Este 13 de octubre entra en vigor la nueva normativa del teletrabajo, que han utilizado 3 millones de trabajadores durante el estado de alarma, cuatro veces más que en 2019, antes de la pandemia. España se adelanta así a nuevas leyes sobre el teletrabajo que preparan Alemania y Portugal, pero el Decreto, pactado con sindicatos y patronal, tiene dos “trucos”: no afecta a los que teletrabajan por el coronavirus (aunque la empresa les tendrá que dar medios y compensarles gastos) y las empresas que tenían planes para trabajar a distancia tendrán entre 1 y 3 años para modificarlos. Pero la nueva normativa es un buen principio, que debería promover el teletrabajo con o sin pandemia, porque es menor que en el resto de Europa. Y podría ayudarnos a mejorar la productividad, conciliar y reducir atascos y contaminación, aunque sólo un tercio de trabajadores puede teletrabajar. La clave está en formar a los trabajadores y ayudar a las pymes, poco digitalizadas. Trabajemos a golpe de clic.
El coronavirus ha dado un tremendo empujón al teletrabajo en España. Entre abril y junio, en pleno estado de alarma, 3.015.200 trabajadores (1 de cada 6 ocupados) optaron por el trabajo a distancia desde sus casas, según la EPA del 2º trimestre de 2020 (INE). Son un 16,2% de los trabajadores, menos de lo que estimaban algunos estudios, como el del IVIE y la Comunidad Valenciana, cuya encuesta reveló que un 34% los españoles teletrabajaron en abril. Pero el salto del teletrabajo es tremendo, porque en 2019 teletrabajaban la cuarta parte de españoles: un 4,8% de los ocupados trabajaban normalmente desde casa (o más de la mitad de los días), según el INE, quien suma otro 3,5% de ocupados que teletrabajaba “ocasionalmente”. Un porcentaje que se había casi duplicado desde 2007 (2,7% ocupados teletrabajaban normalmente) y que era mayor entre los hombres de edad madura y entre las parejas con hijos de Asturias, Baleares y Galicia, según los datos de Estadística.
A falta de datos europeos del teletrabajo durante la pandemia, lo normal es que España haya seguido por detrás de la media europea, como ya sucedía en 2019: nuestro 4,8% de ocupados teletrabajando era inferior al 5,4% de media en la UE-28, al 5,2% de teletrabajo en Alemania y al 7% de Francia, pero sobre todo estaba muy por debajo del trabajo a distancia en los paises nórdicos, desde el 14,1% de ocupados que teletrabajan en Finlandia y Holanda, el 9,9% en Austria y el 7,8% en Dinamarca, según los últimos datos de Eurostat (2019).
¿Por qué estábamos más retrasados en teletrabajo? Básicamente, por nuestro modelo productivo (tenemos una economía muy basada en los servicios (turismo, hostelería y comercio) y porque tenemos un exceso de pymes, poco proclives a la digitalización y el teletrabajo, además de una menor formación digital de los trabajadores: 12 millones de españoles (un 33,5%) no son capaces de manejarse en entornos digitales y otros 7,6 millones (un 21% más) solo acredita habilidades digitales básicas, según este estudio de UGT.
Ahora, el coronavirus y el confinamiento han servido para relanzar el teletrabajo y los expertos creen que mucho de lo avanzado se va a mantener tras la pandemia. Para impulsarlo, el Gobierno ha negociado desde junio con sindicatos y patronal, para aprobar un Decreto-Ley sobre el teletrabajo, que hasta ahora estaba regulado por un sólo artículo, el 13 (sólo unas líneas), del Estatuto de los Trabajadores, que es de 1980 (aunque se ha retocado por reformas laborales en 1.995, 2000, 2012 y 2015). En Europa, unos paises tienen una regulación legal específica (Francia, Portugal, Italia, Reino Unido y Paises Bajos) y otros lo dejan para que se regule en los convenios de sector o de empresa (Alemania, Suecia o Finlandia), aunque Portugal y Alemania preparan este otoño una Ley específica para el teletrabajo. Todos se rigen por el Acuerdo Marco Europeo del Teletrabajo de 2002 (actualizado en 2005), que establece los principios básicos: que sea voluntario, con acuerdo escrito, cargando con costes del teletrabajador, asegurando sus derechos y protegiendo sus datos y su derecho a desconexión.
El Real Decreto-Ley sobre el trabajo a distancia, aprobado el 22 de septiembre y que entra en vigor el 13 de octubre (para que las empresas se adapten), considera teletrabajo cuando se trabaja a distancia al menos un 30% de la jornada (1,5 días a la semana) durante 3 meses. Debe ser voluntario y reversible: el trabajador o la empresa pueden dejarlo con un preaviso, según concrete el convenio. Y la empresa tiene obligación de dotar al trabajador de los equipos necesarios y pagarle los gastos, según lo que se estipule en un acuerdo escrito o en el convenio de la empresa. Y ahí también ha de fijarse el horario, los medios de control que puede utilizar la empresa, el lugar elegido para teletrabajar, las instrucciones para hacerlo y la duración del acuerdo.
Eso sí, el pacto alcanzado entre patronal y sindicatos con el Gobierno, traducido en el Decreto-Ley, deja dos vías de adaptación. Una, que la nueva normativa no se aplica a los que teletrabajen por la pandemia, aunque el decreto-Ley sí obliga a las empresas a proveer de equipos a los trabajadores que trabajen a distancia y el convenio “establecerá la forma de compensar los gastos”. La otra vía de flexibilidad es que se permite a las empresas que ya tenían un Plan de trabajo a distancia que pacten con sus trabajadores la adaptación a esta Ley, en el plazo de 1 año (y hasta 3 años).
La nueva normativa del teletrabajo, que deberá ahora traducirse en miles de acuerdos empresa a empresa, se va a aplicar también entre los trabajadores públicos, tras el acuerdo alcanzado entre la Administración pública, autonomías, Ayuntamientos y todos los sindicatos de funcionarios. Ahora hay que negociarlo y aplicarlo institución a institución, con el objetivo de que una buena parte de los 3 millones de empleados públicos puedan teletrabajar, garantizando a la vez la atención presencial a los ciudadanos. De momento, 2,5 millones de funcionarios podrán solicitar el teletrabajo a partir de este 1 de octubre.
La pandemia nos ha dejado claro las enormes ventajas del teletrabajo para quien pueda utilizarlo. A nivel global, el trabajo a distancia mejora la productividad de la economía, porque reduce pérdidas de tiempo y aumenta el rendimiento de los trabajadores, a la vez que reduce la rotación de empleados y los costes en instalaciones. En España, el teletrabajo podría aumentar la productividad entre un +6,2% anual (si lo utiliza la mayoría de los que pueden hacerlo) y un +1,4% anual (si se incorpora una minoría), según este estudio de CaixaBank. Y para valorar este impacto, recuerda que España tiene un serio problema de baja productividad, que sólo creció un +0,3% anual entre 2000 y 2018. Otra ventaja del teletrabajo es que favorece la conciliación laboral y puede ayudar a mejorar la natalidad, que tanta falta hace. Y una tercera, que reduce la movilidad, sobre todo en las grandes ciudades, donde un tercio de los desplazamientos son al trabajo. Eso supone menos costes y menos contaminación, a la vez que modifica la venta de viviendas: los que teletrabajan buscarán casa fuera de las ciudades, pisos más grandes (despacho) y con algo de jardín, según este otro estudio de CaixaBank.
Y además, la mayoría de los españoles están a favor del teletrabajo, más tras la experiencia durante el confinamiento, aunque muchos se hayan quejado de imprevisión y falta de medios. Así, una Encuesta de las Cámaras de Comercio, hecha en septiembre, revela que el 84% de los españoles querría trabajar desde casa durante más de la mitad de la semana. Y la mayoría, el 74% creen que su trabajo se lo permite. Pero, por desgracia, no es así. Sólo un 22,3% de ocupados (4,4 millones) pueden trabajar a distancia, según un estudio publicado en marzo por Randstad. Y lo detalla por sectores, con los datos de la EPA y el INE: los que más pueden teletrabajar son los ocupados en los servicios públicos (el 36%), seguidos de los trabajadores de las eléctricas, agua y gas (podrían teletrabajar el 30,1%), los trabajadores de las finanzas (45%), los de inmobiliarias y servicios empresariales (41,5%), los trabajadores educativos y sanitarios (35,9%), los de la industria química (29,8%) y los del papel y artes gráficos (28%). El resto de actividades tienen un potencial de teletrabajo inferior a la media (22,3%), siendo muy bajo en la agricultura, ganadería y pesca (4,1%), construcción (13,3%), industria agroalimentaria (13,8%), comercio (13,9%) o en la industria (14,3%).
Además, el teletrabajo es muy desigual según los puestos de trabajo en cada sector, siendo mayor entre los directivos y gerentes (casi 100%), técnicos y profesionales (59,9%), contables y trabajadores de oficina (46,3%), pero muy bajo en el resto de empleos, sobre todo entre los poco cualificados, siendo nula la posibilidad de teletrabajo en los grupos CNO 5,6,8,9 y 0: trabajadores de la restauración, servicios personales y protección, vendedores, operadores de maquinaria, montadores y personal de las fuerzas armadas, según el informe de Randstad. Al final, estas diferencias se acaban viendo por autonomías, por su distinta estructura económica, sectorial y de ocupados. Así, el teletrabajo es más posible en las autonomías más ricas: Madrid (28% ocupados podrían teletrabajar, aunque sólo el 5,1% lo hacían en 2019), Cataluña (25,1%), País Vasco (24,5%), Navarra (23%) y Asturias (22,4%), las cinco por encima de la media de teletrabajo potencial en España (22,3%). Y tienen menos potencial para teletrabajar las más pobres: Extremadura (17,5% de los ocupados, aunque sólo el 5% teletrabajan)), Castilla la Mancha (18,2%), Andalucía (19%), Canarias (19,2%), Murcia (19,3%), la Rioja (19,8%), Castilla y León (19,9%), según Randstad.
Otro estudio más reciente, de CaixaBank en junio, eleva el potencial del teletrabajo en España al 32,6% de los trabajadores (unos 6 millones), menos que en la mayoría de Europa, donde el potencial de teletrabajadores varía desde el 44,2% de los ocupados en Suecia, el 43,5% en reino Unido o el 41,5% en Paises Bajos al 37,7% en Francia, el 36,7% en Alemania, el 35% en Italia, el 33,2% en Portugal o el 32,3% en Grecia, con una media del 37,7% de teletrabajadores potenciales en la eurozona. Como se ve, España es el tercer país europeo con menos potencial para el teletrabajo, debido a las peculiaridades de nuestro modelo económico (que ya hemos sufrido con la pandemia): menos servicios con alto valor añadido que permiten el teletrabajo (información, comunicaciones, servicios financieros) y más servicios minoristas (comercio, hostelería y turismo), construcción o transporte.
Así que nos guste o no, sólo 1 de cada 3 ocupados puede teletrabajar, como mucho. Pueden trabajar a distancia la mayoría de los empleados en actividades financieras y de seguros (hasta un 80% podrían), en empresas de información y comunicaciones (el 78%), e inmobiliarias (hasta el 65%). Y también muchos en la administración pública, educación y sanidad (50%) y en actividades profesionales, científicas y técnicas (45%). Pero pueden teletrabajar muy pocos en la industria (un 25% máximo), el comercio, la hostelería y el transporte (23%), las actividades artísticas y recreativas (un 19%) y en la construcción (sólo un 14%), según este estudio de CaixaBank. Y también depende del puesto de trabajo.
Al margen de que España tenga menor potencial para el teletrabajo que el resto de Europa, por nuestro modelo económico, tenemos también 2 “cuellos de botella” para teletrabajar. Uno, la baja formación digital de los trabajadores: 10,7 millones de trabajadores no se han formado nunca en competencias digitales, según este estudio de UGT, que revela como las empresas españolas han abandonado la formación digital de sus trabajadores. Y más de la mitad de los adultos (el 55%) tiene competencias digitales a nivel básico y sólo un 32% las supera, con sólo un 2,9% de empleados cualificados en TIC (tecnologías de la información y comunicación), frente al 3,7% de media en Europa, según el DESI 2019. Y lo peor: sólo el 17,5% de las empresas españolas contratan expertos TIC.
Precisamente, el 2º cuello de botella para el teletrabajo es el retraso digital de las empresas españolas, sobre todo las pymes. De entrada, sólo la mitad (el 53,3%) de las empresas con menos de 10 empleados proporcionan a sus trabajadores dispositivos que permitan la conexión móvil a Internet para uso empresarial. Y de sus trabajadores, sólo un tercio (33,4%) tiene ese acceso móvil a Internet para trabajar, según el INE. Y más datos: sólo dos tercios de las pymes tienen página web, sólo un 18,17% venden por Internet, un 8% de todas las empresas acceden al Big Data, un 3% a impresoras 3F, un 11% usan robots y sólo la mitad acceden a la nube. En general, nuestras pymes no invierten en herramientas digitales, lo que lleva a España a ser el 5ª país en Europa con más empresas de bajo nivel digital: un 56,8% del total, frente al 45,8% en la UE-28, el 38,4% en Reino Unido, el 41,4% en Alemania y el 50,3% en Francia, según el estudio “Digitalización de la empresa española”, de UGT.
En resumen, que el teletrabajo ha dado un salto con la pandemia y Gobierno, sindicatos y empresas quieren reforzarlo, pero no todo el mundo puede teletrabajar, sólo un tercio como mucho de los empleados y eso según dónde trabajen. Para relanzar el trabajo a distancia, que tiene más ventajas que inconvenientes, España debe volcarse en formar a los adultos y en ayudar a las empresas a digitalizarse, porque estamos muy retrasados. Y eso exige un Plan, dinero y ayudas, para aprobar esta asignatura pendiente, la digitalización de la economía, donde el teletrabajo es una herramienta clave. Avancemos a golpe de clic.
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