En el último Consejo
de Ministros de julio, el Gobierno Rajoy
aprobó de tapadillo un crédito extraordinario de 877 millones para
Defensa. En septiembre anterior había aprobado otros 1.782 millones extras, con lo que van dos años ya en que el gasto en Defensa crece, en plena era de recortes. Y a pesar de eso, el Ejército español está paralizado, con destacamentos, tanques, barcos y aviones
que no salen de maniobras porque no hay
dinero para combustible, munición o dietas. Como el Ejército de Gila. Y eso, más que por la crisis, porque en 1997, el Gobierno Aznar comprometió 30.000
millones en comprar armamento, hipoteca a pagar desde 2011 y que no deja margen para pagar el día a día del Ejército. Urge renegociar
estas compras, reducir el tamaño del Ejército y hacerlo más ágil y operativo para afrontar los nuevos riesgos. Gastar
menos y mejor en Defensa, compartiendo costes con Europa.
enrique ortega |
Los recortes de los últimos tres años también han
afectado al Ejército, pero mucho
menos, porque el Gobierno Rajoy se ha inventado
un truco
contable: presupuesta menos, para quedar
bien ante la opinión pública, y luego aprueba
dinero extra para Defensa. Lo ha hecho a
finales de julio, aprobando un crédito
extraordinario de 877,33 millones. Y lo hizo en septiembre 2012, con otro
crédito extraordinario de 1.782
millones. Además, no incluye en el Presupuesto el gasto de los organismos
autónomos de defensa (1.035 millones) ni el coste de las misiones en el
extranjero (766,8 millones en 2012). Con ello, en 2012 presentó inicialmente un Presupuesto de Defensa de 6.316 millones,
con un recorte del 8,8%, cuando en
realidad el año se cerró con un gasto
de 9.607 millones, un 30,69 % más
que en 2011. Un escándalo en medio de tanto recorte.
Y lo mismo pasará este
año. Con ello, el recorte real en Defensa con la crisis, entre 2007 y 2012,
es sólo del -8,7% (la tercera parte que en sanidad o educación),
según un concienzudo estudio
de Bernardo Navazo para la Fundación Alternativas, quien revela que el gasto español en Defensa es más del
doble del que dice el Gobierno: entre el 1 y el 1,2% del PIB (frente al
0,59% que se maneja) y llegaría al
1,3/1,5% si se computan (como hace la OTAN) los 3.000 millones anuales de pensiones de militares que corren a cargo de la Seguridad Social.
Algo menos que el 2,1% de Gran Bretaña ,el 2% de Francia o el 2% que defiende la OTAN, pero no la
cuarta parte.
Estas trampas contables no han evitado que
la crisis se haya cebado en el día a día
del Ejército, obligado a un ligero
recorte en personal y a un drástico
ajuste de los gastos de mantenimiento. En personal, un 50% del gasto según
Navazo (Defensa dice que el 75%), se ha reducido la tropa y marinería de 86.000
(2010) a 80.000 (2013), pero con pocos
ahorros efectivos. Y el grueso del recorte se ha dado en el presupuesto de
operaciones y mantenimiento, en ahorrar
en combustible, munición y dietas. Tierra ha inmovilizado la mitad de los blindados para ahorrar
gasolina (mientras los nuevos tanques
Leopard están sin estrenar), la Armada
ha reducido a la cuarta parte los buques que salen al mar y los pilotos se turnan para hacer un
tercio menos de horas de vuelo. Han mandado al desguace al portaaviones “Príncipe
de Asturias” porque no hay dinero para mantenerlo operativo. Y las maniobras militares se
reducen al mínimo posible, para no gastar. Como el ejército de Gila.
Pero el problema de
fondo no es la crisis, sino una hipoteca que pesa como una losa sobre el
Presupuesto de Defensa: los Programas
Especiales de Armamento (PEAs).
Otra herencia de Aznar, que aprobó en 1997 un ambicioso
programa para modernizar el Ejército, comprometiendo un gasto de 24.000 millones de euros hasta 2025 en 19 nuevos sistemas de armamento. Como
era una cantidad desorbitada, se sacó de
la manga otro truco contable: Industria daba un crédito sin interés (le pagamos todos) de 14.000 millones a las
empresas de armamento, para que fueran fabricando, y Defensa les pagaría el
nuevo armamento a partir de 2011. El problema es que, con la crisis, el cuento de la lechera ha hecho aguas:
los contratos han disparado su coste, no se incluyó mantenimiento y Defensa ha visto que tenía que pagar entre
32.000 y 36.000 millones por esta
hipoteca. Imposible.
El Gobierno ZP dejó crecer la burbuja y no pagó las
primeras facturas. Y Rajoy, que
tampoco las metió en Presupuesto, ha aprobado estos dos créditos
extraordinarios para saldar la deuda 2011-2013 con las tres empresas de armamento que tienen el monopolio del suministro: Navantia
(Marina), General Dynamics-Santa Bárbara
(Tierra) y EADS-Airbus (Aire). Pero
es sólo un parche: las obligaciones
de pago anuales con estas empresas son de 3.532 millones hasta 2025. Y como mucho, el Presupuesto podría
cargar con 1.260 millones al año. Resultado: un agujero anual de 2.272
millones, que se intenta tapar con créditos extraordinarios (Defensa
ya ha dicho que volverá a haberlos en
2014 y 2015) y dejando el Ejército inmovilizado y al ralentí. Por eso, en
la última
misión internacional en Mali, clave para reducir el
peligro integrista en el Magreb, España sólo aportó un avión de transporte.
En mayo, Defensa anunció que va a tratar de renegociar
la hipoteca de los PEA, retrasando
entregas (caza Eurofighter, helicópteros Tigre) o reduciendo compras con penalización (avión de transporte A400M,
helicópteros NH-90), mientras retrasa la
compra de los 4 submarinos S-8 porque los han fabricado con exceso de peso
(otra vez Gila) y arreglarlo
costará 800 millones al Presupuesto. Y así, rebajando
la hipoteca a 30.000 millones hasta
2030, Defensa piensa aguantar hasta
que la crisis escampe. Pero lo que
está en crisis es el modelo español de Defensa, como en el resto de Europa, que, con Reino Unido y Alemania a la
cabeza, lleva varios años ajustando
costes y tamaño, porque los expertos aseguran que los ciudadanos europeos, tras 70 años de paz, no permitirán
un repunte de los gastos de Defensa.
Por ello, España,
en vez de trampas contables, créditos extras y un Ejército bonsái inoperante (de todo, pero en pequeñito) ha de afrontar una reconversión
de la política de Defensa,
asentada en cuatro patas. Una, la reconversión de personal, con un
Ejército donde sobran
otros 20.000 militares de tropa y muchos de los 45.000 mandos (demasiados jefes). Dos, una renegociación a fondo con las tres
industrias militares, que no pueden imponer productos y condiciones con la amenaza de penalizaciones y EREs
(Santa Bárbara y Navantia). Tres, una mayor colaboración militar con otros países, como los acuerdos para
compartir servicios y costes ya firmados entre Gran Bretaña y Francia, Alemania
e Italia o Benelux (podría empezarse con Portugal y los países del sur de
Europa). Y cuarto y clave, una nueva
política de Defensa, un Ejército más pequeño pero más operativo, más ágil, de intervención inmediata.
España es un país
peninsular, donde no tiene sentido la Defensa basada en Tierra (tanques, artillería) y sí en la Armada y el Ejército del Aire, que juntos, gastan menos que Tierra.
Es necesario apoyarse en unidades más
pequeñas y especializadas, de
intervención inmediata, como se ha visto en las misiones internacionales. Y
no pensar en una guerra convencional,
con invasión por los Pirineos, sino
en las nuevas amenazas: ciberdefensa,
terrorismo internacional, crimen organizado, catástrofes naturales (gran
éxito de la UME), seguridad líneas de suministro
e intervención en conflictos exteriores. Y para eso, hace falta otro Ejército, con otras armas, equipamiento y formación que las que compró Aznar
en 1997 y ahora nos hipotecan.
Ningún país puede
desmantelar su Ejército y menos siendo parte de Europa y la OTAN. Pero no es defendible que se recorte de becas, sanidad, educación o
Dependencia y nos gastemos millones en unos tanques que ya no se usan. Por
eso, debería abrirse un debate serio y
sin demagogias sobre la Defensa que
necesitamos y podemos pagar. Y no seguir con parches que nos han llevado a un
Ejército inoperante, frustrado e ineficaz. Y caro.
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