Somos casi 50 millones
El INE ha publicado este martes los censados en España: 49.442.844
habitantes. Somos casi 50 millones, el doble que en 1940 y 10
millones más habitantes que a comienzos del siglo. Y la
previsión es rondar los 55 millones de habitantes en 2050, a pesar de la
caída de la natalidad, a la mitad (de 2,77 hijos por mujer en
1975 a 1,12 en 2024). Este “milagro demográfico” es posible
gracias a los inmigrantes: 1 de cada 5 censados hoy en
España han nacido fuera, son 9,8 millones de habitantes. Y estos inmigrantes (2,7
millones ya nacionalizados españoles) van a aumentar, hasta ser 17,5
millones habitantes nacidos fuera de España en 2050, 1 de cada 3, según
las proyecciones del INE. La población seguirá creciendo gracias a
los inmigrantes, porque los nacidos en España seguirán cayendo
(como pasa desde 2015) hasta 2050: serán 2,3 millones menos que ahora.
Eso obliga a integrarlos en la economía y la sociedad, porque los
necesitamos, no convertirlos en un arma política de la
derecha y ultraderecha. 
Enrique Ortega
La población residente en España ha crecido de
una forma imparable desde el final de la Guerra Civil. Si el Censo
de 1900 reflejaba 18.618.086 habitantes, en los años 30 eran
ya 23,67 millones y en 1940 el nuevo Censo de los
vencedores registraba 26.015.907 habitantes. A partir de ahí, se superan
los 30 millones en 1960 y a la muerte de Franco, en noviembre de 1975,
éramos 35,8 millones de españoles. El nuevo siglo XXI comienza superando
los 40 millones (40.470.182
el 1 de enero 2000) y se sobrepasan los 45 millones de habitantes al
final del boom económico (el 1 enero 2008). Y después, la población
sigue creciendo año tras año, hasta un máximo de 46.818.216 habitantes
censados en enero
de 2012. A partir de ahí, la población residente cae durante 4 años,
hasta el 1 de enero de 2016 (46.418.884 habitantes), por la fuga de inmigrantes
tras la crisis. Pero luego vuelven y la población total residente en España crece
año tras año (incluso durante la pandemia) hasta alcanzar los 49.077.984 de habitantes a
finales de 2024.
Este año 2025 la población de España ha seguido aumentando y
el Censo publicado este
martes por el INE registra ya 49.442.844 habitantes, 345.967 más que
a finales de 2024. Y retrata el perfil de los que vivimos en España ahora:
39.617.578 hemos nacido aquí y otros 9.825.266 residentes han nacido fuera de
España (aunque 2,7 millones están nacionalizados españoles: los considerados “extranjeros”
son 7.132.324 habitantes). Esta es una tendencia de las últimas décadas: la
población en España crece porque crecen los inmigrantes que vienen y viven
aquí: los residentes nacidos fuera de España eran 2,33 millones
en 2002, se duplicaron hasta los 5,2 millones en 2007, pasaron a ser 6,68
millones en 2012 y ahora (1 octubre) son ya 9,85 millones. A lo claro, que 1
de cada 18 censados en 2002 (el 5,6%) habían nacido fuera de España y ahora
son 1 de cada 5 habitantes (el 19,87%).
Este fuerte aumento de inmigrantes ha permitido compensar
estos años el relativo estancamiento de la población nacida en España
primero (de 38,7 millones en 2002 a 39,58 en 2007 y 40,13 millones en 2012) y,
después, la caída de esa población nacida en España desde 2015: éramos
40.541.831 habitantes nacidos aquí en enero de 2015 y somos 39.617.578 el 1 de
octubre pasado. Casi 1 millón de habitantes menos nacidos en España
(-924.253) debido a la caída de la natalidad en estos años y los
anteriores: si nacían 2,77 niños por mujer en 1975, cayeron a 1,26 en el año
2.000 y a 1,12 en 2024, lo que explica el bajo crecimiento de la población
nacida en España y la caída a partir de 2015.
Esta preocupante situación de la demografía en España
(nacen pocos niños, porque las mujeres españolas tienen menos niños y a edades
más tardías, mientras el 31,3% de todos los niños que nacieron en 2024 fueron
de madres extranjeras) va a continuar en los próximos años, según las
últimas proyecciones
de población del INE hasta 2074. Ahí estiman que la población nacida en
España seguirá cayendo, hasta los 37.331.032 habitantes en 2049, 2,28
millones menos que ahora. Y que caerá después, hasta los 33,3 millones de
habitantes nacidos
en España en 2074: serán 6.307.920 habitantes autóctonos menos
que hoy. Y eso porque la tasa de natalidad seguirá baja, aunque algo más
alta que hoy (el INE estima que será de 1,4 hijos por mujer en 2050, todavía
muy por debajo de los 2,1 hijos por mujer que hacen falta para que no caíga la
población nativa).
Este “apocalíptico” panorama demográfico, pasar de 39,6
millones de nacidos en España hoy a 33,3 en 2074, no será tan grave, porque
esta pérdida de población se va a compensar con creces con la entrada de
extranjeros: el
INE prevé que los 9.825.266 habitantes actuales nacidos fuera de España (insisto: 2,7
millones ya nacionalizados españoles) suban a 17.503.600 millones en 2049
(el 32% de la población total) y a 21.278.537 millones en 2074 (el 39%
de la población total). A lo claro: que la población residente nacida
fuera de España pase de ser 1 de cada 5 hoy a ser la tercera parte
en 2050 y 1 de cada 2,5 habitantes en 2074.
Este aluvión de inmigrantes permitirá, según el INE, que la
población censada en España siga creciendo en las próximas décadas. En 2026
alcanzaremos los 50 millones de habitantes y la previsión es llegar a 2049
con 54.834.632 habitantes censados. Y que en la segunda mitad de este
siglo, la población en España crezca ligeramente hasta un máximo histórico de 54.969.675
habitantes en 2054 (+5,52 millones que hoy), para caer ligeramente después
(por la menor entrada de inmigrantes), hasta los 54,74 millones de habitantes
en 2069 y los 54.588.195 habitantes esperados por el INE para
2074 (+5,14 millones más que hoy).
La revolución demográfica que viene ya no es
sólo que aumentará la población (y por tanto las necesidades económicas y
sociales del país), sino que esa población española será diferente,
con más viejos y menos jóvenes. Los mayores de 65 años
pasarán de ser el 20,4% de la población en 2024 al 30,5% en 2055,
según el INE, lo
que disparará el gasto en pensiones, sanidad, Dependencia y servicios sociales.
Pero además, en paralelo, se reducirá el porcentaje de jóvenes en edad de
trabajar (de 20 a 64 años), pasando del 60,9% de la población total al 53,7%
en 2051 (aunque se recuperarán hasta el 54,2% para 2074). Eso supone menos
población para trabajar, pagar impuestos y cotizar para sostener las pensiones.
El dato es muy preocupante: si en 2023 teníamos una “tasa
de dependencia” del 53,4% (proporción de mayores de 64 años y
menores de 16 sobre los activos), en 2053 será del 75,3%. A lo claro: si ahora
tenemos dos personas en edad de trabajar por cada niño o mayor, en 2054
habrá 4 activos por cada 3 pasivos (que necesitan la aportación de los
que están en edad de trabajar). O sea que habrá menos para crear riqueza y
más para consumirla.
Por eso resulta clave que la población total siga
creciendo, algo que sólo puede suceder por dos vías: o
las familias tienen más hijos (algo que no se espera a medio
plazo y menos si no hay políticas agresivas de fomento de la natalidad) o
necesitamos más inmigrantes. La previsión del INE
es que la inmigración neta (los que entran menos los que salen),
que lleva desde 2022 aumentando por encima de los 700.000 inmigrantes netos
anuales (+ 787.195 en 2024), continúe otros 2 años más creciendo a ese nivel
(+775.198 en 2025 y +723.055 en 2026), para continuar otros dos años aumentando
por encima del medio millón al año (+652.597 en 2027 y
+578.003 en 2028), para bajar después (+407.477 inmigrantes netos
anuales entre 2029 y 2033) y reducirse a unas entradas netas inferiores a las 300.000
anuales (menos de la mitad que ahora) a partir de 2034 y hasta 2074.
Como se ve, son “flujos” netos de inmigrantes muy
importantes, sobre todo hasta 2028. Por eso urge
una política de inmigración a medio plazo, no sólo para regular
estas entradas y tratar de “redirigirlas” hacia los empleos, sectores y
zonas que más interesen, sino sobre todo para “integrar” de verdad a estos “nuevos
españoles”, porque vamos a ser un país más diverso: no
tiene nada que ver la España de 2002, con 1 de cada 18 habitantes
nacidos fuera, con la España de hoy (con 1 de cada 5 habitantes
foráneos) y menos aún con la España de 2049 (con un tercio
de la población nacida en el extranjero). Eso pasa por políticas activas
de “integración”, para incorporar mejor a esta población, desde
las políticas de empleo y vivienda a la enseñanza, la sanidad, los servicios
sociales o las pensiones.
Y en paralelo, ser un país con 50 millones de habitantes
debería llevar al Gobierno y a nuestros políticos, autoridades locales y
autonómicas a repensar las políticas de ordenación del territorio y los
servicios públicos y sociales, porque no es lo mismo atender a esos 50
millones que a los 35,8 millones que vivían en España a la muerte de Franco. “Hay
que tomar medidas para que la demografía no nos aplaste”, alerta
el economista Daniel Manzano. Y es que detrás de la crisis de la
sanidad, de la educación, de la vivienda y de los servicios sociales está
el hecho de que en España vivimos casi 15 millones de personas más que
hace medio siglo y, sin embargo, ni los servicios públicos ni la vivienda ni
las infraestructuras han invertido medios y recursos suficientes para
afrontar ese aluvión de población.
Además, tenemos que prepararnos para un
futuro donde habrá todavía más población, mucho más envejecida y
con más peso de habitantes nacidos fuera de España. Esto debería tenerse
en cuenta para casi todo, para articular
una estrategia demográfica que tenga en cuenta otro tipo de
hogares (con menos personas y más mayores: 2 de cada 3 hogares estarán
integrados en 2050 por una o dos personas, cuando ahora son la mitad), la
mayor proporción de personas mayores (casi un tercio) y la enorme
importancia de los inmigrantes (un tercio de la población en 2050, aunque
muchos consigan la nacionalidad española). Cambios demográficos
que exigen cambios económicos, territoriales, sociales y culturales.
Y sobre todo, vamos hacia una sociedad “mucho más
diversa” (ya lo es), que exige un comportamiento político y
social “más plural”, más tolerancia y diálogo para asegurar una
convivencia que impone la demografía y la economía. Las cifras son
tozudas y el futuro las afianza: la España de hoy no tiene nada que ver con
la de hace 50 años y basta con salir a la calle en cualquier pueblo o
ciudad para comprobarlo. El gran reto de este siglo XXI, junto al
clima y la tecnología, es la
demografía. Y todos los paises y Gobiernos deben aprender a “gestionar
la diversidad”, mientras los ciudadanos cambiamos nuestra mentalidad ante
el
gran Cambio Demográfico. Habría que abrir un gran debate político,
económico y social sobre la población y los cambios demográficos, para
aprovechar al máximo su potencial económico, social o cultural y minimizar sus efectos
adversos.
Necesitamos otro Pacto nacional por la demografía y la inmigración,
como el alcanzado por las pensiones o la violencia de género y el solicitado contra
la Emergencia Climática. No podemos dejar que esta nueva realidad
demográfica y migratoria sea sólo un
arma política de la derecha y la ultraderecha. Hay que adaptarse a
los cambios y sacarlos partido para mejorar el futuro. Menos demagogia y
mentiras, más debate y medidas eficaces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario