Al acabar este año 2023, la inflación ya no preocupa tanto como en 2021 y 2022. El IPC de noviembre, reflejaba una inflación anual del +3,2%, superior a la de este verano (con un mínimo del +1,9% en junio) pero mucho menor a la inflación que hemos soportado desde el verano de 2021: +6,5% en diciembre de 2021, +9,8% en marzo de 2022 (tras la invasión de Ucrania el 24-F), más del 10% de inflación en junio (+10,2%), julio (+10,8%, el máximo) y agosto de 2022 (+10,5%), para bajar al +5,7% en diciembre de 2022 y seguir luego bajando en 2022, hasta el +3,2% actual. Y aunque puede repuntar algo en diciembre, no se espera que supere el +3,4%, la inflación más baja desde diciembre de 2020 (-0,5%).
Con los datos del IPC de noviembre
(+3,2% inflación anual), lo que más sube siguen siendo los alimentos (+9% de subida anual, aunque es mucho menor
a la subida del +15,7% en las
Navidades de 2022). Y dentro de los alimentos, siguen disparados los
precios del aceite de oliva
(+66,7% de subida anual), las legumbres y hortalizas (+16,8% anual), la carne
de cerdo (+12,9%), las frutas frescas (+10,1%), el cordero (+10%) y el azúcar
(+7,5% anual). Las bebidas suben
otro +7,1% anual y le siguen los hoteles,
cafés y restaurantes (+6,1% de subida anual), las comunicaciones (+3,3%),
la enseñanza (+2,8%), el menaje del hogar (+2,7%), la ropa y calzado (+2,2%
anual) y los gastos médicos (+2,1%). El transporte
no sube nada (+0% anual), gracias a las subvenciones al transporte urbano e
interurbano, además de la rebaja anual
del gasóleo (-5,7%), aunque ha
subido la gasolina (+2,7% anual). Y los gastos de la vivienda bajan (-5,7%
anual), gracias a la bajada de la
electricidad (-13,6% anual), del gas
natural y ciudad (-19,7%) y del butano
y propano (-22,9% anual).
Lo que más preocupa a la mayoría de las familias, sobre todo
a las más vulnerables, es que se
mantienen altos los precios de los alimentos, que suponen el 16% del gasto familiar (y hasta el
25% para las familias más pobres), según el INE. La realidad es
que la compra de comida para una familia de 4 personas se
ha encarecido 90 euros al mes
sobre lo que costaba en marzo de 2021, lo que supone que gastan 1.080 euros más al año en comer. Y la cesta de la compra de alimentos básicos ha subido de 873 euros
de media en marzo de 2021 a 1.141 euros en noviembre de 2023, un aumento del +30,69%, mientras los
salarios han subido menos del +8%
en estos casi tres años. Y no es sólo que las familias se gasten más en
alimentos, es que han aumentado las
familias que ahora no pueden comprar frutas, verduras, carne y pescado, por
sus altos precios, empeorando la calidad de su dieta.
La perspectiva para 2024
es que los precios suben algo menos
que ahora. La Comisión Europea estima que la
inflación anual en España bajará de
una media del 3,6% en 2023 al 3,4%
de media en 2024, para reducirse al 2,1%
en 2025. Y el
Banco de España apuesta por una bajada de la inflación del 3,4% al 3,3% en 2024 y al 2% en 2025. Sólo el
FMI y la
OCDE creen que España tendrá una inflación más alta en 2024 (3,7 al 3,9%)
que en 2023 (3,5%), dentro de un panorama internacional donde esperan que
amaine la inflación.
Los expertos apuestan por una menor inflación mundial en 2024 (bajará del 6,9% en 2023 al
5,8% en 2024, según
el FMI), gracias a que esperan un precio
moderado de la energía, las materias primas y los alimentos, factores
claves también para el comportamiento de la inflación en España el año próximo.
Empezando por la energía, el petróleo
augura un precio bajo para 2024, en
torno a los 70 dólares barril, aunque
ayer volvió a superar los 80 dólares, por el conflicto en Palestina y el
cierre de la ruta de Suez. Con ser un
precio alto, es mucho menor a los 96,55 dólares barril que costaba en
septiembre y a los 97,89 dólares barril
que costaba el crudo el día antes de la invasión de Ucrania (24-F 2022). La Agencia Internacional de la Energía cree que el recorte de la demanda augura unos precios
moderados del crudo, aunque tanto la OPEP como Rusia recorten su
producción para elevarlo. Pero EEUU se ha consolidado como la primera potencia
petrolera mundial y eso baja los precios.
Incluidos los
carburantes: la gasolina cuesta ahora 1,536 euros litro
(frente a un máximo de 2,10 euros en julio de 2022 y 1,591 antes de la invasión
de Ucrania). Y el gasóleo cuesta
1,501 euros, frente a un máximo de 2,07 euros en julio 2022 y 1,479 antes del
24-F).
Otro tanto pasa con el
gas natural: ayer cotizaba a 33.26 euros/ MWh, frente a los
78,73 euros que costaba el día antes de la invasión de Ucrania y los 337,20 euros que llegó a costar el gas
en agosto de 2022. Gracias a este desplome del precio del gas natural (que
tiene mucho que ver con la alta producción de EEUU y otros paises más el acopio
de gas para el invierno), desde febrero
de 2023 no se aplica el tope al gas que fijaba la “excepción ibérica” (primero si
superaba los 55 euros y luego los 65 euros). Y gracias a estos bajos precios del gas, más un récord en la producción de electricidad
renovable (50,8%
en 2023, frente al 42,2 en 2022), se espera que la factura de la luz no se
dispare en 2024, tras haber bajado mucho el recibo en 2023: 50,39 euros de media en noviembre, frente a 79,35 euros en
diciembre 2022, 130,99 euros en agosto 2022 y un máximo de 143,03 euros en marzo de 2022 (tras la
invasión de Ucrania), según
la estadística de la OCU.
Y queda lo que puede pasar con los precios de las materias primas y los alimentos.
Respecto a las materias primas, como
se espera un escaso crecimiento mundial en 2024 (y más en Europa), la demanda
de materias primas será baja, en un momento en que han subido los stocks. El
riesgo es que el conflicto en Palestina y el cierre de la ruta de Suez (por
donde pasa el 10% del comercio mundial) pueda crear problemas de transporte y
suministro, volviendo a subir precios, aunque EEUU quiere armar una
coalición internacional para asegurar el tráfico internacional. Y en cuanto a los alimentos, el
índice de precios de la FAO lleva bajando desde diciembre de 2022 y en
noviembre estaba (índice 120,4) ya por debajo del índice de 2021 (125,7). Eso
no quita para que haya alimentos que sigan subiendo (aceites, azúcar),
afectados muchas veces por causas climáticas, un riesgo también en 2024.
En definitiva, todo apunta a que la inflación será menos preocupante, en el mundo y en España, en 2024. Pero los riesgos de que repunte
existen, sobre todo por conflictos
geopolíticos (Ucrania o Palestina y
otros nuevos, como la guerra tecnológica y comercial entre EEUU y China). Y
por eso, el Gobierno español (y la
mayoría de los europeos) ha optado por mantener
algunas ayudas contra la inflación, no
desmantelar de repente el “escudo social” contra la inflación que el
Gobierno Sánchez aprobó por primera vez en junio de 2021, prorrogando
estas ayudas hasta 7 veces, la última en junio de 2023. Pero ahora, con
la inflación más controlada, el Gobierno de coalición opta por recortar las ayudas, porque en 2024 habrá que ajustar el gasto público,
para cumplir
con la exigencia de Bruselas de reducir
el déficit público al 3% (desde el 3,9% de 2023).
La Comisión Europea,
el BCE, el FMI y la OCDE han recomendado a España y al resto de paises
europeos que reduzcan su déficit y su deuda recortando las ayudas públicas contra
la inflación en 2024. De hecho, los
7 paquetes de ayudas aprobados en España entre 2021 y 2023 costaron
47.000 millones de euros. Ahora, el Gobierno Sánchez ha reducido esas
ayudas en este 8º paquete para 2024,
que costará
unos 5.300 millones de euros
(frente a 22.000 en 2022 y 15.000 en 2023).
Empecemos por las ayudas
contra la inflación que se mantienen, algunas retocadas. La
principal, nuevos impuestos a la
electricidad. El IVA en el recibo de
la luz, que se bajó del 21% al 10% en 2021 y luego al 5% en junio de 2022,
sube ahora al 10% (todo el año 2024), aprovechando la bajada del gas y la
energía. Y en paralelo, el impuesto
especial sobre la electricidad sube del 0,5% actual al 2,5% (primer
trimestre) y al 3,8% (2º trimestre), para volver al 5,11% de antes en julio. Y
el impuesto sobre la generación de
electricidad sube del 0% actual al 3,25% (primer trimestre) y al 5,25%
después (2º trimestre), para volver al 7% de antes de 2021 a partir de julio de
2024. El IVA del gas se mantendrá
también en el 10% hasta marzo, subiendo después al 21% de antes.
También se
mantiene hasta junio la rebaja del IVA a los alimentos básicos, que bajó del 4 al 0% en enero de 2023 (para
el pan, harinas, leche, queso, huevos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres,
tubérculos y cereales) y también la rebaja
del 10 al 5% en el IVA de aceites y pastas. Y se mantienen (ojo: durante todo el año 2024) las ayudas al transporte urbano
(Estado y autonomías financiarán el 50% de los abonos) y la
gratuidad a los abonos (para todos) de transporte en Cercanías y Renfe media distancia, así como las líneas estatales de autobús (para
viajeros habituales).
Las ayudas que
desaparecen en 2024 son las que recibían hasta ahora los transportistas, agricultores, ganaderos y pescadores (10
céntimos por litro hasta septiembre y 5 céntimos hasta diciembre de 2023). Eso
sí, se congela en 2024 el precio de la bombona
de butano (19,95 euros), limitando
la subida de la tarifa de último recurso (TUR) del gas (a un +5%
trimestral). Y se mantienen las subvenciones al precio del gas para calefacción de las comunidades de vecinos. Además, se
extiende 6 meses más la rebaja de tarifa eléctrica a las industrias más
consumidoras de electricidad (cerámicas, cementeras, aluminio…).
Además, se mantienen
dos ayudas que no tienen un coste
presupuestario. Una, la prohibición
de desahucios en 2024 a las familias más vulnerables y el corte de suministros básicos (luz, agua y gas). Y se amplía en
100.000 familias (las que ingresan menos de 35.000 euros, frente a los 30.000
euros de límite actual) las que podrán disfrutar en 2024 de un alivio en el
pago de sus hipotecas, según lo pactado por el Gobierno con la banca.
Ahora, falta ver si la inflación sigue a la baja y
si estas ayudas son suficientes para rebajar el mayor gasto de las
familias más desfavorecidas (aunque tanto el IVA más bajo para los alimentos,
la luz y el gas benefician más a los que
más tienen que a los más pobres). Y con menos inflación, la clave será si
las familias pueden mantener su consumo en 2024, un año en que se
espera que el consumo privado sea uno de
los motores del crecimiento (entre el 1,7% y 2% aumentará el PIB, menos
del 2,4 % que creceremos en 2023), junto
al turismo y las inversiones que promueven los Fondos europeos. Para que
ese consumo de las familias mantenga la actividad (y el empleo), es clave que suban los salarios, más que la inflación. De momento, están a la par, ya que
los salarios en convenios
suben este año un +3,49%, similar al +3,4% de inflación este año. Parece
que hay grandes
empresas que están subiendo más los salarios, porque pueden y no encuentran
trabajadores. Pero el Acuerdo
salarial firmado en mayo entre sindicatos y patronal acordó una subida salarial del 3% para 2024. Así que está en juego la recuperación del poder
adquisitivo (y el consumo) en 2024.
En resumen, el Gobierno gasta lo que puede
(menos) para mantener algunas ayudas
contra la inflación, pero la
clave va a estar en que la energía y los alimentos no
nos den un susto en 2024 y obliguen a tomar medidas más drásticas (en un
año que tendremos que gastar menos como país para reducir el déficit público).
Por eso, el Gobierno debería pactar con patronal y sindicatos una moderación
no sólo de los salarios (ya lleva
años) sino de los márgenes y beneficios empresariales, que fueron los
causantes
de dos tercios de la subida de la inflación en 2022, según
un estudio del BCE. Y también la OCDE ha demostrado
que tres cuartas partes de la subida de
la inflación en Europa se ha debido a la subida de los márgenes empresariales (beneficios) y sólo la cuarta
parte restante se debe a los salarios. Habría que pactar
una moderación de esos beneficios, porque sería más eficaz que estas ayudas recortadas ahora.
Vigilen los márgenes (disparados) de algunos sectores y empresas, para que no
nos suban otra vez los precios a todos en 2024.
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