jueves, 20 de febrero de 2014

Los viejos revolucionarán la economía


Hay barrios donde vemos muchas personas mayores. Hoy, un 17,7% de españoles tienen más de 64 años, pero los viejos serán uno de cada tres habitantes en 2050. Hasta ahora, sólo se insiste en los problemas que supondrá para España ser el país más envejecido del mundo, tras Japón: más gasto en pensiones, Sanidad, Dependencia y servicios sociales. Pero el envejecimiento del país supondrá también una revolución de la economía y sus empresas, que tendrán que adaptar productos y servicios para atender a ese tercio de consumidores mayores. Y será una oportunidad para nuevos negocios, ligados al consumo, el ahorro, la salud, la vivienda, el turismo, el ocio y el cuidado de los viejos. El problema es que los mayores tienen menos ingresos y muchos malviven con una economía de subsistencia. Y con un tercio del país consumiendo poco, será difícil crecer con fuerza y crear empleo estable.
 
enrique ortega

Europa es el continente más envejecido del mundo, por la caída de la natalidad y la mejora del nivel de vida y la salud. Ahora, España es el noveno país europeo con más viejos (17% población mayor de 64 años en 2010), por detrás de Italia (20,5%), Alemania (20,4%), Grecia (18,9%), Portugal (18%), Austria y Bélgica (17,6%), Suiza (17,5) y Finlandia (17,3%). Pero en cuatro décadas más, para 2050, España será el país más envejecido del mundo (35,7% de viejos), tras Japón (39,6% de mayores), según la OCDE. Y ese salto en el envejecimiento se debe a que, a partir de 2022, se jubilará la generación del “baby boom” (nacidos entre 1957 y 1977, una década después que en el resto de Europa).

España tenía a principios del siglo XX poco más de 1 millón de personas mayores (más 64 años), en 1975 ya eran 3,5 millones (10,5% del país) y en 2012 fueron 8,2 millones (17,7%). Pero el INE estima que serán 15,2 millones para 2052 (36,58% de la población). Y de ellos, casi la mitad tendrán más de 80 años: 6.509.732 personas (el 15,6% de los españoles).  Este fuerte envejecimiento de España tiene dos causas. Una, la demografía: la crisis de fecundidad de los años 80 y 90  ha reducido las mujeres en edad fértil, con lo que la tasa de natalidad española es la más baja de Europa (1,38 hijos por mujer, frente a 1,59 en UE 27, 1,94 en Reino Unido o 2,03 en Francia). Y la otra, el aumento de la esperanza de vida, por los avances sanitarios y la mejor calidad de vida: si en 1975, la esperanza de vida era de 70, 4 años (hombres) y 76,2 (mujeres), en 2012 era ya de 79,3 y 85,1 y para 2051 está previsto que los españoles vivan mucho más (86,88 años los hombres y 90,75 las mujeres).

En definitiva, más españoles viejos viviendo más años, sobre todo mujeres (10 por cada 7 hombres mayores hoy) y habitantes de Castilla y León (22,4% mayores hoy), Galicia (21,9%) y Asturias (21,8%), las más envejecidas, aunque 7 de cada 10 mayores viven en ciudades (1,4 millones en las 6 grandes capitales). La mitad de los viejos viven con su cónyuge, un 20% solos (1,7 millones, tres de cada cuatro mujeres) y el resto con su familia. Cara al futuro, el dato más importante es que, para 2051, los viejos vivirán después de jubilarse entre 19 años (hombres) y 23 años (mujeres), cuando en 1975 eran entre 7 y 13 años.

La preocupación de los Gobiernos es que van a tener que pagar las pensiones de estos mayores durante más años, con muchas menos personas trabajando (1,2 empleados por pensionista para 2050 frente a 1,9 hoy). Y que van a tener que sacar más recursos para afrontar el mayor gasto sanitario (el gasto sanitario de los mayores multiplica por 3,4 el del resto, según Sanidad) y la mayor factura para Dependencia y atención a los mayores, ya que un 46% necesitarán atención (el doble que ahora), según un estudio del CSIC.

Todo esto es cierto, pero también que el envejecimiento de España  está revolucionando, y lo hará aún más, la economía y las empresas. Y puede ser una oportunidad para crecer y crear productos y servicios nuevos, dirigidos a esa gran masa de consumidores mayores, uno de cada tres españoles en 2050. Eso obligará a la mayoría de empresas a reconvertir su oferta, centrando gran parte de sus productos y marketing en los mayores, con ofertas específicas: productos biosaludables, más pequeños y fáciles de transportar y abrir, con una tipografía grande, con calidad y precio ajustados a un consumidor exigente.

El envejecimiento de la población no sólo va a modificar los hábitos de consumo, sino también las finanzas, la vivienda, el turismo y el ocio, la salud, los medicamentos y la atención a los ancianos. De hecho, ya hay bancos (sobre todo Cajas) que se han volcado en captar el ahorro de los mayores, con abusos tan manifiestos como las preferentes. El hecho de que tres de cada cuatro ancianos vivan solos o con su cónyuge va a revolucionar el mercado de la vivienda (muchas se quedarán grandes) y fomentará la rehabilitación (casas sin ascensor, sin servicios adecuados a mayores, desde duchas  a accesos). Y disponer de mucho tiempo libre impulsará el turismo de la tercera edad (hoy sólo un 10% del turismo total) y el ocio, en especial el deporte, la cultura y la formación (es llamativo que un 87% de nuestros mayores no han superado los estudios primarios). Y sobre todo, impulsará la industria de la salud y del cuidado de ancianos, un nicho de empleo para este siglo.

Hasta ahora, el gasto en salud de los mayores es pequeño, porque utilizan básicamente la sanidad pública y porque los seguros médicos privados les penalizan (sólo 10% tiene una póliza privada). Pero con los recortes, las listas de espera y casi duplicarse los mayores, muchos serán futuros clientes de la sanidad privada, que crece imparable. Y tantos viejos aumentarán la demanda de medicamentos, potenciando la industria farmacéutica. Pero el gran salto se dará en la demanda para cuidar a los ancianos (los mayores de 80 años casi se triplicarán: de 2,4 millones hoy a 6,5 millones para 2052), un sector que podría crear un millón de empleos en los próximos años, según la patronal CEOE.

En definitiva, en unas décadas, uno de cada tres españoles será viejo pero consumirá productos y servicios, cambiando drásticamente el mapa económico. El  mayor problema es que los mayores ingresan menos y también gastan menos, lo que restará impulso al crecimiento del país y al empleo. Por un lado, los ingresos de los mayores son un 25% inferior a los del resto, según distintas estimaciones, porque la mayoría viven de una pensión baja, muy inferior a los sueldos: la pensión media es de 864 euros (un 65% de la europea), pero 4 de cada 10 jubilaciones son menores de 645 euros y lo mismo 2 de cada 3 pensiones de viudedad. Y un 63,4% de jubilados (y el 90% de las viudas) ganan menos de 1.000 euros al mes. Con eso, aunque la mayoría tengan la casa pagada, poco pueden gastar: en general, gastan un 20% menos que los demás españoles y centran su consumo en alimentos, gastos de vivienda y salud (medicamentos), donde gastan más, según el INE.

España debe prepararse para el gran cambio: ser un país envejecido. Y no sólo con recortes a las pensiones, al gasto farmacéutico, a la sanidad o a la Dependencia, como ha hecho el Gobierno Rajoy. Es una auténtica revolución económica, que obligará a modificar la estructura de ingresos y gastos públicos, pero también la estructura empresarial y de servicios, para hacer frente a esta nueva demanda, diferente a la actual. Y si sabemos que el consumo es el principal motor del crecimiento, tendremos que preocuparnos porque un tercio de ese consumo pase a unos españoles que viven con menos y gastan menos, muchos con una economía de subsistencia. Por eso, seguir recortando las pensiones y las ayudas a los mayores es empobrecerlos y a la vez, tirar piedras contra nuestro  crecimiento futuro.

Vamos a ser más viejos, es un hecho anunciado. Habría que prepararse desde hoy, mejorando las pensiones e ingresos de los mayores del futuro, para que ayuden con su gasto a sostener una economía que estará mucho más en sus manos. Para eso, hay que crecer más ahora, reforzar ingresos y cotizaciones, para sacar a los mayores de su economía de subsistencia. Y también, ahorrar desde jóvenes, para que la tercera edad no sea peor. Si no, nuestros mayores malvivirán y la economía y el empleo futuros se resentirán. Sin remedio.

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