lunes, 29 de mayo de 2017

España tiene un serio problema de inversión

España sigue creciendo y este primer trimestre de 2017 se ha recuperado ya lo que producíamos (PIB) antes de la crisis. Pero crecemos gracias al consumo de las familias y a las exportaciones, porque el tercer motor del crecimiento, la inversión, aún está muy débil y es todavía menor que en 2008. Lo preocupante es que el 87% de las empresas no están aumentando sus inversiones, a pesar de que ganan ya más que antes de la crisis: utilizan sus beneficios para quitarse deudas y pagar dividendos a sus accionistas, no para invertir capital en máquinas, personal y nuevos proyectos. Y encima, las inversiones públicas siguen cayendo (para recortar el déficit)  y el Estado invierte la mitad que en 2009. Este parón de la inversión privada y pública es especialmente preocupante porque las inversiones son los cimientos del futuro, del crecimiento y el empleo de mañana. Un grave problema del que no se habla, pero que nos afecta a todos: sin inversión no hay recuperación estable y duradera. No hay futuro.



                                                                                   Enrique Ortega

Tres son los motores que hacen crecer a un país: el consumo de las familias y el Estado (68% del PIB), la inversión (17%) y las exportaciones (15%). España lleva tres años seguidos creciendo, 2014 (+1,4%), 2015 y 2016 (+3,2%), gracias sobre todo al tirón del consumo de las familias (poco el del Estado, por los recortes) y a las exportaciones, que ya han superado el nivel que tenían antes de la crisis. El tercer motor, la inversión, lleva también tres años creciendo (2014 a 2016), pero mucho menos que el consumo y las exportaciones, aunque haya mejorado este primer trimestre la inversión en bienes de equipo (+3%). Pero se invierte todavía menos de lo que se invertía antes de la crisis: 227.289 millones de euros en 2016, un 25% por debajo de los 338.676 millones que se invirtieron en 2007, según los datos del INE.

La inversión en España pegó un gran salto a principios de este siglo, ya que se triplicó entre 1995 (102.748 millones de euros) y 2007 (338.678 millones), el año récord de la inversión, gracias a la burbuja del ladrillo, que disparó la inversión en suelo e inmuebles. Pero en 2008 pincha la burbuja inmobiliaria y la inversión se desinfla hasta los 191.921 millones en 2013, el año más bajo, con una caída total en la crisis del 43,3%. Y aunque luego la inversión se ha recuperado ligeramente entre 2014 y 2016, todavía pierde ese 25% sobre 2007. Y el esfuerzo inversor de España, que invertía un 31,33% de su producción (PIB) en 2007, se desplomó al 18,7% del PIB en 2013 y ahora sólo ha subido al 20,4%, según la Fundación BBVA e Ivie. Es decir, que España está invirtiendo ahora menos que antes de la crisis, al nivel de 1995. Y si descontamos el efecto de la inflación, la inversión real ha caído al nivel del año 2001.

Lo peor no es que hayamos retrocedido a un nivel de inversión de hace 14 años. El problema más grave es que la inversión hecha ha sido muy poco rentable y se ha depreciado mucho, al ser las dos terceras partes inversión inmobiliaria, que ha perdido mucho valor. Y en consecuencia, ahora hay que invertir para cubrir estas pérdidas y para afrontar el futuro. Y como la inversión está todavía en niveles bajos, no llega para tapar a la vez las pérdidas y generar aumentos de capital para el futuro. Y así, el stock de capital neto real, lo que crece la capitalización de la economía, ha pasado de aumentar el 4% anual antes de la crisis a crecer un 0,5% anual ahora, el aumento más bajo de los últimos 50 años, según un riguroso estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Dicho de forma más sencilla: la inversión apenas da para aumentar el capital de la economía, que es junto a la mano de obra, uno de los dos factores claves del crecimiento y la riqueza de un país.

Además, la inversión es España tiene otros dos problemas adicionales. Uno, que se ha centrado demasiado en el ladrillo y la especulación inmobiliaria y poco en sectores industriales competitivos, en la tecnología y en la digitalización. Y el otro, que se ha concentrado sólo en una parte de España, en 4 autonomías que concentran ellas solas el 57,6% del capital invertido: Cataluña (17,2%), Madrid (16%), Andalucía (14%) y Comunidad Valenciana (10%). Y así, la inversión y el capital han agravado las diferencias económicas entre autonomías ricas y pobres, en lugar de ayudar a reequilibrar el país.

La clave de este problema inversor de España está en la inversión privada, porque supone el 88% del total, aportando el 12% restante la inversión pública. Y aunque la inversión privada empezó a crecer en 2014, lo hace lentamente, más que la economía. De hecho, este año 2017, sólo el 13% de las empresas españolas prevén aumentar sus inversiones, según un estudio realizado por la patronal CEPYME. Y además, el 40% de las empresas consultadas no prevén realizar ninguna inversión este año 2017.

Y no invierten a pesar de que las empresas españolas llevan tres años aumentando sus beneficios, que ya son mayores que antes de la crisis: ganaron 473.032 millones de euros en 2016 frente a 465.182 millones en 2008, según la Contabilidad Nacional del INE. La razón es que las empresas destinan un 13% de sus beneficios a repartir dividendos (a sus accionistas) y el 87% restante a “reservas”, a aumentar capital y sobre todo a devolver créditos y reducir el pago de intereses. De hecho, las empresas españolas se han quitado más de una cuarta parte de su deuda: si en 2009 debían 1.272.181 millones, en 2016 debían ya “sólo”  913.350 millones. Se han quitado 358.800 millones, el 28% de la deuda, aprovechando sus beneficios. Y lo que ha ido a los bancos (o a dividendos) no ha ido a invertir.

Junto a esta débil inversión privada, otro problema es que la inversión pública (el 12% de la inversión total) se ha desplomado en estos años, por los recortes hechos por ZP y sobre todo por Rajoy para reducir el déficit público. La inversión pública ha caído de 55.030 millones en 2009 (un 5,1%, el récord histórico por el “Plan E” de inversiones de Zapatero para tratar de atajar la crisis) a 21.548 millones en 2016, el 1,9% del PIB, una cifra que es el mínimo histórico de la serie estadística que arranca en 1.995. Con este drástico recorte (-58%), España se coloca ahora como el segundo país europeo con menos peso de la inversión pública (tras Portugal): un 1,9% del PIB, frente al 2,7% de inversión pública en la UE-28 y el 3,3% del PIB que invierte Francia o el 2,1% que invierten Alemania o Italia, por ejemplo.

Esta drástica caída de la inversión pública varía por autonomías, pero afecta a la mayoría: la inversión productiva por habitante se ha reducido a menos de la mitad en 13 de las 17 autonomías. Y de no corregirse, esta caída de la inversión pública compromete el futuro de los servicios públicos que prestan las autonomías (sanidad, educación, dependencia, servicios sociales…), según el análisis de Fedea. Pero el Gobierno Rajoy sigue con los recortes y para este año 2017, la inversión pública en infraestructuras caerá un 20,6%. Y la inversión pública del Estado en las autonomías caerá otro 22,2% (en todas menos en Canarias).

La inversión (el capital), es, junto al trabajo, uno de los dos cimientos de cualquier economía: la mejora de la productividad (muy baja en España) y el aumento del empleo y del nivel de vida (menores que en Europa) dependen de que un país cuente con capital suficiente. Y para ello hace falta que se invierta más y mejor. El reto es doble: volver a invertir un tercio de lo que se produce (PIB), como en 2007 (eso significaría invertir unos 120.000 millones más al año) y destinar esa inversión (privada y pública) a sectores con futuro, en línea con la nueva inversión que ya se está produciendo: maquinaria y bienes de equipo,  tecnología, sectores información y comunicación (TIC) y digitalización de la economía. Y diversificar también la inversión, para que no sólo vaya a las autonomías “ricas”.

Haría falta pactar una Plan de choque para reanimar la inversión y colocar a España en línea con la inversión que hace el resto de Europa. Y para ello, tendría que empezar dando ejemplo el Estado, reanimando la inversión de la administración central, las autonomías y los Ayuntamientos. Tras los recortes, hace falta invertir en casi todo (menos en más AVEs): carreteras (están muy deterioradas), obras hidráulicas (para evitar las consabidas inundaciones periódicas), ferrocarril (ahí está, a medio gas, el corredor mediterráneo), tecnología, digitalización, escuelas, hospitales y centros de salud, residencias de ancianos, etc., etc. Inversiones públicas necesarias y que tirarían de las inversiones privadas. Y que podrían financiarse con una mejora de la recaudación, porque España recauda 90.000 millones anuales menos que el resto de Europa, según Eurostat. Para ello, habría que reducir el fraude fiscal y conseguir que paguen más impuestos los que pagan poco (grandes empresas, multinacionales y los más ricos).

En paralelo, habría que tomar medidas para reanimar la inversión privada, facilitando que las empresas destinen una mayor parte de sus inversiones a invertir en máquinas, renovación tecnológica y digital, nuevos negocios y personal mejor formado. Eso obliga a un tratamiento fiscal que incentive más la inversión privada y en paralelo, un Plan de refinanciación de la deuda de las empresas, para facilitarles la devolución anticipada de créditos y que puedan destinar sus ingresos más a invertir y menos a pagar intereses. Además, habría que conseguir una mayor colaboración inversora entre el Estado y las empresas, para cofinanciar proyectos, intentando conseguir los mayores fondos posibles de la Unión Europea.

Al final, estamos tan obsesionados con el día a día que nadie piensa a medio plazo. Y no basta con crecer, sino que hay que asegurar los cimientos de este crecimiento. Y la inversión es un elemento clave, porque sin más inversiones será difícil asegurar un crecimiento estable y duradero, más empleo, algo vital para España. Por eso, hablar de inversión puede sonar a algo muy técnico, un “rollo”, pero si España no consigue mayores inversiones, atraer más capital (español y extranjero), no podremos apuntalar el crecimiento futuro, el empleo y un mejor nivel de vida. Así que ya lo saben: más inversión igual a mejor futuro.

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