lunes, 3 de febrero de 2020

El Brexit de nunca acabar


Hace dos días, el 1 de febrero, el Reino Unido dejó de pertenecer a la Unión Europea. Pero todavía quedan meses (y quizás años) para que esta separación de los británicos acabe en divorcio. Ahora falta negociar, antes del 31 de diciembre, su futura relación comercial con los 27: si firman un acuerdo como el que tiene Noruega o como Canadá o hay una nueva prórroga para negociar en 2021 y otra amenaza de Brexit duro. Al final, lo que pretende Boris Johnson es tener una relación comercial estrecha con la UE pero sin obligaciones, a lo que se niegan en Bruselas. Mientras, España es uno de los paises europeos más afectados por la salida de Reino Unido y un posible Brexit duro, sobre todo el sector agroalimentario, el automóvil, el turismo y las inversiones de nuestras grandes empresas, sin olvidar los ciudadanos de ambos paises. La negociación de la futura relación con Reino Unido va para largo y todos saldremos perdiendo con su marcha. Sobre todo ellos.

enrique ortega

Al Reino Unido le costó 15 años ingresar en la Comunidad Económica Europea (1 enero 1973) y llevan tres años y medio intentando salir de la UE, desde el 23 de junio de 2016, cuando una estrecha mayoría (52%) votó en referéndum a favor del Brexit. Los británicos han pospuesto  su marcha, de prórroga en prórroga, hasta que el 31 de enero se ha cumplido la última fecha aprobada por Bruselas y Londres para dejar la UE. Pero el Brexit no ha hecho más que empezar: se ha consumado la salida política (Reino Unido ya no tiene voz ni voto en la UE) pero no la económica: las mercancías, capitales y personas británicas siguen siendo comunitarias, al menos hasta el 31 de diciembre de 2020, fecha marcada para acordar un acuerdo comercial que establezca las futuras relaciones económicas RU-UE.


Esta futura relación comercial del Reino Unido con la Unión Europea podría seguir uno de los tres modelos de relación económica que tiene Europa con terceros paises. Uno, el que se tiene con Noruega, Islandia o Liechtenstein: integrar al Reino Unido en el espacio económico europeo (EEA), una zona de casi libre comercio, a cambio de aceptar los británicos la libre circulación de personas y la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia, además de contribuir en parte a financiar el Presupuesto europeo. La otra opción es firmar un Acuerdo de Libre Comercio, como el que tiene la UE con Canadá o Corea del Sur, menos favorable para los británicos porque incluye aranceles y restricciones. Y hay una tercera vía, menos interesante, firmar un Acuerdo de Asociación como el que tiene la UE con Ucrania. O una variante menos atractiva, la Unión aduanera que tiene la UE con Turquía, Andorra o San Marino.


Al Reino Unido, especialmente a Boris Johnson, no le gusta un acuerdo como el de Noruega porque huye de “compromisos” con Europa. Lo que buscan es un Acuerdo de libre comercio como el que tiene la UE con Canadá, pero con más ventajas si es posible porque ellos son de alguna forma “europeos”. Pero la nueva presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, ya se lo ha dicho claro: “cuanto mayores sean nuestras diferencias, más distante será nuestra relación comercial”. A lo claro: que si quieres comerciar con pocas trabas con la UE, tienes que jugar con sus reglas en materia laboral, fiscal, medio ambiente o ayudas estatales. Vamos, que no puede aspirar el Reino Unido a disfrutar de libertad de movimiento de mercancías y capitales si no hay libertad de movimientos de personas y si no juegan a lo mismo en materia laboral, fiscal, ambiental o ayudas a sus empresas. Que nada de intentar ser la Singapur de Europa, sin reglas, y competir de forma desleal con la UE.


Dada esta distancia de partida, las negociaciones sobre la relación comercial futura no van a ser fáciles. El 25 de febrero habrá una Cumbre europea para fijar la posición de los 27, para unificar posturas y presentar un bloque firme ante el Reino Unido. Y a partir de ahí, a negociar, con una fecha tope para el acuerdo, impuesta por Boris Johnson: el 31 de diciembre de 2020. “Es poco realista negociar un acuerdo comercial completo en tan solo 11 meses”, ha dicho el negociador comunitario Michel Barnier. Pero lo van a intentar. Lo pactado en el Acuerdo de Salida es que puede haber una prórroga para negociar, de un año más (2021) e incluso dos (2022), pero sólo si lo pide el Reino Unido antes del 1 de julio de 2020. Johnson ya ha dicho que no pedirá otra prórroga, pero el problema lo tendremos en diciembre: si no hay acuerdo sobre la relación futura, sólo quedará darles otra prórroga o un Brexit duro.


El calendario de negociación ha fijado una serie de temas claves para empezar, con la idea de que sirvan de “test” en junio, antes de la fecha clave del 1 de julio, para saber si hará falta una prórroga. El primero, la pesca, la primera línea de esta “batalla comercial”: Bruselas quiere que los barcos europeos tengan “libre acceso” a los recursos de las aguas británicas, una cuestión clave para Francia y España, sobre la que protestan los pescadores británicos mientras su Gobierno pide contrapartidas. Y quieren conseguirlas en el segundo bloque a negociar, los servicios financieros, el otro gran caballo de batalla. Teóricamente, los bancos británicos perderán su pasaporte para seguir operando en el mercado financiero de la UE, pero quieren seguir prestando sus servicios desde Londres, para lo que Bruselas les exige  que operen con la regulación financiera comunitaria. Otros tres temas claves de esta primera fase de la negociación RU-UE son el tratamiento común de las bases de datos, la regulación del transporte por tierra, mar y aire (si no hay acuerdo, Europa restringirá los vuelos británicos) y el suministro de gas y electricidad (sin restricciones ni competencia desleal).


Esto es sólo el principio de la negociación, porque hay miles de cuestiones a acordar,  incluida la regulación de los ciudadanos comunitarios en Reino Unido (3,3 millones) y los británicos en Europa, una cuestión muy polémica. Ambas partes tendrán que respetar sus derechos (de residencia, laborales, sanidad, educación…), un tema que preocupa mucho a los 300.000 españoles que viven y trabajan en Reino Unido y al millón de británicos que viven en España (300.000 de forma permanente). Precisamente, la Cámara de los Lores británica acaba de aprobar que los ciudadanos comunitarios residentes tengan derecho a llevar un documento que acredite su situación legal (2,7 millones de ciudadanos comunitarios ya se han registrado oficialmente como residentes), para evitar problemas. Y otra cuestión clave será Gibraltar y el futuro de la zona fronteriza española (fiscalidad, contrabando, aduana, medio ambiente), que ya se empezó a negociar entre España y el Peñón en enero.


La negociación global será compleja y polémica, también porque en ella se va a inmiscuir Donald Trump, que ha prometido a Boris Johnson una “relación económica especial” entre Estados Unidos y Reino Unido. Y los británicos lo pueden utilizar como arma de negociación: “si no me dais más los europeos, nos echamos en brazos de los norteamericanos”. Y luego está el polémico tema de Irlanda del Norte. El Acuerdo de Salida incluyó que no hubiera frontera entre las dos Irlandas, lo que obliga a que Irlanda del Norte (una parte del Reino Unido, junto a Inglaterra, Gales y Escocia) siga en el mercado único europeo, con una frontera marítima con Reino Unido. Eso significa que Irlanda del Norte estará en la UE y en Reino Unido a la vez, situación que puede permitirle disfrutar “de lo mejor de los dos mundos”, lo que ha llevado a algunas multinacionales instaladas en Irlanda a plantearse trasladar su sede a Irlanda del Norte. De no controlarse esta situación, se agravaría el problema actual de Irlanda, que ya es un paraíso fiscal y comercial dentro de Europa.


Haya o no acuerdo, la relación con el Reino Unido va a cambiar mucho en el futuro. Si se alcanza un acuerdo comercial, lo más probable es que haya ciertas restricciones al libre comercio actual, desde algún tipo de aranceles a cupos o controles por temas sanitarios y fiscales. Y eso provocará “atascos” en las fronteras, al menos en los primeros meses, ya que sólo por el puerto de Dover cruzan 10.000 camiones al día. Y si no hubiera acuerdo ni prórroga (algo impensable hoy, pero nunca se sabe), un Brexit duro sería un drama para todos, porque entrarían en vigor las normas de la Organización Mundial de Comercio y las relaciones comerciales entre europeos y británicos serían como con Brasil, por ejemplo: aranceles (10 o 15% de impuestos a todo), cupos y restricciones. Una crisis.


Aún con acuerdo y Brexit blando, habrá perjuicios en el comercio y los intercambios futuros entre Europa y Reino Unido. Y España será uno de los paises más afectados, el que más de los grandes (más que Francia o Alemania) y el 7º de los europeos, tras Luxemburgo, Irlanda, Holanda, Chipre, Suiza y Malta, según un estudio de S&P. Y eso porque tenemos una relación muy estrecha con los británicos. Por un lado, las inversiones españolas en Reino Unido rondan los 81.000 millones de euros (el 17,2% de toda nuestra inversión fuera), con una fuerte presencia allí de las multinacionales españolas: Telefónica (20.000 millones invertidos), Banco Santander (15.000), Iberdrola (12.000), Ferrovial (5.000 millones invertidos y factura un 45,5% de todos sus ingresos en Reino Unido), Iberia/IAG (5.000 millones y factura allí el 32,7% del total), Banco Sabadell (2.000 millones y obtiene en RU el 24,2% de sus ingresos) Cellnex (2.500), FCC (2.000), Aena (300) o Inditex (100 tiendas).


Por otro lado, el Reino Unido es el 5º mayor cliente comercial de España (tras Francia, Alemania, Italia y Portugal) y le hemos vendido productos por valor de 18.413 millones de euros en 2019 (enero-noviembre), más de los 10.731 millones que les hemos comprado. Hay 90.000 empresas españolas que exportan a Reino Unido y a las que afectará el Brexit, sobre todo a las agroalimentarias, del automóvil, ropa, cerámica, fertilizantes y vino. Y en tercer lugar, los británicos son los turistas que más nos visitan (18 millones al año, el 22% de todos los turistas que llegan a España) y que más gastan (18.000 millones de euros), por lo que el Brexit preocupa mucho a los hoteleros de Canarias, Baleares y el Mediterráneo.


Pero antes de saber cómo nos va a afectar el futuro Brexit (blando, duro o semi), lo seguro es que la salida del Reino Unido de la UE nos va a costar mucho dinero al Presupuesto español, empezando por el de 2021. Y eso porque el año próximo, los británicos dejarán de poner su parte en la financiación comunitaria (10.751 millones anuales) y eso hará que el resto de paises, los 27, aporten más. Se estima que España tendrá que pagar un 17% más al Presupuesto comunitario, unos 1.900 millones más (de 10.170 a casi 12.000 millones en 2021), con lo que nuestro balance con Europa (lo que recibimos menos lo que aportamos) será aún más negativo de lo que ya fue en 2019 (-1.176 millones). Además, al haber un país importante menos a pagar, también se recortará el Presupuesto europeo y con él las ayudas regionales (Fondos FEDER) y al campo (la PAC), con lo que hay un gran riesgo de que España reciba menos fondos europeos a partir de 2021.


Al final, vamos a seguir pendientes del Brexit todo este año por lo menos y lo más probable es que también en 2021. El acuerdo no es fácil y menos si hay interferencias de Trump en la antesala de las elecciones USA de noviembre. El Reino Unido es clave para Europa (es la 2ª economía de la región, con un 15% del PIB europeo y un 13% de su población) y por eso resulta clave mantener una relación económica estrecha, en beneficio de exportadores e inversores (comunitarios y españoles). Pero el Reino Unido no puede chantajear a la UE con la amenaza de un Brexit duro si no les dejamos “operar a su aire”. No es admisible el intento de Boris Johnson de convertir Reino Unido en la Singapur de Europa, una zona económica sin reglas que haga competencia desleal a una Europa que sí se preocupa de cumplir las normas fiscales, laborales y medioambientales. Y el otro riesgo es que los 27 no negocien como un bloque, que el Reino Unido les divida.


Los británicos se van pero tardarán en hacerlo de verdad, quizás 2 años más. Al final, el Brexit “posible” será malo para Europa y más para el Reino Unido, que se ha dado “un tiro en el pie” (que tardarán años en reconocer). Hay que intentar “pasar página” cuanto antes, porque Europa necesita olvidarse del Brexit y afrontar su futuro: asentar su lugar en el mundo, prepararse mejor para una economía global donde sobrevivir y crecer frente a China, Estados Unidos y los paises emergentes de Asia y América. Superar este largo y complicado divorcio con Reino Unido y afrontar un futuro muy complejo.

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