España va bien, reitera Rajoy, pero somos uno
de los países más endeudados del mundo y la deuda pública acaba de batir un récord histórico:
1.144.629 millones de euros, 24.500 euros de deuda por cada español.
Una deuda que ha crecido en 400.000
millones desde que gobierna Rajoy. Y lo peor: esta deuda pública se ha
hecho crónica y en 2028, pesará casi tanto como hoy (el 95%
del PIB), según la Comisión Europea. La deuda pública de España, la 6ª mayor de
Europa, es una losa para todos, porque pagarla nos cuesta 32.000 millones cada año, la
cuarta mayor factura tras las pensiones, la sanidad y la educación. Y en cuanto
suban los tipos, en 2018 o 2019,
pagar los intereses de esta deuda nos
costará mucho más (si los mercados quieren financiarnos). Parece que esto de la deuda pública no va con nosotros,
pero es un pesado lastre que van a
heredar nuestros hijos. Convendría aprovechar la recuperación para dejarles
menos deuda. Bastante tienen ya con el mundo que reciben.
La economía se recupera pero el mundo está mucho más endeudado que antes de la crisis. Y eso, porque la receta para evitar una debacle mundial en 2008 fue inundar el mundo de dinero barato. Esta medicina reanimó las economías y salvó a EEUU y a Europa, pero a cambio las economías se hicieron “adictas” al crédito casi gratis: si en el año 2000, el endeudamiento mundial (público y privado) era del 250% de la producción mundial (PIB), en 2008 había aumentado al 275% y hoy supera ya el 300% del PIB, según datos oficiales. El problema ahora, para las autoridades monetarias del mundo (Reserva Federal USA o BCE), es como “desenganchar” a las economías de la droga del dinero barato y que “no les dé el mono”, que no se paren y volvamos a la recesión. Tienen que recortar la dosis, porque el mundo está demasiado endeudado (“dopado”), pero lo tienen que hacer con cuidado, subiendo poco a poco los tipos, para no frenar en seco la recuperación.
enrique ortega |
La economía se recupera pero el mundo está mucho más endeudado que antes de la crisis. Y eso, porque la receta para evitar una debacle mundial en 2008 fue inundar el mundo de dinero barato. Esta medicina reanimó las economías y salvó a EEUU y a Europa, pero a cambio las economías se hicieron “adictas” al crédito casi gratis: si en el año 2000, el endeudamiento mundial (público y privado) era del 250% de la producción mundial (PIB), en 2008 había aumentado al 275% y hoy supera ya el 300% del PIB, según datos oficiales. El problema ahora, para las autoridades monetarias del mundo (Reserva Federal USA o BCE), es como “desenganchar” a las economías de la droga del dinero barato y que “no les dé el mono”, que no se paren y volvamos a la recesión. Tienen que recortar la dosis, porque el mundo está demasiado endeudado (“dopado”), pero lo tienen que hacer con cuidado, subiendo poco a poco los tipos, para no frenar en seco la recuperación.
En medio de este panorama, España es uno de los países más endeudados del mundo, junto a EEUU,
Japón, Italia o Grecia. La deuda total del país, entre
empresas, familias y administraciones públicas, alcanzó los 2.473.150 millones de euros (2,4 billones)
a finales de 2017 (el 236% del PIB), según el Banco de España, una deuda más elevada que antes de la crisis, cuando alcanzó 2.609.887
millones de euros en 2008. En estos últimos 10 años, la deuda total ha crecido
porque ha aumentado la deuda pública,
casi la mitad del total (1.144.150 millones en 2017) mientras se ha reducido la deuda de las empresas (894.131 millones en 2017) y las familias (704.390 millones), según
el Banco de España.
Como vemos, la mayor parte de toda la deuda española (58%)
es deuda privada, de las empresas y familias, que aumentaron
mucho su endeudamiento en los años 90 y a principios de este siglo, alimentando
la “burbuja del ladrillo”. Así, las empresas españolas pasaron de tener sólo 200.951 millones de deuda en
1995 a 1.009.429 millones en 2002 y seis veces más en 2008: 1.261.105 millones de euros de deuda
empresarial, la cifra récord. A
partir de ahí, vino la crisis, los bancos se cerraron como lapas y las empresas
se dedicaron a devolver créditos como pudieron, bajando su deuda un 29%, hasta 894.130 millones que debían a finales
de 2017. Las familias hicieron lo mismo: de
tener una deuda de 139.075 millones de euros en 1995, la subieron a 783.932 millones
en 2002 y luego, a golpe de pedir
hipotecas, la multiplicaron por seis en 2008: 908.160 millones de deuda de
las familias, el récord. A partir de ahí, con el paro y la caída de ingresos,
los hogares se dedicaron a devolver créditos y no pedir más, con lo que su
deuda ha caído un 22%, hasta 704.390
millones en 2017.
Mientras empresas y familias reducían su deuda, el sector
público, la Administración, hacía todo lo
contrario: endeudarse más cada año, para hacer frente a los gastos
extraordinarios de la crisis. Y así, la deuda pública,
que era baja en 2008, sólo 440.621
millones de euros (el 35% del PIB), la quinta parte que la abultada deuda
privada, dio un primer salto entre 2008 y 2011, con Zapatero, que la dejó en 744.323 millones a finales de
2011. Pero el mayor salto de la deuda pública lo ha dado Rajoy, que la subió a
1.041.621 millones en 2014 y la
ha vuelto a subir a 1.144.150 millones de euros a finales de 2017
(el 98,08% del PIB), un récord
histórico y 400.306 millones más de deuda (+53.8%) que cuando llegó a la
Moncloa. O sea, que debemos ya 24.589
euros por cada español, casi el triple de lo que debíamos en 2008. La mayor
parte de esta deuda pública es del Estado
(996.472 millones), seguido de las autonomías (288.313
millones), Ayuntamientos (29.161) y
Seguridad Social (27.393 millones). La suma no da los 1.144.150 millones de
deuda total 2017 porque hay que hacer ajustes por la deuda entre distintas
administraciones.
La deuda pública se
ha disparado porque los gastos públicos durante la crisis
se multiplicaron mientras caían los ingresos, lo que ha profundizado el déficit público:
de tener superávit en 2007 se pasó a un déficit del 3,8% del PIB en 2008, que
acabó siendo del 8,5% en 2011 para bajar después despacio hasta el 3,1%
esperado en 2017. Y cada año ha habido que “tapar”
este agujero en las cuentas públicas pidiendo prestado, endeudándonos. Los “culpables”
de esta deuda histórica que ahora tenemos son miles de partidas, pero podemos
citar algunas más importantes: rescate bancario (50.000 millones), déficit eléctrico (30.000 millones), Plan pago a proveedores (40.000 millones), pago parte española rescate de Grecia, Portugal e Irlanda
(30.000 millones), financiación de las pensiones (10.192 millones
prestados por el Tesoro a la SS, a los que se sumarán otros 15.000 este año)…
Suma y sigue.
Muchos países han visto disparar su deuda en estos años de
crisis, pero España tiene ahora más
deuda que la mayoría: somos el 6º país de Europa con más deuda pública
relativa (en relación al PIB): 1.144.150 millones de euros a finales de 2017, el 98,08% del PIB, sólo por detrás de Grecia
(su deuda pública es el 177,2% del PIB), Italia (133,3%), Portugal (128,9%),
Bélgica (106,5%) y Chipre (103,2%), según Eurostat. Y estamos muy por encima de la media de deuda de toda Europa (84,8% la UE-28) y del límite fijado a
los países euro (60% del PIB).
El gran problema de
la deuda es que hay que pagarla: hay que destinar cada año muchos millones a pagar intereses a los inversores y
bancos que la compraron, dinero que no se puede gastar en otras cosas. Así,
en 2017, España destinó 32.171 millones de euros a pagar intereses de la deuda, la cuarta mayor partida de gasto del país, tras las pensiones
(130.000 millones), la sanidad (80.000 millones) y la educación (50.000
millones). Y así, año tras año, hasta dentro de 10, 20, 30 ó 50 años que vence
mucha de esa deuda. Baste decir que si en 2008 nos gastábamos 15.000 millones
al año en pagar la deuda pública, en 2011 ya pagábamos 22.000 millones y este
año 2018 volveremos a pagar 32.000 millones. En conjunto, desde hace 10 años ya hemos pagado en intereses por la deuda pública más de 250.000 millones de euros, lo que cuesta pagar dos años de
pensiones.
El problema se
complica ahora, porque pagar la
deuda va a ser más caro. Desde 2015, el Banco Central Europeo (BCE) ha salido en auxilio de España
y los países más endeudados, con dos medidas muy eficaces: bajar el precio oficial del dinero a cero y comprar deuda pública en el mercado,
para rebajar su coste. Sólo en 2017, el BCE compró 80.000 millones de deuda
pública española, el 60% de lo emitido ese año. Y con la rebaja de tipos, el
Tesoro español se ahorró 2.500 millones sólo en 2017. Ahora, las tornas van a cambiar: el BCE
quiere “desenganchar a los países europeos de la droga del dinero barato y que
funcionen sin “dopaje”, por lo que va a reducir sus estímulos. En enero de 2018 ya ha reducido a la mitad sus
compras de deuda pública europea y comprará este año sólo 39.000 millones de deuda
española (la mitad que en 2007), Además, aunque el BCE quiere mantener sus tipos
este año y no subirlos hasta 2019,
el hecho cierto es que los mercados
están ya pidiendo más interés por comprar deuda, dado que EEUU ha subido ya 4 veces los tipos de interés oficiales y los volverá a subir
este año, lo que ha servido para encarecer el precio del dinero en todo el
mundo y también financiar la deuda española.
La consecuencia es que pagar
la deuda será más caro este año 2018 y sobre todo en 2019. Se calcula que por cada 1% que suba el precio oficial del dinero,
España paga 12.000 millones más por
su deuda pública. Y las empresas 9.000 millones más y las familias otros 7.000 millones
extras. Así que van a cambiar las tornas y tras una década de dinero
barato, volverá a ser caro. Y lo sufriremos más los países más endeudados, España entre ellos. El
Presupuesto tendrá que recortar otros costes, las empresas tendrán menos dinero
para invertir y crear empleo y las familias menos dinero para consumir. A
final, menos crecimiento por subir los tipos y encarecerse la
deuda, pública y privada.
Y el problema no se va
a arreglar a corto plazo, porque la recuperación (4 años de fuerte
crecimiento) no ha servido para
bajar la deuda pública, sino que sigue subiendo en España año tras año. La
propia Comisión Europea ha advertido a
España (aunque Rajoy no diga nada) de que la deuda pública se ha hecho crónica y se va a enquistar en niveles altos en los
próximos 10 años: si 2017 cerró casi con tanta deuda como lo que produce el
país (98,08% del PIB), en 2020 seguirá en el 95,6% del PIB y para 2028 prevén que España mantenga todavía una deuda casi igual, el 95,1% del
PIB. Y eso se traduce en que si hoy dedicamos el 3% de la riqueza a pagar intereses
(32.000 millones anuales), en 2020 seguiremos con el lastre de pagar ese 3% del
PIB en intereses (entonces ya serán más de 50.000 millones de euros de la
época). Y eso hace a España muy vulnerable, porque de aquí a 10 años tendrá que buscar la
financiación de los mercados y que no se pongan nerviosos, como en 2012, para
que nos financien y no nos cobren muchos
intereses.
De hecho, la Comisión
Europea acaba de publicar un informe donde alerta de que hay 5 países europeos considerados “de alto
riesgo” en caso de que Europa vuelva a tener un grave shock de deuda, si
vuelven los nervios a los mercados, como en 2012 y 2013: Bélgica, España, Italia, Francia y Portugal. Por eso, ahora que hay
recuperación, les piden medidas para ir reduciendo su deuda pública y poder cumplir el 60% de deuda sobre PIB, objetivo de la Comisión para 2032. Para España, ese objetivo supone reducir
la deuda un 38% del PIB en 14 años, recortarla
en 460.000 millones hasta 2032, unos
33.000 millones al año.
Parece un objetivo
imposible. Pero no lo debería ser reducir la deuda lo más que se pueda,
para no cargar cada año con la losa de los intereses, que pueden dispararse los
próximos años. El ministro Montoro ha apuntado una primera medida: perdonar parte o toda la deuda a las
autonomías, como compensación a la falta de financiación que han tenido
estos años. Pero es una solución “falsa
e injusta”. Falsa, porque sería
engañarnos a nosotros mismos: cambiar la
deuda de sitio, para que en vez de ser deuda de Cataluña o Valencia (ver reparto) lo
sea del Estado central. E injusta,
porque cargaría sobre los bolsillos de todos los españoles una deuda que han generado
los catalanes o valencianos, por ejemplo. La solución sólo puede pasar por ingresar más, porque no se pueden hacer más recortes en pensiones,
sanidad, educación, desempleo, gastos sociales o inversiones públicas, faltas
de recursos.
Así que para recortar
la deuda, el camino pasa, como casi todos, por recaudar más, sobre todo el Estado central (no bajar impuestos: eso iría "en la dirección contraria"). Y se puede hacer,
porque España tiene un problema de fondo
que genera los déficits públicos: ingresa
menos que el resto de Europa. Concretamente, en 2018, está previsto
recaudar un 38% del PIB en España
mientras la media europea (UE-27) recaudará el 44,6% del PIB, según Bruselas. Traducido, eso significa que si recaudáramos como el resto de
Europa, Hacienda debería recaudar 72.000
millones de euros más al año. Eso pasa por reducir el fraude fiscal y hacer
que paguen más los que ahora pagan poco, las grandes empresas, multinacionales
y los más ricos. Con esa mayor recaudación, esos 72.000 millones, podríamos destinar
una parte a bajar el déficit y amortizar
deuda y el resto a costear los gastos públicos necesarios, desde Planes
contra el paro y la pobreza a mejorar las pensiones, la sanidad, la educación, los gastos sociales y las inversiones públicas.
El Gobierno Rajoy ha visto
crecer la bola de la deuda pública sin tomar medidas, amparado en la ayuda del BCE y los tipos bajos. Pero
ahora van a cambiar las tornas y pueden volver las turbulencias. Aunque los
mercados estén calmados, es una
barbaridad destinar 32.000 millones a pagar intereses mientras hace falta de
todo. Y lo peor, esa deuda es la
herencia que dejamos a nuestros hijos, que tendrán que seguir pagándola sin
haberla generado. No es justo.
Intentemos dejarles una deuda menor. Bastante tienen ya.
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