar). El resultado es que la deuda
eléctrica supera los 25.000 millones de euros, una bola de nieve que
crece cada año y que pagamos los consumidores, como una hipoteca a 15 años: la deuda
se convirtió en títulos, “papelitos”,
que compran los inversores y cuyos intereses y amortizaciones pagamos los
usuarios en el recibo, unos 3 euros cada
mes hasta 2025.
El Gobierno Rajoy
trató de reducir esta deuda, aprobando en marzo
una subida de tarifas (1.640 millones) y un recorte de 940 millones a las
eléctricas. Y ahora, tras la subida de julio
(otros 1.400 millones), esta estudiando un
impuesto a las eléctricas, por la generación de electricidad (4.580
millones), para ayudar a reducir la deuda. Pero lo está retrasando, por presiones
del sector eléctrico (dicen
que el nuevo impuesto se va a comer sus
resultados): Aznar
es asesor de Endesa, el ex-ministro Acebes consejero de Iberdrola y Ricardo
Martínez Rico, ex secretario de Estado de Hacienda y ex socio de despacho
de Montoro es consejero de Abengoa). A cambio de que paguen más impuestos, el Gobierno
les ofrece ampliar 10 años más
las centrales nucleares (de 40 a 50 años, empezando por los 7 años más concedidos a Garoña) y otros 20 años las hidroeléctricas (de 75 a 95 años).
Mientras se concreta el nuevo
impuesto, que pagaremos también en
el recibo, hay que recordar que sólo
el 45%
de la factura refleja el coste de la luz (24,8% producirla, 4,6%
transportarla y 16,2% distribuirla). Del resto, un 22% son ayudas a las renovables, un 20% de impuestos, 6% para pagar la deuda
eléctrica, 3% para pagar hasta 2015 la moratoria nuclear (1983), 3% para
compensar del mayor coste de producir en
las islas, Ceuta y Melilla y un amplio resto donde compensamos a los grandes consumidores, el transporte y el ahorro.
Al final, un
galimatías de costes,
poco transparentes, que encarecen
la luz cada mes. Por eso, la reforma más
urgente es recortar unos costes
excesivos, garantizados por Ley a las eléctricas y que disparan el recibo y la deuda: sobrecoste
de las nucleares e hidroeléctricas ya
amortizadas (3.478 millones anuales), sobrecoste en el transporte y la distribución, sobrecoste de las centrales de gas
(funcionan sólo un tercio de su capacidad, cuando no hay aire para los molinos
eólicos), sobrecoste de las compensaciones
a la liberalización del mercado (3.396 millones), extracostes por compensación a las grandes empresas
consumidoras (600 millones), extracostes por ayudas a las renovables
(otros 2.000 millones)… Y así
sumando.
El otro problema es
el exceso de capacidad: sobra electricidad, hay una potencia
instalada de 100.000 Mw cuando el consumo diario está en 40.000. Los extracostes,
las subvenciones encubiertas y el dinero barato han creado una gran burbuja eléctrica,
a costa de ordeñar el recibo. Sobran centrales y falta eficiencia y
ahorro energético. Vivimos en un país donde sobra luz y pagamos por centrales que no funcionan o por renovables no competitivas.
Hay que poner orden ya, antes que la reconversión
eléctrica se nos caiga encima, con su deuda y sus desajustes
de costes, como la banca.
Y no puede ser que el ajuste del
todopoderoso sector
eléctrico lo paguemos los usuarios, con un rosario de subidas. Pero
hasta ahora, es lo que hay.
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