En verano hay más tiempo para leer y por
eso llevo cinco años recomendando lecturas
que ayuden a entender mejor la economía y esta larga crisis. Son libros recientes, rigurosos pero fáciles de leer, escritos por especialistas
críticos, que tratan de hacernos pensar. Dos son las últimas obras de tres Premios Nobel de Economía norteamericanos,
sobre la creciente desigualdad
(Stiglitz) y sobre cómo muchas empresas engañan
a los consumidores (Akerlof y Shiller). El tercero es de una periodista
sueca, que analiza la economía desde
un
enfoque femenino, muy novedoso y nada sectario. El cuarto bucea en un
grave problema de España, el déficit
público y la deuda, desde los Reyes Católicos a hoy (aviso de Bruselas por déficit excesivo). Y el quinto es otro libro de historia económica, sobre la Guerra Civil iniciada hace 80
años: un exhaustivo estudio donde se ve que los errores económicos y las malas
políticas pueden ser más decisivas que las armas para perder una guerra. Que los disfruten y aprendan.
enrique ortega |
El primer libro tiene un título muy directo que induce a leerlo:
“La economía de la manipulación. Cómo caemos como incautos en las trampas del mercado”. Sus autores son dos norteamericanos
Premios Nobel de Economía, Robert J.
Shiller (galardonado en 2013) y George
A. Akerlof (premiado en 2001), éste más famoso por su mujer: Janet Yellen, la actual presidenta de la
Reserva Federal de EEUU. Dos sesudos economistas que se atreven a contradecir
una de las viejas teorías económicas, desde Adam Smith (1776): que el libre
mercado es el que hace moverse el mundo y nos proporciona riqueza y bienestar. Para
Shiller y Akerlof, lo que mueve el mundo es el beneficio y por eso las
empresas, los vendedores, no dudan en explotar las debilidades de los
compradores, de los consumidores, para manipularles y engañarles si pueden. El libro trata de demostrar que los mercados
no son perfectos y que están plagados
de manipulaciones y trucos para que una minoría de empresas y entidades
financieras se enriquezcan a costa de la mayoría.
Los autores analizan
la gran recesión de 2008, cómo los bancos de inversión se dedicaron a vender activos manipulados (hipotecas
basura y derivados) a cambio de grandes beneficios y de la codicia de los
inversores. Y buscan las pautas de “la economía de la manipulación”, desde los hipermercados que tratan de
vendernos lo que no necesitamos a la
publicidad que nos “vende historias” para que compremos coches, viviendas o
tarjetas de crédito. Y analizan también los mecanismos de la manipulación
política en EEUU, a través de lobbys (hay más de 12.000) que financian las costosas campañas
de los políticos y promueven luego Leyes para defender intereses minoritarios.
Los casos más llamativos de “la economía de la manipulación”
son los de las industrias alimentaria y
farmacéutica, donde los autores desvelan cómo se manipulan las nuevas
autorizaciones de fármacos y los estudios sobre los daños de algunos alimentos.
Y lo mismo hacen con las cuatro grandes adicciones en USA: tabaco, alcohol, drogas y juego. Como conclusión, Shiller y Akerlof
señalan que el mercado es un arma de doble filo, que precisa regulación y
vigilancia para evitar que se abuse de los consumidores, una gran tentación
para muchas empresas y sectores,
dispuestos a ganar más dinero a cualquier precio. Y más porque los
consumidores tomamos nuestras decisiones de una forma no siempre racional,
marcados por el subconsciente y nuestras debilidades: por eso somos fácilmente manipulables por las empresas.
Otro Premio Nobel norteamericano (2001), Joseph Stiglitz, coincide también en criticar a los mercados como “imperfectos”, por lo que
se hace necesario regularles y controlarles. Y precisamente, la desregulación
de Reagan y Bush y todas las medidas de liberalización financiera de los años
90 y 2000 aparecen como los principales culpables de la gran recesión de 2008,
según señala Stiglitz en su último libro, “La gran brecha”, que analiza uno de
los grandes problemas de la economía USA y mundial: la desigualdad. Una gran
“brecha” separa al 1% muy rico, que
controla el 25% de los ingresos y el 40% del patrimonio norteamericano del 99% restante. Una desigualdad que
se inició con Reagan y Bush, que bajaron los impuestos a los más ricos, y que
se ha agravado con la recesión de 2008, liquidando la clase media y haciendo más pobres a todos los norteamericanos, cuyos
ingresos reales son ahora inferiores a los de 1979. Y una desigualdad que ha
crecido también en España, donde los 20 españoles más
ricos tienen tanto como los 14 millones de españoles más pobres (30% de la población), según los datos de Intermón Oxfam.
Para Stiglitz, La tremenda
desigualdad, en el mundo, Europa y España, no es sólo totalmente injusta
e inmoral. Es que además, debilita la economía y el crecimiento, según distintos expertos. En todos
los estudios, la razón es la misma: la caída
de los ingresos de las clases media y los más pobres reduce el consumo y el crecimiento. Si los de abajo ingresan y
gastan menos, las ventas y el crecimiento
se frenan. Además, la desigualdad,
el enorme poder político del 1% más rico, pone
en peligro la democracia.
Stiglitz repasa la
desigualdad en EEUU, desde la pobreza infantil (1 de cada 5 niños), las
dificultades para acceder a la universidad los más pobres, la enorme población
reclusa (2 millones, el 25% de los presos del mundo), el desplome de los
salarios o de la población activa, para contraponerlo con el creciente patrimonio
de los más ricos, que apenas pagan impuestos. Y analiza las causas de esta desigualdad, reiterando que es fruto de
políticas equivocadas, en defensa del 1% que más tiene, políticas que están
minando la igualdad de oportunidades. Por eso, insiste, reducir la enorme desigualdad es posible pero hacen falta otras
políticas, que regulen la economía y los mercados y gobiernen en defensa
del 99% de la población, no del 1%.
También de los mercados habla el tercer libro, de la
periodista sueca Katrine Marçal, con un título muy sugerente: “¿Quién hacía la cena a Adam Smith?”. Adam Smith, el padre de la economía
moderna (1723-1790)
escribió que podíamos cenar cada noche gracias a que el panadero, el carnicero
y el cervecero trabajaban movidos por el ánimo de lucro, por el mercado. Pero
la autora da una respuesta más simple: Adam
Smith podía cenar cada noche porque su madre, Margaret, le hacía la cena.
Con ello, Marçal da un repaso a las teorías económicas vigentes hasta hoy y
reflexiona sobre el hecho de que la economía y el mercado han podido funcionar
gracias al papel de la mujer, gracias a que junto al “homo economicus” ha estado la mujer, desempeñando tareas no
remuneradas en el hogar o un doble trabajo, en casa y en la empresa, discriminadas
y peor pagadas que los hombres.
No se trata del libro
de una feminista trasnochada sino de una interesante reflexión sobre el papel de la mujer en la economía y su
reiterada marginación, incluso hoy día. La autora indaga en las razones por
las que las mujeres ganan menos y tienen menos puestos directivos y sobre su papel en la familia actual, demostrando
que la pobreza y la desigualdad se han cebado en la mujer. Y plantea que el mundo “no puede seguir ignorando lo que
la mitad de la población hace la mitad del tiempo y no se computa en el PIB”.
Katrine Marçal señala que las crisis de los mercados son causadas por el “hombre
económico” y sus valores, mientras se ha dejado a la mujer tareas
complementarias, sin valorar su función económica. Y que si hay que buscar una salida a la crisis, hay que encontrarla
sin
dejar fuera a la mitad de la población, huyendo de una “lógica de
mercado asentada básicamente en el hombre”.
Y ahora vamos a un tema de actualidad, el elevado déficit público y deuda de España, que
nos ha supuesto una amenaza de multa de Bruselas, tras 8 años superando el 3% del PIB de déficit público (y con
una deuda que supera el 100% del PIB). Pero por desgracia, no es algo nuevo: lo
llevamos arrastrando desde la época de los Reyes Católicos, según analiza con
mucho detalle el catedrático Francisco Comín en su reciente libro “La crisis de la deuda soberana en España 1500-2015”. Un trabajo que revela que España
es “un país adicto” al déficit público y a la deuda en los últimos seis siglos. Y además, que
somos el país con más largo historial de suspensiones de pagos y
renegociaciones de la deuda, desde la época de los Austrias a la postguerra
española pasando por los Borbones, los reyes absolutistas o los liberales.
El libro de Comín parte de la Hacienda de los Reyes Católicos para analizar primero a
los Austrias, desde Carlos V
(1516-1556) a Carlos II (1665-1700).
En todos los casos, la secuencia es similar: los Reyes se embarcan en múltiples
y costosas guerras por Europa y asfixian
con impuestos a sus súbditos pero
los ingresos no les llegan y se ven forzados a emitir deuda tras deuda, que
hace millonarios a los banqueros (castellanos, genoveses o alemanes) y que
finalmente no pueden pagar, con lo que impagan la deuda y emiten otra para
seguir adelante. Y lo mismo los Borbones
(siglo XVIII), aunque fueron más cautos que los Austrias. Y después, entre 1808 y 1851 (repletos de guerras),
la Hacienda española estuvo en una situación de permanente bancarrota, que
trató de evitar el Estado liberal
(1851-1898) con la reestructuración de la deuda de ministro Bravo Murillo (1851),
aunque a finales de siglo, con la pérdida de Cuba, la deuda estaba otra vez en
máximos históricos: 168,9% del PIB en 1879 y 125% en 1902 (el tercer máximo, el
100,6% del PIB, se ha alcanzado este año 2016).
El siglo XX
empieza con otro Plan de estabilización de la deuda, del ministro Fernández Villaverde
que, unido a la ausencia de guerras (salvo la de Marruecos) evitó una crisis de la
deuda, aunque siguió aumentando. Y en 1936, con la Guerra Civil, volvió a estallar la crisis de la deuda, atemperada
por el recurso de Franco al Banco de España, la inflación y el sistema de
forzar a bancos y cajas a financiar la reconstrucción y el crecimiento del país.
Con ello, la dictadura dejó de tener déficits a partir de 1952 (salvo en 1959 y
1971), aunque la Hacienda era mínima, sin apenas recaudación de impuestos y
pocos gastos públicos. El libro de Comín analiza después el déficit y la deuda en la democracia y finaliza con la crisis de la deuda en la zona euro (2010),
que todavía está ahí y el problema estructural que tiene España para reducir su
déficit: se debe más a que recaudamos mucho menos que Europa que a que gastemos más.
Y para terminar otro libro de historia económica, “La financiación de la Guerra Civil española”, el trabajo de toda una vida
de José Ángel Sánchez Asiaín, presidente del Banco de Bilbao y luego del BBVA.
Son 1.309 páginas, un verdadero “Tratado”
sobre una guerra que estalló hace 80 años: explica con sumo detalle cómo se
financió la sublevación, la ayuda decisiva de Juan March, el papel clave de Portugal,
los cambios en el sistema financiero con la guerra, la política monetaria de
los dos bandos (es clave su investigación sobre la estrategia de Franco de
debilitar a la peseta republicana en Europa como “arma de guerra”), la financiación
de la compra de armas, el papel de las autonomías, el funcionamiento de la
banca en las dos zonas, el papel de los
dos Bancos de España y la historia completa del oro que se mandó a Moscú. Llama
la atención todo el análisis del comportamiento económico, financiero,
industrial, comercial y agrícola de la República,
sus múltiples errores y divisiones, que provocaron inflación, hundimiento de la
economía y desconfianza internacional, frente a la unidad y una estrategia
económica más ortodoxa del Gobierno de Burgos, que les ayudó, junto al papel
clave de Alemania e Italia, a ganar la guerra.
Una de las partes más extensas del libro de Sánchez Asiaín
analiza el comportamiento de bancos y
Cajas durante la guerra, en los dos bandos, y la política republicana de
incautaciones, de cuentas y patrimonios. Y todo el análisis de las cuentas y
presupuestos en los dos bandos, así como su financiación y endeudamiento
exterior. Y después, todo el proceso de liquidación del dinero y los activos
republicanos y la asunción de deudas (con Alemania e Italia), así como el
impacto del conflicto en los déficits y
la economía de la postguerra. Y para terminar, dos capítulos destacables.
Uno, sobre el coste humano (600.000
muertos) y material (33.000 millones
de pesetas) de la guerra. Y otro más triste:
la división y las peleas financieras del
exilio republicano, en Francia y en México, desde marzo de 1936 hasta la
noche del 15 de junio de 1977, cuando Fernando Valera dimitió como último
presidente de la República en el exilio. Si les gusta la historia y la economía
y quieren saber qué pasó en nuestra
guerra, no dejen de leer este libro,
objetivo, riguroso y documentado hasta el límite.
Espero que estos cinco libros les interesen y puedan leer
alguno. Por lo demás, ¡Felices vacaciones¡ . Y hasta septiembre.
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