El 1 de enero bajaron 1.292 medicamentos que se venden en farmacias y utilizan los hospitales, una bajada que se repite cada año (2 veces en 2019) para reducir la factura farmacéutica. Sin mucho éxito, porque el gasto sube desde 2014, al haber más personas mayores, más enfermos crónicos y nuevos fármacos más costosos. Y ojo a los riesgos de estas bajadas, que sólo notaremos en unos céntimos. Porque el ahorro que suponen (170 millones) hundirá más las cuentas de muchas farmacias y fomenta unos bajos precios de muchos medicamentos que provocan desabastecimientos: muchos se exportan a paises donde les pagan hasta un 30% más y otros se dejan de fabricar porque a los laboratorios ya no les compensa. Con la mitad de las medicinas costando menos de 3,5 euros (y que pagamos entre 35 céntimos y 1,70 euros), hay que tener cuidado con estas rebajas de precios anuales: racanear puede traernos problemas, con las farmacias y la investigación de nuevos fármacos. Al final, lo barato es caro.
El gasto farmacéutico es una obsesión de todos los Gobiernos y sobre todo de las autonomías, que son las que tienen que pagar la mayor parte de la factura (la otra parte la pagamos casi todos con los copagos). Por eso, en las últimas dos décadas se aplica el sistema de precios de referencia, creado en 1997 para pagar menos a los laboratorios por los medicamentos: la sanidad pública (el SNS) sólo financia un precio máximo por cada medicamento recetado y si el fármaco tiene un precio superior, el farmacéutico está obligado a suministrar al paciente un medicamento más barato, preferentemente genérico (con la patente caducada). Es una forma de presionar a la baja los precios de los medicamentos de marca y forzar a la venta de genéricos (más baratos), que sólo suponen en España el 40% de los medicamentos vendidos y el 21% de las ventas.
En los primeros años, apenas se utilizó esta rebaja de los precios de referencia. Y en 2009 se batió el récord de gasto farmacéutico, con casi 1.000 millones de recetas y 12.506 millones de euros de gasto sólo en farmacias, más otros 4.000 millones en hospitales. A partir de 2010 se empezaron a bajar año tras año los precios de referencia, lo que rebajó la factura, pero poco: 11.135 millones de gasto en farmacia en 2011. Al llegar Rajoy a la Moncloa, estableció en 2012 un copago farmacéutico (por el que los pacientes pagan del 10 al 50% de la receta) y el gasto se redujo drásticamente en 2012 (9.770 millones) y 2.013 (9.183 millones). Pero luego, el gasto volvió a aumentar en 2014 (9.360 millones) y así año tras año, hasta 2019: 10.793,9 millones de gasto en farmacias y 7.373 en hospitales (donde más crece). Y este año 2020, con la pandemia, el gasto farmacéutico será mayor: se llevan gastados 10.121,5 millones (hasta noviembre) en las farmacias y 5.487,4 en los hospitales (hasta septiembre).
El gasto farmacéutico crece, en España y en todo el mundo, por tres razones básicas: aumenta el número de personas mayores (en España, de 7,9 millones mayores de 65 años en 2010 a 9,28 en 2020), crecen los pacientes con enfermedades crónicas (el 9% de españoles toma 5 fármacos diarios o más) y los nuevos medicamentos, en especial los tratamientos hospitalarios, son más caros. Además, la falta de medios en la atención primaria fomenta que los médicos (sin tiempo) receten más, además de existir un abuso en la utilización de antibióticos.
El caso es que los Gobiernos tratan de frenar esta factura farmacéutica por 2 vías. Una, poco conocida, es la revisión constante a la baja por Sanidad de los precios de los medicamentos, que se retroalimenta por una guerra de precios entre laboratorios, para poder colocar sus medicamentos de marca frente a los genéricos. La otra vía es la Orden que fija cada año los precios de referencia, el precio máximo que paga el SNS por un medicamento con receta. En 2019, el Gobierno bajó estos precios 2 veces, el 1 de enero (una rebaja de 256 millones) y el 1 de noviembre (otra rebaja de 118 millones). Ahora, en noviembre de 2020 se publicó la Orden que modifica, desde el 1 de enero, los precios de venta de 16.872 presentaciones de medicamentos (13.824 se dispensan en farmacias y 3.048 en hospitales), para ahorrar otros 170 millones este año en el gasto farmacéutico.
La mayor parte del ahorro lo van a tener los hospitales (126,20 millones) y las autonomías (ahorraran 43,92 millones en el pago de recetas), siendo sólo de 5,06 millones el ahorro de los ciudadanos al comprar medicinas en la farmacia. Y ojo, la mayoría no bajan de precio: de las 13.824 presentaciones revisadas que se dispensan en las farmacias, sólo el 9,3% (1.292 medicamentos) bajaron de precio el 1 de enero, según un estudio del Colegio de Farmacéuticos de Madrid. Y de ellas, la mayoría sólo bajan unos céntimos: un 5,8% bajan menos del 1%, un 2,2% entre el 1 y el 10%, otro 1,2% bajan entre el 10 y el 50% y sólo un 0,2% de las que bajan (1.292 presentaciones) reducen su precio más del 50%.
Los medicamentos que más han bajado (repito: céntimos para el paciente, al pagar su copago) son algunos anti cancerígenos (Fulvestrán, de 297,55 a 231,20), fármacos para la colitis ulcerosa ( Salofak 1gr., de 85,28 a 79,85), heparinas (Clexane 40, de 50,74 euros a 44,43), algunos anticonceptivos (Loette, de 8,52 a 8,10), fármacos para el TDH (Concerta 36 mgr., de 36,75 a 30,24 euros), medicamentos con fentanilo, fármacos para la dermatitis (Sebiprox, de 13,19 a 12,60 euros), algunos antibióticos en jarabe (Benoral, de 5,76 a 2,50 euros) y aerosoles para el asma (Atrovent, de 4,70 a 4,56 euros), según este listado oficial con los nuevos precios desde enero.
Esta nueva rebaja de precios de muchos medicamentos parece una buena noticia, pero tiene varios riesgos. El primero es que afecta mucho a las cuentas de las 22.000 farmacias españolas, que llevan años en declive, porque dispensan más recetas (trabajan más) pero con menos ingresos, debido a las rebajas mensuales de precios en los medicamentos y a las rebajas anuales en los precios de referencia. De hecho, ya en 2019, las farmacias españolas facturaban un 29,38% menos que en 2009, según la patronal FEFE. Y ahora, con esta nueva bajada de enero, perderán 34 millones de facturación este año, más otros 46 millones menos de ingresos por los cambios de precios que se hacen cada mes, según estima la consultora IQVIA. Eso afecta especialmente a las farmacias pequeñas : 3.000 venden menos de 300.000 euros anuales y, en Madrid, el 22% de las farmacias facturan menos de 20.000 euros al mes. Y especialmente a las 903 farmacias rurales con “viabilidad económica comprometida”.
Otro riesgo de esta nueva bajada (y de la guerra de precios a la baja entre genéricos y medicamentos de marca) es que los precios de muchos fármacos son ahora tan bajos que no compensa venderlos en España (interesa “desviarlos” a otros paises donde tienen precios más altos) o que no les compensa ya fabricarlos a los laboratorios. Ambos motivos provocan lo mismo: el desabastecimiento de algunos medicamentos, un problema muy serio en toda Europa y en España: a fin de año había 381 medicamentos con problemas de suministro (ver la web de la Agencia del Medicamento), tras haberse resuelto 850 problemas de suministro en los últimos 6 meses. El problema es serio porque los casos de desabastecimiento de fármacos se han más que duplicado: han pasado de 700 casos en 2015 a 1.650 en 2019, según este informe de la OCU y Salud por Derecho. Los desabastecimientos se concentran en fármacos contra el cáncer, para enfermedades cardiovasculares, dolencias digestivas y enfermedades metabólicas, según los datos de la Agencia del Medicamento (AEMPS). Y los laboratorios con más casos en 2019 fueron Pfizer, Mylan y Sanofi (líder en 2018).
Una parte de los desabastecimientos son por causas productivas, por problemas en la cadena de fabricación y en la llegada de materias primas, que vienen de Asia o Europa del Este (con más problemas al inicio de la pandemia) o en la distribución entre paises. Pero otros se deben, según los expertos, a los bajos precios que tienen los medicamentos en España, que fomentan su exportación a otros paises donde los laboratorios los venden más caros. España es el 5º país con los medicamentos más baratos de Europa (tras Eslovaquia, Portugal, Estonia y Letonia): se pagan un 15% por debajo de la media de la eurozona, según los datos de la consultora IMS Health. Y un medicamento cuesta de media en España un 33% menos que en Alemania, Luxemburgo, Finlandia, Bélgica o Irlanda y un 16% menos que en Francia o Italia. Esto fomenta la exportación de medicamentos fuera de España, que se ha multiplicado por 21 entre 1955 (562 millones exportados) y 2019 (11.897 millones), según Comercio.
Otra causa de los desabastecimientos es que si un fármaco baja “demasiado”, al laboratorio ya no le compensa fabricarlo, al menos en España. Ese fue el caso de Neobrufen, que ya no se comercializa. El informe de la OCU y Salud por Derecho recuerda el caso de Laboratorios Aspen, único comercializador de cinco medicamentos para el cáncer: en 2013, aumentó su precio un 4.000 por 100 en España y Sanidad se negó a aceptar este aumento, lo que tuvo como respuesta el fin de la comercialización de esos fármacos y el consiguiente desabastecimiento. Ahora, con esta bajada de enero, la patronal de farmacias FEFE alerta que incluir en la Orden la bajada de un 41,3% a medicamentos derivados de la penicilina (considerados esenciales por la OMS) “puede acarrear consecuencias como el desabastecimiento, por falta de rentabilidad de estos fármacos”. De hecho, la propia Orden de Sanidad establece tres “cautelas” para evitar desabastecimientos con las bajadas: un precio mínimo de 1,60 euros, un precio de referencia ponderado para medicamentos de enfermedades graves o con precios revisados en los 2 últimos años y la no revisión de 91 medicamentos considerados “esenciales” por la OMS.
Con todo, existe el riesgo de que otra bajada de precios más ponga en peligro algunas farmacias (un eslabón clave de la atención sanitaria) y la fabricación y abastecimiento de algunos medicamentos. Sobre todo cuando las bajadas anteriores y la guerra de precios han llevado a que el 50% de los medicamentos con receta cuestan ya menos de 3,5 euros, según Farmaindustria (y nosotros pagamos por ellos entre 35 céntimos y 1,70 euros, lo que cuesta un café). Y ahora, con la rebaja actual, la industria farmacéutica pierde otros 170 millones de ingresos, más otro tanto o más por las rebajas mensuales de precios. Y aunque es la industria española que más gasta en investigación (1.211 millones en I+D+i en 2019), no parece lógico recortarles cada año sus ingresos si queremos que saquen nuevos fármacos. Porque cuanto más les recortemos, más riesgo hay de que no innoven. De hecho, sólo 2 de cada 10 medicamentos autorizados en España son innovadores. Y llevamos 18 años sin nuevos fármacos contra el Alzheimer, 20 años sin nuevos antibióticos y 30 años sin ansiolíticos innovadores, según han denunciado los farmacéuticos de Orense.
Quizás los laboratorios ganen mucho, pero son un eslabón clave para la salud, como se ha visto con esta pandemia, al igual que las farmacias. Por eso, hay que tener mucho cuidado con racanearles en los precios, porque lo podemos sufrir en cierres de farmacias, desabastecimiento de medicamentos y menos inversión en nuevos fármacos. Hay que buscar otras vías de ahorro del gasto farmacéutico. Primero, hay que bajar las recetas y el consumo de medicamentos, a todas luces excesivo, evitando el despilfarro (a pesar de los copagos), que se visualiza en viviendas repletas de medicamentos. Y hay que evitar la automedicación o la medicación innecesaria, “forzada” a nuestros médicos (ansiolíticos y antibióticos). Incluso Sanidad considera “inadecuadas entre el 40 y el 50% de las prescripciones de antibióticos, tanto en atención primaria como en hospitales.
Habría que aprobar un Plan de choque para rebajar la factura farmacéutica por la vía de que los médicos receten menos y que todos nos automediquemos menos y no despilfarremos los medicamentos, porque “nos cuestan menos que un café”. Ahorrar en gasto farmacéutico innecesario para poder gastarnos más en los nuevos tratamientos y fármacos innovadores, que forzosamente serán más caros. Y pagar un precio justo a los laboratorios (no cediendo a sus chantajes de precios), sosteniendo de paso a las farmacias, que son nuestro asesor sanitario más cercano. Por todo ello, cuando vaya a comprar una medicina, piense lo que hay detrás, lo que nos jugamos en que les salgan las cuentas. Al final, lo barato es caro.
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