Enrique Ortega |
La variante ómicron ha disparado los contagios y muertes en todo el mundo, tras descubrirse en Sudáfrica a finales de noviembre. Y en el último mes, los contagios semanales se han quintuplicado, pasando de 4,55 millones a 22,7 millones la última semana, según la Universidad John Hopkins. Pero sobre todo ha afectado a Europa, que ya supera a América en contagios totales por COVID: 126,8 millones de contagiados frente a 124,8 millones, según la OMS. Eso sí, la cifra de muertos no se ha disparado tanto con ómicron, pasando de 48.016 muertos semanales a mediados de diciembre a 54.610 la última semana. Y otra vez, Europa se ha llevado la peor parte, con +115.500 muertos por COVID en el último mes, frente a +82.400 en el continente americano.
En España, ómicron ha convertido esta 6ª ola en un tsunami, con cifras de contagios nunca vistas en las olas anteriores (superando los 200.000 contagios muchos días de enero), aunque con menos pacientes en hospitales y urgencias y menos muertes que en la 3ª ola (Navidad 2020), debido a que un 80,7% de los españoles están ya vacunados con 2 dosis y muchos con 3.Con los últimos datos de Sanidad, España es el 5º país europeo con más contagios por COVID 19: 3.250 contagios por 100.000 habitantes el viernes 21, sólo por detrás de Francia (4.407 contagios), Portugal (3.933 contagios), Italia (3.506) y Reino Unido (3.456 contagios), pero muy alejados de Alemania (763 contagios), cuando hace sólo un mes (20 diciembre) teníamos menos contagios (609) que ellos (780 Alemania).
El pico de contagios en España se alcanzó el lunes 17 de enero (3.397) y a partir de ahí tuvimos 3 días de ligeras bajadas, pero el viernes 21 subieron de nuevo a otro récord histórico (3.418 contagios por 100.000 habitantes). Además, hay que cuestionar estas estadísticas, que las autonomías remiten a Sanidad, porque ha cambiado el sistema de cómputo: 6 autonomías (Cataluña, Navarra, Galicia, Aragón, Canarias y la Rioja) contabilizan también los contagios que los ciudadanos detectan en casa, con los test que compran en las farmacias (hasta ahora, sólo contaban los hechos en centros de salud, hospitales y laboratorios homologados), mientras el resto no contabilizan estos contagios “auto detectados”, entre ellas Madrid y Andalucía, las dos muy pobladas (que sí los tienen en cuenta para dar bajas laborales a los afectados…). Así es imposible saber los contagios “reales” y comparar, ya que en Galicia, por ejemplo, el 60% de los contagios reportados son por test en casa.
Los expertos coinciden en que hay muchos más contagios de los que se reportan en los datos diarios de Sanidad (8.975.458 contagios totales hasta el viernes), sobre todo en colegios y empresas, donde se han multiplicado el cierre de aulas (262.451 alumnos en cuarentena el viernes) y las bajas laborales: 2 millones de trabajadores han estado de baja por COVID, el 10% de los afiliados a la Seguridad Social, según el ministro Escrivá. Los datos se Sanidad indican que la tasa de contagios más alta se da ahora en los niños (4.599 contagios) y adolescentes (4.149), y también entre sus padres, entre 30 y 39 años (4.245) y 40 y 49 años (4.150), estando por debajo de la media de contagios los mayores de 50 años (los más inmunizados). Otro dato que podría “encubrir contagios” es que algunas autonomías hacen pocas pruebas (la media está en 4.979 por 100.000 habitantes), como Andalucía (2.387) y Madrid (3.959), mientras otras con alta incidencia hacen el doble y triple de pruebas, como Cataluña (9.799), Navarra (5.769) y País Vasco (5.735 pruebas), según Sanidad. Buscan más y encuentran más contagiados.
Al haberse disparado los contagios por ómicron, aunque sea menos letal, se han triplicado las hospitalizaciones: de 6.667 pacientes hace un mes (17 diciembre) a 18.675 el viernes, con lo que están ocupadas con pacientes COVID el 15% de las camas hospitalarias (el 19,39% en Madrid, el 19,06% en Aragón y más del 17% en Cataluña, País Vasco y Canarias). Y también se han casi duplicado los enfermos COVID en las UCIs: de 1.306 hace poco más de un mes a 2.202 este viernes, una cifra que aumentará en las próximas semanas. Eso pone a 8 autonomías en situación de “riesgo extremo” hospitalario (+ 25% camas UCI ocupadas): Cataluña (42,61%), Aragón (30,26), País Vasco (28,86), Baleares (28,70), Madrid (27,50), Navarra (26,98), Castilla y León (26,07) y Comunidad Valenciana (25,96%). Y el problema es que los hospitales llevan más de un año con altísima ocupación por COVID, lo que supone una enorme presión para los servicios y dilata más la espera de operaciones necesarias.
La última consecuencia del tsunami de ómicron son las muertes, muy elevadas aunque se ha generalizado la idea de que esta variante es “poco letal”. Vean: en la última semana (viernes 21- viernes 14 enero), Sanidad ha contabilizado 982 muertes, frente a 825 muertos en la semana anterior y 327 muertos semanales computados hace un mes. El repunte de muertes ha llegado a las residencias de ancianos, donde murieron 172 mayores la semana anterior (frente a 18 a principios de diciembre). Y todo apunta a que la alta cifra de muertos totales por COVID (284 fallecidos el martes pasado) se va a mantener varias semanas más, aunque bajen los contagios, porque morirán muchos de los que están en las UCIS. Y España ya suma 91.741 muertos por la COVID 19.
Ahora, con la bajada de contagios en los últimos 4 días, varias autonomías (Cataluña y Cantabria) van a levantar las últimas restricciones impuestas en Navidad, restricciones que otros levantaron antes y que algunas autonomías nunca tuvieron, sobre todo Madrid. Ahora ya podemos saber el coste de estas laxas restricciones, justificadas en que había que “salvar la Navidad”: 3.689 muertes, 39.656 hospitalizados y 3.811.274 contagiados, entre el 1 de diciembre y el 21 de enero. ¿Compensa? Parece que sí, al menos a los que no han perdido un familiar o han acabado en un hospital, dado que la mayoría han tratado de “seguir con su vida” esta Navidad, eso sí, haciéndose un test antes de visitar a la familia…
Ahora, antes incluso de que el tsunami de la 6ª ola amaine (los contagios, hospitalizaciones y muertes seguirán altos varias semanas, según los expertos), el Gobierno se ha puesto a la cabeza de los que piensan que hay que “normalizar” la pandemia. La propuesta hecha por el presidente Sánchez, y apoyada por Sanidad y las autonomías, es clara: hay que tender a la normalidad, no podemos seguir con restricciones ni limitaciones, hay que apostar por la vuelta casi total a la normalidad de antes de la pandemia. Dejar que la vida cotidiana y la economía se normalicen, apostar por la recuperación (donde Sánchez se juega su futuro político). Y eso pasa por considerar la COVID “como una gripe”, dejando de publicar estadísticas diarias de contagios y no haciendo test y pruebas masivas: sólo muestras en centros de salud y hospitales, una red de seguimiento como se hace a otras epidemias.
Otros paises europeos no defienden por ahora este cambio, con lo que España tendrá que convencer a sus socios y al Centro europeo de Control y Prevención de Enfermedades (ECDC). De momento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que los contagios y muertes van a seguir creciendo y se ha mostrado en contra de “gripalizar” la pandemia, porque cree que “la ómicron está lejos de terminar y es probable que surjan nuevas variantes”. Y el propio director general de la OMS ha hecho esta reflexión, muy oportuna: “Omicron puede ser menos grave, pero la narrativa de que es una enfermedad leve es engañosa, perjudica la respuesta general y cuesta vidas”.
Ahí está el debate que deberíamos abrir: ¿cuántas muertes estamos dispuestos a asumir para volver a la rutina? Todo el mundo está cansado de esta pandemia, son ya casi 2 años con la vida trastocada y la tentación de “volver a la normalidad” es muy grande, con lo que muchos ciudadanos apoyarán a los políticos que quieran “marginar la pandemia”, volver a vivir como si el virus no estuviera. Pero está. Y por lo que dicen los expertos, estará hasta que la mayoría del mundo y más españoles estén vacunados.
En el mundo, sólo el 51,46% de la población está inmunizada, según la OMS, más en Norteamérica (62%) y Europa (62%), pero menos en Latinoamérica (50%), Asia (46%), Mediterráneo oriental (34%) y sobre todo en Africa (7,46% de la población inmunizada), lo que facilitará que el virus mute en nuevas variantes que nos volverán a llegar. Y en España, aunque ya tenemos un altísimo porcentaje de la población inmunizada con las 2 dosis (80,7% de toda la población), sigue habiendo mucha gente sin inmunizar: 4.016.263 españoles mayores de 12 años, más otros 1.583.447 niños todavía sin ninguna vacuna, según el balance del 20 de enero. Y lo más preocupante es que la cifra de personas pendientes de vacunar apenas ha bajado en los últimos meses, lo que indica que muchos “no están por la labor” de inmunizarse. Los más vulnerables son los 309.733 mayores de 60 años no inmunizados (58.991 de 70 a 79 años y 250.742 de 60 a 69 años), pero también se arriesgan mucho las 1.281.795 personas no inmunizadas de 40 a 59 años. Y a ellos hay que sumar las 2.424.735 personas sin inmunizar entre 12 y 40 años. Además, va lenta la aplicación de la 3ª dosis de refuerzo, que les falta poner al 9% de los mayores de 70 años y al 10,5% de personas entre 60 y 69 años, un refuerzo clave porque un estudio en Israel demuestra que esta tercera dosis multiplica por 10 las defensas ante el virus.
Mientras haya millones de personas en el mundo sin vacunar y 5,6 millones de españoles sin inmunizar, el riesgo de nuevas variantes y olas de la COVID es evidente, aunque la pandemia se quiera ocultar. Por eso, es importante no bajar la guardia, con aforos y restricciones, mientras se “fuerza” que más españoles se vacunen, porque son un riesgo para el resto. En varios paises europeos se ha aprobado la vacunación obligatoria (en Italia desde enero, en Austria desde febrero y en Grecia multas a los mayores de 60 años que no se vacunen), mientras otros, como Alemania o Francia, limitan su movilidad y restringen su entrada en locales con el pasaporte sanitario.”Es posible que haya que debatir sobre la vacunación obligatoria”, advirtió el viernes la Comisaria europea de Salud. En España no se contempla hacer nada: ni obligar a vacunarse ni limitar actividades a los no vacunados. E incluso, se abre el debate para “volver a la normalidad”, mientras la ómicron crece en Europa.
El otro grave problema es que la ómicron ha colapsado la asistencia sanitaria en España, que ya tenía problemas serios en las olas anteriores e incluso antes de la pandemia. La atención primaria, los Centros de salud, prestan un servicio mínimo y esta vez no han servido ni siquiera para hacer test o dar bajas. Los ciudadanos nos hemos tenido que “auto cuidar”, comprando test y haciendo un seguimiento de síntomas y cuarentenas por nuestra cuenta, gestionando las bajas por teléfono o yendo a trabajar con dudas. Y si nos encontrábamos peor, colapsando las urgencias de los hospitales, que no han podido hacer seguimiento de pacientes ni las operaciones programadas. Así que si antes teníamos problemas para ir al especialista y operarnos, ahora es peor, lo que habrá disparado las listas de espera. Así que la sanidad pública está en situación precaria, lo que exigiría un Plan de choque, especialmente dirigido a potenciar la atención primaria.
Pero en vez de potenciar los centros de salud y hospitales, las autonomías se han dedicado a ajustar sus cuentas en 2021 con los ingresos recibidos para la pandemia, que no se han gastado: de los 16.000 millones de Fondos COVID recibidos del Gobierno en 2020 (8.000 para la sanidad), 2.000 no se gastaron, como tampoco otros 1.000 millones de los 13.500 millones de Fondos COVID recibidos en 2021 (6.000 para Sanidad), según los datos de Hacienda y la AIREF. Así que 3.000 millones de euros no gastados, mientras la mayoría de autonomías anunciaban en 2021 que iban a recortar 58.000 contratos (de médicos, enfermeras y auxiliares contratados por la pandemia). Al final, por culpa de Omicron, 29.000 se han salvado, pero otros empleos sanitarios se han perdido. Y los sindicatos denuncian más recortes de plantillas para 2022. Un año en que, a pesar de la situación, las autonomías sólo van a aumentar un 4,15% su presupuesto sanitario, a pasar de las mayores transferencias que les ha hecho el Estado y de la llegada de los primeros Fondos europeos.
Urge aprobar un Plan de choque para reforzar la sanidad pública, sobre todo los Centros de salud, donde harían falta 2.700 médicos y 4.000 enfermeras (al menos), además del personal de refuerzo contratado durante la pandemia (y que no debían despedir). Y reforzar también los hospitales para reducir listas de espera de especialistas y operaciones. Porque hoy por hoy, si nos ponemos enfermos, resulta muy difícil que nos atiendan (salvo en urgencias).
Y en paralelo, debe abrirse el debate sobre la estrategia frente a la pandemia, desde las medidas de prevención y restricciones que hay que mantener a cómo nos defendemos frente a los que no quieren vacunarse, como hacen en el resto de Europa. Y, por supuesto, no bajar la guardia para reactivar la economía y “normalizar la vida”. El debate salud o economía es un falso dilema: si no garantizamos la salud (y millones de contagios, cientos de miles de bajas y tantos muertos no es “normalidad”), no garantizamos la economía. Porque un nuevo repunte de la pandemia, una 7ª ola, volverá a frenar la recuperación, como lo ha hecho esta 6ª ola y las anteriores. Sin salud no hay economía. Y por eso, hay que poner los medios para acabar de verdad con esta pandemia, no ocultarla como si fuera una gripe que no es. No caigamos en la tentación de “normalidad” con 142 muertos diarios (el viernes). No dejemos que hagan “trampas al solitario” con nuestra salud. Sigamos alertas.
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