Llevan 4 años machacándonos (Bruselas, Merkel y Rajoy) con
el déficit público y casi nadie habla de
otro déficit más grave, que ahora reaparece: el déficit exterior, comprar fuera de España más de lo que vendemos, un agujero
que hay que tapar endeudándonos más
como país. Con la recesión, las
importaciones habían caído y entre las mayores exportaciones y los ingresos por
turismo, en 2013 no tuvimos déficit sino superávit con el exterior, por primera
vez en 15 años. Pero ahora, las
exportaciones han pinchado y las
importaciones se disparan (coches, máquinas, electrodomésticos,
electrónica, muebles, ropa y calzado), multiplicando
por 10 el déficit exterior en 2014. Y así tenemos dos problemas:
si tiran las importaciones y no las exportaciones, se crea empleo fuera, no en
España. Y si crece el déficit exterior, habrá que endeudarse más (ya estamos en
el 163% del PIB). Mala cosa. Sólo queda volcarse
en exportar y convencer a la Europa rica
que consuma y nos compre más. Nada fácil.
enrique ortega |
La exportación, el motor de la economía española entre 2011
y 2013, ha
pinchado este año: las ventas
al extranjero cayeron en el segundo
trimestre (-2%) y entre enero y junio de 2014 han crecido
sólo +1,6%, la cuarta parte que el año pasado (+7%), a pesar de la
mejoría de julio (récord) y de
que todavía crezcan más que las europeas (+0,2%). Están pasando dos cosas con
las exportaciones españolas. Una, que han caído
nuestras ventas fuera de Europa (29,9% de las exportaciones totales), por
la fortaleza del euro en el último año (encarece todo) y por el menor crecimiento de los países emergentes, sobre todo Brasil, Rusia y Sudáfrica. Y
la otra, que se han ralentizado las exportaciones a Europa (70,1% de nuestras ventas), por la debilidad
de la economía europea, en especial Francia e Italia.
Lo peor no es que se hayan desinflado las exportaciones, sino que además se han disparado las importaciones
este año: crecen hasta julio +6,5% (- 3,1% en 2013), el cuádruple que las exportaciones. Es
fruto de que las empresas compran
maquinaria y equipos para renovarse, algo positivo. Pero sobre todo, es
porque consumimos
más productos extranjeros: coches y motos (el 70% de las ventas
son importaciones, encima fomentadas con ayudas
públicas del Plan PIVE), electrodomésticos y electrónica, muebles,
textil, calzado y juguetes extranjeros. Por eso, crecen las compras a Alemania (+16%: así Merkel
se alegra de la “recuperación” en España...), Francia y Reino Unido
(coches), China, Portugal y Marruecos (textil).
Al final, compramos más fuera y vendemos menos,
con lo que se produce un déficit
comercial que ya alcanza (julio) los 13.709 millones de euros, el doble que en 2013 (-6.611 millones).
Un agujero comercial al que hay que sumar otro agujero en la balanza de inversiones (ganan las
extranjeras), que no se pueden tapar con
los ingresos por turismo (aunque sean récord).
Y así, el intercambio total de España con el exterior (déficit
exterior) se ha vuelto negativo: -9.900 millones de euros en el primer semestre de 2014, casi diez veces el de 2013.
El problema de tener
un déficit con el exterior es que hay
que financiarlo, hay que “tapar el agujero”. Y eso
nos obliga a pedir prestado al exterior,
a endeudarnos más, lo que limita nuestra capacidad de crecimiento
futuro, además de perder independencia al quedar en manos de los inversores
extranjeros. Este es un
viejo problema de España: cada
vez que hemos crecido mucho, se han disparado las importaciones y la necesidad
de inversión y ahorro extranjero. Y
eso ha aumentado nuestro endeudamiento,
que ya alcanza el
163% del PIB. En 2012 y 2013,
por la recesión, las importaciones cayeron y así España consiguió tener superávit
con el exterior en 2013, por
primera vez en 15 años. Pero fue un
espejismo: ahora consumimos más, se compra más fuera y eso nos obliga a endeudarnos aún más para pagar esas
compras, porque no se pueden cubrir
con las divisas de las exportaciones y el turismo.
En definitiva, que tenemos
dos problemas. Uno que ya se arrastra desde principios
de año: las exportaciones se
desinflan y eso nos resta
crecimiento y empleo. Por un lado, las exportaciones
ya no son el motor del crecimiento (como ha pasado de 2011 a 2013) sino que
“restan” crecimiento a la economía,
ahora sólo impulsada por la actividad interna. De hecho, lo poco que ha crecido
España en 2014 (+0,4% en el primer trimestre y +0,6% en el segundo), habría
sido más si el sector exterior no hubiera
quitado crecimiento (-0,2% y -0,7%). Y además, eso se
traduce en que las exportaciones están
creando menos empleo, algo especialmente preocupante porque las empresas exportadoras crean un empleo más estable (hacen más contratos
indefinidos) y mejor pagado (pagan un tercio más), según un informe
de La Caixa. Ahora, en lo que queda de 2014, se espera que las exportaciones sigan flojas, a pesar de la depreciación
del euro, porque Europa no crece (Francia a Italia rozan la recesión) y
siguen flojos los países emergentes. Así que restarán fuerza a la incipiente
recuperación.
Pero hay otro problema
nuevo: las importaciones se han
disparado y eso es doblemente grave.
Por un lado, porque nos resta
crecimiento y empleo: si compramos un
coche alemán, el empleo y la riqueza se crea allí, no en España. Y por
otro, eso agrava nuestro histórico déficit con el exterior,
que ha sido siempre una amenaza para
crecer de forma estable. Y lo es más ahora, ya que nos va a obligar a
endeudarnos más con el exterior, cuando ya tenemos un nivel de deuda (pública y privada) insoportable. Más déficit exterior y más deuda nos
implica más dependencia de la inversión y el ahorro extranjero y nos obliga a
crecer más para devolverlo, no sólo para reducir una tasa de paro que es el doble de
Europa. Al final, como otras veces, el
déficit exterior es una Espada
de Damocles sobre la débil recuperación.
¿Qué se puede hacer? En una economía abierta, no se pueden impedir ni frenar las
importaciones. Hay que mejorar la
economía y las empresas para que compitan mejor dentro con los
productos extranjeros, en precio y calidad. Y conseguir
que exporten más, algo nada fácil cuando dos tercios de nuestros compradores (países
UE) no crecen. Pero hay posibilidades, aún tenemos margen para crecer, ya que exportamos la mitad que
Italia (con una economía similar) y porcentualmente menos
que Bélgica y Holanda (economías menores). El problema es que nuestras exportaciones están muy concentradas, en
pocas empresas (5.000 concentran 86% de las ventas), sectores (cinco concentran un tercio) y regiones
(dos tercios de las exportaciones salen de Cataluña, Madrid, Andalucía,
Valencia y País Vasco).
En definitiva, hay que volcarse en atraer a la exportación a un mayor número de empresas, sectores y
regiones. Es urgente poner en marcha un Plan
de choque para la exportación, con una serie de medidas básicas: facilitar la financiación (faltan créditos y avales),
aumentar las ayudas a la
internacionalización de las empresas (fiscales, asesoramiento y formación,
oficinas en el exterior) y facilitar la exportación
fomentando empresas
más grandes (son las que exportan el 80%), más
industrialización y más innovación y tecnología.
Eso aquí dentro. Porque la medida más
importante sería que
Europa nos echara una mano, aumentando
el consumo Alemania y los países más ricos del norte, para favorecer las
exportaciones de España y la Europa del sur, como han pedido el FMI,
la OCDE
y muchos expertos. El escandaloso superávit
exterior de Alemania, Austria, Austria y vecinos frente a los déficits de la Europa del sur (incluida
España) es otra muestra más de las dos Europas, de países que se niegan a consumir más para que
otros vendan más. Esta sería otra
vía para reanimar
la economía europea, que está al borde de
la tercera recesión. Algo que no se abordará en la Cumbre europea extraordinaria por el crecimiento y el empleo prevista para el 7 de octubre en Roma, porque acaba de anularse.
Al final, el gobierno
Rajoy insiste en la recuperación de
la economía, pero realmente tenemos dos
motivos más de preocupación, además
de que el consumo y la inversión (las claves para crecer) no despegan: han pinchado las exportaciones (lo único que tiraba,
junto al turismo) y se disparan las importaciones
y el déficit exterior, lo que resta empleo y aumenta nuestra ya abultada deuda.
Mal vamos.
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