5,5 millones de españoles viven solos
En más de la cuarta parte de los hogares
españoles viven personas solas: hay 5,5 millones de hogares unipersonales en
2024, casi el doble que en 2003. Y casi la mitad de estos españoles
que viven solos son mayores de 65 años, las tres cuartas partes
mujeres. Eso agrava la salud de nuestros mayores y provoca
depresiones y otras enfermedades, mientras apenas reciben ayuda en casa. Pero la
soledad no deseada no sólo afecta a los que viven solos (algunos porque
quieren), también a toda la sociedad: el 20% de los españoles se sienten
solos, en especial jóvenes (aunque tengan familia y estén
digitalmente conectados) y mayores
de 75 años. Esto provoca problemas mentales, suicidios y depresiones,
con un alto coste sanitario y económico. El Gobierno ha prometido una Estrategia
contra la Soledad no deseada que no llega, mientras autonomías y
ayuntamientos toman medidas descoordinadas. Los expertos piden mejorar los
mecanismos de detección y más recursos para paliar la soledad no deseada, una
pandemia de nuestro tiempo. 2.450.000 mayores viven solos en España
Entre los grandes cambios que ha sufrido
España en las últimas décadas está la forma de vida, el tipo de
familia que se crea: hemos pasado de hogares con muchos miembros
(padres, hijos y abuelos) a hogares con menos personas. Así, el
tamaño medio de los hogares ha pasado de 3,82 miembros (1970) a 2,54 (2021)
y 2,41 personas por hogar en 2024, según el INE. Y actualmente, de los 19.370.408
hogares que hay en España, según el Censo del 1 de
julio de 2024, el hogar más frecuente es la vivienda donde viven
2 personas (5.576.100, el 28,78% del total), pero le siguen muy de
cerca los hogares una persona sola : son ya 5.452.100 hogares
unipersonales, el 28,14% del total. Y les siguen lejos los hogares con 3
personas (3.877.021) y los que tienen 4 o más personas (4.464.644 hogares).
Lo más llamativo es el salto que han dado los hogares
unifamiliares, donde viven personas solas: eran
3 millones en 2003 y casi se han duplicado hasta los 5,45
millones actuales. Eso se debe, básicamente, al progresivo
envejecimiento de la población y el
aumento de la esperanza de vida (de 79,70 años en 2003 y 84,12 años en
2024), junto al cambio en las relaciones sociales, con un aumento de
separaciones y divorcios, así como de personas que eligen vivir solas. El mayor
número de hogares unipersonales se registra en Andalucía (910.000),
seguida de Cataluña (828.230), Madrid (687.683), Castilla y León (370.429),
Galicia (345.912), Castilla la Mancha (240.156) y Canarias (234.311 hogares
unipersonales), según
el INE. Pero si miramos las autonomías con más peso de estos hogares,
el mayor porcentaje de personas que viven solas se da en Castilla y León (35,16%
de los hogares, frente al 28,14% de media en España), Asturias (33,96%), La
Rioja (31,9%), Extremadura (31,2%), País Vasco (31%) y Cantabria (30,69%), la
mayoría regiones con mucha población mayor.
Y eso, porque casi la mitad de los que viven solos son
mayores de 65 años: en 2020, el
último año donde el INE publica datos detallados, el 43,64% de los
que vivían solos tenían 65 años o más, un porcentaje que había aumentado desde
2013 (cuando eran el 40,92% de los que vivían solos). Así que ahora, en 2024,
puede estimarse que el 45% de los que viven solos son ya mayores: 2.450.000
mayores que viven solos, 645.000 más que en 2013. Y además, la amplia mayoría
de estos mayores solos son mujeres (viudas en su mayoría,
porque la esperanza de vida de las mujeres, 86,20 años, es muy
superior a los hombres, que está en 80,74 años): en 2020, las mujeres que vivían
solas suponían el 71% de hogares unifamiliares y hoy se estima que las
mujeres serán el 75% de los que viven solos.
Los datos son muy llamativos sobre el avance de los
hogares unifamiliares en las últimas décadas, pero España es uno de los
paises europeos con menos porcentaje de personas que viven solas, también
mayores. El porcentaje de viviendas unifamiliares en España (28,14% del total) es
alto, pero se supera en Centroeuropa y sobre todo en los paises nórdicos, donde
oscila entre el 25 y el 35% de los hogares, según
Eurostat. Y sobre todo, el porcentaje de población que vive sola
es mucho menor en España: suponen el 10,3% de la población
total, frente al 14,8% de media en la UE-27, el 20,9% en Alemania, el 21,2% en
Finlandia o el 22,2% que viven solos en Dinamarca, según
datos del INE.
Lo mismo pasa con los mayores. En España, el 25,2% de los
mayores de 65 años viven solos, un dato muy preocupante, pero inferior al
porcentaje de mayores que viven solos en toda la UE-27 (el 32,5%),
en Francia y Alemania (el 36,2% de los mayores viven solos), Reino Unido
(34,8%) o Italia (28,5%), aunque el porcentaje de viejos solos es menor
en Chipre (16,6%), Grecia (24,4%), Eslovaquia (24,5%) y Portugal (24,8%), según
el INE. En todo el mundo,
se estima que 1 de cada 7 personas mayores de 60 años viven solos (el
14,2%), pero el reparto es muy desigual: hay más mayores viviendo solos en
Norteamérica y Europa (en torno al 35%) y muchos menos en Asia, Latinoamérica y
África (en torno al 10%).
Muchos de las casi 5,5 millones de españoles que viven solos
lo han elegido así, porque se han emancipado, están solteros (casi 400.000) y
no tienen pareja, están casados pero viven solos (120.000) o se han separado (86.000) y divorciado (200.000 de los que viven solos).
Pero casi la mitad, esos 2,45 millones de mayores que viven solos están en esa
situación, mayoritariamente, porque
están viudos/viudas (1.400.000),
así que no les queda más remedio que vivir solos (o “repartirse” entre sus
hijos o ir a una residencia).
El mayor problema reside pues en la soledad no deseada
de los mayores, que va a ir a más, porque en las próximas
décadas se van a jubilar (y morir) los españoles nacidos con el “baby boom”
(entre 1960 y 1975). La previsión es que si hoy, un 20,4% de los
españoles tienen más de 65 años (y una cuarta parte viven solos), en
2055 serán mayores el 30,55% de los españoles, según las proyecciones
del INE. Así que la soledad de los mayores aumentará en los próximos
años, agravándose con ello los problemas que causa.
El grave problema que tienen los mayores que viven
solos es su “aislamiento social”, la menor relación con familiares,
amigos y vecinos: un
estudio de la Junta de Andalucía reveló que los mayores que viven solos
tienen hasta 4 veces más de aislamiento social que el resto. Y este mayor aislamiento
social supone un grave riesgo para la
salud de los mayores solos: todos los estudios
nacionales e internacionales insisten en que esta soledad no deseada
provoca depresión, ansiedad y trastornos del sueño, problemas de
movilidad (salen menos a la calle) y caídas), problemas de concentración y deterioro
cognitivo, mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, ictus y
diabetes, además de deficiencias nutricionales (les da pereza
cocinar y hasta hacer la compra), además de tener más problemas para cumplir
con la medicación (aunque en las farmacias les ayudan con los pastilleros…). Y
en ocasiones, esta soledad no deseada lleva a los mayores al abandono y al suicidio:
en 2023, de los 3.952 suicidios
registrados por el INE, el 30,2% (1.194) fueron de mayores de 65 años.
Pero el problema de la soledad no deseada no afecta solo
a los mayores. Vivimos en una sociedad donde “cada vez hay más gente que
se siente sola, aunque viva acompañada”. Ya no se trata sólo de la típica
viuda, sino de muchos de sus hijos y sobre todo nietos. De hecho, el último Barómetro
de la Soledad no deseada en España,
publicado en junio de 2024 por la ONG Soledad.es y la ONCE, alerta que 1 de
cada 5 españoles encuestados (el 20%) sufren “soledad no deseada”
(el 21,8% de los hombres y el 18% de los hombres). Y además, 2 de cada 3 de
estas personas que se sienten solas “llevan en esta situación más de 2
años”. Y la soledad se siente más entre las personas que viven solas
(el 34,5% de los afectados viven en hogares unipersonales) que en el resto de
hogares (17% se sienten solas).
Lo
más llamativo de este Barómetro es que quienes se sienten más solos
son los jóvenes: sienten soledad no deseada el 34,6% de los
jóvenes de 18 a 24 años. Y además, un 27,1% entre 25 y 34 años y un
20,8% los que tienen entre 35 y 44 años, bajando a partir de esa edad la
sensación de soledad, incluso a partir de los 65 años (solo el 14,5% de los que
tienen entre 65 y 74 años se sienten solos y un 20% de todos los mayores de 75
años). Choca esa sensación de “soledad no deseada” en las generaciones más
conectadas y con más relaciones, aunque los
expertos alertan de que muchas de las relaciones juveniles
son digitales, a través de las redes sociales y “no les llenan” afectivamente.
El
Barómetro revela también que la soledad es mayor en las personas
con menos formación, en los hogares con menos recursos y en las ciudades
(en los mayores, en las zonas rurales).
Para muchos expertos, la “soledad no deseada” es una
de las pandemias de nuestro tiempo, en todo el mundo y también en
España. Y afecta
muy negativamente a la salud, aumentando la depresión y las
enfermedades mentales, así como el consumo de alcohol, drogas, ansiolíticos y
antidepresivos. Y tiene también un efecto directo en la economía, al
aumentar las bajas laborales y reducir el interés por el trabajo y la
productividad. Por todo ello, algún
estudio señala que el coste económico de la soledad no deseada
alcanza los 14.141 millones de euros anuales (el 1% del PIB español), una
parte por costes en sanidad (5.600 millones) y medicamentos (500 millones) y
por pérdida de productividad (8.041 millones). Con todo, el mayor coste es el
deterioro de la calidad de vida y las muertes y suicidios inducidos.
¿Qué se puede hacer? La primera receta en la que coinciden
la mayoría de expertos es detectar y prevenir la soledad no deseada,
algo que exige especialistas y medios, que no existen ni en la sanidad
pública ni en la enseñanza o las empresas. Sería importante formar a los
médicos de familia y crear unidades de detección de la soledad no deseada en
los Centros de Salud, así como en Colegios, Institutos y Universidades. Y en
las empresas, dentro de una política integral de detección de riesgos
laborales. Y a partir de ahí, contar con medios y profesionales para
atender a los afectados, algo escaso en la mayoría de las autonomías y ciudades
donde hay más soledad no deseada.
Con todo, la prioridad debe ser atender la
soledad de las personas mayores, esos millones de mayores que se levantan cada
día sin ver a nadie y con la única compañía de la radio o la TV. Que se
encierran en casa y no salen casi a andar o hacer la compra y no hablan con los
vecinos (que a veces dan la alarma porque no les ven y es porque han muerto…).
Estas personas mayores solas requieren algún tipo de atención y ayuda
pública, aunque hoy está centrada en los mayores dependientes,
los que tienen problemas para valerse por sí mismos. Pero la
ayuda a la Dependencia es escasa:
hay 1.471.946 Dependientes (mayores y jóvenes) que reciben alguna ayuda, la
mayoría una pequeña aportación para un cuidador o la familia. Y
sólo hay 496.887 que reciban teleasistencia, 344.899 que reciben ayuda a
domicilio (unas pocas horas a la semana) y 107.163 Dependientes que acuden a
Centros de Día… Medidas que ayudan pero son insuficientes.
El Gobierno, a través del ministro de Asuntos Sociales (Pablo
Bustinduy) ha
anunciado en varias ocasiones que “prepara” una Estrategia para combatir
la soledad no deseada, pero no acaba de aprobar nada. Y si no consigue
aprobar el Presupuesto 2025, no habrá nuevos recursos para ello. Mientras, el
ministro ha pedido “un amplio consenso” entre las distintas
administraciones y organizaciones sociales, porque cada uno trabaja a su
aire: hay muchas autonomías, Ayuntamientos y ONGs que tienen Planes para combatir
la soledad no deseada, sobre todo de los mayores. Pero falta un Plan que
fije prioridades, que tenga recursos y que coordine actuaciones. Porque
hoy por hoy depende de cada región y de cada ciudad. Así, en Madrid
(donde hay 276.000 mayores que viven solos), la
Comunidad tiene un programa de atención a mayores solos y el
Ayuntamiento otro, mientras múltiples ONGs y voluntarios ayudan y acompañan
a mayores solos. Y la Diputación de Guadalajara, con ACCEM y Cruz Roja, reparten
comida a los mayores que viven solos en zonas rurales…
Hace falta un Plan estatal contra la soledad no
deseada, apoyado por autonomías, Ayuntamientos y ONGs. Pero sobre todo
hay que detectar
y valorar el alcance del problema, establecer prioridades y tomar medidas,
con dinero y personal. Por justicia, por salud física y mental y también
porque nos ahorraríamos muchos costes. Pero no parece que este sea un
problema importante para nuestros políticos, desde el Estado a autonomías
y ciudades. Y mientras, nuestros mayores (y muchos de nuestros jóvenes)
sufren una soledad aplastante y angustiosa, muy preocupante. Es otro
gran contrasentido: vivimos en una sociedad desarrollada, con un
alto nivel de vida y cada vez más solos. Tremendo.
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