Enrique Ortega |
En la última década, tras la anterior crisis de 2008, se ha trastocado la esencia del negocio bancario: coger dinero con una mano (lo más barato posible) y prestarlo con la otra (lo más caro posible). Por un lado, empresas y particulares han salido escaldados de endeudarse tanto y piden menos créditos, que ahora se miran con lupa para concederlos a cuentagotas, Y por otro, la bajada drástica de los tipos de interés hace que los márgenes de la banca se reduzcan, poniendo en peligro sus abultados beneficios (y el dividendo de sus accionistas). La solución que buscaron fue reducir costes de forma drástica, por dos vías: recorte brutal de plantillas (han perdido 113.000 empleados desde 2008, un 40% de su personal) y cierre de sucursales (han desaparecido 23.391 oficinas desde 2008, el 51,2%). Y en paralelo, han buscado ser más grandes, fusionándose con otros bancos o comprando entidades en crisis, para rebajar así sus costes y cobrar ayudas fiscales millonarias. Pero no ha sido suficiente. Y por eso, en los últimos años, nos fríen a comisiones a los clientes.
Actualmente, los ingresos por las comisiones que bancos y cajas nos cobran son claves para sus cuentas. Basta analizar los resultados de los 5 grandes bancos (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell y Bankinter) hasta septiembre de 2021: han ganado 15.582 millones de euros, superando los malos resultados de 2020 por la pandemia (-7.734 millones perdidos de enero a septiembre) e incluso ganan ya un +48,86% más que antes de la pandemia (10.467 millones de beneficios entre enero y septiembre de 2019). Y la partida que más les crece son los ingresos por comisiones: 15.444 millones que nos han cobrado de enero a septiembre de 2021, un +11,1% más que en los nueve primeros meses de 2020. Y por si creemos que se debe a la recuperación tras la pandemia, veamos la comparación con 2019: en los nueve primeros meses de 2019, los ingresos por comisiones de los 6 grandes bancos (entonces estaba Bankia, ahora en las tripas de CaixaBank) fue de 6.931 millones de euros, un -1% menos que en 2018. Así que este año han ingresado por comisiones cobradas a los clientes más del doble que en 2019 (+122,8%).
Pero como el crédito se recupera lentamente y los tipos apuntan a que seguirán bajos hasta 2023 (y ya no pueden cerrar más sucursales ni despedir a más empleados), los bancos ven que tienen que seguir ingresando más por comisiones para seguir aumentando beneficios. De ahí que en septiembre, las 10 mayores entidades financieras dieran otra vuelta de tuerca y anunciaran a sus clientes una nueva subida de comisiones. Una subida que afecta a casi todos los clientes y que es mayor en los no vinculados, los que no tienen la nómina o pensión domiciliada. Y en paralelo, a los que sí la tienen, les exigen ahora una mayor cuantía para subirles menos las comisiones: si antes se les exigía una nómina o pensión mínima de 600 euros, ahora ya son 800 euros. Y en algunos casos, como el Deutsche Bank, se exige ahora una nómina de 1.500 euros para subir menos las comisiones.
La mayoría de los bancos han subido en septiembre las tres vías que utilizan para cobrarnos comisiones: la comisión por mantenimiento de cuenta (el Santander ha subido esta comisión 94 euros anuales, Ibercaja 48 y Kutxabank 40 euros), la comisión por emisión de tarjeta (ha subido un 7,5%) y por mantenimiento de tarjeta (ha subido de 7 a 8,50 euros) y la comisión por descubierto (de 4 euros ha pasado a 18 euros), según el seguimiento hecho por la asociación ASUFIN.
Con esta subida, la comisión media por cuenta queda ahora en 140 euros anuales para los clientes vinculados (110 euros por mantenimiento de cuenta y 30 por la tarjeta de débito) y mucho más para el resto, sobre todo los que no tienen nómina o pensión ni recibos domiciliados. Pero esto es una media, según ASUFIN. Porque hay entidades que cobran mucho más, como Santander (el banco que cobra más comisiones: 276 euros de media, 1,5 veces más que hace un año) o Bankinter (180 euros de media). Y otros que cobran menos, como Abanca (78 euros de comisión media, la entidad más barata) o Unicaja (92 euros anuales, 60 por mantenimiento de cuenta y 32 por la tarjeta). Y además, se han disparado las comisiones que los bancos cobran por tener acciones o Fondos de inversión.
La subida constante de comisiones no tiene sólo un fin recaudatorio, de asegurar ingresos que la banca no consigue con su negocio tradicional. Es una forma también de “seleccionar clientes”, según denuncia ASUFIN: me interesan los que tienen más ingresos y “tienen todo conmigo” (desde la nómina a la hipoteca o los Fondos de inversión), porque son clientes “rentables”. Y el resto, los que tienen nóminas bajas y encima no se vinculan conmigo, les breo a comisiones y les cobro por todo, hasta 2 euros por retirar dinero de ventanilla, buscando que se harten y se vayan, porque “no quiero ese tipo de clientes”. Esta estrategia es más propia de los grandes bancos, con millones de clientes y muchas oficinas, que son los más duros con la subida de comisiones. Y “abren más la mano” los pequeños, los necesitados de clientes.
Esta estrategia está creando una brecha bancaria entre unos clientes, los rentables, y el resto, que no interesan tanto y sufren las consecuencias, porque no pueden “vivir sin los bancos” en una sociedad tan bancarizada como la española. Sólo les queda quejarse y poner reclamaciones (las motivadas por comisiones crecieron un 91% en 2020), que no van a ningún lado, porque las comisiones son legales y están comunicadas al Banco de España. Y la otra vía es cambiar de banco e intentar negociar con otro, si se tienen “contrapartidas” (nómina, pensión, hipoteca, acciones, Fondos…), algo que le falta a muchos clientes.
Los bancos y cajas nos cobran ahora más comisiones no sólo porque “lo necesitan más” sino “porque pueden hacerlo”, porque ahora que son menos tienen más poder sobre el mercado y sus clientes. Es una de las consecuencias negativas de las fusiones: hay menos bancos para operar y los que quedan son más fuertes. De hecho, los 5 grandes bancos españoles controlan ya dos tercios del mercado bancario (el 66,4% de los activos). Una concentración bancaria que supera la de Francia, Italia o Alemania. Veamos los datos. El indicador de concentración bancaria es el índice Herfindalh-Hirschman. España tiene un índice de 1.081 puntos, según el BCE, que indica una “concentración moderada”, todavía alejada de la “concentración alta” (índice superior a 1.800, que tienen Finlandia, Holanda, Lituania, Chipre o Grecia) y de la situación de "monopolio" (índice superior a 2.500, que sólo tiene Estonia), aunque es uno de los paises donde el índice se ha duplicado (era 497 en 2008). Pero tenemos una concentración bancaria (índice 1.081 puntos) que casi duplica la de Francia (688) o Italia (675) y triplica la de Alemania (325 puntos).
Pero la mayor fuerza de la banca no es sólo que haya menos entidades. Es que además, como han cerrado más de la mitad de sucursales, las oficinas bancarias que quedan abiertas tienen mucho más poder en media España. Y digo en media España porque el 54% de los municipios españoles no tienen ninguna sucursal bancaria (4.443 de 8.151 municipios, ver el mapa de oficinas cerradas por autonomías), según los datos del Banco de España y el INE. Eso supone 1,6 millones de españoles sin una oficina bancaria cerca. El resto, el 46% de localidades con banco, tienen en muchas ocasiones los servicios de un solo banco, con lo que tienen muy fácil subir comisiones y seleccionar clientes. El Banco de España acaba de publicar el dato y es impresionante: en 1 de cada 3 códigos postales donde hay banco sólo opera una única entidad bancaria. Hay un monopolio bancario de hecho.
Las provincias con más códigos postales en situación de monopolio bancario son Toledo (70 códigos postales), A Coruña (60), Badajoz (59), Pontevedra (54), Cáceres y Girona (53), Lleida (50), Orense (48), Ciudad Real y Cuenca (47), Barcelona (46), Asturias (45), Zaragoza (44), Valencia (43) y Zamora (40), según el Banco de España. Así que los españoles que tienen menos bancos donde elegir son los que viven en Extremadura, Galicia, Castilla la Mancha y Cataluña. Apenas aparece Castilla y León porque ahí el problema es otro: el 83,41% de sus municipios no tienen ninguna oficina bancaria.
Esta situación de monopolio beneficia sobre todo a CaixaBank, que opera en solitario (sin competencia) en 460 códigos postales (de los 1.619 existentes), seguida a mucha distancia de Abanca (monopolio en 187 códigos postales, sobre todo en Galicia), Unicaja (monopolio en 127 códigos postales, sobre todo en Andalucía), Ibercaja (monopolio en 127 códigos postales, sobre todo en Aragón) y varias Cajas (Kutxabank, Caja Mar, Caja Sur) y Cajas Rurales (Eurocaja Rural, Albacete, Ciudad Real, Jaén). Curiosamente, el Santander sólo está en monopolio en 23 códigos postales y el BBVA en 32.
Estos datos oficiales (Banco de España) reflejan el panorama bancario tan desolador que tenemos: más de media España sin una oficina bancaria y en la otra media, un tercio de lugares con sólo un banco o Caja que hace y deshace. Y todo ello con menos oficinas y menos empleados, con un peor servicio que ahora nos cobran mucho más caro. Unas comisiones bancarias que se han duplicado en los últimos dos años y que seguirán subiendo, cada trimestre o semestre, hasta que se recupere más el crédito y suban los tipos. Y como telón de fondo, unos bancos con más poder, que “seleccionan” a sus clientes.
Ante este panorama, poco se puede hacer, salvo intentar negociar con nuestra entidad o cambiar de banco (que hará lo mismo). Quizás apostar por la banca online (ING y Openbank), que suelen cobrar menos comisiones, o arriesgarnos con los “neobancos” (N26, Revolut, Bnext, Bitsa, Rebellion Pay, Bnc10, Monesa, Qonto, Nickel, Vivid Money…), que buscan entrar en España (sin comisiones) y que no sabemos lo que nos cobrarán en el futuro. Incluso las telecos nos ofrecen servicios bancarios: Movistar Pay, Orange Bank… Y tenemos un amplio abanico de plataformas de pago, desde PayPal a Amazon Pay o Google Pay.
El Parlamento Europeo nos abrió en 2016 otro camino, la “cuenta bancaria básica”, que Rajoy retrasó al máximo (fue aprobada a finales de 2017) y que la vicepresidenta Calviño no ha perfilado hasta marzo de 2019. Se trata de una cuenta bancaria que permite realizar los servicios básicos (domiciliar recibos, realizar transferencias y disponer de una cuenta de débito para sacar dinero en cajeros y pagar en comercios europeos), con el pago de una comisión de 3 euros mensuales (36 euros al año). Los bancos y cajas están obligados a hacernos esta cuenta básica, que tiene 2 limitaciones: no podemos abrirla si ya tenemos una cuenta en el banco (hay que abrirla en otro donde no seamos clientes) y tiene un límite de 120 operaciones al año (adeudos y transferencias).
La verdad es que esta cuenta no ha tenido mucho éxito, porque la mayoría de clientes no saben que existe y la banca no les informa. Y también porque exige cambiar de banco, con las complicaciones de cambiar nómina, pensión y domiciliaciones. Pero puede ser una alternativa para los clientes que usen poco su banco. Otra vía, que se abrió también en marzo de 2019, es la cuenta bancaria básica gratuita, para personas sin recursos (que ingresen menos de 13.557 euros los solteros, menos de 16.947 euros las familias de menos de 4 miembros y menos de 20.336 euros la familias de 4 y más miembros). Permitirá realizar los servicios bancarios básicos, como la otra cuenta básica, pero gratis.
Para la mayoría de españoles, sólo nos queda intentar descifrar las comisiones que nos cobran periódicamente los bancos y tratar de “negociar” que las suban menos, aunque tengamos que darles algo a cambio (como hacernos un seguro o comprar un Fondo). Estamos en manos de los bancos y cajas y cada vez más, porque hay menos oficinas cerca, con mucha más fuerza para imponernos sus condiciones: “son lentejas…”. Ni la Comisión Europea ni los Gobiernos ponen coto a esta prepotencia. Así que habrá que seguir pagando.
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