La actividad humana sigue aumentado las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero (metano, oxido nitroso, halocarbonos y ozono troposférico), provocando un aumento de la temperatura de la atmósfera y los mares que modifican el clima y la vida en el Planeta. Aunque llevamos 28 años celebrando Cumbres del Clima (la 1º se celebró en Berlín en 1995 y este domingo se clausura la COP28 de Dubái), la realidad es que las emisiones han crecido año tras año. Este 2023 (de enero a octubre), las emisiones mundiales de CO2 han crecido un +0,3%, según los datos de Carbon Monitor, debido a un aumento de emisiones en China (+2,5%), India (+9,6%) y Rusia (+2,4%), aunque se han reducido algo las emisiones en EEUU (-2,2%), Japón (-4,5%) y Europa (-5,6%), destacando las menores emisiones en Alemania (-7,4%), Italia (-6,4%), España (-3,7%), Reino Unido (-2,3%) y Francia (-2,1%), en Brasil (.2,4%) y resto del mundo (-2,4%).
Ahora, la previsión presentada por Carbon Monitor para todo 2023 es que las emisiones
mundiales de CO2 aumenten este año un +1,1%, que
crezcan sobre todo las emisiones por el carbón (15,2 Gigatones de CO2,+1,1%),
el petróleo (12,1 Gigatones, +1,5%), el gas natural (7,9 Gigatones, +0,5%) y la
industria cementera (1,7 Gigatones, +0,8%). Y por paises, crecerán
este año las emisiones de CO2 de China
(+8,2%) e India (+4%), mientras
caerán las emisiones de la Unión Europea (-7,4%) y EEUU (-3,4%). Este nuevo aumento de emisiones en 2023 se
sumaría a los de 2022 (+1%) y 2021 (+6%), tras el recorte de emisiones en 2020 (-5,4%), por
primera vez desde 2015, causado por la recesión derivada de la pandemia.
Con ello, la acumulación
de CO2 en la atmósfera volverá a batir un
récord histórico, alcanzando a finales de 2023 las 419,3
partes por millón (ppm), un 51% más
de la concentración de CO2 que había en la atmósfera en épocas preindustriales
(280 ppm en 1850, 315 en 1959, 354 en 1990 y superando las 400 ppm en 2013). De
hecho, ya en mayo de 2023 se alcanzó
en
Hawái una concentración récord de 424
ppm, la más elevada en la atmósfera en los últimos 3 millones de años
(según investigaciones en el hielo ártico).
Todas estas emisiones y la concentración récord de CO2 en la
atmosfera ya han provocado un aumento
récord de la temperatura en la Tierra: +1,4
grados centígrados de media sobre el periodo 1.850-1900, según el último
informe publicado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), quien
nos recuerda que empezamos el siglo con un aumento de 1,27 grados. Y que 2023 será, con toda seguridad, el año más cálido de la historia. Este
fuerte aumento de la temperatura provoca un calentamiento
de los mares y un deshielo de las masas polares, modificando los ecosistemas
y elevando el nivel del mar (+4,72 milímetros año, el doble que a principios de
siglo). Y además, el aumento de la temperatura de la Tierra está provocando fenómenos climáticos extremos: inundaciones
y sequías extremas, ciclones tropicales, episodios de calor extremo y macro
incendios forestales. Y, en general, un clima “loco” que provoca muertes,
enfermedades y cuantiosos daños económicos.
“Estamos viviendo el Colapso Climático en tiempo real y el impacto es
devastador”, señaló
con preocupación el secretario general de la ONU al inaugurar la Cumbre del
Clima de Dubái. Lo grave es que la Cumbre del Clima de París (2015) se planteó
el objetivo de que la temperatura no superara los +1,5 grados centígrados a
fin de siglo (2100), para poder salvar el Planeta. Y ya este año, la
temperatura ha subido esos +1,4 grados.
Y, según
la ONU, con los Planes de recortes
de emisiones para 2030, presentados por
los 194 paises adheridos al Acuerdo de París, la temperatura media del
Planeta subiría entre +2,1 y +2,8 grados centígrados a fin de siglo, un aumento
insostenible. Por eso, la ONU insiste en que los paises deben aumentar sus recortes de emisiones, un -43% de aquí a 2030 (sobre emisiones
2009). No vale prometer que van a conseguir cero emisiones netas para 2050: el recorte de emisiones hay que hacerlo ahora, en esta década,
porque luego ya será demasiado tarde.
La ONU y sus expertos han reiterado en la COP 28 de Dubái los 3
objetivos que el mundo debe comprometer para salvar el Planeta: triplicar el peso de las energías
renovables para 2030, duplicar el ahorro energético y trazar una hoja de ruta
para dejar de utilizar en 2050 los combustibles fósiles (carbón, petróleo y
gas), los grandes responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero y
de la actual emergencia climática.
El primer objetivo, triplicar
el peso de las energías renovables en la producción mundial de
energía (de 3.400 GW de potencia instalada en 2022 a 11.000 en 2030) se ve
posible de alcanzar por los expertos, dadas las enormes inversiones en
renovables (eólica y solar, sobre todo) y el avance de la tecnología, que
produce electricidad cada vez más barata. De hecho, 117 paises se han comprometido ya a triplicar el peso de las renovables para 2030, acuerdo promovido
por la Unión Europea y al que se han sumado EEUU, Canadá, Japón, Reino Unido,
Australia, Chile y Colombia. Y también
está de acuerdo China. Este empujón a las renovables serviría para generar
electricidad 100%% renovable y reducir el consumo de combustibles fósiles en la
industria y en los hogares.
Pero no sería suficiente. Por eso, el 2º objetivo de la ONU, más difícil de cumplir, es mejorar la eficiencia
energética, duplicando
el ahorro de energía de los paises, desde las industrias y el
transporte a los particulares. Aquí, los compromisos de los paises son más
difusos, salvo el caso de la Unión Europea, que se ha comprometido en hacerlo
para 2030. Y queda el tercer objetivo, el más difícil de
conseguir y el más importante: suprimir
a medio plazo el consumo de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y
gas), los grandes culpables de las emisiones de gases de efecto invernadero
desde 1850. El objetivo fijado por la ONU es claro: para 2050, no quemar nada de carbón, suprimir el 60% del petróleo consumido
actualmente y el 70% del gas natural.
Junto a necesidad de no consumir carbón, crudo y gas a medio
plazo, la ONU se queja de que la mayoría de los paises están subvencionando ahora los combustibles fósiles:”no podemos salvar a un Planeta en llamas con
una manguera de combustibles fósiles”, criticó
muy visualmente el secretario general de la ONU en Dubái. Y es que los paises destinaron 7 billones de dólares
en 2022 a subvencionar los combustibles fósiles (desde ayudas a las
industrias a rebajas de impuestos a los combustibles o ayudas al transporte), 1
billón más de ayudas que en 2020, por la crisis de Ucrania y la inflación, según
un estudio del FMI realizado con datos de 170 paises (entre ellos, España, que dedica
10.500 millones de euros anuales
a subvencionar los combustibles fósiles). Y la
ONU revela que de los 194 paises que han firmado los Acuerdos de París, solo 7 paises (que no cita, el 4% del
total) se han comprometido a retirar estas ayudas y subvenciones, ni
EEUU, ni la UE, ni China, India o Rusia. Y así, financiando con millones a los
combustibles que destruyen el clima, no podemos avanzar.
Lo que hay que hacer para superar la emergencia Climática lo
tienen claro los científicos y lo
ha reiterado la ONU en esta Cumbre de Dubái: triplicar las renovables,
duplicar el ahorro energético y dejar de extraer y consumir carbón, petróleo y
gas. Pero las grandes economías no están por la labor de reconvertirse y gastar
más en energías limpias. Por un lado, China,
India y los grandes paises en desarrollo (G-20) defienden que ellos tienen
que seguir creciendo, aunque sea a costa de altas emisiones (China
emite el 30,7% del total mundial, USA el 13,6%, India el 7,6%, la UE el
7,4%, Rusia el 4,4% y Japón el 2,8%) , como antes hicieron los paises
occidentales (el 17% de las
emisiones mundiales entre 1850 y 2021 son “culpa” de EEUU, el 12% de China,
el 10% de la UE, el 6% de Rusia y el 5% de India). Y por otro, los paises pobres y en desarrollo, que no
emiten apenas CO2 son los que más sufren ahora la emergencia climática
(inundaciones, tornados, sequías, hambre, incendios, emigraciones…), sin que
los ricos apenas les ayuden: el
Fondo verde (creado en 2019 y que debía aportarles 100.000 millones
anuales no se cubre) y el nuevo
Fondo de pérdidas (para cubrir emergencias) depende de aportaciones “publicitarias”,
como las hechas en Dubái.
De momento, EEUU apuesta por recortes de emisiones y
energías renovables siempre que no pongan en crisis su potencial fósil y sus
inversiones, con el riesgo de que el negacionista Trump gane las elecciones en
2024. Y en
China, avanzan en las energías
alternativas pero sin desengancharse del carbón, el petróleo y el gas, al menos
hasta mediados de siglo, lo mismo que India y otros paises en desarrollo. Y Europa es el continente con más conciencia climática y más compromisos
(recorte de emisiones del 56% para 2030, cierre de centrales de carbón, un 80%
de electricidad renovable y prohibición de coches de combustión para 2035).
Pero en muchos paises europeos está
avanzando el “negacionismo climático” (Italia, Hungría, Holanda, Reino
Unido, autonomías
y Ayuntamientos españoles gobernados por PP y VOX…), empujado por la
extrema derecha y parte del PP europeo. Y por eso, habrá que esperar al
resultado de las elecciones europeas de junio de 2024.
Además de decisión política, la lucha contra la emergencia
climática exige reconvertir a fondo las economías y los hábitos de consumo, lo
que exigirá cuantiosas inversiones. Según
las estimaciones más conservadoras, financiar la lucha contra el Cambio Climático costará 4,3 billones de dólares anuales (4 billones de euros cada año), que habrá que conseguir de inversiones públicas y
privadas, impuestos verdes y al CO2, bonos y créditos. Sólo en Europa, la inversión del Pacto verde
superará el billón de euros en esta
década. Y España contempla invertir, en el Plan del Clima,
241.000 millones de euros entre 2021 y
2030. Cantidades ingentes, pero no podemos olvidar que no hacer nada tiene
un coste mayor: en vidas humanas (la
OMS estima que 1 de cada 4 muertos
pueden atribuirse a causas ambientales prevenibles), en enfermedades y en daños por el clima extremo: los desastres
naturales inducidos por el CC costaron 1,5
billones de dólares en 2022, según
un estudio. Y el Banco Mundial cree que por cada dólar invertido acabaremos obteniendo 4 dólares.
Otro año más asistimos a otra Cumbre del Clima más,
donde los expertos y la ONU lanzan advertencias, se oyen buenas palabras y grandes propósitos, pero apenas se aprueban medidas ni inversiones ni ayudas. Y así
hasta la Cumbre siguiente. Y mientras, el clima nos alerta cada día, sin que
cambiemos nuestro estilo de vida, nuestra forma de producir, consumir y viajar,
nuestros impuestos y nuestras inversiones. Y así, llegaremos a un punto de no
retorno, donde la situación será tan grave que exigirá medidas más drásticas
que ahora. Es lo que suele pasar: la humanidad sólo reacciona al borde del precipicio.
No aprendemos.
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