lunes, 20 de mayo de 2019

Elecciones europeas: avanzar o retroceder


Este domingo son también las elecciones europeas, aunque más de la mitad de los españoles no voten (ni el 58% de los europeos). Y nos jugamos mucho en ellas, porque cada día se toman más decisiones en Bruselas, desde la política económica a las emisiones de los coches, las ayudas a los bancos o las normas alimentarias. Y estas elecciones europeas son especialmente decisivas, porque esta vez se corre el riesgo de que los partidos euroescépticos y de extrema derecha consigan un 30% de los votos y paralicen los avances hacia una Europa más unida, la única garantía para sobrevivir en un mundo globalizado donde las naciones solas tienen poco futuro. Europa es el continente socialmente más avanzado del mundo y eso hay que defenderlo votando a los europeístas, los que defienden un continente más unido, no un nacionalismo rancio. Una Europa más competitiva, que cree más empleo y sea menos desigual, tras la pésima apuesta por la austeridad. España sale ganando con más Europa. Vota.  

Las elecciones europeas, para escoger el Europarlamento y (indirectamente) el Gobierno de la Unión Europea, se estrenaron en 1979, con un cierto apoyo (votaron el 62% de los europeos), pero pronto dejaron de interesar a la mayoría y desde 1999 son mayoría los europeos que no votan. En las últimas, en mayo de 2014, sólo votaron el 42,6% de los europeos y en la mayoría de los 28 paises UE ganan los abstencionistas, salvo en Bélgica (89,6% votaron), Luxemburgo (85,6%) y Grecia (60%), tres países donde es obligatorio votar. En Italia votaron el 56,3%, en Alemania el 48,1%, en España el 43,8%, en Francia el 42,4% y en Reino Unido el 35,6%. ¿Por qué los europeos no votan? Básicamente, por desconocimiento y desinterés hacia la política europea, que ven muy lejana, aunque lo que aprueban el Parlamento europeo y la Comisión Europea (el Gobierno UE) afecta cada vez más a sus vidas. Y también hay una abstención de castigo contra “los burócratas europeos”, alejados de los problemas de la gente o responsables de la austeridad impuesta entre 2010 y 2015.

La mayoría de europeos no votan, pero los que votan lo hacen cada vez de forma más radical, con un auge de las posiciones euroescépticas y antieuropeas, propiciadas por la extrema derecha y los populismos. El “primer aviso” se lo dieron a los políticos europeos tradicionales las elecciones europeas de 2014: los partidos euroescépticos ganaron esas elecciones en Reino Unido (UKIP obtuvo casi 30% votos), en Francia (el Frente Nacional sacó el 25% de los votos, por delante del 20% de los conservadores y el 18% de los socialistas, en el Gobierno), en Hungría (51,5% del ultraconservador Orban, apoyado en la ultraderecha del Jobbik, el segundo partido, con el 14,6% de votos) y en Dinamarca (victoria del Partido Popular danés, con el 25% de los votos), mientras otros partidos euroescépticos, populistas o de extrema derecha se convertían en el 2º partido más votado en Polonia (31,8% para Ley y Justicia) y en el 3º partido más votado en Alemania (7% Alternativa para Alemania), Austria (19,5% FPÖ) y Finlandia (12,9% para los Verdaderos Finlandeses).

Pero los demócratas-cristianos (217 escaños) y los socialdemócratas (186 escaños), que gobiernan Europa en distintas coaliciones desde el inicio de la UE (hace ya 62 años), "no tomaron nota" de este primer aviso de 2014 y continuaron con su política distante y su receta de austeridad, que ha agravado la desigualdad en Europa tras la crisis. Y no adoptaron ninguna medida efectiva para frenar el “euroescepticismo. El resultado ha sido claro: los partidos euroescépticos, populistas y de extrema derecha han seguido creciendo en toda Europa. Y hoy están presentes ya en los Parlamentos de 24 de los 28 países europeos (en todos, salvo Portugal, Irlanda, Luxemburgo y Malta), siendo en algunos países la primera fuerza política (Hungría, Polonia o Italia), la 2ª (Francia o Austria), la tercera (Suecia, Finlandia y Holanda) o la cuarta (Alemania, Dinamarca, Noruega), con más del 10% de los votos en 12 paises (incluido España, con el 10,3% de Vox). Y partidos euroescépticos están ahora en el  Gobierno en 7 paises europeos: Polonia, Hungría, Italia, Austria, Letonia, Eslovaquia y Bulgaria. Y dan apoyos puntuales al Gobierno de Dinamarca.

Ahora, los políticos europeos tradicionales, que desatendieron “el primer aviso” de 2014, nos dan a todos “el 2º aviso”: ojo a los partidos euroescépticos, populistas y de extrema derecha, que pueden conseguir el 30% de los votos en estas elecciones europeas y “vetar” los avances hacia una Europa más unida. Las encuestas estiman que estos partidos podrían conseguir 150 diputados en el futuro Parlamento Europeo (705 escaños), donde perderían escaños los populares europeos (de 217 a 181) y los socialdemócratas (pasarían de 186 a 135), con lo que la coalición conservadora-socialdemócrata (316 escaños de 705) no podría gobernar Europa como en las últimas décadas y necesitaría pactar con los liberales (Macron y sus correligionarios podrían sacar 75 escaños) y con los verdes (49 escaños).

Con todo, aunque los europeístas acaben ganando y formando un Gobierno europeo, el problema es que será muy difícil avanzar si tienen un tercio del Parlamento europeo boicoteando sus propuestas. La clave no sólo va a estar en cuántos diputados europeos consigan sino en el porcentaje de votos que consigan en algunos paises, porque si los euroescépticos, populistas y la extrema derecha triunfan en Francia, Italia, Polonia, Hungría y quizás en Reino Unido, Austria, Finlandia, Dinamarca y Suecia, estas elecciones europeas van a desestabilizar los Gobiernos de muchos de estos paises. Y, además, la estrategia de estos ultraderechistas es desestabilizar a los conservadores europeos, presionar a una parte del PPE (181 posibles diputados) para que se unan con ellos al votar algunas propuestas para frenar el avance de Europa. Su primer objetivo es conseguir el apoyo de Víktor Orbán, el ultraconservador primer ministro de Hungría, ahora en las filas del PPE (aunque amenazado con sanciones por la Comisión Europea, debido a su política antieuropea). Y unir a este bloque euroescéptico, encabezado por el ultraderechista italiano Salvini, a los polacos de Ley y Justicia, los franceses de Le Pen, los holandeses  de Geert Wilders, los alemanes de Alternativa para Alemania, los austríacos del FPÖ, los Verdaderos Finlandeses, el Partido del Pueblo Danés y otros grupos ultraderechistas europeos (incluido Vox).

¿Qué defienden estos euroescépticos, populistas y ultraderechistas? Básicamente, un ataque al federalismo europeo (rechazan avanzar hacia los “Estados Unidos de Europa”) y una defensa de las políticas nacionales, para devolver competencias a los paises. Otro elemento común es la política contra la inmigración, una mayor dureza contra el terrorismo y una cierta “islamofobia”, junto a su simpatía por Putin (salvo los polacos). Y en muchos casos, plantean salir de la Unión Europea, como el Reino Unido con el Brexit.

El avance de estos grupos euroescépticos es peligroso para Europa no sólo por razones ideológicas sino prácticas: la Unión Europea se encuentra en una encrucijada y necesita avanzar para sobrevivir a medio plazo. Primero, porque todavía no ha terminado la arquitectura económica e institucional que evite otra grave crisis del euro cuando haya otra recesión (y la habrá, antes o después). Y segundo, porque en un mundo cada vez más globalizado y multilateral, con la amenaza de China e India junto a EEUU, Japón y Rusia, Europa es "un gigante comercial" pero un enano empresarial”: entre las 40 mayores empresas del mundo, sólo 5 son europeas (Shell, BP, Volkswagen, Daimler y Total). Y entre las 10 mayores multinacionales, 7 son tecnológicas: 5 son de EEUU y 2 de China, ninguna de Europa. Aquí está el fondo del problema: Europa no puede defender su futuro sin grandes empresas que puedan competir con las chinas y norteamericanas (luego con las indias). Y para ello, hay que lanzar ya una estrategia para crear “campeones europeos”, grandes empresas europeas fruto de la fusión de menores empresas alemanas, francesas, británicas, italianas o españolas. Eso exige tiempo, ayudas y financiación, además de leyes, cuestiones todavía pendientes y que figuran como un reto clave del futuro Gobierno europeo que salga del 28-M.

El primer reto del futuro Gobierno europeo es avanzar en la arquitectura del euro para evitar otra grave crisis como la sufrida en Europa entre 2010 y 2015. Hay que avanzar en la unión económica y financiera, con medidas que aún no se han aprobado o son contestadas por Alemania y la Europa del norte: un Fondo para bancos en apuros (el Fondo de rescate creado, el MEDE, es insuficiente), un Fondo de garantía de depósitos, un Presupuesto europeo potente (hoy es el 1% del PIB UE, frente al 25% del PIB del Presupuesto federal USA) que actúe ante futuras crisis, emitir de una vez eurobonos o  un seguro de paro europeo. Y avanzar en una política fiscal común, armonizando los tipos de sociedades e IVA (muy dispares) y liquidando los paraísos fiscales dentro de Europa (como Luxemburgo, Holanda o Irlanda). Y conseguir más recursos fiscales para afrontar dos grandes retos, el cambio climático y la competitividad, apoyando la reindustrialización, la tecnología y la digitalización, para que existan grandes multinacionales europeas y un empleo con futuro. Y avanzar unidos para afrontar temas tan cruciales como la inmigración (Europa va a perder 26 millones de habitantes para 2050 y unas entradas reguladas de inmigrantes serán necesarias) y la seguridad, con la necesaria creación de un ejército europeo a medio plazo que nos permita no depender siempre de EEUU.

Y sobre todo, hay que avanzar en una Europa de los ciudadanos, para conseguir un crecimiento más inclusivo, que reduzca las desigualdades. Porque la crisis y la recuperación han agravado las diferencias entre el norte y el sur, beneficiando a Alemania, Holanda o Austria, en perjuicio de Grecia, Italia, Portugal o España, hoy más lejos de la renta media europea que antes de la crisis. Así, Grecia tenía el 95% del PIB por habitante que la UE-28 en 2008 y en 2017 tenía el 77%. Italia ha pasado del 108% al 96%, Portugal del 82 al 77% y España del 103% del PIB/habitante europeo en 2008 al 92% en 2017. Y en paralelo, Alemania tenía el 119% del PIB/habitante europeo en 2008 y ahora tiene el 123%, según Eurostat. Esto puede corregirse con una política fiscal europea y un Gobierno que gaste e invierta más en la Europa pobre del sur para corregir las desigualdades con la Europa rica del norte.

Para eso están estas elecciones europeas, para hacer frente a estos desafíos, que son europeos pero también españoles, porque de la política europea futura dependerá en buena medida lo que pueda hacer Pedro Sánchez en España. Y por eso, es importante que se recupere el voto socialdemócrata y conservador “civilizado”, para que no volvamos más a sufrir políticas de austeridad, que hundieron la economía europea entre 2010 y 2015 y que sufrimos especialmente en España. Ya hoy, muchos economistas reconocen que la política de recortes defendida por Merkel, Juncker y Rajoy llevó a Europa a una mayor recesión y a una recuperación más tardía y débil que la de EEUU, que optó por reanimar la economía, no por la austeridad. Y por eso, el crecimiento USA desde 2008 ha superado en un 10% al de Europa, según concluye el Instituto de Finanzas Internacionales (IFI).

Al final, la primera preocupación de los españoles, el empleo, tiene mucho que ver con lo que se decida en la Unión Europea en los próximos 5 años, con que haya una política europea para reanimar la economía del continente (hoy estancada) y promover un crecimiento asentado en industrias más competitivas y más tecnológicas, apoyadas con ayudas e inversiones europeas. Una Europa más fuerte, que compita con China y EEUU, que ayude a la mejor formación de los jóvenes en los empleos futuros y que consiga recursos públicos para asegurar un Estado del Bienestar europeo que es pionero en el mundo. Y una Europa que sea líder en la lucha contra el cambio climático, la seguridad, el trato a los inmigrantes y la defensa de las libertades. Objetivos que están en peligro si los euroescépticos y la extrema derecha ganan posiciones en el Europarlamento y en muchos paises. El dilema es avanzar o retroceder en Europa. Por eso hay que votar en estas elecciones europeas. Nos jugamos mucho.

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