La victoria de Syriza en Grecia vuelve a agitar la crisis del euro, nunca resuelta
desde que estalló hace casi cinco años, con Grecia como detonante. Pero el problema no es Grecia, sino Europa: su
economía sigue estancada, el paro en máximos y la inflación
ya es negativa, como anticipo de una
tercera recesión. El BCE hace de “bombero” (como en 2012, 2013 y 2014),
y va a quemar su último cartucho: comprar deuda de los países, para dar liquidez a la economía y evitar la
debacle. Pero la medida es tardía
e insuficiente. El problema de Europa no es que falte crédito: falta demanda, actividad, ventas, inversión. Para reanimar
la economía, no basta con dinero barato: hace falta reanimar el consumo (con sueldos e impuestos) y la inversión, sobre todo pública. Acabar con la austeridad y los recortes. Y renegociar la deuda, una
losa para la recuperación. La de Grecia y de media Europa. Es la hora de los eurobonos.
enrique ortega |
Hace ya cinco años que saltó
la
crisis de Grecia, al
descubrirse (enero 2010) la manipulación de su déficit para entrar en el euro,
lo que desencadenó su primer rescate
(mayo 2010). Pero fue la errónea
política de Merkel y Bruselas, al no
“aislar” el problema griego y contagiarlo a la Europa del sur, la que llevó
a Europa a la segunda recesión (-0,7% y -0,4% en 2012 y 2013) y desencadenó
la grave crisis del euro, que pudo
estallar en julio de 2012, tras pedir España el rescate bancario (junio 2012). Si el euro no se rompió entonces fue
por Mario Draghi, presidente del BCE,
que hizo
de “bombero”, prometiendo que haría “todo lo necesario para sostener el euro”. Entonces sólo fue una
amenaza, pero en julio de 2013 bajó tipos y aumentó la liquidez, algo
que tuvo que repetir
en junio y septiembre de 2014, bajando los tipos al 0,05% y ofreciendo
400.000 millones de euros a los bancos para que dieran créditos.
Las medidas del BCE
han evitado la catástrofe, pero
no el estancamiento
de la economía europea, que crece
al 0,2% cuando EEUU está creciendo al
4,2%. Y las últimas previsiones
del FMI indican que la zona euro es “el farolillo rojo” de la economía
mundial y crecerá un 1,2% en 2015 (tras un lánguido 0,8% en 2014). Estancamiento
frente a un paro
histórico: Europa tiene 27 millones de parados, 2 millones más que en
2008, y una tasa
de paro del 12,1% (zona euro), la más alta desde la postguerra mundial.
Pero al final, el dato que ha hecho
saltar las alarmas ha sido la
inflación negativa: -0,2% cayeron los precios en la zona euro en 2014,
mientras 16 países UE tenían inflación
negativa (España el
tercero que más: -1,1%). Eso
aviva el riesgo de caer en la
deflación (6
meses de inflación negativa), un grave problema porque retrasa las compras y el consumo, debilitando las ventas,
inversiones y empleo, lo que frena más el crecimiento. Además, encarece la devolución de las deudas a países, empresas y familias. Y sobre todo, es un indicador de que la economía
europea está muy enferma. Al margen de Grecia, un problema agravado cinco años después.
Al final, lo que no
han conseguido dos recesiones y un paro histórico lo ha conseguido el miedo a la deflación : que Alemania
permita al BCE que utilice todas sus armas y compre deuda de los países, para
crear liquidez en la economía y reanimar el consumo, la inversión y la
inflación. La decisión del BCE ha sido comprar
60.000 millones de deuda pública y privada al mes, de momento hasta
septiembre de 2016 (en total, 1.140.000 millones de euros). Pero
la decisión
del BCE, en vigor en marzo,
tiene cuatro “trucos”, cuatro
concesiones a Alemania, que la quitan fuerza. Una, que se incluye
en las compras la deuda privada que ya se estaba comprando desde septiembre,
con lo sólo habrá 47.000 millones de compras
nuevas al mes. Dos, que se comprará deuda
en función del tamaño de cada país,
con lo que se inyectará más liquidez en Alemania, Francia e Italia (dos tercios
del total) que en los países del sur, más necesitados (un 12,5% de toda la deuda a comprar, unos 142.500 millones, será deuda española). Tres, que se pone un
límite a la compra por país, salvo que haya planes de ajuste (para forzar a Grecia, Chipre y los que puedan
caer). Y cuatro, que si
hay pérdidas por la compra de deuda, el 80% se carga a los países y sólo el 20% se reparte (el euro es un
Club, pero si vienen mal dadas, alemanes y nórdicos no quieren pagar los
problemas de la Europa del sur).
Al final, la compra
masiva de deuda por el BCE pretende inyectar liquidez, dinero al mercado: ofrece a los bancos e
inversores comprarles la deuda (pública y privada) que tengan, que se animarán
a vender porque está cayendo su rentabilidad. El objetivo
es que con este dinero fresco, los bancos
presten y los inversores inviertan, con lo que habría más actividad, más consumo y antes o después más inflación.
Además, como muchos inversores se van a desprender de deuda europea, bajará el euro, que ya está en
mínimos (hasta 1,11 euros por dólar, cuando llegó a estar en 1,40 euros este
verano). Y al bajar el euro, los productos europeos son más baratos y se puede exportar mejor. Y se pueden atraer
más turistas. Por último, si el
BCE compra deuda, rebaja los precios y los
países pueden emitir su deuda pagando menos interés. España, por ejemplo, llegó
a pagar un 6,64% de interés a los que compraron bonos a 10 años en
agosto de 2012 y en enero de 2015, antes de las compras masivas de deuda, ya pagó
sólo el 1,63% por esa deuda. Un ahorro
de 2.500 millones para 2015.
En teoría, pues, la
compra masiva de deuda del BCE puede ser muy positiva, como se ha visto en
EEUU y Reino Unido. Pero llega 5 años tarde y con una cuantía escasa:
EEUU compró deuda por 3,5 billones de dólares desde 2008 a 2014,
más del doble que ahora Europa. Pero
sobre todo, el problema de Europa no es de falta de liquidez y tipos altos
(como en USA en 2008): en Europa hay liquidez de sobra, como demuestra
que los bancos sólo hayan pedido al BCE
la mitad de los 400.000 millones que tenía para prestarles a bajo interés.
Y no es que los bancos no quieran dar créditos,
es que hay pocas empresas y familias solventes que quieran pedirlos. Porque la
mayoría ni venden ni ingresan como para
endeudarse y bastante tienen con quitarse deudas del pasado: sólo en
España, las empresas deben
todavía 962.521 millones de euros y las
familias otros 757.182 millones. Una pesada
losa como para pedir más créditos ahora, por mucho que el BCE inunde
Europa de dinero barato. Y más cuando la
economía no tira, no hay ventas y
los sueldos se estancan.
Por eso, el último cartucho del BCE es, además de tardío, insuficiente.
Puede ayudar, pero hace falta que los gobiernos europeos cambien el chip:
tienen que olvidarse de la austeridad y
los recortes (que Bruselas
ha vuelto a pedir, para 2015, a Francia, Italia, España, Bélgica, Austria,
Portugal y Malta) y reanimar la economía
europea, fomentar que haya demanda (ventas) e inversión. Para
ello sólo hay dos caminos. Por un
lado, reanimar el consumo, tanto de las familias (mejorando
los salarios y bajando impuestos a las rentas medias y bajas, subiéndolo a
los más ricos, grandes empresas y multinacionales) como de los Estados, gastando
más sobre todo lo que tienen menos déficit público (Alemania tiene superávit). Y por otro, reanimar
la inversión, haciendo que la
inversión pública “tire” de la privada, con más recursos de los que
contempla el Plan
Juncker, que sólo pretende aportar 21.000 millones de dinero público en 3 años.
El BCE ha “comprado
tiempo”, pero la
crisis europea sigue ahí y si los Gobiernos no toman medidas
efectivas, saltará de nuevo y caeremos en la tercera recesión de esta crisis. Y
no hay que olvidar el problema de Grecia,
al que hay
que buscar una salida. Ya no se
puede seguir por el mismo camino de la
troika: más ayudas a cambio de más recortes que hunden más la
economía griega e imposibilitan el futuro pago de la deuda (315.509 millones en octubre de 2014). Una deuda que Grecia tiene concentrada en cuatro países europeos: Alemania (66.310 millones), Francia (49.800), Italia (43.750) y España (26.000 millones prestados). Hay que dejarles que salgan de la UVI y se
recuperen y para eso es imprescindible renegociar
la deuda, ampliando los plazos
para devolverla (ahora,32 años) y bajando el interés (pagan el 3%),
para que puedan pagarla sin
asfixiarles. Pero el problema de la
deuda no es sólo de Grecia, aunque sea el más grave (deben el 176% del
PIB). También tienen un grave
problema de deuda pública España
(deberá el
101,7% del PIB en 2015), Portugal
(128%), Italia (127%), Irlanda (123%), Bélgica (105%) y Chipre
(102%).
Para Grecia y para el resto, la única salida, además de
renegociar la deuda (más plazo y menos interés), es compartirla entre todos los países, “mutualizándola”: que la emita un Tesoro europeo
(como en USA), de tal manera que pague lo
mismo por la deuda griega que por la finlandesa, porque sólo hay una deuda,
la europea. Son los
eurobonos. La Europa del norte,
con Merkel a la cabeza (“no habrá
eurobonos mientras
yo esté viva”) no quiere
porque les tocaría pagar más, para que Grecia, España y la Europa del sur
paguen menos. Pero eso debería ser el
euro, un Club donde se comparte lo malo y lo bueno (también Alemania inunda de coches, electrodomésticos
y créditos a la Europa del sur).
Una vez más, Europa
está en otra encrucijada: o cambia
drásticamente de política o la austeridad
ya no da más de sí y nos lleva a la tercera recesión. Y al descontento de millones de europeos. Es
lo que ha dejado claro Grecia:
la mayoría de la población está harta
de sacrificios inútiles. Un mensaje que puede repetirse este año en las
elecciones de España y Portugal (y en Irlanda en febrero de 2016). Y mientras, engorda la bolsa de euroescépticos
y la extrema derecha en Francia, Hungría, Grecia ,Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Austria, Holanda y Alemania. Europa es “el
farolillo rojo” de la economía mundial, a pesar de tantos sacrificios.
Y el BCE no puede salvarnos, sólo evitar la catástrofe. Sólo queda explorar
otro camino: acabar de una vez con la austeridad, reanimar de
verdad las economías y aliviar el peso de la deuda. Cuanto antes.
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