El Gobierno dice
que no se va a ir de vacaciones en
agosto, con la amenaza de un rescate a
España en cualquier momento. Muchos españoles
tampoco: uno de cada cuatro no cogerá
vacaciones por la crisis y los que lo hagan, saldrán pocos días y gastando lo mínimo. España no está para vacaciones, asustada por una larga recesión que se va a extender hasta 2014, unas cifras
récord de paro y una falta de
confianza en el futuro, en los políticos y en Europa. Y con la mayoría de
las autonomías, desde la Comunidad
Valenciana a Murcia o Cataluña con problemas
para pagar sus sueldos cada mes, como el Estado. Son las peores
vacaciones de la crisis, porque no podremos descansar tranquilos, pensando
en lo peor para septiembre (si llegamos). Hay
que cambiar de política ya y probar
otro camino, en Europa y en España.
enrique ortega |
Teóricamente, la
última Cumbre europea y el superajuste
de Rajoy iban a calmar los
mercados: Europa había asegurado
el futuro del euro y España cumplía con los recortes y las
reformas de los fundamentalistas de
Bruselas. Tutti contenti. Pero no era
así: los dirigentes europeos sólo habían tratado de ganar tiempo y el mayor recorte de la democracia (65.000 millones) sólo vale para ahondar en la recesión. El propio Gobierno lo reconoció unos días
después, al admitir que la economía
española iba a decrecer también en 2013 (-0,5%), cuando en abril esperaban crecer (+0,2%).
Era la confirmación del temor de los
inversores: si España no crece, el
Estado no recauda y temen no cobrar su deuda. Venden y se van. O se quedan
pidiendo hasta un 7,6 % por prestarnos a 10 años, un
tipo cercano ya al de Grecia, Irlanda o Portugal al ser rescatados (8,5%).
Para arreglar las cosas, el ya no sonriente ministro Montoro, habla del riesgo de no poder pagar las nóminas. Y las autonomías, una bomba de relojería para los mercados, lo empeoran pidiendo
el rescate del Estado: primero la Comunidad Valenciana (3.500
millones) y luego Murcia (300 millones) y Cataluña
(4.000 millones), aunque son varias más
las que están en apuros y pidiendo créditos para
pagar sus nóminas: Andalucía, Castilla la Mancha, Madrid y Canarias. En conjunto, tienen que refinanciar 15.838 millones de créditos en el segundo semestre y no tienen quien les preste en el mercado.
Así que pedirán ayuda al recién creado Fondo
de Liquidez Autonómico, dotado con 18.000 millones, aunque a cambio de este rescate pierdan autonomía, como Grecia con Bruselas: Montoro les
mandará a sus funcionarios para controlar las cuentas in situ, habrán de presentar nuevos Planes de ajuste (con más
recortes y despidos públicos) y tendrán que presentar cada mes su presupuesto
para visar ingresos y gastos. Estarán intervenidos: quien paga manda.
¡Vaya panorama¡ España bajo vigilancia de Bruselas, por
el rescate bancario (100.000 millones) y las autonomías bajo vigilancia de Madrid.
Y todos haciendo recortes que complican más las
cosas, porque hunden sus economías y les restan recaudación, empeorando sus
agujeros. Y claro, los inversores huyen
de España, asfixiada para poder financiarse, con la prima de riesgo por las nubes (llegó a 649 puntos),
por encima de la que tenían al ser rescatados Grecia (578), Portugal
(537) o casi Irlanda (662). Un
panorama que no puede durar mucho sin ser intervenidos, aunque el rescate no arregla nada: los países intervenidos pagan hoy más por su
financiación (Portugal un 11% y Grecia un 26%) y se les ha obligado a unos Planes de ajuste más duros que ha hundido sus economías
y provocado grandes sacrificios a sus ciudadanos.
La alternativa sería cambiar de política, ir por otro camino, en Europa y en España,
abandonando el fundamentalismo de
Bruselas: obsesionarse por el bajo
crecimiento europeo (Alemania
crece ahora menos del 0,5% y hay 12 países en recesión) y el paro, más que por el déficit y la deuda. Y reanimar la economía europea, con más gasto (y más inflación) en la
Europa del norte y con programas de gasto público para reanimar el empleo en la
Europa del sur, especialmente en España, donde el paro avanza hacia los 6 millones de
personas. Por el otro camino, el de dos años largos de recortes y ajustes dolorosos, ya sabemos donde hemos
acabado: en la recesión y a las puertas
de ser intervenidos. Sólo si los
mercados ven que España crece confiarán en poder cobrar sus inversiones.
Pero no parece que Merkel y Bruselas estén por cambiar de política. Siguen
con su fundamentalismo, con creer que hay que seguir haciendo sangrías al enfermo para curarle. Y no
quieren que nos ayude el BCE (salvo frases de Draghi para rebajar de momento la alta tensión de esta semana), por si
acaso bajamos la guardia: manteniendo la presión de los mercados
seguiremos la senda de los ajustes. Pero ya se les ha ido la mano en el
ricino y ni los ciudadanos ni los mercados ven salida. El problema es que
nos han llevado demasiado al límite y ahora, evitar la muerte es complicado: España (e Italia) son demasiado grandes para salvarlos,
con más de 2,5 billones de deuda pública detrás, una bomba de relojería que si explota se lleva por delante la banca
europea, el euro y la economía mundial. Están
jugando con fuego, por no dar su brazo a torcer (pura ideología
conservadora) y ayudar con la compra de deuda por el BCE. Aunque
eso sólo sería ganar tiempo: si España y
Europa no crecen, la desconfianza seguirá en los mercados y la tensión
volverá antes o después.
Con este panorama, agosto
va a ser un mes complicado, mucho más que el año
pasado, y habrá que ver si llegamos a
septiembre sin ser rescatados (más), lo que tampoco arreglaría nuestros problemas,
sobre todo el principal: crear empleo,
algo que el Gobierno retrasa hasta 2014, con la idea de acabar la Legislatura con más paro
(22,3% en 2015) que empezó (21,6% en
2011). Este es el gran fracaso de Rajoy y de los fundamentalistas de Bruselas: poner el país patas arriba, recortando a diestro y siniestro, con
millones de españoles pasándolo
mal en estos años, para al final acabar con más parados de los que teníamos.
Vaya negocio.
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