En las últimas dos décadas hemos sufrido la avalancha de alimentos ultraprocesados en las estanterías de los supermercados. No son alimentos naturales sino preparaciones industriales que utilizan grandes cantidades de aceites y grasas, azúcares y sal más una serie de aditivos artificiales (conservantes, texturizantes, saborizantes y edulcorantes) para mejorar la apariencia de los alimentos (sabor, olor y textura) y prolongar su vida útil. Se trata de “comida basura”, elaborada para estimular artificialmente nuestro apetito: bebidas azucaradas, “snacks” empaquetados (patatas fritas y otros) galletas y bollos, comida rápida, cereales endulzados, embutidos, carnes procesadas (salchichas), “nuggets”, barras de chocolate, helados, rebozados y platos preparados.
lunes, 8 de diciembre de 2025
Nos invaden los alimentos ultraprocesados
Cuando vamos al supermercado llenamos el carro de alimentos
ultraprocesados, comida y bebida con exceso de grasas, azúcares, sal
y aditivos que provocan sobrepeso y obesidad, la causa de múltiples
enfermedades. Una “comida basura” más atractiva y barata que los
alimentos frescos y que las industrias publicitan sin control, atrayendo sobre
todo a niños y jóvenes. Un reciente estudio alerta que estos
alimentos ultraprocesados dominan la dieta mundial y pide medidas
a los Gobiernos frente a esta “pandemia global”. En España, 4 de cada 10
niños y 3 de cada 10 adolescentes tienen exceso de peso,
como la mitad de los adultos, provocando enormes costes
sanitarios y económicos. El Gobierno obligó al etiquetado de los alimentos
y subió el IVA a las bebidas azucaradas, con poco éxito. Ahora, va a
controlar la alimentación en hospitales y residencias de ancianos,
tras aprobar un Decreto para controlar los menús escolares. Pero
la batalla contra la comida basura y el sobrepeso es de todos y empieza en
las familias. El sobrepeso mata. Alimentos ultraprocesados: triplican su peso en nuestra dieta y agravan el sobrepeso
En las últimas dos décadas hemos sufrido la avalancha de alimentos ultraprocesados en las estanterías de los supermercados. No son alimentos naturales sino preparaciones industriales que utilizan grandes cantidades de aceites y grasas, azúcares y sal más una serie de aditivos artificiales (conservantes, texturizantes, saborizantes y edulcorantes) para mejorar la apariencia de los alimentos (sabor, olor y textura) y prolongar su vida útil. Se trata de “comida basura”, elaborada para estimular artificialmente nuestro apetito: bebidas azucaradas, “snacks” empaquetados (patatas fritas y otros) galletas y bollos, comida rápida, cereales endulzados, embutidos, carnes procesadas (salchichas), “nuggets”, barras de chocolate, helados, rebozados y platos preparados.
Cada día compramos
más alimentos ultraprocesados porque tenemos menos tiempo para cocinar
y porque la industria alimentaria innova constantemente para ofrecernos productos
que son más baratos que los alimentos frescos (frutas, verduras,
legumbres, carnes y pescados). Un reciente estudio de 43 expertos mundiales,
publicado
hace unos días en la revista The Lancet, ha dado la alarma: “la comida
basura domina la dieta mundial, impulsada por el afán de lucro de las grandes
multinacionales de la alimentación”. Y añaden que estos alimentos
ultraprocesados dominan
la dieta en todo el mundo, propagados como “una especie invasora”,
tanto en los paises desarrollados (donde su consumo ha crecido un 20% en
los últimos 15 años) como en paises de ingresos medios (crecen un 40%)
y sobre todo en los paises pobres (crecen mucho más, un 60% entre
2007 y 2022).
El consumo de esta “comida basura” oscila
entre el 9% de la dieta energética en Irán al 60% en EEUU, según el estudio,
con un consumo intermedio del 14% en Italia o el 46% en Reino Unido y Suecia.
En España, la ingesta de calorías procedente de ultraprocesados se
ha triplicado, pasando del 11 al 32% de la dieta en los últimos 30 años.
De hecho, un
estudio de la Red Europea de Nutrición, con datos de 2021, reflejaba que
los alimentos ultraprocesados aportaban el 25% de la energía de la dieta de
los españoles, algo menos que en el conjunto de Europa (27,2%), más que en
Italia (13,4%) o Portugal (22,15%) y menos que en Suecia (42%), Paises Bajos
(37,1%) o Alemania (38,4%).
El
estudio alerta también sobre el modelo de negocio de los
ultraprocesados, que se basa en manipular a gran escala materias primas
baratas (maíz, trigo, soja o aceite de palma) para convertirlos en productos “llamativos,
apetecibles y sabrosos”, que se diseñan para ser muy atractivos (“adictivos”)
y se comercializan muy agresivamente (con enormes gastos en publicidad)
para fomentar su consumo repetido, especialmente entre niños y jóvenes. Una
estrategia dirigida no a alimentar a la población sino a conseguir enormes
beneficios. Y para asegurarlos, denuncian,
emplean sofisticadas técnicas y presiones, para bloquear
regulaciones, involucrarse en litigios legales (para retrasar medidas), influir en debates científicos, presionar a
políticos (y comprarlos) y “manipular” a la opinión pública, según el estudio,
que ve paralelismos entre estas industrias y las
tabaqueras.
En definitiva, concluye el estudio publicado en The Lancet,
las multinacionales de la alimentación gastan millones en desarrollar nuevos
alimentos y bebidas que publicitan sin límite para aumentar sus ventas y
beneficios, a costa de la salud de millones de personas. Los expertos alertan
de los 12 riesgos para la salud que comporta consumir estos
alimentos ultraprocesados: sobrepeso y obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión,
dislipemia, enfermedades cardiovasculares, coronarias, cerebro-vasculares,
renales crónicas, enfermedad de Crohn, Parkinson y depresión. Y además de
daños a la salud, la “comida basura” atenta
contra el medio ambiente, por las emisiones que generan la producción,
procesamiento y transporte de estos alimentos, más millones de
envases de plástico generados.
En paralelo a la publicación de este estudio, la
OMS ha enviado una carta donde reitera que “el consumo creciente de
alimentos ultraprocesados representa una amenaza sistémica para la salud pública,
la equidad y la sostenibilidad ambiental”, insistiendo en que este tipo de
alimentos los consumen más los paises y familias pobres, cuya dieta es baja en
frutas, verduras, carnes y pescados frescos. La
UNICEF también ha publicado un editorial
donde denuncia que la proliferación de alimentos ultraprocesados se ha
convertido en “una de las amenazas más urgentes para la salud humana en el
siglo XXI” y aboga por “defender a los niños de esta plaga”,
que se prioricen la salud y la
alimentación sobre los beneficios.
En España, el consumo de ultraprocesados es muy
elevado, según
los datos europeos, sobre todo los productos de panadería y bollería
industrial, las galletas, salchichas, productos lácteos endulzados y las salsas.
Y es especialmente preocupante en los alimentos que consumen niños y
adolescentes. De hecho, el 80% de los alimentos infantiles
comercializados en España no cumplen los criterios nutricionales establecidos
por la OMS, según la 1ª tabla de composición nutricional de
alimentos para niños elaborada
por investigadores catalanes, que recoge 850 productos de 42 marcas
disponibles en los supermercados. También alertan que el 60% de los artículos
estudiados contienen exceso de azúcar , que el 30% incorporan azúcares o edulcorantes añadidos o jugos
concentrados y que el 98% presentan mensajes promocionales no autorizados.
Esta avalancha de “comida basura” (y bebidas azucaradas) es
un factor clave para explicar el aumento del sobrepeso y la obesidad
en el mundo y en España, según todos los expertos. Los datos son muy
preocupantes: 4 de cada 10 niños y niñas españoles tienen exceso de peso
(de ellos, el 19% de los niños y el 14% de las niñas tienen obesidad, un
porcentaje que se ha duplicado en los últimos 20 años), según
el informe Aladino 2023. Y 3 de cada 10 adolescentes tienen exceso
de peso. Entre los adultos españoles, el 55,8% tienen exceso de peso
(31,7% tienen sobrepeso y el 18,7% tienen obesidad), según
los datos de la Agencia de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).
Unos datos muy preocupantes, por sus consecuencias sobre la
salud de los españoles y que suponen altos costes. De hecho, la
OCDE realizó en 2019 un estudio económico de la obesidad en 52 paises y
estos fueron sus resultados para España: la obesidad supone una
reducción de 2,6 años en la esperanza de vida, provoca el 9,7% del gasto
sanitario, reduce la productividad laboral (en el equivalente a 479.000
jornadas laborales anuales) y supone en conjunto una reducción del PIB del 2,9%
(46.000 millones anuales). Y añaden que para cubrir estos costes de la
obesidad, cada español paga 265 euros al año de impuestos. Frente a
estos costes, la OCDE proponer tomar medidas, algo que creen muy rentable: por
cada euro invertido contra la obesidad en España, recuperaríamos 6 euros…
El Gobierno ha tomado estos años algunas
medidas contra los alimentos ultraprocesados y la obesidad. En 2021, el
etiquetado de alimentos en España comenzó a incorporar el sistema de
calificación nutricional Nutriscore
(con letras y colores) y se reforzaron
las normas sobre la información del país de origen, la cantidad de ingredientes
clave y la etiquetado de alérgenos y bebidas alcohólicas. Pero este etiquetado sigue
siendo voluntario, por lo que lo utilizan sólo las empresas
alimentarias que tienen productos con buena puntuación. Otra medida fue la
aprobación de un impuesto a las bebidas azucaradas, al subirlas el IVA
del 10 al 21% en enero de 2021, medida que inicialmente frenó el consumo para
subir después. Pero no se ha actuado sobre la publicidad de alimentos y
bebidas no saludables: un
estudio de la Gasol Foundation constató que el 80% de los niños y
adolescentes españoles reciben publicidad de alimentos y bebidas no
saludables. Y piden regularlo con urgencia.
El 10 de junio de 2022, el
presidente Sánchez presentó, con la Gasol Foundation y la OMS, el Plan
Estratégico Nacional 2022-2030 para la reducción de la obesidad
infantil, con 200 medidas sobre nutrición, fomento del ejercicio,
la alimentación infantil, el uso de pantallas y la educación nutricional, con
el objetivo de reducir el sobrepeso infantil un 25% y bajar un 40% la brecha
social asociada (la pobreza infantil “alimenta” el sobrepeso). Al hilo de este
Plan, se han aprobado dos medidas este año. Una, el 15 de abril, un
real decreto para limitar la presencia de los alimentos ultraprocesados
en los centros escolares no universitarios, medida que entrará
en vigor en 2026, cuando se renueven los contratos con las empresas de
catering. Y la otra, un decreto
aprobado en mayo por Consumo y Sanidad, para garantizar la alimentación
saludable en hospitales
y residencias de mayores, decreto que ha estado en periodo de audiencia
pública y que se espera aprobar definitivamente en breve.
Son pasos adelante, pero falta mucho por hacer. El
informe The Lancet propone varias medidas a nivel mundial:
impuestos para gravar los productos insanos y ayudas a los productos frescos,
mejora del etiquetado y la inclusión de mensajes sobre los riesgos de la comida
basura (como en las cajetillas de tabaco), regular su presencia en centros
escolares y sanitarios y limitar su millonaria publicidad. Por su parte, la
OCDE propuso a España mejorar el etiquetado de alimentos y menús,
promover la actividad física y programas de actividad en los centros de trabajo.
Y la Federación Mundial de la Obesidad propuso en 2023 siete medidas para
frenar el sobrepeso: un compromiso político de alto nivel e inversiones
suficientes, no dejar a nadie atrás en el tratamiento, formar mejor a los
profesionales sanitarios, abordar la prevención y los tratamientos sin estigmas
y prejuicios, mejorar la vigilancia de datos con Encuestas y estudios
periódicos, financiar los tratamientos
(con ingresos derivados de impuestos a las bebidas azucaradas) y tener
objetivos auditables.
Los expertos del estudio The Lancet urgen a “desescalar”
el avance de la “comida basura” y la obesidad, porque ya domina
nuestra dieta e irá a más. Las perspectivas para España son
preocupantes, según
el Atlas de la Obesidad Mundial 2025: si ahora tenemos un 50% de
adultos con sobrepeso y el 15% de ellos tienen obesidad, auguran que en 2030
todavía tendremos un 33% de la población adulta con sobrepeso (13.200.000
personas), de ellas un 13,2% con obesidad (5.350.000 adultos). Unas cifras
todavía impresionantes, que exigen tomar medidas eficaces para reducirlas desde
ya.
En resumen, tenemos un problema de mala alimentación,
con una alto consumo de comidas y bebidas basura, que han calado entre niños y
jóvenes y que anticipan una España con más obesos, como ya se ve en muchos
paises desarrollados. Urge actuar desde la Administración,
forzando y pactando una comida más saludable con la industria alimentaria (la
2ª más poderosa, tras el turismo). Pero al final, la mayor responsabilidad
está en las escuelas y las familias, que deben tener más sensibilidad
ante los alimentos ultraprocesados y las bebidas azucaradas, acostumbrándose a
no comprarlas y a educar a hijos y nietos en una dieta más natural y saludable.
Porque la comida basura y el sobrepeso matan.
En las últimas dos décadas hemos sufrido la avalancha de alimentos ultraprocesados en las estanterías de los supermercados. No son alimentos naturales sino preparaciones industriales que utilizan grandes cantidades de aceites y grasas, azúcares y sal más una serie de aditivos artificiales (conservantes, texturizantes, saborizantes y edulcorantes) para mejorar la apariencia de los alimentos (sabor, olor y textura) y prolongar su vida útil. Se trata de “comida basura”, elaborada para estimular artificialmente nuestro apetito: bebidas azucaradas, “snacks” empaquetados (patatas fritas y otros) galletas y bollos, comida rápida, cereales endulzados, embutidos, carnes procesadas (salchichas), “nuggets”, barras de chocolate, helados, rebozados y platos preparados.
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