Entre los recortes del Presupuesto
2012, el Gobierno Rajoy ha aprobado de
tapadillo, como Zapatero los dos años anteriores, ayudas a las autopistas de peaje, para evitar que algunas quiebren por falta de tráfico y el Estado tenga que cargar con ellas. El
PP ha ido más allá y ha prolongado estas
ayudas hasta 2021, lo que supondrá darles otros 2.000 millones en créditos blandos. Y les ha quitando, con
una fe de erratas, la obligación de
que a cambio se fusionen. Ahora, el
Gobierno estudia ampliar las concesiones a las autopistas y subir tarifas, para que se saneen. Y las que no lo consigan, nacionalizarlas, como ya se hizo en
1984. Al final, las autopistas siguen con los privilegios que arrastran desde el franquismo y que nos han costado
ya 8.800 millones de euros.
En España hay 38 autopistas de
peaje, pero sólo 10
tienen problemas graves: las radiales madrileñas R-2, R-3, R-4 y R-5, la M-12 a Barajas, las autopistas Madrid-Toledo, Ocaña-La
Roda, Cartagena-Vera, la circunvalación de Alicante y el peaje Alto de las Pedrizas-Málaga.
Son autopistas de segunda generación,
hechas
en los años del boom económico
(1999-2003), con la presión política del
PP en la Comunidad de Madrid (“queremos
autopistas como los catalanes”) y pensando en un tráfico
irreal que se ha desplomado con la
crisis: pasan un 40% de los coches previstos (y hasta el 10%), dado que hay
autovías libres en paralelo. Y además, se les multiplicó por siete el coste de
las expropiaciones, debido a la ley
del Suelo aprobada por el Gobierno Aznar en 1.998.
Pero el negocio de
las autopistas era construirlas, no los ingresos por peajes: Yo gano con hacerla y si luego no tienen
tráfico, no es mi problema, sino del Estado. Porque las concesiones
incluían la Responsabilidad Patrimonial
de la Administración (RPA): si las empresas no pagaban su deuda, debía
hacerlo el Estado. Por eso, el gobierno Zapatero salió en su ayuda (con
apoyo del PP) en los Presupuestos de 2010 y 2011, con 800
millones de créditos
blandos, a menos del 4% de
interés (Euribor+1,75%), a devolver al final de la concesión (65 años). Y con subida de tarifas:
hasta el 3,43 % en 2011 y 3,2% en 2012.
Este año, los 29
bancos y Cajas que prestaron a estas
autopistas han vuelto a presionar: no refinanciarán la deuda
(4.000 millones) si no se les garantiza el cobro, lo que ha colocado a varias (R-2, R-4, Cartagena-Vera) al borde de la quiebra. Y hay otros
1.000 millones de expropiaciones
pendientes de pagar. Fomento
ha salido al quite y en los Presupuestos
2012 ha aprobado dos
ayudas. Una, 289 millones de créditos
participativos, para pagar expropiaciones. Y la otra, ampliar hasta 2021 la cuenta de compensación, 80 millones de
créditos anuales para compensar la caída de tráfico. En total, unos 2.000
millones más de ayudas públicas en la próxima década para sanear las
autopistas.
A cambio, el Gobierno quería que las autopistas se fusionaran
(como los bancos), las buenas con las
malas. Por ejemplo, Abertis,
líder europeo del sector, tiene las tres autopistas más rentables de España (Acesa, Aumar e Iberpistas) absorbería las
tres radiales donde es accionista (R-2, R3 y R-5).Pero la propuesta ha creado reticencias en el sector y Fomento ha quitado el requisito de las
fusiones de la disposición adicional 15 de la Ley de Presupuestos, con una fe
de erratas al proyecto enviado al Congreso…
Solventada la amenaza
de la quiebra con estas ayudas, el
Gobierno ha creado una Comisión para asegurar antes del verano el
futuro de las autopistas con problemas. La primera medida será inyectarlas más recursos vía ampliación del
plazo de las concesiones. Así, Abertis
(uno de cuyos directores generales, Gonzalo Ferré, es ahora Secretario General
de Infraestructuras en el Ministerio de Fomento) podría recibir, a cambio de
sanear sus radiales, una ampliación
por 20 años de sus concesiones en las autopistas valencianas y catalanas
(vencen en 2019 y 2021). Y lo mismo otras empresas que carguen con autopistas
en apuros. Y se les
garantizarán subidas de tarifas por encima del IPC y los créditos ya comprometidos para pagar expropiaciones y compensar
caídas de tráfico. No se descarta incluso cobrar peajes en las autovías hoy gratuitas, lo que podría desviar más tráfico a las autopistas.
Y si estas medidas no bastan, Fomento ya ha dicho que nacionalizará
las autopistas insalvables (probablemente cuatro: Madrid-Toledo, M-12 al aeropuerto, Murcia-Almería y el
peaje de las Pedrizas). No es algo nuevo: en marzo de 1984, el Gobierno de Felipe González creó ENA para nacionalizar 3 autopistas en apuros (Audasa, Audenasa y
Aucalsa). Y en mayo de 2003, cuando ya ganaban dinero, el Gobierno Aznar las privatizó:
las compró Sacyr, por 1.586 millones (el Estado había aportado a ENA 1.700
millones).
Las autopistas,
un sector español líder en el mundo,
han gozado de privilegios
desde el franquismo: la Ley de
autopistas de peaje de 1972 les permitía endeudarse en divisas con aval del
estado y seguro de cambio, un privilegio que duró hasta 1988 y que nos ha costado a los españoles unos 8.000
millones de euros. Y ahora, con
la amenaza de la quiebra con cargo al Estado, van a recibir créditos
privilegiados por otros 2.800 millones
al menos, más el regalo de las nuevas
concesiones y las subidas de tarifas.
Ayudas públicas para un poderoso lobby
(asiduos a la Moncloa) con gran poder
mediático, controlado por 7
constructoras (Abertis, Acciona, ACS, Ferrovial, FCC, OHL y Sacyr) que
ganaron 3.482 millones en 2011.
Al final, el dinero
público (recortado
para casi todo) salvará a las
autopistas de los errores de diseño, por razones políticas y del negocio
constructor. Y el Estado volverá a
nacionalizar autopistas, para venderlas (con pérdidas) cuando sean rentables.
La cuestión es por qué este trato de favor (al margen de las exigencias
legales) con las autopistas y no con la industria del automóvil, las
inmobiliarias o los miles de tiendas que también venden menos por la crisis. Esto no es economía de mercado. Es el Estado al servicio de los poderosos.
En plenos recortes.
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