Enrique Ortega |
Los precios siguen muy altos, más en Europa (+10,9% inflación en la UE-27 y +9,9% en la zona euro), y los bancos centrales de todo el mundo buscan doblegarlos con una vieja receta contra la inflación: subir los tipos de interés. El primero en tomar medidas fue la Reserva Federal USA, que subió los tipos un +0.25% el 17 de marzo de 2022, cuando llevaban en el 0% desde marzo de 2020, por la pandemia. Y los ha subido después, cuatro veces más (mayo, junio, julio y septiembre), hasta el 3%. El Banco Central Europeo (BCE) retrasó la subida de tipos, por temor a hundir una economía europea más débil que la norteamericana, pero la inició el 21 de julio (+0,50%), ampliándola el 8 de septiembre (+0,75%. Y se espera que este jueves vuelva a subir los tipos otro +0,75%, dejando el precio oficial del dinero en el 2%. Y anunciando que volverá a subirlo en noviembre y diciembre, con lo que puede cerrar el año con los tipos en el 3% (estaban en el 0% en junio y desde noviembre de 2011).
La presidenta del BCE sabe que la subida de tipos es una receta bastante ineficaz y dolorosa, según se desprende de sus palabras: “la política monetaria no puede reducir el precio del gas y no puede parar la guerra”. Lagarde sabe que no estamos ante una inflación de demanda (causada por un exceso de consumo e inversión) sino ante una inflación de oferta (subida de costes), donde encarecer el dinero no va a frenar los precios de la energía ni de los alimentos. Pero está obligada, por el papel del BCE, a “hacer lo que tengamos que hacer para frenar los precios”. Aunque eso provoque una recesión. Se trata de que la inflación baje, aunque sea “por las malas”, porque la economía esté tan hundida que ya no suben más los precios: inducir al coma al enfermo como tratamiento. La directora general del FMI ha alertado sobre lo que va a pasar: “las subidas de tipos acabarán influyendo en los precios cuando hayan ahogado definitivamente la demanda, con el riesgo de que eso signifique una recesión larga y profunda y un incremento del desempleo”.
El BCE admite que su política monetaria es “más un machete de pescadería que un bisturí”, ya que actúa sobre toda la economía y con retraso. Pero reconoce que “no tiene otra alternativa”, aunque subir tipos será “doloroso”. Primero, porque el BCE va “a remolque” de Estados Unidos: la Reserva Federal volverá a subir los tipos en noviembre y diciembre y cerrarán el año con el dinero al 4/4,40%. Y estos tipos más altos que en Europa arrastran a EEUU a los inversores, fortaleciendo el dólar y depreciando al euro. Y este menor valor del euro (ha caído un -13,8% este año frente al dólar, cotizando a 0,98 €/$) agrava la inflación, porque encarece (+13,8%) más de la mitad de las importaciones, que se pagan en dólares ahora mucho más caros. Segundo, porque los Gobiernos europeos se dedican a gastar más, en ayudas a empresas y familias contra la inflación, y eso “alimenta también la inflación”, al mantener o aumentar el gasto público y privado. Por eso, Lagarde se queja de que le toca hacer “el papel de mala” (subir los tipos) mientras los Gobiernos hacen “el papel de buenos”, echando dinero en la economía y alimentando la inflación. Claro que si no lo hicieran, la actual crisis de inflación se convertiría en una grave crisis social.
Así que el BCE, forzado por EEUU y por una inflación disparada, subirá los tipos por tercera vez esta semana (un 0,75%?) y volverá a hacerlo en los próximos meses, aún sabiendo que eso va a precipitar que Europa caiga en recesión, quizás en el 4º trimestre de 2022 y el 1º de 2023. Lo prefiere, aunque sea “doloroso”, porque cree que la inflación descontrolada es peor. Pero estas subidas de tipos van a agravar la crisis, tanto de los Gobiernos como de las empresas y familias. Ya lo están haciendo. La subida de tipos ha provocado que España esté pagando más por financiar su abultada deuda pública (1,475 billones): si en enero se colocaban los bonos a 10 años pagando un 0,60%, en junio se pagaba ya el 2,779% y el viernes 21 de octubre había que pagar el 3,652%...Las empresas españolas han visto encarecer sus créditos un +43% sólo hasta julio: han pasado de pagar un 1,61% a finales de 2021 al 2,3% en julio, según el Banco de España. Y las familias llevan meses pagando más por los créditos personales (+8,6%) y, sobre todo, por las hipotecas.
Centrémonos en las hipotecas: en España hay 5,5 millones de hipotecas “vivas”, de las que 4,1 millones (el 75%) son a tipo de interés variable y el 90% de ellas están referenciadas al Euribor (el tipo al que se prestan los bancos entre sí). Y este Euribor lleva meses subiendo, desde su mínimo en diciembre 2021 (era negativo: -0.502) hasta dispararse al +2,233% en septiembre 2022 (la mayor subida de la historia en un mes y en un año). Y en octubre, antes de que el BCE haga su tercera subida de tipos, ya está en el 2,60% mensual, lo que significa una subida real de las hipotecas del +3,1% en lo que va de año. Y los expertos apuestan porque el Euribor siga subiendo, hasta el +3,25% a finales de 2022, según FUNCAS.
Las familias con hipotecas ligadas al Euribor (3,6 millones) van a notar esta subida (el “dolor” que dice el BCE) en la próxima revisión, que suele ser anual (o semestral). Los que la revisen en octubre, con la subida del Euribor hasta septiembre, ya sufrirán un enorme susto: si tienen una hipoteca tipo (137.921 euros a 24 años, según los datos del INE), con un tipo del Euribor+1% (muy bueno), pagarán ahora 180 euros más al mes (+2.160 euros al año), un 35% más de recibo. Y si sigue la tendencia al alza, en los próximos meses será peor, por encima de 200 euros más al mes por hipoteca.
¿Qué pueden hacer los hipotecados? En teoría, tienen 3 opciones: cambiar la hipoteca, cancelar y contratar otra o amortizar lo que le falta de pagar (total o parcialmente). La opción que más se escoge actualmente es cambiar de hipoteca, optando por un tipo fijo en lugar de por un tipo variable ligado al Euribor. Pero no es fácil, porque los bancos han reaccionado y han subido los tipos fijos en estos meses (la mayoría de ofertas superan ya el 3%), ofertando hipotecas a tipo variable más atractivas (Euribor+0,80%), porque con ellas obtienen más margen del cliente y no se pillan los dedos con las hipotecas a tipo fijo. Hay que echar cuentas y pensar a medio plazo: el Euribor puede llegar al 4% en 2023, pero si la inflación baja en 2024 y 2025 al entorno del 2%, debería bajar a ese entorno también el Euribor a medio plazo y mantenerse hasta otra crisis. Así que a la hora de cambiar de tipo, pensemos en que una hipoteca es a 20/25 años y que es arriesgado “atarse” a un tipo alto.
Una vez decidido el cambio de hipoteca de variable a fijo, queda decidir si se hace con el propio banco (“novación”) o si se cambia la hipoteca a otro banco (“subrogación”), un proceso que suele tener más gastos y que a veces incluye “costes ocultos” (comisiones, nueva tasación, seguros, tarjetas…). El consejo suele ser renegociar primero con nuestro banco y luego preguntar al resto, con ofertas siempre escritas y comparables. Y si le queda menos de la mitad de hipoteca por pagar, lo aconsejable es no cambiar de banco (ni de hipoteca). La opción de cancelar y contratar otra suele ser la más cara, salvo que tengamos una pésima hipoteca. Y la tercera, amortizar la hipoteca (toda o en parte), puede ser una buena decisión si se cuenta con un dinero extra al que le sacamos poca rentabilidad. Pero siempre es mejor hacerlo en los primeros años de la hipoteca, cuando se pagan más intereses que capital. Luego, en la segunda mitad, se paga la mitad de intereses que de capital y compensa menos.
En general, es mejor no dejarse llevar por la corriente de cambiar de hipoteca, salvo casos muy claros. Lo evidente es que, por culpa de la subida de tipos, las familias hipotecadas tienen otro gasto extra en los próximos meses, además pagar más en la factura de la luz, el gas, los carburantes, los alimentos y casi todo. El problema que más preocupa es que esta subida de tipos tiene un efecto desigual, afecta más a las familias con menos recursos y sobre todo a las que se han endeudado más estos meses, por la inflación: este verano y ahora con ”la cuesta de otoño”, muchas familias han tirado de tarjeta y de préstamos personales para llegar a fin de mes, aumentando peligrosamente su endeudamiento. Y ahora, con la subida de tipos, tienen más difícil pagar, lo que preocupa a la autoridad bancaria europea, al Banco de España y a los bancos.
De hecho, el Banco de España ya ha “alertado” que el encarecimiento de las hipotecas hará que el 14% de las familias con hipoteca (unas 770.000 familias) se conviertan en “vulnerables”, al subirles ahora los intereses a pagar por encima del 40% de sus ingresos. El temor es que eso dispare la morosidad en los bancos y los desahucios. Para evitarlo, el Gobierno lleva semanas estudiando ayudas, a las que se ha “apuntado” la banca, por dos razones: para evitarse problemas (saben que muchas hipotecas que han concedido para mantener el negocio son “una bomba de relojería”) y para mejorar su imagen pública. Así, llevan días “vendiendo” que proponen al Gobierno una ampliación de hasta 5 años de las hipotecas (ojo: sólo de 1ª vivienda) de las familias más vulnerables, aquellas para las que la próxima revisión les suba la cuota más del 30%, siempre que la cuota les suponga más del 40% de sus ingresos y que ganen menos de 24.318 euros al año. Otra condición es que, con la ampliación de la hipoteca, el pago mensual no baje sobre lo que pagaban antes de la revisión por la subida del Euribor (o sea, que los bancos no cobrarán menos mensualidad ).
Con todas estas “condiciones”, serán pocos los hipotecados que se beneficien de esta moratoria, no más del 10% del total. Los bancos tienen prisa por anunciar la medida antes de que esta semana se publiquen sus resultados, los beneficios del tercer trimestre, que se espera sean "extraordinarios" gracias a la subida de tipos: la previsión es que los 6 grandes bancos aumenten sus beneficios un +25%, según este cuadro de posibles resultados por entidades de Bloomberg. Ya en el primer semestre de 2022, por efecto de la subida de tipos desde abril, la gran banca ganó un 36% más en su actividad en España, según Neovantas. Y además de ganar más de sus clientes cuando suben los tipos, los bancos también cobran más del BCE por el dinero que tienen allí depositado: si antes les cobraban por el dinero que “no movían”, en julio les pagaron un 0% y en septiembre un +0,75%. Y con la próxima subida de tipos, les pagarán más: se estima que, en el 4º trimestre, la banca europea ganará unos 8.000 millones extras por esos 4,3 billones que tienen “aparcados” en el BCE, según la previsión de Jefferies. Y tres bancos españoles, Unicaja, Bankinter y CaixaBank están entre los bancos europeos que más ingresos “extras” tendrán (ver cuadro).
Así que la subida de tipos es “dolorosa” para las cuentas públicas (más pago intereses), las empresas y las familias, pero va a recomponer los beneficios de la banca, este año y más el próximo. Por eso, el Gobierno Sánchez ha aprobado un nuevo impuesto temporal a la banca (sobre el margen de intereses y comisiones), con el que busca ingresar 3.000 millones entre 2023 y 2024, para afrontar el coste de las ayudas contra la inflación. Un impuesto duramente atacado por la banca española, que ha pedido ayuda al BCE, banca que todavía tiene “un colchón” de 65.471 millones para rebajar su pago de impuestos, un “cheque fiscal” con el que seguirán reduciendo el pago del impuesto de sociedades, a costa de los ajustes (de activos y créditos) que hicieron tras la crisis inmobiliaria…
En resumen, que este jueves nos cae encima otra subida de tipos, que no frenará los precios de la luz, gas, carburantes o alimentos, pero sí va a empeorar la situación económica de las familias, las empresas y el Estado. Y va a acelerar que Europa (y España) entre en recesión los próximos meses, forzando a la economía a “entrar en la UVI” como receta contra la inflación, en lugar de optar por otras vías, como bajar los precios de la energía (excepción ibérica, tope al gas) y moderar los márgenes y beneficios empresariales que se alimentan de las subidas. Será “una recesión anunciada”, fruto de una subida de tipos que se reconoce como “dolorosa”. Lo peor es que es una receta inútil, que sólo surte efecto con el enfermo en coma. Sería bueno que los Gobiernos europeos y el BCE se dejaran de “ortodoxias suicidas” y buscaran soluciones menos dolorosas. Las hay.
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