La generación nacida entre 1985 y 1995 tiene la maldición de ser la única en el último siglo que ha vivido 2 grandes crisis, la de 2008 y la pandemia. Y por eso viven peor que sus padres, pero sólo en la Europa del sur: en Alemania viven mejor, según un estudio reciente. Esta generación, entre 26 y 36 años, es “la pagana” de las dos crisis y eso ha afectado a su empleo, precariedad, bajos ingresos y problemas para emanciparse y crear una familia. Y ha cambiado la política en el sur de Europa, porque desconfían más de la democracia y son pasto de la apatía y el radicalismo de populistas y la extrema derecha. Urge tomar medidas, por ellos (quizás sea tarde) pero sobre todo para evitar que la siguiente generación, los nacidos entre 1995 y 2005, sean otra “generación perdida”. El Plan de Recuperación contempla inversiones europeas para crear empleo y oportunidades a los jóvenes. Hay que ofrecerles una salida ya.
Enrique Ortega |
Europa se
construyó, tras la II Guerra Mundial, gracias a un pacto político, económico y
social entre democristianos y socialdemócratas que buscaba conseguir un alto crecimiento y repartirlo
con potentes Estados del bienestar. Y funcionó: Europa tuvo tres décadas de fuerte
crecimiento (“los treinta
gloriosos”, entre 1945 y 1.973) y las
generaciones europeas de postguerra vivieron “mejor que sus padres”, una tras otra. Pero a mediados de los 70 empezaron las crisis, primero del petróleo,
luego de las divisas y la deuda, enfriando el crecimiento y, sobre todo, repartiéndolo peor, por el auge de los
neoliberales (Thatcher y Reagan), la reunificación alemana (que
pagó toda Europa) y el recorte generalizado del Estado del bienestar. Y en 2008 estalló la crisis financiera,
que en la Europa del sur se amplió con la crisis de la deuda,
hasta 2013. Y tras sólo 6 años de débil recuperación, saltó una segunda gran recesión, por la
pandemia, la mayor del último siglo. Con todo ello, el pacto político y social que alumbró la
mejor Europa se ha derrumbado.
Las dos crisis han afectado duramente a todos los europeos, pero los grandes “paganos” han sido los jóvenes, que han visto caer y precarizarse su empleo, aumentar su paro, rebajar sus ingresos y no poder acceder a una vivienda y a crear una familia, obligados a vivir con sus padres hasta pasados los 30 años. Y con ello, la generación nacida entre 1985 y 1995, los que tienen ahora entre 26 y 36 años, “viven peor que sus padres”, algo que no sucedía en Europa desde antes de la II Guerra Mundial. Pero no pasa en todos los paises. Viven” peor que sus padres” los jóvenes de la Europa del sur, porque en Alemania y la Europa del norte, esa misma generación vive mejor que sus padres, según el estudio “La generación de la doble crisis”, elaborado por Esade y la Friedrich Naumann Foundation. Y eso, porque la crisis de la deuda (2010-2013) y los recortes impuestos a Grecia, Portugal y España han dañado más a los jóvenes del sur de Europa.
En España, los datos oficiales revelan con claridad que los jóvenes han sido los principales “paganos” de las 2 últimas grandes crisis. Por un lado, perdiendo más empleo. Entre junio de 2008 y marzo de 2014, España perdió 3.696.300 empleos, una caída del -17,90%, según la EPA. Los jóvenes de 16 a 19 años perdieron 251.500 empleos (-77,7%), los de 20 a 24 años otros 894.500 (-58,48%) y los de 25 a 29 años perdieron 1.198.400 empleos (-43,18%). En total, los jóvenes de 16 a 29 años perdieron con la crisis de 2008-2013 un total de 2.344.400 empleos (-50,65%), casi dos tercios de todo el empleo perdido en España.
Y al llegar la
recuperación, en marzo de 2014, los jóvenes también se aprovecharon menos
del mayor crecimiento conseguido hasta finales de 2019.
Si España recuperó en estos casi 6 años un total de 3.016.300 empleos (+17,79%),
un 81,6% del empleo perdido, los jóvenes de 16 a 19 años recuperaron 74.400
empleos (el 29,58% de los perdidos), los de 20 a 24 años otros 272.000 empleos
(el 30,4% de los perdidos) y los de 25 a 29 años recuperaron 141.800 empleos
más (el 11,8% de los perdidos). Así que en conjunto, los jóvenes de 16 a 29 años sólo recuperaron el 20,84% de los empleos
perdidos.
Y en esto llegó la pandemia, con la mayor recesión del último siglo. Y otra vez se ha cebado sobre los jóvenes, sobre una generación que todavía no se había recuperado de la anterior gran crisis. Así, entre diciembre de 2019 y marzo de 2021, España ha perdido 760.000 empleos (casi la quinta parte que en la crisis anterior, por los ERTEs y las ayudas públicas), un -3,8% del empleo que había al final de la recuperación, según la EPA. Pero los jóvenes de 16 a 19 años han perdido 65.800 empleos (-44,91%, casi 12 veces más), los de 20 a 24 años han perdido otros 145.500 empleos (-16,06%, cuatro veces más que la media) y los de 25 a 29 años perdieron otros 131.900 empleos (-7,6%, el doble que el país). En conjunto, los jóvenes españoles de 16 a 29 años han perdido con la pandemia 343.200 empleos, casi la mitad (el 45,15%) de todos los empleos perdidos en los últimos 15 meses en España.
Esta mayor pérdida de empleo con las dos crisis se ha traducido también en un mayor paro, porque si antes les resultaba difícil encontrar trabajo, ahora, con la pandemia les cuesta mucho más. Veamos el salto del paro juvenil tras las dos crisis. Si el paro en España saltó del 9,3% en febrero de 2008 al 26,2% en julio de 2013 (+16,9%), el paro juvenil (menores de 25 años) subió del 23% en 2008 al 56,2% en 2013 (+33,2%, el doble de aumento que el paro total). Y aunque bajó el paro juvenil con la recuperación, todavía estaba en el 32% a finales de 2019. Ahora, con la pandemia, volvió a subir hasta el 37,7% en marzo de 2021, la tasa de paro juvenil más elevada de toda Europa, más del doble que la media de la UE-27 (17,1% de paro juvenil) y 6 veces el paro que tienen los jóvenes en Alemania (6%), según Eurostat.
Está claro que las dos crisis se han cebado más en los jóvenes en España y también en la Europa del sur (Grecia, Portugal e Italia), que ya sufrió mucho más la crisis financiera y de deuda de 2008 y que también está sufriendo más la recesión de la pandemia, por el gran peso del turismo y los servicios, donde los jóvenes tienen un mayor peso que los adultos. Esto, más los recortes de la última década y el menor gasto en políticas sociales y formación, explican que la generación de las 2 crisis, los nacidos entre 1985 y 1995, vivan ahora “peor que sus padres”, según el estudio de Esade y la Fundación Naumann. Estiman que esta generación ha perdido entre 1.000 y 2.000 euros de ingresos al año y que al llegar a los 33 años, han conseguido unos 13.000 euros menos de patrimonio que sus padres. Y esto les provoca no poder comprar una vivienda, emanciparse ni formar una familia.
Pero, ojo, el estudio revela que esto ha sucedido con los jóvenes del sur de Europa, en concreto los jóvenes de España, Italia y Portugal, donde la generación post crisis (nacidos entre 1985 y 1995) “vive peor que sus padres”. Pero en Alemania (y la Europa del norte) no ha pasado esto: la generación post crisis alemana (los jóvenes de 26 a 36 años) “vive mejor que sus padres” (igual que sus padres vivían mejor que sus abuelos): han conseguido acumular un patrimonio 40.000 euros mayor que sus progenitores. Y eso, porque sufrieron menos la crisis financiera y de deuda de 2008-2013, no les alcanzaron los ajustes y tienen una economía robusta y más saneada que ha aguantado mejor la pandemia.
El estudio revela con múltiples datos que la generación post-crisis (nacidos 1985-1995) de la Europa del sur tiene unas menores tasas de empleo y menores ingresos que la generación anterior pre-crisis (nacidos entre 1975 y 1984), que tienen menos patrimonio acumulado, menos viviendas en propiedad y más dependencia del alquiler, tardan más en emanciparse y formar una familia, lo que provoca una fuerte caída de la natalidad. Y este retraso en el nivel de empleo e ingresos no lo recuperan, frente a la generación pre-crisis, hasta los 33 años, lo que les retrasa construir su proyecto vital. Y más entre los jóvenes con menos formación.
Esta lamentable situación de la generación post-crisis en el sur de Europa explica muchas cosas, según detalla el estudio. La primera que estos jóvenes, pasados por “la trituradora” de dos graves crisis, tienen una percepción muy pesimista de las oportunidades que les ofrece la sociedad, al contrario que sus padres y abuelos, que confiaban en vivir cada vez mejor. La percepción sobre las oportunidades de trabajo que tienen por delante es de 5 sobre 10 en España y Portugal y de 4,1 en Italia, frente a 7 puntos en Alemania. Y eso nos lleva al siguiente punto que refleja el estudio, asentado en encuestas a jóvenes europeos post-crisis: creen que tienen una falta de oportunidades, están insatisfechos con la democracia (en España le dan una nota de 4,75 sobre 10, frente al 4,1 que puntúan italianos y portugueses) y defienden una mayor redistribución, para no ser “los paganos de todas las crisis”.
Esta ruptura del gran pacto político económico y social europeo de postguerra (“vivir mejor que nuestros padres”) ha provocado también una ruptura del mapa político europeo, del bipartidismo tradicional (democristianos y socialdemócratas, “aderezados” con liberales), alejando a los jóvenes post-crisis de la política y acercándoles a nuevas opciones políticas, ligadas al populismo y la extrema derecha, según revela el estudio. Sólo Portugal se salva de la ruptura del viejo sistema institucional, mientras Italia sufrió una primera ruptura en los años 90 (con Berlusconi y Matteo Renzi) que se ha agravado en la pasada década (con la irrupción de la Liga norte, de extrema derecha, y el Movimiento populista 5 estrellas). Y donde se ha puesto más en cuestión tras las dos crisis el viejo consenso institucional, según el estudio, ha sido en Grecia (irrupción de la izquierdista Syriza y la ultraderecha de Amanecer Dorado) y en España, con la irrupción de Podemos (2011) y Vox (2013). Partidos radicales a los que votan más los jóvenes de la generación post-crisis que la generación pre-crisis, según el estudio.
Hasta aquí, el tremendo panorama de una generación (1985-1995) que ha sufrido dos graves crisis, que trata de sobrevivir en la treintena. Pero ahora, tenemos delante otro problema: la falta de oportunidades de la generación siguiente, los nacidos entre 1995 y 2005. Y sus perspectivas son aún peores, según revela un reciente informe del Banco de España. Tienen un serio problema educativo (con un 29% de alumnos repetidores, una tasa de abandono escolar del 16% y un sistema educativo que no les forma para trabajar) y un grave problema de inserción en el mercado laboral (les resulta muy difícil trabajar en lo suyo) y de precariedad en el empleo (54% con contrato temporal). La consecuencia es que hay un 36% de jóvenes sin ingresos (frente al 19,5% en toda la población) y los sueldos de los que trabajan apenas llegan a los 1.000 euros, con lo que se repite el drama de la generación anterior: no pueden acceder a una vivienda, viven con sus padres (a los 26 años, el 87%) y no pueden pensar en formar una familia ni tener hijos (la natalidad cayó un 20% en enero de 2021).
Y además de cargar con este negro presente, el informe del Banco de España les augura un futuro muy gris, porque esta última generación de jóvenes va a tener que afrontar el pago de la deuda pública que les dejamos en herencia tras dos crisis, 1,5 billones de euros (120% del PIB), cuyos intereses y principal tendrán que pagar en los próximos 30 años, con sus impuestos. Y otra hipoteca más: tendrán que pagar las pensiones a los 15 millones de jubilados que tendrá España en 2050, sin saber qué pasará con las suyas. Y además, los salarios de la “generación millenials” (16-36 años) se verán lastrados a la baja durante los próximos 15 años, aunque la economía se recupere, según otro informe de Fedea.
Por eso, el Banco de España y muchos expertos coinciden en que hace falta un pacto generacional, para repartir mejor los costes de estas dos crisis y para dar más oportunidades a los jóvenes en la esperada recuperación, ya que en la anterior se beneficiaron más los más adultos y mayores. El informe de ESADE y la Fundación Naumann propone cuatro vías de actuación. Una, reorientar el Estado del Bienestar y las ayudas sociales, para mejorar la formación, la empleabilidad, la vivienda y la emancipación de los jóvenes. Dos, una política laboral que no les precarice. Tres, garantizarles la posibilidad de formar una familia, facilitando el trabajo de las mujeres jóvenes. Y cuatro, garantizar un sistema de protección social sostenible, que garantice las pensiones sin desatender a los jóvenes.
La pandemia podría ser una oportunidad para volver al pacto político, económico y social de la postguerra en Europa, para garantizar que las futuras generaciones “viven mejor que sus padres”. Una vía es destinar gran parte de los Fondos europeos a garantizar la formación, el empleo y las condiciones de vida de los jóvenes, sobre todo en la Europa del sur. De momento, el Plan de recuperación propuesto por España incluye gastar 765 millones en tres años (2021-2023) en un programa de empleo joven, un programa de primer trabajo en la Administración pública y un programa para el empleo de jóvenes investigadores. Y además, seguir con la Garantía Juvenil en 2021-2027 (ofrecer formación o empleo) y darles prioridad en las reformas de las políticas de empleo y en la modernización y digitalización de la economía.
Es un comienzo para intentar revertir una situación que viene de lejos y que debería darnos vergüenza como sociedad. Se ha medio perdido una generación (1985-1995) y no podemos permitir una nueva “generación perdida” (1995-2005). Tenemos que poner a estos jóvenes en el centro de nuestras prioridades económicas y sociales, en el centro de todas las políticas públicas. Sólo así podrán integrarse en la democracia y ayudarnos a construir un país con futuro. Hay que volcarse con nuestros hijos y nietos.
Una vez más darte las gracias por todo lo que has trabajado para darnos tan amplia información
ResponderEliminarMil gracias