China y su competencia desleal a Europa fue el tema estrella del debate del Estado de la Unión celebrado el 13 de septiembre en el Parlamento Europeo, el último antes de las próximas elecciones europeas (junio de 2024). Allí, la presidenta de la Comisión Europea anunció la apertura de una investigación sobre las ayudas del Gobierno chino a la fabricación, distribución y venta de sus coches eléctricos. Según explicó Von der Leyen, los coches eléctricos chinos se venden en Europa un 20% más baratos que el resto gracias a las ayudas estatales que reciben. Y citó tres caminos por los que se canalizan esas ayudas gubernamentales: transferencias directas a fabricantes y distribuidores, ayudas fiscales y exención de impuestos más créditos “blandos” (préstamos a bajo interés). Además, la industria china del automóvil se beneficia de una energía barata por ser sucia: el 70% procede del carbón, mientras los fabricantes europeos pagan más cara la energía (más limpia).
Esta investigación a los coches eléctricos chinos,
abierta
en octubre, se produce después de los modelos chinos (MG, BYD, Link&Co, Geely, Volvo, Great Wall
Motors) se
hayan hecho con una buena parte del
mercado europeo, por delante de Volkswagen, Peugeot, Renault o Skoda.
De hecho, en Alemania, 3 de los 10 coches eléctricos más vendidos
son chinos. Y en España, el MG4
es el 4º eléctrico más vendido. En los 7 primeros meses de 2023, los eléctricos chinos copan el 8,2% del mercado
europeo y se teme que lleguen pronto al 10%, lo que supondría perder la venta de 1,5 millones de
eléctricos europeos (son muchos ingresos y muchos empleos). Pero el
dato más demoledor de la invasión china lo dan las importaciones de coches eléctricos en Europa: el 54% se importaron de China en 2022
(6.800 millones de euros), frente al 19% de Corea del Sur y el 10% del Reino
Unido. Y lo peor: sólo el 6% de los
coches eléctricos importados por China llegaron de Europa (pagaron 1.320
millones de euros): el 23% los importaron de USA y otro 23% de Reino Unido, según
Eurostat.
En definitiva, los chinos
inundan Europa con sus coches pero se cierran a la entrada de coches europeos.
Es lo mismo que ha
pasado antes con otros productos,
como recordó la presidenta Von der Leyen en el Parlamento. Ya sucedió con los paneles solares, donde la industria
europea era líder pero cayó ante la competencia desleal de China, que forzó la
quiebra de la mayoría. También ha pasado con la siderurgia, donde las
ayudas públicas al acero chino provocaron un desplome mundial
de precios y obligaron a Bruselas a implantar aranceles (impuestos) a las
importaciones chinas, beneficiadas también de una energía sucia más barata. Y
la historia se ha repetido con los chips, teléfonos móviles, semiconductores y artículos de media y alta tecnología,
donde China arrasa gracias a las ayudas derivadas de su
Plan Made in China 2025.
Y ya no es sólo que los chinos ayuden a sus productos para
colocarlos en Europa. Es que siguen poniendo trabas a los productos e inversiones europeas en China. A finales
de septiembre, el vicepresidente de la Comisión Europea se
reunió en Pekín con un viceministro chino para intentar avanzar en los dos
problemas que preocupan a Europa: mejorar
el acceso al mercado chino de empresas europeas (tienen más problemas las agroalimentarias,
de productos sanitarios y preparados para lactantes y las de cosméticos) y que se equilibren las relaciones comerciales
entre los dos bloques, muy favorables hoy a China.
Los datos de este desequilibrio
comercial entre Europa y China son apabullantes.
China se ha convertido en el 2º socio comercial de Europa (sumando
importaciones y exportaciones), sólo por
detrás de EEUU. Pero es, de lejos, el
primer proveedor de Europa: de China vinieron en 2022 el 21% de todas las importaciones
europeas, más de lo que compramos a EEUU (12%) y Reino Unido (7%) juntos. En cambio, China es el tercer país comprador de Europa: recibió
en 2022 el 9% de todas las exportaciones europeas, muy por debajo de las
ventas a Estados Unidos (19,5%) y Reino Unido (12,8% del total). Y este
desequilibrio, entre muchas compras
chinas y pocas ventas allí, provoca que el déficit comercial de Europa con China se haya disparado: ha
saltado de -182.300 millones de
euros en 2020 a -250.300 millones en 2021 y a -396.600
en 2022, según Eurostat. El “agujero” comercial de Europa con
China se ha duplicado en los últimos dos
años. Y este año 2023, hasta agosto, asciende ya a -197.600
millones de euros, algo menos que el año pasado (-295.500
millones de euros en esos 8 meses), debido al estancamiento europeo, a la
crisis en el comercio mundial y a la marcha atrás en la globalización.
El problema es serio porque este abultado déficit comercial de Europa con China indica
que estamos
creando riqueza y empleo en China, a
costa de la crisis en la industria europea y en el empleo de los 27. Esto
se ve con dureza en Alemania, que
hoy está en recesión, en buena medida
por el pinchazo de sus exportaciones a China (el primer socio comercial de
Alemania) y el aluvión de importaciones chinas. Un
dato revelador: el déficit comercial
de Alemania con China (con EEUU
tienen superávit: +150.000 millones de euros en 2022) se ha multiplicado por 5,6 en
los tres últimos años, saltando de -15.000
millones de euros de media anual entre 2000 y 2019, a -21.530 millones en 2020, -39.400 millones en 2021 y -84.300 millones en 2022. ¿Qué pasa? Pues que Alemania necesita a China para importar muchos productos
intermedios con los que luego fabrica en el país, pero China necesita cada vez menos importar productos alemanes,
cuya venta en China mantiene más de 1 millón de empleos en Alemania y el 10% de
las ventas totales de las multinacionales germanas.
España tiene el mismo problema, aunque nuestro déficit
comercial con China no es tan grave. Pero también se ha disparado: de un “agujero
comercial” (importaciones menos exportaciones) de -22.353 millones de euros en 2019
se pasó a -26.173 millones en 2021 y
-41.639 millones en 2022. Así que el déficit comercial se duplicó el año
pasado, como consecuencia de las mayores compras de equipos de oficina (el 16,8% de lo que les compramos), otros bienes de equipo (15,93%), productos químicos (10,14%), ropa (10%), maquinaria (8%) y automóviles
(7,5% importaciones). Mientras se
disparan las compras (49.653 millones), las ventas españolas a China llevan tres años estancadas (8.013
millones en 2022) y se centran en productos
químicos (23% del total), minerales
(20,4%) y productos cárnicos (20,3%), sobre todo carne de cerdo.
China se ha
convertido ya en el primer proveedor de
España, porque nos
vende el 10,9% de todas nuestras
importaciones (2022), por delante de
Alemania (9,4%), Francia (9%) y EEUU (7,4%), cuando en 2011 era
nuestro tercer proveedor (por detrás de Alemania y Francia). Y sin embargo, China es nuestro 11º cliente en el mundo, ya
que compra sólo el 2,1% de todas
nuestras exportaciones (2022), mucho menos que Alemania, Bélgica, Francia, Reino
Unido, Italia, Portugal, EEUU, Paises Bajos, Polonia y Marruecos. Y no sólo nos vende 6 veces más de lo que nos compra, sino que además invierte mucho en España, sobre todo en
energía, servicios a empresas e inmobiliarias: ha invertido 10.291 millones
entre 2012 y 2021, frente a sólo 4.831 millones invertidos por España en China,
según
datos de la Fundación España-China. Y la relación también se desequilibra
respecto al empleo: las inversiones
chinas en España generaron 11.586 empleos y las españolas en China 28.690
empleos.
Todas estas estadísticas dejan claro que hay “una
invasión de China en Europa”, comercial
e inversora. Son mayoría los expertos que la achacan a una “competencia
desleal” de China, que “dopa “a sus
empresas con ayudas, subvenciones, crédito y energía barata, ayudándolas
también al carecer de exigencias medioambientales y laborales, que suponen una
desventaja para la industria europea. Es verdad. Pero también lo es que muchas
industrias chinas son más competitivas que las europeas, tras grandes inversiones en tecnología e
innovación. Un ejemplo es el
automóvil y en especial el coche eléctrico. Muchos
expertos reconocen en privado que el liderazgo chino se debe no sólo a las
ayudas públicas sino a que sus coches tienen mejores baterías, mejor
software y mejores prestaciones (info entretenimiento). Y que mientras
los chinos llevan una década volcados en el coche eléctrico, los fabricantes europeos se han quedado
rezagados, tratando de ganar tiempo con los “combustibles limpios”, el
retraso en las normas de contaminación o la apuesta por los “falsos eléctricos”
(híbridos).
Está claro que algo tiene que hacer Europa, porque
el abultado déficit comercial con China es un claro “SOS” para la industria y el
empleo. Es posible que antes de un año, Bruselas imponga “aranceles”
o impuestos a los coches chinos, como antes hizo con la siderurgia o
los panelas solares. Y podría cerrar mercados públicos a empresas chinas,
como se
plantea con Huawei en el negocio del 5G.
Pero son un parche y además peligroso,
porque China podría cerrar aún más sus mercados y en ese pulso, Europa
tiene más que perder. Lo que hace falta es que Europa “se ponga las pilas” y
apueste por potenciar su industria y su tecnología, por conseguir
bienes y servicios más competitivos, ante China y ante el resto del mundo. Para
conseguirlo, la presidenta de la Comisión Europea anunció
en el Parlamento que ha pedido a Mario Draghi, el ex primer ministro
italiano y ex presidente del BCE, que prepare un Informe sobre el futuro de la competitividad
europea. Un acierto, aunque tardará.
Europa es un gigante económico y comercial, pero un “enano
empresarial”: entre las 40 mayores empresas del mundo, sólo 5 multinacionales son europeas (Shell, BP, Volkswagen, Daimler
y Total).Y entre las
10 mayores compañías, 7 son
empresas tecnológicas, 5 de EEUU y 2 de China, ninguna de Europa. Aquí está el
fondo del problema: Europa no puede
defender su futuro sin grandes empresas que puedan competir con las chinas y
norteamericanas (y luego con las indias). Y para ello, tiene que lanzar ya
una estrategia
para crear “campeones europeos”, grandes empresas europeas fruto de la
fusión de empresas alemanas, francesas, italianas, españolas y de otros paises.
Pero eso exige tiempo, ayudas y
financiación, además de leyes, cuestiones todavía pendientes y que serán un
reto clave para el futuro gobierno europeo que salga de las elecciones de junio 2024.
Pero el gran reto,
por encima de los demás, es avanzar en
la integración europea. Resulta muy difícil competir con China (o con
EEUU), cuando son dos potencias que
tienen un único Gobierno, no 27 paises que tienen que ponerse de acuerdo para todo. Y eso supone avanzar en política fiscal, en homogeneizar
normas y ayudas, en agrupar esfuerzos para crear una economía más homogénea
en el continente. Y sobre todo, en avanzar
más en innovación y tecnología, donde Europa sigue rezagada frente a EEUU y
China. En el siglo XIX, Inglaterra fue capaz de superar a China, que había sido “el
gran imperio del mundo” entre los siglos I y XIX (ver
gráfico histórico con el reparto
del PIB por continentes), gracias a la Revolución
Industrial, que permitió a Occidente
superar a China hasta hoy. Sólo la
tecnología, la innovación y la integración económica pueden salvar a Europa
en el siglo XXI. Reaccionen.
Hola Don Javier, muy buen artículo, pues sí creo que China juega sucio y que la mayoría de coches son importados de China. Pero aún así yo si tuviera que comprar un coche prefiriera un coche occidental, un BMW o Skoda o un coche que me permita mi bolsillo (osea ninguno xD).
ResponderEliminarY que generan empleo pero parece que genera más empleo a la gente de china que europea.