jueves, 13 de noviembre de 2025

Somos casi 50 millones

El INE ha publicado este martes los censados en España: 49.442.844 habitantes. Somos casi 50 millones, el doble que en 1940 y 10 millones más habitantes que a comienzos del siglo. Y la previsión es rondar los 55 millones de habitantes en 2050, a pesar de la caída de la natalidad, a la mitad (de 2,77 hijos por mujer en 1975 a 1,12 en 2024). Este “milagro demográfico” es posible gracias a los inmigrantes: 1 de cada 5 censados hoy en España han nacido fuera, son 9,8 millones de habitantes. Y estos inmigrantes (2,7 millones ya nacionalizados españoles) van a aumentar, hasta ser 17,5 millones habitantes nacidos fuera de España en 2050, 1 de cada 3, según las proyecciones del INE. La población seguirá creciendo gracias a los inmigrantes, porque los nacidos en España seguirán cayendo (como pasa desde 2015) hasta 2050: serán 2,3 millones menos que ahora. Eso obliga a integrarlos en la economía y la sociedad, porque los necesitamos, no convertirlos en un arma política de la derecha y ultraderecha.

                                   Enrique Ortega

La población residente en España ha crecido de una forma imparable desde el final de la Guerra Civil. Si el Censo de 1900 reflejaba 18.618.086 habitantes, en los años 30 eran ya 23,67 millones y en 1940 el nuevo Censo de los vencedores registraba 26.015.907 habitantes. A partir de ahí, se superan los 30 millones en 1960 y a la muerte de Franco, en noviembre de 1975, éramos 35,8 millones de españoles. El nuevo siglo XXI comienza superando los 40 millones (40.470.182 el 1 de enero 2000) y se sobrepasan los 45 millones de habitantes al final del boom económico (el 1 enero 2008). Y después, la población sigue creciendo año tras año, hasta un máximo de 46.818.216 habitantes censados en enero de 2012. A partir de ahí, la población residente cae durante 4 años, hasta el 1 de enero de 2016 (46.418.884 habitantes), por la fuga de inmigrantes tras la crisis. Pero luego vuelven y la población total residente en España crece año tras año (incluso durante la pandemia) hasta alcanzar los 49.077.984 de habitantes a finales de 2024.

Este año 2025 la población de España ha seguido aumentando y el Censo publicado este martes por el INE registra ya 49.442.844 habitantes, 345.967 más que a finales de 2024. Y retrata el perfil de los que vivimos en España ahora: 39.617.578 hemos nacido aquí y otros 9.825.266 residentes han nacido fuera de España (aunque 2,7 millones están nacionalizados españoles: los considerados “extranjeros” son 7.132.324 habitantes). Esta es una tendencia de las últimas décadas: la población en España crece porque crecen los inmigrantes que vienen y viven aquí: los residentes nacidos fuera de España eran 2,33 millones en 2002, se duplicaron hasta los 5,2 millones en 2007, pasaron a ser 6,68 millones en 2012 y ahora (1 octubre) son ya 9,85 millones. A lo claro, que 1 de cada 18 censados en 2002 (el 5,6%) habían nacido fuera de España y ahora son 1 de cada 5 habitantes (el 19,87%).

Este fuerte aumento de inmigrantes ha permitido compensar estos años el relativo estancamiento de la población nacida en España primero (de 38,7 millones en 2002 a 39,58 en 2007 y 40,13 millones en 2012) y, después, la caída de esa población nacida en España desde 2015: éramos 40.541.831 habitantes nacidos aquí en enero de 2015 y somos 39.617.578 el 1 de octubre pasado. Casi 1 millón de habitantes menos nacidos en España (-924.253) debido a la caída de la natalidad en estos años y los anteriores: si nacían 2,77 niños por mujer en 1975, cayeron a 1,26 en el año 2.000 y a 1,12 en 2024, lo que explica el bajo crecimiento de la población nacida en España y la caída a partir de 2015.

Esta preocupante situación de la demografía en España (nacen pocos niños, porque las mujeres españolas tienen menos niños y a edades más tardías, mientras el 31,3% de todos los niños que nacieron en 2024 fueron de madres extranjeras) va a continuar en los próximos años, según las últimas proyecciones de población del INE hasta 2074. Ahí estiman que la población nacida en España seguirá cayendo, hasta los 37.331.032 habitantes en 2049, 2,28 millones menos que ahora. Y que caerá después, hasta los 33,3 millones de habitantes nacidos en España en 2074: serán 6.307.920 habitantes autóctonos menos que hoy. Y eso porque la tasa de natalidad seguirá baja, aunque algo más alta que hoy (el INE estima que será de 1,4 hijos por mujer en 2050, todavía muy por debajo de los 2,1 hijos por mujer que hacen falta para que no caíga la población nativa).

Este “apocalíptico” panorama demográfico, pasar de 39,6 millones de nacidos en España hoy a 33,3 en 2074, no será tan grave, porque esta pérdida de población se va a compensar con creces con la entrada de extranjeros: el INE prevé que los 9.825.266 habitantes actuales  nacidos fuera de España (insisto: 2,7 millones ya nacionalizados españoles) suban a 17.503.600 millones en 2049 (el 32% de la población total) y a 21.278.537 millones en 2074 (el 39% de la población total). A lo claro: que la población residente nacida fuera de España pase de ser 1 de cada 5 hoy a ser la tercera parte en 2050 y 1 de cada 2,5 habitantes en 2074.

Este aluvión de inmigrantes permitirá, según el INE, que la población censada en España siga creciendo en las próximas décadas. En 2026 alcanzaremos los 50 millones de habitantes y la previsión es llegar a 2049 con 54.834.632 habitantes censados. Y que en la segunda mitad de este siglo, la población en España crezca ligeramente hasta un máximo histórico de 54.969.675 habitantes en 2054 (+5,52 millones que hoy), para caer ligeramente después (por la menor entrada de inmigrantes), hasta los 54,74 millones de habitantes en 2069 y los 54.588.195 habitantes esperados por el INE para 2074 (+5,14 millones más que hoy).

La revolución demográfica que viene ya no es sólo que aumentará la población (y por tanto las necesidades económicas y sociales del país), sino que esa población española será diferente, con más viejos y menos jóvenes. Los mayores de 65 años pasarán de ser el 20,4% de la población en 2024 al 30,5% en 2055, según el INE, lo que disparará el gasto en pensiones, sanidad, Dependencia y servicios sociales. Pero además, en paralelo, se reducirá el porcentaje de jóvenes en edad de trabajar (de 20 a 64 años), pasando del 60,9% de la población total al 53,7% en 2051 (aunque se recuperarán hasta el 54,2% para 2074). Eso supone menos población para trabajar, pagar impuestos y cotizar para sostener las pensiones. El dato es muy preocupante: si en 2023 teníamos una “tasa de dependencia” del 53,4% (proporción de mayores de 64 años y menores de 16 sobre los activos), en 2053 será del 75,3%. A lo claro: si ahora tenemos dos personas en edad de trabajar por cada niño o mayor, en 2054 habrá 4 activos por cada 3 pasivos (que necesitan la aportación de los que están en edad de trabajar). O sea que habrá menos para crear riqueza y más para consumirla.

Por eso resulta clave que la población total siga creciendo, algo que sólo puede suceder por dos vías: o las familias tienen más hijos (algo que no se espera a medio plazo y menos si no hay políticas agresivas de fomento de la natalidad) o necesitamos más inmigrantes. La previsión del INE es que la inmigración neta (los que entran menos los que salen), que lleva desde 2022 aumentando por encima de los 700.000 inmigrantes netos anuales (+ 787.195 en 2024), continúe otros 2 años más creciendo a ese nivel (+775.198 en 2025 y +723.055 en 2026), para continuar otros dos años aumentando por encima del medio millón al año (+652.597 en 2027 y +578.003 en 2028), para bajar después (+407.477 inmigrantes netos anuales entre 2029 y 2033) y reducirse a unas entradas netas inferiores a las 300.000 anuales (menos de la mitad que ahora) a partir de 2034 y hasta 2074.

Como se ve, son “flujos” netos de inmigrantes muy importantes, sobre todo hasta 2028. Por eso urge una política de inmigración a medio plazo, no sólo para regular estas entradas y tratar de “redirigirlas” hacia los empleos, sectores y zonas que más interesen, sino sobre todo para integrar” de verdad a estos “nuevos españoles”, porque vamos a ser un país más diverso: no tiene nada que ver la España de 2002, con 1 de cada 18 habitantes nacidos fuera, con la España de hoy (con 1 de cada 5 habitantes foráneos) y menos aún con la España de 2049 (con un tercio de la población nacida en el extranjero). Eso pasa por políticas activas de “integración”, para incorporar mejor a esta población, desde las políticas de empleo y vivienda a la enseñanza, la sanidad, los servicios sociales o las pensiones.

Y en paralelo, ser un país con 50 millones de habitantes debería llevar al Gobierno y a nuestros políticos, autoridades locales y autonómicas a repensar las políticas de ordenación del territorio y los servicios públicos y sociales, porque no es lo mismo atender a esos 50 millones que a los 35,8 millones que vivían en España a la muerte de Franco. “Hay que tomar medidas para que la demografía no nos aplaste”, alerta el economista Daniel Manzano. Y es que detrás de la crisis de la sanidad, de la educación, de la vivienda y de los servicios sociales está el hecho de que en España vivimos casi 15 millones de personas más que hace medio siglo y, sin embargo, ni los servicios públicos ni la vivienda ni las infraestructuras han invertido medios y recursos suficientes para afrontar ese aluvión de población.

Además, tenemos que prepararnos para un futuro donde habrá todavía más población, mucho más envejecida y con más peso de habitantes nacidos fuera de España. Esto debería tenerse en cuenta para casi todo, para articular una estrategia demográfica que tenga en cuenta otro tipo de hogares (con menos personas y más mayores: 2 de cada 3 hogares estarán integrados en 2050 por una o dos personas, cuando ahora son la mitad), la mayor proporción de personas mayores (casi un tercio) y la enorme importancia de los inmigrantes (un tercio de la población en 2050, aunque muchos consigan la nacionalidad española). Cambios demográficos que exigen cambios económicos, territoriales, sociales y culturales.

Y sobre todo, vamos hacia una sociedad “mucho más diversa (ya lo es), que exige un comportamiento político y social “más plural”, más tolerancia y diálogo para asegurar una convivencia que impone la demografía y la economía. Las cifras son tozudas y el futuro las afianza: la España de hoy no tiene nada que ver con la de hace 50 años y basta con salir a la calle en cualquier pueblo o ciudad para comprobarlo. El gran reto de este siglo XXI, junto al clima y la tecnología, es la demografía. Y todos los paises y Gobiernos deben aprender a “gestionar la diversidad”, mientras los ciudadanos cambiamos nuestra mentalidad ante el gran Cambio Demográfico. Habría que abrir un gran debate político, económico y social sobre la población y los cambios demográficos, para aprovechar al máximo su potencial económico, social o cultural y minimizar sus efectos adversos.

Necesitamos otro Pacto nacional por la demografía y la inmigración, como el alcanzado por las pensiones o la violencia de género y el solicitado contra la Emergencia Climática. No podemos dejar que esta nueva realidad demográfica y migratoria sea sólo un arma política de la derecha y la ultraderecha. Hay que adaptarse a los cambios y sacarlos partido para mejorar el futuro. Menos demagogia y mentiras, más debate y medidas eficaces.

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