El Gobierno y sus voceros mediáticos han reiterado que el FMI subió
tres décimas su previsión de crecimiento
para España este año, hasta el 0,9%. Pero no dicen que el FMI prevé también que España crezca en torno al 1% hasta 2019,
que estemos 6 años con la economía
estancada. Y que el paro sólo baje al 21,8% en 2019: casi 5 millones de parados. Seremos uno de los países que menos crezca en Europa, a pesar de tener el doble de paro. Un grave panorama
que puede enturbiarse más por la baja
inflación y la falta de crédito, según el FMI. Y aún podríamos crecer menos
si el Gobierno Rajoy hace más recortes
para 2015, como le pide ahora el FMI
(que recorte en gastos sociales y pensiones) y antes la Comisión Europea (recorte 24.000 millones para 2015).Y si
sube el IVA, como le pide Bruselas. Estancarse varios años o cambiar de política para crecer más.
Ese es el dilema.
enrique ortega |
El Fondo Monetario
Internacional (FMI) cree que España será de los países euro que menos crezca en esta década: poco
más del 1%,
frente a una media del 1,5% en la UE-18. Mientras el Gobierno y algunos
expertos aseguran que la recuperación
viene con fuerza, el FMI da unas estimaciones
de crecimiento para España estremecedoras: +0,9% en 2014, +1% en 2015, +1,1% en 2016, +1,2% en 2017 y 2018 y +1,3%
en 2019, muy lejos del +3,5% que crecía España antes
de la crisis, entre 2000 y 2007. Y claro, con este mínimo crecimiento,
el FMI prevé que apenas se creará trabajo:
50.000 empleos netos este año y 61.000 en
2015. Y eso nos lleva a una tasa de
paro que todavía será del 21,8%
en 2019. O sea, que dentro de 6
años, España tendrá todavía casi 5 millones de parados (4.938.681). Un drama.
Y eso “si todo va bien”,
si no hay una marcha atrás en la tímida recuperación iniciada en otoño pasado. El FMI, en su reciente reunión en Washington, ha hablado de varios
riesgos para la recuperación de Europa y en especial de España. El primero, la baja
inflación. El FMI cree que España
es el país europeo con más riesgo de caer en deflación, lo que hundiría
la economía, al caer el consumo, bajar los márgenes empresariales y subir el
coste real de la deuda. Y por eso piden
medidas urgentes al BCE, para bajar más los tipos y aumentar la
liquidez en Europa, como han hecho EEUU, Japón, China, Brasil y hasta el Reino
Unido. El segundo riesgo para España
es la falta
de crédito, que debería ser la
gasolina de la recuperación: el FMI
cree que tardará
aún dos años en fluir y propone acelerar
el saneamiento de la banca para que llegue antes. Y el tercer riesgo, una posible crisis de los países emergentes,
que afectaría
mucho a España: la banca española es
la que tiene más riesgo, tras la austriaca, si se producen tensiones en países
como Brasil, México, Turquía, India o Indonesia, según el FMI.
En medio de todos estos riesgos
para la recuperación, otra
previsión: España tiene un
déficit público demasiado
elevado, que va a bajar muy despacio, y una abultada deuda pública que va a seguir creciendo (hasta el 102,4% del PIB en 2019). Y la
receta del FMI es la de siempre: recortes
del gasto, concretando incluso: en gastos sociales (educación y
sanidad), en funcionarios (sugieren “reformas”: en castellano, despidos) y en pensiones
(elevar edad de retiro, reducir prestaciones y elevar contribuciones). “No ajustar no es una opción”, comentaba
un funcionario del FMI en Washington, obviando que España lleva cuatro años de ajustes. El problema es
que esos recortes, que apenas
han rebajado el déficit, llevaron al
país en 2011 a una segunda recesión,
que duró hasta 2013.
El FMI se suma
así a la receta de la Comisión Europea,
que ya dijo en febrero a España que necesita
hacer un ajuste
extra de 24.000 millones en 2015, porque si no, el déficit público del año que viene será del 6,5% del PIB en lugar del
4,2% que exige Bruselas. Y hace unos días, un informe
de la Comisión le ha marcado a Rajoy el camino para hacerlo: subir
el IVA y los impuestos especiales (tabaco y carburantes). Montoro dice que no va a subir el IVA y sigue hablando de
bajar
impuestos incluso, pero las cuentas no salen: tenemos un
déficit elevado, hay que bajarlo mucho más, según Bruselas y ahora el FMI,
sobre todo en 2015. Y para eso habrá que hacer más recortes y subir
impuestos, no bajarlos, salvo algún retoque en el IRPF de cara a la
galería, pero subiendo por otro lado para intentar reducir el déficit público.
El problema que
tiene España es que apenas crece y así
se recauda poco y los gastos no son
fáciles de bajar más, porque ya están bajo mínimos (educación, sanidad,
gastos sociales, inversiones públicas). La mejor estrategia contra el déficit
es ingresar
más, dado que España
ingresa menos impuestos que el resto de Europa: los ingresos
fiscales suponen el 37,8% del PIB frente
al 45,4% en la UE-28. Se podrían recaudar
50.000 millones más por tres vías:
lucha contra el fraude fiscal (sólo
recortándolo un tercio se conseguirían 20.000 millones), reducir el fraude “legal” (recorte deducciones en sociedades e IRPF
y aumentando los productos que paguen IVA general) e introducir nuevos impuestos, a las grandes fortunas, a las
transacciones financieras (la
tasa Tobin se va a quedar descafeinada)
e impuestos verdes. Los técnicos de Hacienda (GESTHA)
creen incluso que se podrían recaudar
70.000 millones más sin tocar los impuestos a la mayoría de los españoles.
O se ingresa más o adiós
al Estado del Bienestar. Pero no parece que la anunciada reforma fiscal de este verano vaya por
aquí: puede quedarse en un simple retoque electoral, bajando algunos impuestos que se notan (IRPF) y
subiendo otros que no se notan tanto. Si al final no suben el IVA, tendrán
que volver a recortar
gastos (donde siempre: funcionarios, sanidad, educación, gastos
sociales…) para el Presupuesto 2015,
que se presentará a finales de septiembre. Y con menos gastos, menos actividad y menos crecimiento del escaso que se
espera. Y si sube el IVA, aún menos.
Volvemos otra vez a un callejón sin salida: nos obligan a hacer recortes (desde
Bruselas, tras las elecciones europeas, y desde el FMI-la troika) y esos recortes provocan un menor
crecimiento, poco empleo, bajos salarios y menor recaudación, con lo que
incumplimos la rebaja del déficit y hay que hacer nuevos recortes. Es el
círculo vicioso de la austeridad,
el bucle en que llevamos metidos
cuatro años ya. Y si ya íbamos a crecer poco esta década, con más recortes o
subiendo el IVA, caeríamos en la tercera
recesión de esta crisis.
El panorama es desolador: mínimo crecimiento, poco
empleo (precario),
no hay crédito, inflación baja y un déficit y deuda elevados, que nos hacen
muy dependientes de los mercados. No se ve una salida, por más que remachen
sobre la recuperación. Los españoles son
pesimistas: el 84,5% ven la
situación económica mala o muy mala y el 68,7% piensa que dentro de un año será
igual o peor, según el Barómetro
del CIS de marzo. Demoledor.
Es hora de cambiar
de política económica, en Europa y en España, para reanimar el crecimiento y el empleo. El BCE debe bajar los tipos e inyectar
liquidez como ha hecho EEUU, favoreciendo el crédito. Y los futuros dirigentes de Bruselas deberían
lanzar
un
Plan Marshall europeo,
que fomente inversiones productivas, tecnología, formación y empleo, para que
Europa no sea el farolillo rojo de la recuperación mundial. Y en España, Rajoy debería promover un
gran acuerdo contra el paro, dedicando más recursos a reanimar los sectores clave (industria, turismo,
exportadores, nuevas tecnologías) y a políticas
activas de empleo, con más formación e incentivos a la contratación de
jóvenes, mujeres y mayores de 45 años. Se trata de dejar atrás la austeridad y
tratar de crecer más, porque nuestro
primer problema no es el déficit ni la inflación, sino que tenemos más del
doble de paro que Europa. Y que más de la mitad de nuestros parados
llevan más de 2 años sin trabajar y ya no cobran nada.
El Gobierno Rajoy
sigue tratando de ganar tiempo, machacando
cada día con el
espejismo de la recuperación, a ver si la economía se da la vuelta sola.
Pero la realidad está ahí: apenas
crecemos, estamos estancados, creando poquísimo empleo marginal, y así
seguiremos el resto de la década, según el FMI. Es como para pensárselo. Y tratar de cambiarlo.
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