Esta larga crisis ha provocado que muchos jóvenes españoles
vivan peor que sus padres. Y que vivan con ellos: un 80% de jóvenes entre 16 y 29 años siguen viviendo con sus padres, frente al 70% en Europa. Es la
muestra del fracaso de una generación agobiada por el abandono escolar, el paro, el subempleo, los contratos precarios y los
sueldos de miseria, que se acaban traduciendo en que no pueden pagar un alquiler ni un
piso para emanciparse. Y uno de
cada tres jóvenes está en situación de pobreza,
muchos de ellos incluso trabajando. Urge poner en marcha ya un Plan de choque contra el paro que
fomente el empleo de los jóvenes,
porque sólo uno de cada tres trabaja. Y mejorar su educación, porque estamos formándoles
mal como revela el reciente informe PISA. Además, Gobierno, autonomías y Ayuntamientos deberían
crear parques de viviendas de alquiler
barato para jóvenes. Ayudarles a que
sigan su camino fuera de la casa familiar. Que puedan buscarse el futuro.
enrique ortega |
Antes, hasta principios de este siglo, la mayoría de los
jóvenes españoles nos íbamos de casa cuando acabábamos los estudios y
empezábamos a trabajar. Pero con la crisis, los jóvenes ahora no se emancipan y siguen viviendo con sus
padres hasta los 30 años y después. Si en 2008, un 28% de españoles se
emancipaban, en 2016 el porcentaje ha bajado ya del 20%, por primera vez en los
últimos doce años: sólo un 19,7% de
jóvenes de 19 a 29 años se han ido de casa en 2016, según el Observatorio del Instituto de la Juventud. Eso supone que el 80,3%
de los jóvenes españoles (5.233.406
jóvenes) sigue viviendo con sus
padres, frente al 70% de media
en Europa. Y si tomamos a jóvenes
algo más mayores, entre 22 y 29 años, el 70% de los españoles viven con su
familia, frente a un 16% en Francia, un 21%
en Alemania o un 30% en Reino Unido, según el informe de la OCDE de 2015.
Se emancipan más las
mujeres jóvenes (24% se van) que los hombres (15,6%) y se van más de casa los
mayores de 25 años (41,3%) que los que tienen entre 16 y 24 años (se emancipan
el 6,2%), sorprendiendo que sólo se emancipen el 72,8% de los que tienen entre
30 y 34 años, según los datos del Instituto de la Juventud. Y cuando los jóvenes consiguen irse de la
casa familiar, casi todos se van con otros jóvenes y sólo
un 16,7% se van a vivir solos. Los que más se emancipan son los que
tienen estudios superiores y los que no tienen apenas estudios (porque los
dejaron para trabajar). Y hay una gran diferencia por autonomías. Se emancipan muy pocos
jóvenes en Navarra (16,2%), Extremadura y Cantabria (16,4%), Murcia (17,4%) o
Andalucía (18,1%) y bastante más que la media en Baleares (25,1%), Cataluña
(24%), Madrid (21,1%) y La Rioja (20%), las autonomías con mayor renta.
Esta baja
emancipación de los jóvenes es el fruto final de un fracaso generacional
que empieza incluso antes de acabar sus estudios y continúa con su penosa experiencia
laboral. De entrada, uno de cada cinco jóvenes españoles de 18 a 24 años (el 19,8%) había abandonado sus estudios prematuramente (sólo con la ESO o sin terminarla), lo que
sitúa a España como líder europeo en abandono escolar,
muy por delante del 11% de la UE-28 (y de los 17 paises europeos que lo mantienen por debajo del
10%), según los datos recientes de Eurostat. Y además, la crisis ý el desempleo se ha cebado más sobre los jóvenes: de los 3,8 millones de empleos perdidos en España entre junio de 2008 y marzo de 2014, un 60% (2.283.600 empleos) los perdieron los jóvenes, los menores
de 30 años).
Por ello, la tasa de paro de los jóvenes duplica con creces a la del resto de españoles: un 42% frente al 19,02 %, según la
EPA de septiembre 2016. Una tasa de paro juvenil (16-25 años) que también
duplica el paro juvenil europeo (19,6%). Y aunque ha bajado el paro juvenil de larga duración
(más de 1 año), hasta el 44% de todos los jóvenes desempleados, si consideramos
sólo a los jóvenes en paro que habían trabajado antes, el 67% lleva más de un año sin
trabajar. Eso lleva a nuestros jóvenes a conseguir otro ”récord europeo”:
somos el cuarto país de Occidente con más “ni-nis”, jóvenes de 15 a 29 años que ni
estudian ni trabajan, un 22,7%, sólo por detrás de Turquía (29,8%), Italia
(26,9%) y Grecia (24,7%), según la OCDE. Y la mayoría, sin cobrar el paro ni beneficiarse de las ayudas del
Plan europeo de empleo juvenil (“Garantía Juvenil”), que se compromete a buscarles en 4 meses un curso de
formación, unas prácticas o un empleo: las ayudas sólo han llegado al 10,7% de los “ni-nis” españoles, frente al 60% de los “ni-nis”
alemanes o el 80% de los franceses.
Los jóvenes españoles que no han caído en el abandono
escolar y terminaron sus estudios son la generación más formada de nuestra
historia (16-29 años): el 35,6% tiene estudios secundarios
obligatorios, el 32,2% estudios secundarios postobligatorios y un 23,6% tienen
una carrera universitaria, con lo que sólo un 7,6% carecen de estudios o tienen
sólo primaria, según el Observatorio del Instituto de la Juventud. Pero aun así, tienen muy difícil empezar a trabajar. De hecho, de los 1.392.300
nuevos empleos creados en España entre 2014 y 2016 (septiembre), sólo 173.600 de estos empleos han sido para jóvenes menores de 30 años (el
12,4%). O sea, que sólo 1 de cada 8
nuevos empleos están siendo para los jóvenes.
Y por eso, sólo 1 de
cada 3 jóvenes de 16 a 29 años trabaja (2.382.573
jóvenes, el 36,6% de los 6.517.318 jóvenes en esa edad), frente a 2 de cada 3 españoles que trabajan de
todas las edades. Y entre los 16 y los 24 años, sólo 1 de cada 5 jóvenes
trabaja (el 20%). El 96% son asalariados y sólo un 6% son autónomos. Y casi la
mitad de los jóvenes que trabajan (el 44%) lleva haciéndolo menos de 1 año. Lo
más llamativo es que los contratos de los jóvenes son muy precarios. El 92,5% de sus nuevos empleos son temporales
y el 42% son a tiempo parcial (la tercera parte, por menos de una semana). Y
más de la mitad de los jóvenes ocupados (el 56,3%) hacen trabajos para los que
están “sobrecualificados”.
Con tantos contratos precarios, los sueldos de los jóvenes son muy bajos: el salario medio de un joven de 20 a 24 años es de 11.835 euros brutos
(690 euros netos en 14 pagas), menos
de la mitad del salario medio español (27.360 euros brutos), según los últimos datos del INE (2014). Y
según el último estudio de salarios de la EPA (2015), dos de
cada tres jóvenes (el 67,9% de los asalariados menores de 25 años) reciben un
salario mensual inferior a 1.215,70 euros
brutos, unos 996 euros netos en 12 pagas. Pero es que, según las
declaraciones de la renta (IRPF), un 75% de los jóvenes de 18 a 25 años ganan
menos del salario mínimo (menos de 645 euros al mes en 14 pagas), según la Agencia Tributaria.
Con estos bajos salarios del tercio de jóvenes que trabajan
y como los dos tercios restantes no ingresan apenas, el resultado es que 1 de cada tres jóvenes españoles son pobres: el 38,2% de los jóvenes de 16 a 29 años (casi 2,5 millones)
ingresan menos del 60% de la media de españoles, son “oficialmente pobres”, frente al 28,6% del conjunto de españoles y el 23,7% de europeos, según estadísticas del INE. Y sube al 57,9% de pobreza entre los jóvenes
desempleados y al 65,7% de pobres entre parados de 16 a 24 años. Llama la
atención que una cuarta parte de los jóvenes que trabajan (24,5%) son trabajadores pobres.
Visto este panorama
laboral y salarial de los jóvenes
en España, se explica que un 80,3% siga viviendo con sus padres. Porque con un ingreso medio de 10.690,16 euros por joven
(763 euros en 14 pagas) y 20.452 por
hogar joven (1.460 euros en 14
meses), los ingresos que estima hoy el Instituto de la Juventud,
poco se puede hacer para sobrevivir y menos alquilar o comprar un piso. Un joven asalariado tendría que dedicar
un 60,9% de su sueldo a pagar una hipoteca de una casa modesta
(145.000 euros) y una pareja joven, el
32% de sus ingresos. Y para pagar un alquiler
(610 euros de media), un joven trabajador tendría que destinar el 68,6% de su
sueldo y un hogar joven el 68,6% de su sueldo (y más del 75% si es en Madrid, Barcelona
o el País Vasco), según las cuentas del Instituto de la Juventud. La consecuencia es que sólo
el 30% de los hogares jóvenes con mayores ingresos puede comprar o alquilar,
la mayoría endeudándose de por vida. Y que los jóvenes que dejan su familia y alquilan
un piso fuera tienen obligatoriamente que compartirlo.
Esta precariedad laboral, esta penuria económica y la
consiguiente dependencia de los jóvenes españoles con sus familias tienen
serias consecuencias sobre su futuro, desde el retraso en el
matrimonio, el bajo número de hijos, su menor consumo y el bajo ahorro para
seguir formándose y para mejorar su futura jubilación. Y tiene también mucho
que ver con su comportamiento social y su
bajo interés por la política. ¿Qué
se puede hacer? Algunos proponen “soluciones
mágicas” frente al paro juvenil, “atajos interesados”. Como la receta del FMI, que propuso a
Europa bajar el salario mínimo (que es de 655 euros, una miseria) para animar a
las empresas a contratar a los jóvenes. O las reiteradas propuestas de la patronal CEOE para que el Gobierno
apruebe un contrato de formación para menores (…de 35 años), con un salario inferior al
mínimo, similar a los famosos “mini-jobs
de Alemania,
que tienen 7,5 millones de jóvenes (trabajan 15 horas a la semana por menos de
450 euros). Al final, el argumento que utilizan es: mejor
un “contrato basura” que el paro.
Pero eso es un chantaje simplista. Hay que buscar
alternativas de fondo para los jóvenes, que vayan a la raíz de los
problemas. La receta básica de la OCDE, en su largo informe sobre España (2015) es más y
mejor formación, mejorar la educación de los jóvenes españoles, desde el Colegio a la
Universidad. Porque ahora, nuestros jóvenes tienen estudios pero están mal formados, según acaba de revelar otro año más el reciente informe PISA 2015: la nota de los alumnos españoles de 15 años se ha estancado en ciencias y matemáticas y sólo mejora levemente en lectura durante los últimos 15 años . Se trata de recuperar a los alumnos perdidos (esos 631.520 jóvenes que han abandonado las aulas) y conseguir formarles mejor, a ellos y al
resto. Porque el 98% de los empleos del futuro (para 2025) van a ser
solamente para los que estén muy formados, para los que tengan educación
superior (un 58,4% de los futuros empleos) o estudios medios (39,3%), según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Y eso exige un esfuerzo educativo extra en estos años, sobre todo en Formación Profesional (FP) y en un cambio de los estudios universitarios.
Junto al reto educativo, el otro gran frente de actuación es
la política de empleo, con un Plan de choque contra el paro centrado en los jóvenes, las mujeres y los
parados mayores de 45 años, como acaba de pedir al Gobierno Rajoy la misión del FMI que ha analizado la economía española. Y eso exige medios para mejorar la formación de los parados y para colaborar con las empresas en
contratos de formación y prácticas de jóvenes, fortaleciendo la formación dual. Y una reforma a fondo del SEPE (antiguo INEM), que no ayuda a encontrar empleo. Y
en tercer lugar, urge una política de vivienda que piense en
los jóvenes, desde el Estado a las autonomías y Ayuntamientos, con promociones
públicas para alquileres jóvenes y creando parques públicos de alquileres
baratos para jóvenes con las viviendas de los bancos. Y mejorar o recuperar las
ayudas fiscales para las familias
jóvenes que compren o alquilen.
En definitiva, no
podemos ser insensibles a estas estadísticas que confirman el fracaso de una generación de jóvenes, sus familias y todo el país. Es un drama
cotidiano que hay que afrontar sin demora, porque las soluciones exigen tiempo.
Hay que darles una salida, pelear porque nuestros hijos sigan adelante, se vayan de casa y
se ganen un futuro mejor. Debería ser un gran reto de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario