jueves, 12 de abril de 2018

Europa nos suspende en innovación


La Comisión Europea acaba de examinar a España y sus notas no son buenas: la productividad es “demasiado pobre” y una causa básica es que tenemos poca innovación: nos colocan como el país nº 17 en tecnología en la UE-28, más lejos de la media europea que en 2008. Y lo achacan a los recortes en Ciencia, 21.728 millones desde 2009, a que España gasta la mitad en tecnología que la media europea y además gasta mal, con mucha burocracia y demasiados créditos que no se gastan: España sólo gastó el 30% del Presupuesto para  Ciencia de 2017. Ahora, para 2018, el Gobierno presume de que va a gastar 531 millones más, pero la mayoría son créditos que tampoco se gastarán. Urge un Pacto por la Ciencia, para que la recuperación llegue a la tecnología y sentemos las bases de una economía más competitiva y que cree empleo más estable. Apostar de verdad por la Ciencia, con dinero, medios e investigadores, como pasaporte para el futuro. Menos cemento y más conocimiento.


enrique ortega


España produjo en 2017 por valor de 1.163.652 millones de euros, la mitad que Francia (2.287.603 millones) y la tercera parte que Alemania (3.263.350 millones de euros de PIB). Teniendo en cuenta la diferente población (46,56 millones en España frente a 65,20 en Francia y 81,36 millones en Alemania), podemos homogeneizar los datos con la producción por habitante en 2017: 24.993 euros per cápita en España, 35.086 euros en Francia y 40.110 euros por habitante en Alemania. A lo claro: los españoles somos un 29,8% menos productivos que los franceses y un 37,7% menos productivos que los alemanes. Y no sólo que ellos. Aunque España es la 5ª economía más grande de Europa, ocupamos el puesto 14º en el ranking de productividad europeo: producen más que nosotros, por habitante, Luxemburgo, Irlanda, Holanda, Austria, Dinamarca, Alemania, Suecia, Bélgica, Finlandia, Reino Unido, Francia, Italia y hasta Malta, según Eurostat.

La Comisión Europea, en su último informe sobre España 2018 (7 marzo) señalaba “los tres culpables” de que España tenga menos productividad que la mitad de Europa: la baja formación de los adultos españoles, la elevada precariedad laboral y la baja innovación tecnológica. Y aquí, las autoridades europeas colocan a España en el pelotón de países con innovación “moderada”, a la cola de la tecnología en Europa, sólo por delante de dos farolillos rojos (Bulgaria y Rumanía). Con ello, la Comisión Europea sitúa a España en el puesto 17 del ranking de innovación de la UE-28, encabezado por 6 países líderes en innovación, los más productivos y los más ricos (Suecia, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Reino Unido y Dinamarca). Luego les siguen otros 6 países con fuerte innovación (Austria, Luxemburgo, Bélgica, Irlanda, Francia y Eslovenia) y llega el tercer grupo, de “innovación moderada”, donde España tiene por delante a República Checa, Portugal, Estonia y Lituania.

No es sólo que España (el país del “milagro económico” del que presume Rajoy), esté en el puesto 17 en el ranking europeo de innovación y tecnología. Es que además, es uno de los pocos que está peor hoy que antes de la crisis, según el índice de innovación de la UE: si en 2008 teníamos el 80,1% de la innovación media europea (UE-28), en 2016 teníamos el 78,3%. A peor. Y eso, básicamente, porque en estos años, España ha recortado su gasto en tecnología (un -9,1% entre 2009 y 2016) mientras Europa lo aumentaba un +27,4%, Reino Unido un +39,3%, Alemania un +37,9%, Francia un +13,6% e Italia un +12,5%, según Eurostat. Así, no debería extrañarnos luego que seamos menos productivos que ellos, más pobres y que tengamos el doble o el triple de paro.

El informe de la Comisión Europea resalta que España gasta en Ciencia (I+D+i) casi la mitad que Europa: un 1,19% del PIB en 2016, frente al 2,03% la UE-28, con lo que el esfuerzo tecnológico de España, que llegó a un máximo en 2009 (1,39% del PIB, más cerca del 1,93% de la UE entonces) se ha perdido y estamos en los niveles de inversión en Ciencia de 2007. Diez años perdidos. Y esa caída nos ha retrasado aún más de los países punteros en tecnología: Suecia (gasta el 3,30% del PIB), Finlandia (3,17%), Dinamarca (3,05%), Austria (3,09%) o Alemania (2,94%). De hecho, 20 de los 28 países UE gastan más en tecnología que España. Y sólo hay 7 países europeos que gasten porcentualmente menos en Ciencia que España (Rumanía, Letonia, Bulgaria, Grecia, Eslovaquia, Polonia y Lituania). Así nos va.

La caída drástica del gasto en Ciencia desde 2009 se debe sobre todo a los recortes en los fondos públicos para investigación (I+D+i), que suponen el 45% del gasto total: se ha pasado de 9.673 millones de gasto en 2009 a 6.513 millones en el Presupuesto 2017. Un recorte del 32,66 %, de un tercio del gasto. El sector estima que en estos 8 años de ajuste, la Ciencia ha dejado de recibir 21.728 millones de euros, según la COSCE, más de dos años íntegros de Presupuesto de la Ciencia. De ellos, -1.509 millones se deben a la “tijera” de Zapatero (recortes de 2010 y 2011) y -20.219 millones a la “tijera” de Rajoy, entre 2012 y 2014, ya que en los tres últimos años ha subido algo el Presupuesto para Ciencia (367 millones).

Pero este es el recorte “visible”, porque hay además otro recorte “invisible”, derivado de un hecho preocupante: los Presupuestos de Ciencia que se aprueban no se gastan. Esto ya pasaba antes (en 2008 no se gastó el 19,7% del Presupuesto y en 2011, el 42,4%), pero se ha agravado con el Gobierno Rajoy: en 2015 no se gastó el 48,10% del Presupuesto, en 2016 el 61,8% y en 2017… el 70,3% de lo presupuestado, según acaba de denunciar la COSCE con datos de Hacienda. O sea que además de destinarse poco dinero a Ciencia, 7 de cada 10 euros no se gastan. Y eso porque el Gobierno Rajoy ha utilizado “un truco contable” para “hacer que gasta” en Ciencia: más de la mitad del Presupuesto (el 59,45% en 2017) lo destina a créditos, que luego no se acaban pidiendo y no se gastan. Parece que “hay dinero para la Ciencia”, pero no es verdad, porque los organismos investigadores y las Universidades no piden esos créditos, porque no pueden endeudarse (no tienen recursos para devolverlos y además Hacienda no les deja aumentar su deuda). Resultado: entre 2009 y 2017 no se han gastado 20.950 millones en Ciencia que estaban presupuestados.

En total, entre el recorte real y el "invisible" (lo presupuestado y no gastado), la Ciencia ha perdido 42.678 millones entre 2009 y 2016, el gasto de 5 años. Y eso es sólo el dinero público, porque la Ciencia ha sufrido también los recortes de las empresas privadas, que suponen casi la mitad de la inversión total en tecnología: si en 2008 las empresas gastaban en tecnología 8.073 millones, en 2016 gastaron 7.125 millones, un 11,7% menos, según el INE. Lo más preocupante no es que las empresas españolas  inviertan menos sino que cargan con una parte pequeña de la inversión total en tecnología: gastan el 0,64% del PIB, la mitad que las empresas europeas (que invierten en Ciencia el 1,32% del PIB), según alerta la Comisión Europea. Y además, esa inversión tecnológica se concentra en España en las pymes (48%) y no en las grandes empresas, que son las que más deberían investigar: en España concentran sólo el 52% del gasto tecnológico empresarial, frente al 80% en Francia, Italia o Reino Unido y el 90% de la inversión empresarial en Alemania, según un informe de la Fundación COTEC. Y otro problema muy preocupante: un tercio de las empresas españolas que invertían en I+D+i en 2008 han dejado de hacerlo (5.000 de las 15.000 empresas que invertían).

Con este panorama, parece difícil que España cumpla el objetivo europeo de gastar en Ciencia el 2% del PIB en 2020 (gastamos el 1,19% en 2016): el informe 2018 de la Comisión Europea dice textualmente que es “poco probable”. El Gobierno Rajoy dice que sí, pero en las previsiones enviadas a Bruselas vuelve a hacer “trampa”: apenas sube el porcentaje de gasto de la Administración pública (del 0,22% del PIB en 2016 al 0,25% en 2020), pide un mayor esfuerzo a las Universidades (del 0,33 al 0,46) y le deja la mayor parte de la responsabilidad de cumplir con Bruselas a las empresas (que deben pasar de invertir en Ciencia el 0,64% del PIB en 2016 al 1,30% que les “adjudican” en 2020). Que cumplan otros.

Y en su parte, el dinero público para Ciencia, vuelven a presumir de que en el recién presentado Presupuesto 2018 hay 531 millones más para Ciencia (una “miseria” tras los 21.728 millones recortados antes). Pero otra vez hay “trampas”. El 58,7% del Presupuesto para Ciencia en 2018 (7.044 entre investigación civil y militar) son otra vez créditos y la Fundación COTEC ya ha anticipado que puede que este año se gaste aún menos del 30% del Presupuesto gastado en 2017, por problemas de gestión y burocracia. Así que hay más dinero para la Ciencia pero no se gastará, otro año más.

La Comisión Europea, en su informe sobre España 2018, critica estos recortes y el sistema de créditos, planteando que deberían reducirse y aumentar las subvenciones. Pero además, las autoridades comunitarias resaltan en ese informe otras debilidades de la Ciencia en España, además de la falta de recursos: baja digitalización de las pymes, carencia de capacidades digitales de muchos trabajadores españoles, falta de capital riesgo para la investigación, poca eficacia de los incentivos fiscales a la investigación, falta de evaluación sistemática del gasto en Ciencia (auditorías), pocos investigadores y con carreras precarias, escasa presencia de doctorandos extranjeros y una deficiente coordinación en las políticas de investigación entre el Estado central, las autonomías, las Universidades y los centros privados.

Los investigadores españoles destacan dos bloques de problemas, además de la falta de recursos: las plantillas y la burocracia. En el tema del personal, no sólo preocupa la pérdida de investigadores en estos años de recortes (12.216 perdidos entre 2010 y 2015), sino también que las plantillas son muy precarias (con un tercio  de temporales) y están envejecidas, mientras no se cubren apenas  jubilaciones ni vuelven los investigadores emigrados (se estima que hay entre 15.000 y 20.000 fuera de España). Pero lo que más preocupa últimamente es la enorme burocracia, que complica mucho el trabajo de los investigadores, sobre todo desde que en 2014, Hacienda metió a un inspector para fiscalizar las cuentas en cada Centro (“La Ciencia está intervenida de facto por Hacienda”, se quejan). El resultado es que ahora, contratar a un científico puede tardar un año o más y comprar material de 3 a 6 meses. Y todo son pegas y retrasos, máxime cuando llevamos dos años con Presupuestos prorrogados  (se limita el gasto al 50% hasta que el Presupuesto se apruebe finalmente).

Los investigadores se quejan y se manifiestan cada día y dicen que la situación de la Ciencia es insostenible, asfixiada por la falta de recursos y el exceso de burocracia. Ayer 11 de abril, presentaron en el Congreso un escrito apoyado por 275.000 firmas, y urgen que se aplique el Pacto por la Ciencia, firmado en diciembre de 2013 por todos los grupos políticos salvo el PP. Hay que ponerlo en marcha en dos frentes: conseguir más recursos para la Ciencia y reformas para gastarlos mejor, en línea con lo que plantea Bruselas.

El primer objetivo debería ser volver al nivel de gasto en Ciencia de 2009, gastar un 2% del PIB para 2020, lo que supondría gastar 1.000 millones de euros más en cada uno de estos tres próximos Presupuestos (no 531 millones). Pero gastarlos de verdad, cambiando créditos que no se piden por subvenciones, como ya propuso la OCDE en marzo de 2017. Y además, reformar el sistema de ayudas e incentivos fiscales a las empresas, para que gasten de verdad en tecnología, sobre todo las grandes empresas que llevan tres años con una mejora importante de beneficios. Tienen que entender que han de competir desarrollando productos con calidad e innovación, no pagando los salarios más bajos de Europa.

Y el otro frente de actuación debería ser hacer reformas de fondo para gastar mejor, con más eficiencia. La Comisión Europea y la OCDE dan la razón a los investigadores españoles, que se quejan de que el Gobierno Rajoy, para recortar el déficit, ha sumido a la Ciencia en una compleja burocracia, dejando una mínima flexibilidad para contratar personal, invertir y desarrollar proyectos, sumiendo en la precariedad a los investigadores. Y mientras se acrecienta el “control de legalidad”, se avanza poco en evaluaciones sistemáticas y falta coordinación entre el Estado central y las autonomías (hay enormes diferencias de gasto en Ciencia, desde el 1,89% del PIB en el País Vasco al 0,33% en Baleares) y entre los centros públicos y privados, con escasa investigación en las empresas, preocupadas por otras cosas.

Todo el mundo habla y presume de recuperación, pero no llega a la Ciencia, a pesar de que la escasa innovación y tecnología es uno de los culpables de que España sea menos productiva, más pobre y tenga menos gente trabajando. No valen “parches” como el del Presupuesto 2018. Hay que volcarse a tope con la Ciencia, con recursos, medios, personal y flexibilidad, para que mejore la eficacia de la economía y seamos más competitivos. La Ciencia debe ser nuestro pasaporte al futuro, a una vida mejor. Hay que recuperar una década perdida, invertir más y esforzarse todos, sin banderas políticas, en ser un país más tecnológico. Harán falta una o dos décadas para conseguirlo. Pero debe ser una de nuestras prioridades ya. Menos cemento y más conocimiento.

1 comentario:

  1. Menos mangancia y más ciencia. Menos vagancia y más constancia. Menos ladrones y más inversiones. Menos precariedad y más solidaridad. Más riqueza y menos pobreza.

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