Tengo un conocido, ejecutivo de una “multinacional española”, con 46 años, al que su empresa le ha dado una sola opción para mantenerle el empleo: salir fuera, a México o a Polonia. Tendrá que emigrar, con o sin familia, como hacen cada día miles de jóvenes, con idiomas y varios títulos y masters bajo el brazo, que están buscando un empleo en Latinoamérica, países árabes, África o la Europa del Este. Son los nuevos emigrantes del siglo XXI, más de 200.000 españoles que han salido del país a trabajar fuera por la crisis.
El primer éxodo de profesionales fue de médicos y enfermeros a Portugal y Reino Unido, junto al clásico de los investigadores a Estados Unidos y Europa. Pero desde finales de 2007, con la crisis, se ha acelerado la salida de españoles al extranjero en busca de trabajo. Así, en los dos últimos años los residentes en el exterior han aumentado en 188.483 personas, a las que habría que sumar los inmigrantes temporales o sin contratos estables, que no han fijado legalmente su residencia en el extranjero, al menos otros 25.000 más.
El fenómeno de los nuevos emigrantes, forzados por la crisis, afecta a toda Europa y el ranking de salidas está encabezado por Irlanda, Eslovaquia y Portugal, seguidos de Grecia, España e Italia. La mayoría busca trabajo en los países emergentes, pero un 28% de los empresarios europeos reconoce que contrata a jóvenes de otros estados miembros “para atraer a los mejores talentos”, según el último Eurobarómetro.
Los españoles, antes de la crisis, eran los europeos más reacios a trabajar en el extranjero: sólo un 17 % estaba dispuesto a residir en otro país y eso si ganaban más que en España, según un estudio de Randstad en 2008. Pero ahora, la necesidad obliga y cada mes llegan a Argentina, por ejemplo, 1.200 españoles en busca de trabajo, el tercer grupo de inmigrantes en el cono Sur, tras los chinos y norteamericanos. Sólo en los dos últimos años, 33.542 españoles han llegado a Argentina, según un informe de la consultora Adecco. Y en los Emiratos Árabes Unidos hay más de 1.000 españolas, la cuarta parte recién emigrados.
Una parte de los nuevos emigrantes van de la mano de las multinacionales españolas (desde Telefónica o Repsol a constructoras, eléctricas o bancos), que invierten y facturan más fuera de España que dentro. Pero la mayoría son jóvenes, forzados a emigrar por una tasa de paro que supera el 40%. El perfil del español que busca trabajo en el extranjero es un hombre de entre 25 y 35 años, con estudios cualificados, proveniente de las ramas de ingeniería, arquitectura e informática, según datos del Grupo Adecco. Son la generación de los (pre)parados, jóvenes profesionales que están dispuestos a trabajar en África o Latinoamérica por 1.500 euros al mes, tras varios años de hacer master y chapuzas en España. Y junto a ellos, uno de cada cinco nuevos doctorados, que buscan investigar fuera.
Los nuevos emigrantes proceden sobre todo de Canarias, Baleares, la Rioja, Cantabria, Navarra, Asturias y el País Vasco, las autonomías donde más jóvenes han salido a trabajar al extranjero con la crisis. La mitad buscan un empleo en Europa, pero despiertan mucho interés los países escandinavos (las peticiones de empleo se han triplicado), África, los países árabes y por supuesto, Latinoamérica, sin olvidar Estados Unidos.
Esta nueva emigración, forzada por la crisis, supone una nueva “fuga de cerebros”, aunque tenga dos factores positivos: alivia las cifras de paro juvenil y supone una oportunidad de formación y madurez profesional para el futuro. Pero, antes o después (los ciclos no perdonan), la crisis llegará a los países emergentes y los nuevos emigrantes españoles se verán forzados a volver, como sus abuelos. Confiemos que entonces ya les podamos ofrecer un empleo.
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