Los precios volvieron a subir en junio, un +10,2% anual, por culpa de carburantes, alimentos, hoteles y restaurantes. Esta inflación récord (desde 1985) recorta el gasto familiar y el crecimiento del país: +0,2% el primer trimestre y podría quedarse en +0,4% el segundo. Llueve sobre mojado, porque el consumo se recuperó en 2021, pero todavía es menor al de 2019. Y gastamos más del 50% en vivienda, energía, luz y alimentos, lo que más sube. Por eso, ha aumentado la pobreza, según el INE: un 27,8% de los españoles (13,2 millones) están en riesgo de pobreza, 846.000 más que en 2019. Y de ellos, 10,2 millones (el 21%) son pobres: ganan menos del 60% de la media. Son 576.000 más que antes de la pandemia. Y también hay más desigualdad. Urge un Plan de choque contra la pobreza, que suba el salario mínimo, corrija el ingreso mínimo vital y mejore los servicios sociales y el empleo a los más desfavorecidos. Se quedan atrás.
Enrique Ortega |
La inflación ha empeorado aún más, al subir del +8,7% que estaba en mayo al +10,2% que el INE estima para junio, el peor dato de precios en España desde hace 37 años (desde abril de 1985) y un salto tremendo en sólo un año (estaba en el +2,7 % anual en junio de 2021). Tres son los culpables de que la inflación anual supere el 10%, según el INE: los carburantes (en récords históricos esta semana: 2,12 euros la gasolina y 2,10 el gasóleo, según el Boletín Petrolero Europeo), los alimentos (14 artículos han subido más del 10%) y los hoteles y restaurantes, que aprovechan la coyuntura para desquitarse de la pandemia. Pero lo más preocupante es que sube casi todo: la inflación de fondo (sin energía ni alimentos) ha subido un +5,5% hasta junio (+0,6% sobre mayo), según el avance del INE, la inflación subyacente más elevada en España desde 1963. Esto significa que todo sube con la excusa de la guerra, no sólo la energía y los alimentos.
Esta inflación récord va a seguir alta durante este verano, porque aunque pueda bajar algo la luz (porque surta efecto al tope aprobado al gas), seguirán aún muy caros los carburantes y los alimentos, por la demanda extra en vacaciones (se esperan 29 millones de turistas entre julio y septiembre). Y encima, siempre suben en verano los precios de los hoteles y restaurantes, así como los apartamentos turísticos. Y si Putin corta radicalmente las exportaciones a Europa de petróleo y gas, la inflación subirá aún más.
Este panorama de alta inflación estructural está afectando al consumo de los españoles, que ya cayó un -2% en el primer trimestre, según el INE, lo que provocó que la economía española creciera sólo un +0,2% (frente al +2,4% en la segunda mitad de 2021). Y todo apunta a que ha seguido restando crecimiento en el 2º trimestre, donde la economía sólo habrá crecido un +0.4% (casi en exclusiva por el turismo y las exportaciones), según la estimación del Banco de España. Así que la inflación, si sigue “comiéndose” el consumo, seguirá frenando el crecimiento, con el riesgo de una nueva recesión en Europa a partir de septiembre, cuando ya no ayude el turismo y nos frene la subida de tipos que se hará en julio.
El problema de esta nueva caída del consumo en 2022 es que “llueve sobre mojado”, porque la pandemia ya provocó una anterior caída del consumo, que nos llevó a la recesión de 2020 (el PIB cayó un -10,8%). En 2020, el gasto de las familias cayó un -10,7% (-3.247 euros menos de gasto anual) y no se ha recuperado en 2021: el gasto familiar aumentó un +8,3% (+2.248 euros), pero aún así es todavía menor al de antes de la pandemia (29.244 euros de gasto familiar en 2021 frente a 30.243 euros en 2019), según acaba de publicar el INE. Y con la inflación récord actual, se teme que tampoco este año 2022 recuperemos el nivel de gasto (y crecimiento) de antes de la pandemia.
Lo que sí ha hecho la pandemia es cambiar nuestros hábitos de consumo, el reparto de gastos que hacemos, según la Encuesta de Presupuestos Familiares 2021 del INE. Así, gana peso el gasto en vivienda, agua, luz y combustibles: de suponer el 29,5% del gasto total en 2009 saltó al 31,2% en 2020 y el 33,8% en 2021. También gastamos más en alimentos: de ser el 14,3% del gasto total en 2009 y el 14,2% en 2020 se ha pasado al 16,4% del gasto familiar en 2021. Y también sube el peso del gasto sanitario (copago farmacéutico y seguros médicos): del 3,2% del gasto total en 2009 al 3,5% en 2020 y el 4,1% en 2021. Por el contrario, pierden peso el resto de gastos: bebidas alcohólicas y tabaco (del 2% en 2009 al 1,7% en 2020 y 2021), vestido y calzado (del 5,8% al 4,7% y al 4%), muebles y artículos del hogar (del 5% en 2009 al 4,4% en 2020 y 2021), el transporte (del 11,9% al 12,9% y al 11%), las comunicaciones (del 3,1% en 2009 y 2020 al 3,2% en 2021), el ocio y la cultura (del 6,8% del gasto familiar en 2009 al 4,4% en 2021), la enseñanza (del 1% en 2009 y el 1,6% en 2020 al 1,5% en 2021) y los hoteles y restaurantes (del 9,6% en 2009 al 7,8% en 2021).
El mayor problema es que las familias españolas han concentrado su gasto en lo que más está subiendo de precio. Así, en 2021, el 50,2% de todo el gasto familiar (14.680 de los 29.244 euros de gasto total) se dedicó a vivienda, luz, carburantes y alimentos. Pero lo peor es que estos gastos básicos tienen mucho más peso en las familias con menores ingresos, donde suponen dos tercios del gasto total, según alerta el INE. Así, el 20% de las familias con menos ingresos gastan el 64,3% de su presupuesto en vivienda, energía y alimentos (lo que más sube de precio), mientras que el 20% más rico sólo gasta en estos bienes y servicios básicos el 41,7% de su presupuesto. Y además, los más pobres gastan sólo el 2,8% en sanidad (frente al 4,8% los más ricos), el 3,9% en hoteles y restaurantes (frente al 9,8% que supone ese gasto para los más ricos) y un 2,6% en ocio y cultura (el 20% más rico dedica el doble de gasto al entretenimiento, un 5,5%).
Así que la inflación no afecta por igual a las familias, sino que los gastos básicos (los que más suben) pesan más en las cuentas de los hogares con menos ingresos. Y además, en los últimos años, son los que han sufrido más el desempleo y el recorte de ingresos, por unos empleos más precarios y peor pagados. Por todo ello, la pobreza ha crecido en España tras la pandemia: ya teníamos el mal dato de 2020 (aumentó, por primera vez desde 2014) y el INE publicó ayer el de 2021, la tasa más alta de pobreza desde 2016.
Al hablar de pobreza, hay dos estadísticas oficiales, a nivel europeo. Una es la tasa AROPE, que mide la pobreza de los europeos que tienen bajos ingresos, carencia material severa y bajo nivel de empleo. Según estos 3 indicadores, un 27,8% de los españoles (13.186.319 personas) estaban en situación de pobreza o exclusión social en 2021: son 407.225 más que en 2020 (27%) y 846.016 excluidos más que en 2019 (26,2%), antes de la pandemia. La mayoría son económicamente “pobres”, porque ingresan menos del 60% de la renta media española (en 2021, menos de 9.535 euros los solteros y 20.024 euros las familias con dos hijos). Con este baremo, el INE señala que un 21,7% de los españoles son pobres (eran 20,7% en 2019 y el 21% en 2020): 10.292.918 personas, 352.918 más que en 2020 y 575.918 pobres más que antes de la pandemia (2019).
Además de estos “pobres oficiales” (el 21,7% de la población), hay otro porcentaje de españoles (8,3% en 2021) que tienen carencias materiales, sean o no sean pobres: el 33,4% de los españoles no puede atender gastos imprevistos, el 32,7% no tiene posibilidad de ir de vacaciones, el 14,4% retrasa pagos y el 8,8% de las personas tienen “mucha dificultad” para llegar a fin de mes. Además, el tercer componente de la exclusión social es el bajo nivel de empleo (poco o de baja calidad), que afecta al 11,6% de los españoles.
Si nos centramos en esos 13,18 millones de españoles en situación de pobreza o exclusión social (tasa AROPE de pobreza), el porcentaje (27,8% de media) es mayor entre los más jóvenes (28,7% entre los menores de 16 años), los menos formados (38,4% de pobreza entre los que sólo tienen primaria y 34,4% entre los que sólo tienen la ESO), los adultos solos con niños (54,3% de pobres) y los hogares con niños (37,3% excluidos), los parados (el 58,6% en situación de pobreza y exclusión social) y los inmigrantes (65,2% inmigrantes no europeos son pobres y el 40,3% de los inmigrantes UE), según el INE. Y por autonomías, hay 8 regiones con más pobreza que la media (27,8%): Ceuta (43% de su población en pobreza o exclusión social) , Andalucía y Extremadura (38,7%), Canarias (37,8%), Melilla (35%), Murcia (33,8%), Castilla la Mancha (32,5%) y la Comunidad Valenciana (30,6% de pobreza). Y entre las 11 autonomías con menos pobreza que la media, destacan Navarra (9,8%), País Vasco (12,2%), Madrid (15,2%) y Cataluña (14,8%).
La pandemia no sólo ha aumentado la pobreza en España, entre 2019 y 2021, sino que también ha aumentado la desigualdad, según el INE. Y aportan 2 datos. Uno, la relación entre los ingresos del 20% que más gana y el 20% de españoles que menos ganan: ingresaron 6,2 veces más en 2021 (frente a 5,8 veces más en 2020 y 5,9 veces más en 2019). El otro, el índice de Gini, más alto cuanto más desigualdad: subió del 32,1 en 2020 a 33 en 2021, después de haber bajado cada año la desigualdad desde 2014 (índice 34,7).
Estos datos del INE nos acaban de confirmar lo que ya temíamos: que la pandemia ha agravado la pobreza y la desigualdad en España. Y todo apunta a que ahora, la elevada inflación agravará aún más la pobreza y la desigualdad, porque las subidas se concentran en productos y servicios básicos que suponen un mayor porcentaje de gasto en las rentas bajas (64,3%) que en las altas (41,7%). Así que además de las medidas de choque aprobadas, que benefician más a las familias más vulnerables pero también al resto (bajada de impuestos a la luz y bonificación generalizada a los carburantes), urge poner en marcha un Plan de choque contra la pobreza y la desigualdad.
¿Medidas? Para saber las que hacen falta, lo mejor es acercarnos al perfil de los españoles en situación de pobreza y exclusión social, según el informe Foessa publicado por Cáritas: más mujeres que hombres y menores de 18 años, con pocos estudios, extranjeros (sobre todo extracomunitarios), de etnia gitana y que viven en ciudades de más de 50.000 habitantes. Pero ojo, un 17,9% de trabajadores son "pobres" , según el INE, aunque tengan un trabajo: 3,6 millones de "empleados pobres", 558.000 más que antes de la pandemia (2019). Como corolario, el informe Foessa señala los 8 factores de riesgo que llevan a la pobreza: estar en paro, ser menor de 30 años, tener un bajo nivel de estudios, la etnia, la nacionalidad, el número de personas en el hogar (tener varios hijos o madres solas triplica el riesgo), el residir en barrios degradados y tener discapacitados en casa.
Este resumen de causas de la pobreza puede servir para poner en marcha un Catálogo de medidas contra la pobreza que habría que tomar: mejorar la formación y el empleo de los colectivos más desfavorecidos, atender especialmente a menores y jóvenes pobres, integrar a inmigrantes y gitanos, cuidar mejor a familias numerosas, madres solas y hogares con discapacitados. Además, el informe FOESSA propone un abanico de medidas contra la pobreza y la exclusión social: mantener las ayudas por la pandemia y la inflación, mejorar el ingreso mínimo vital (que cobran 461.788 hogares, la mitad de los 800.000 prometidos), reducir la precariedad laboral (sobre todo en la limpieza, la hostelería y las labores agrícolas, origen de muchos “trabajadores pobres”), mejorar los bajos salarios, garantizar una atención sanitaria de calidad a todos, mejorar la atención a los dependientes, facilitar alquileres asequibles y mejorar la formación, reduciendo la brecha digital de las familias más desfavorecidas.
Además, en este contexto de alta inflación, urge tomar otras medidas complementarias para frenar la pobreza y la desigualdad. Una, facilitar alquileres asequibles, con más ayudas y promoción pública, porque el alquiler se lleva hasta el 40% de los ingresos de muchas familias y las conduce a la pobreza (o al desahucio). Dos, atajar la pobreza energética, ampliando el bono social eléctrico. Tres, fomentar la subida de los salarios más bajos, la antesala de la pobreza para muchos españoles con trabajo. Baste recordar que uno de cada cinco trabajadores gana el salario mínimo y dos de cada tres empleados ganan menos de 1.900 euros: con los precios disparados, muchos no pueden llegar a fin de mes. Y sobre todo, urgen Planes de empleo específicos, para mujeres, jóvenes y regiones más pobres, para atajar la primera causa de pobreza: no tener trabajo o tener un empleo precario y mal pagado.
En resumen, la inflación nos hace daño a todos pero a unos más que a otros. Hay millones de familias que ya lo estaban pasando mal, tras la pandemia, y cuya situación empeora con la subida desbocada de sus gastos básicos. No hacen falta sólo medidas de choque para la mayoría, sino priorizar las ayudas dirigidas a los más desfavorecidos, los que más las necesitan. Hay que ayudarles con Planes selectivos, para evitar que más españoles sigan marginados de la sociedad y de la democracia. No podemos dejarles atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario