jueves, 28 de julio de 2016

EPA junio : menos empleo y más paro "viejo"


Esta primavera se ha creado un tercio menos de empleo que en los dos años anteriores, según la EPA conocida hoy. Es normal, porque España crece ahora menos, la Semana Santa se anticipó a marzo  y, sobre todo, las elecciones del 26-J, el Brexit y la crisis internacional han paralizado inversiones y contrataciones. Además, casi todo el empleo se crea en los servicios y sigue siendo un empleo precario (91% temporal) y mal pagado. Lo peor es que todavía hay 4,5 millones de parados, más de la mitad que no cobran nada y que llevan más de dos años sin trabajar, lo que dificulta que encuentren empleo. Urge que el futuro Gobierno ponga en marcha un Plan de choque para reducir este paro “viejo” y gaste más en formación y políticas de empleo, como pide Bruselas. Y urge reformar de una vez las oficinas de empleo, que no funcionan. Mientras, hay que reanimar la economía, no hacer más recortes. Necesitamos más empleo ya.
 
enrique ortega

En primavera y verano es cuando la economía española crea más empleo, por el turismo, la hostelería, las labores agrícolas y la construcción. En los dos años anteriores se crearon más de 400.000 empleos en el segundo trimestre, tanto en 2014 (402.400) como en 2015 (411.800). Pero este año, se han creado sólo 271.400 nuevos empleos entre abril y junio, según la EPA conocida hoy. Eso es fruto de una serie de factores. Por un lado, la economía crece menos este año: se espera un crecimiento del 2,6% frente al 3,2% de 2015. Además, este año, la Semana Santa (que suele “tirar” del empleo) cayó en el primer trimestre (marzo) y no en el segundo (abril), como pasó en 2014 y 2015. Pero sobre todo, las empresas han parado este trimestre sus inversiones y sus contratos, a la espera de las elecciones del 26-J y del Brexit, en un contexto internacional preocupante, en Europa y paises emergentes.

La mayoría del empleo creado en el segundo trimestre ha sido en los servicios (+227.300), sobre todo en el turismo, la hostelería y el comercio (rebajas), creciendo menos en la construcción (+45.600) o la industria (+15.700) y bajando en el campo (-17.200). Y sigue la tendencia de que la mayor parte del nuevo empleo se lo han llevado los mayores de 50 años (+153.400) y los que tienen entre 35 y 45 años (+62.100), bajando entre los de 30 a 35 años (-19.400) y creciendo poco entre los jóvenes menores de 25 años (+4.500), algo que quizás tenga que ver con la falta de vacantes en las empresas: si hay poco empleo, los empresarios prefieren contratar a trabajadores maduros con experiencia, sobre todo si aceptan contratos precarios con sueldos bajos como los jóvenes. Y donde se ha creado más empleo ha sido en Baleares (+56.000), Cataluña (+53.700) y Murcia (+28.400), perdiéndose empleo en Canarias (-11.900) y Navarra (-4.200). Eso sí, el empleo que se ha creado en 2016 sigue siendo precario: el 91% es empleo temporal y el 33,2% a tiempo parcial (la cuarta parte, por menos de una semana), según el Ministerio de Empleo. Y con sueldos que incluso bajan (-0,2% en el primer trimestre), hasta los 1.635 euros brutos mensuales en 2016, según la última encuesta trimestral del INE.

Al aumentar el empleo ha caído el paro, en 216.700 personas el segundo trimestre, quedando la cifra de parados en 4.574.700, un 20% de los españoles en edad de trabajar. El paro ha caído menos de lo que ha subido el empleo porque han aumentado los españoles que buscan trabajo, porque 54.600 personas se han "animado" a buscar un empleo esta primavera. Además, el paro juvenil (menores de 25 años) ha subido en 22.700 jóvenes y está en el 46,5%: casi la mitad de los jóvenes en edad de trabajar están parados.

Frente al habitual triunfalismo del Gobierno Rajoy con la bajada del paro, los datos de la EPA esconden algunas cifras muy preocupantes. La primera, que hay 1.493.800 hogares donde no trabaja nadie, casi las mismas que a finales de 2015. La segunda, que hay 5 autonomías con una tasa de paro “impresentable”, entre el 25 y el 30%: Melilla (33,84%), Andalucía (29,07%), Extremadura (27,01%), Ceuta (26,28%) y Canarias (27,33%), que contrastan con el paro “casi europeo” del País Vasco (12,5%), Navarra(13,27%) y la Rioja (15,29%). Y la tercera, que siguen aumentando los parados que no cobran ninguna ayuda: ya son 2.638.694 parados EPA sin subsidio, según datos del Ministerio de Empleo. Eso significa que un 57,68% de los parados reales no cobran nada, cuando en 2011, al llegar Rajoy a la Moncloa, sólo el 44,5 % de los parados EPA no cobraban nada. Y del 42,32% que sí cobran algo ahora (1.936.006 parados con ayuda en mayo 2016), sólo la tercera parte (689.131 parados) cobran un subsidio contributivo de 802 euros mensuales y los dos tercios restantes reciben sólo una ayuda asistencial, de 426 euros al mes.

Esta pérdida de ayudas tiene mucho que ver con otro gran problema del paro en España: que cada vez es más “viejo”, que aumentan los parados que llevan más de dos años sin trabajar y no sólo han perdido el subsidio sino que cada vez tienen más difícil encontrar  trabajo. El paro de larga duración (más de 1 año sin trabajo) afectaba en junio a 2.662.500 parados, el 58,2 % del total. Y lo peor es que, de ellos, 1.959.600 desempleados (un 42,8% del total)  llevan ya más de 2 años en paro. Una cifra que se ha multiplicado por 8 en esta crisis (eran 242.800 a principios de 2008), según un estudio de Randstad. Este paro de larga duración se concentra sobre todo entre los mayores de 45 años (el 56,1% lleva más de 2 años parado), siendo también importante entre los parados de 25 a 45 años (40,3% llevan más de 2 años) y menos entre los jóvenes (20,7% de paro de larga duración). La mayor concentración de parados “viejos” se da en Canarias (49,2% parados llevan más de 2 años), Comunidad Valenciana (48,7%) y Navarra (47,8%). Y donde hay menos parados de larga duración es en Baleares (23,4%), Cantabria (37,6%), Extremadura (38,6%) y Castilla y León (39,3%).

El mayor problema que tienen esos 2 millones largos de parados “viejos” no es sólo que ya no cobran subsidio sino que tienen mucho más difícil encontrar un trabajo. Si el plazo medio de estancia en el paro son 15 meses, según un estudio de Asempleo, ellos tardan mucho más, sobre todo los mayores de 55 años (24 meses de media para recolocarse). Y muchos ya no lo consiguen, mientras ven que no pueden jubilarse antes. Sobre todo porque la mayoría de estos parados de larga duración tienen poca formación. De hecho, más de la mitad de todos los parados no tiene la ESO terminada y muchos son difíciles de recolocar porque son parados de construcción o banca, sectores con menos empleo ahora.

Por todo ello, la urgencia de España es dar una salida a todos los parados pero sobre todo a esos 2 millones largos que llevan más de 2 años sin trabajo, no cobran nada y encima tienen poca formación para encontrar otro empleo. Son, sobre todo, mujeres y mayores de 45 años que viven en la mitad sur de España. El futuro Gobierno debería poner en marcha un Plan de choque contra el paro, centrado especialmente en este colectivo más desfavorecido, que puede perder definitivamente el tren del empleo si no se le ayuda. Ya en mayo pasado, la Comisión Europea recomendó a España “impulsar políticas adecuadas de formación y políticas activas de empleo” para ayudar a los parados de larga duración, para evitar que su falta de empleo “pueda hacerse crónica”. Una petición que Bruselas lleva años haciendo a Rajoy sin que les haga caso. Es más, España, con el doble de paro que Europa, es uno de los paises que menos gasta en políticas activas de empleo: un 0,88% del PIB, frente al 0,93% de Francia, el 0,79% de Alemania (4,2% de paro), el 1,10% de Holanda, el 1,59% de Bélgica, el 1,09% de Suecia o el 2,26% de Dinamarca, según los últimos datos de la OCDE.

Hay que gastar más en formar a los parados e incentivar su contratación, pero también urge reformar las oficinas de empleo (SEPE), que sólo encuentran trabajo a un 1,7% de los parados. Es otra de las recomendaciones (baldías) que hizo la Comisión Europea a España en mayo pasado: “la capacidad de los servicios públicos de empleo para ofrecer ayuda y una orientación individualizada efectiva sigue siendo limitada”, decía el documento de Bruselas. Mucho es culpa también de los recortes y la falta de medios: España cuenta con un funcionario del SEPE por cada 269 parados (20% paro), frente a 1 por 47 en Alemania (4,2% paro), 1 por 36 de Dinamarca o 1 por 22 de Reino Unido.

Pero no basta con gastar más en formación y políticas de empleo. Hace falta reanimar la economía y volcarse en que crezca más, para crear más empleo, porque seguimos con el doble de paro que Europa. Eso exige recaudar más, no subiendo impuestos a la mayoría sino intentando que paguen más los que hoy pagan pocos impuestos: multinacionales, grandes empresas y los más ricos. Los expertos creen que podrían recaudarse 40.000 millones más luchando contra el fraude y la evasión fiscal de los que pagan poco (“legalmente”). Y una parte de esos ingresos extras deberían dedicarse a formación y a políticas activas de empleo pero también a reanimar la economía, con gastos e inversiones públicas que “tiren” de la inversión privada y del empleo. Y en paralelo, favorecer la subida de salarios, ligados a la mejora de la productividad, para reanimar el consumo, el gran motor del crecimiento.

Cara a la próxima Legislatura, todos los partidos y fuerzas sociales deberían dar prioridad a la creación de empleo y a buscar una salida al elevado paro, que, aunque baje sigue siendo muy preocupante. Pero no basta con palabras y declaraciones: hacen falta Planes y medios. Y sobre todo no caer en nuevos recortes, forzados otra vez por los fundamentalistas de Bruselas, porque supondrían un nuevo frenazo para el crecimiento y el empleo, como pasó de 2010 a 2014. Hay que dejarse de “triunfalismos”, de “esperar a que el crecimiento nos traiga empleo”, porque a este ritmo, se tardará más de una década en acabar con un paro insoportable. Francia, con la mitad de paro que España, decretó en enero de 2016 un “Estado de excepción contra el paro”, aprobando un Plan de choque con 2.000 millones extras de gasto en formación y políticas de empleo. Que Rajoy y su futuro Gobierno le copie en España. Lancemos “una guerra sin cuartel contra el paro y por el empleo”. Es nuestro gran problema nacional y no basta con “esperar y ver”. Actúen ya con más contundencia.

lunes, 25 de julio de 2016

Se disparan las compras a crédito


La gente está tan harta de esta larga crisis que en cuanto pueden se toman un respiro y gastan sin mirar. Pero como los sueldos no dan, muchos vuelven a gastar a crédito, a endeudarse, para cambiar de coche, escaparse de vacaciones, amueblar la casa o pagar la boda de la hija. Por eso se han disparado los créditos al consumo : crecen un 34% este año. También cuenta mucho la nueva actitud de la banca: como no dan apenas hipotecas ni préstamos a empresas, buscan mantener el negocio facilitando los préstamos al consumo. Eso sí, al 8,8%, un interés que casi duplica el que pagan en Europa. Y los menos solventes, acuden a una empresa de créditos rápidos, que les cobra tipos abusivos: hasta el 4.500% TAE. Hay una tercera vía para gastar a crédito: las tarjetas. Ya hay más tarjetas de crédito que en 2008 y muchas cobran más del 20% de interés. Total, que volvemos a endeudarnos y a un alto precio aunque el dinero esté al 0%. No aprendemos.
 
enrique ortega

Son ya ocho años de una crisis interminable y muchas familias buscan el más mínimo resquicio para resarcirse, gastando más en cuanto ven una oportunidad. Sobre todo esos 959.000 españoles que han encontrado un empleo (precario y mal pagado) en 2014 y 2015. Pero como los sueldos no dan, porque son bajos y apenas suben, muchos buscan una salida para gastar en endeudarse, en pedir un crédito o pagar con tarjeta. Piensan que es hora de tomarse un respiro, de cambiar de una vez de coche, escaparse de vacaciones, renovar un electrodoméstico o los muebles o celebrar por todo lo alto una comunión o la boda de la hija. Y como la mayoría vive al día, buscan la salida fácil: pedir un crédito al consumo a un banco o a una financiera o gran superficie.

Y ahora, además, lo consiguen más fácilmente que antes, porque la banca ha cambiado de actitud y está por la labor de prestar a las familias pequeños créditos, de 1.000 a 10.000 euros, a 1, 2, 3, 5 años o más. Y eso porque los bancos han visto caer en picado su negocio tradicional, las hipotecas y los préstamos a empresas, y no saben qué hacer con el dinero. Así que llevan un año metidos en una cierta “guerra del crédito al consumo”, peleando por los clientes particulares y ofreciéndoles créditos (hasta “pre-concedidos), ya sea por carta, por mail, por teléfono o incluso en el cajero, animándoles a que se endeuden para “darse un capricho”. Incluso han llegado a ofrecer créditos por debajo de coste, lo que ha provocado denuncias de entidades al Banco de España, que ha querido cortar el problema aumentando en mayo las provisiones, los saneamientos que han de hacer por estos créditos.

El resultado de esta nueva actitud de la banca y de los mayores deseos de consumo de las familias, tras tantos años de crisis, es que se ha disparado el crédito al consumo, ya desde el verano de 2015, aunque se nota más este año. De hecho, en marzo de 2016 crecieron los saldos vivos de los préstamos al consumo (+0,37%), por primera vez desde 2009. Y han vuelto a crecer en mayo (+0,33%), según los datos del Banco de España. Con ello, la banca y las financieras han prestado al consumo 166.890 millones de euros (saldo vivo a mayo 2016), aún lejos de los 228.865 millones que fue el máximo del crédito al consumo en noviembre de 2008. Y en lo que va de 2016, se han concedido una media de más de 2.000 millones de euros al mes en nuevos créditos al consumo, 9.902 millones de enero a mayo, un 34% más que en 2015. Y con el verano, los créditos al consumo se habrán disparado también en junio y julio.

Un tercio de los créditos al consumo se piden para comprar un coche, cuyos créditos aumentan un 26%, ayudados por el Plan PIVE. Los otros dos tercios de los créditos se destinan a la compra de muebles y electrodomésticos, a viajes y gastos familiares. La mayoría (86%) son créditos a más de un año, algo que ha cambiado porque en 2008 eran sólo un tercio: eso indica que somos ahora más prudentes, nos endeudamos a más plazo (lo que supone, a cambio, que pagamos más intereses a los bancos). El importe medio de estos créditos al consumo es de 7.016 euros, según BBVA Research, aunque para la compra de coches, el crédito medio que se pide es de 13.000 euros.

La banca pone más fácil dar estos créditos al consumo pero a cambio los cobra bien. El tipo medio de estas operaciones en España era del 8,8% en abril, para créditos a más de 1 año y menos de 5, según datos del Banco Central Europeo (BCE). Mientras, en Europa se está pagando casi la mitad, un 5,2% de media en la zona euro y aún menos en Alemania (5%) y Francia (4,2%), aunque más en Italia (6,8%) y Portugal (7,9%). Pero lo peor es que la brecha de interés con Europa ha aumentado mientras bajaban los tipos de interés: si en junio de 2010, en España pagábamos un 1,08% más por un crédito personal que en la zona euro (7,14 frente a 6,06), en junio de 2012 (en vísperas del rescate bancario), la diferencia era ya de 3,29% (9,56% en España frente a 6,27% en la zona euro). Y aunque ahora han bajado los tipos, la diferencia con Europa ha aumentado, hasta el 3,59% (8,79% en España frente a 5,22% en la zona euro). Un tipo muy elevado, ya que el precio oficial del dinero en Europa (BCE) está en el 0,05% y el coste para la banca de los depósitos y la financiación en los mercados ronda el 0,5%. La diferencia va a mejorar los beneficios de la banca y compensar lo que dejan de ganar por la caída del negocio de hipotecas y  préstamos a empresas.

Las familias y particulares que, por su situación económica, son rechazados por bancos y financieras, tienen una segunda vía para endeudarse: los créditos rápidos de empresas que se dedican a eso. En España hay más de 1.000 entidades que no son bancos ni financieras y conceden préstamos rápidos. Salvo algunas importantes, como Cofidis y Cetelem, la mayoría son pequeñas entidades, “chiringuitos”, con una web y poco capital detrás. También suelen prestar menos dinero, entre 200 y 800 euros, a devolver en un plazo muy corto (de 30 días). Y basan su éxito en no pedir apenas garantías ni papeles, aunque a cambio cobran intereses desorbitados. Según un estudio realizado por Facua en 2015 entre 11 de estas entidades, los intereses que se acaban pagando oscilan entre el 1.269,7% TAE (Vivas) y el 4.507% TAE (Préstamo 10), con la excepción de Cetelem (17,75% TAE) y Cofidis (24,5% TAE).

El problema de la mayoría de entidades que ofrecen estos créditos rápidos es que están poco controladas, ya que a muchas (las que prestan menos de 200 euros) sólo se les obliga a estar registrada en el Ministerio de Sanidad y Consumo y no están supervisadas por el Banco de España, como los bancos y financieras. Y las sanciones dependen de las autonomías, que apenas las vigilan. Por eso se producen abusos y presiones sobre los clientes, con situaciones en la denunciada por El País: un joven que pide 200 euros para pagar una multa de tráfico acaba pagando por este mini crédito más de 1.000 euros. De hecho, el Defensor del Pueblo ha iniciado una investigación de oficio sobre estas empresas de créditos rápidos. Y la organización de consumidores ADICAE ha promovido un documental sobre las trampas ocultas en el mercado de dinero rápido: "El descrédito" (ver aquí).

Y queda una tercera vía para gastar a crédito: las tarjetas. Existen dos modalidades de pago por lo que se gasta: el pago único (se liquida el gasto mensual al principio del mes siguiente, sin pagar intereses) y el pago aplazado, por el que se paga cada mes una cantidad (fija o un porcentaje) sobre lo gastado, pagando intereses. Cuanto menor sea la cuota mensual de estas tarjetas (llamadas “revolving”), más capital se deja pendiente y por tanto más intereses se pagan. Actualmente, el interés medio de las tarjetas “revolving” es de un 21,48%TAE, aunque son muchas las que cobran el 25% e incluso el 30%, frente al 17,6% de media que es el TAE de estas tarjetas en la zona euro. Recordemos que hay una sentencia del Tribunal Supremo, de 25 de noviembre de 2015, que calificó de “usurarios” los intereses superiores al 24%, por lo que son “nulos de forma radical, absoluta y originaria”.

A pesar de estos abultados intereses, que triplican los de un crédito personal (8,8%), las tarjetas de crédito se utilizan cada vez más y en el primer trimestre de 2016 han batido todos los récords históricos en España: había 44,88 millones de tarjetas de crédito (y otras 25,23 de débito), superando ya las 44,82 millones de tarjetas de crédito de 2008, según datos del Banco de España. Y de ellas, un tercio son tarjetas “revolving”, tarjetas que conllevan un crédito disponible por el que se pagan abultados intereses cada mes, cuando en 2008, antes de la crisis, sólo un 12% de todas las tarjetas de crédito eran “revolving”. Eso indica que cada vez usamos más las tarjetas para retrasar pagos, a costa de elevados intereses, sin olvidar las elevadas comisiones por descubierto (30 euros) o por demora (2% adicional) y el pago anual por la tarjeta.

En definitiva, que los españoles  hemos olvidado lo muy endeudados que estábamos cuando estalló la crisis, en 2008, y hemos vuelto a las andadas, a gastar a crédito, sin pensar en lo mucho que nos va a costar devolverlo. Y eso puede agravar los problemas de la banca, porque los préstamos personales tienen una alta morosidad (el 8,4% frente al 4,8% las hipotecas) y si vienen mal dadas se pueden encontrar con miles de clientes que no pueden pagar. Pero, sobre todo, es peligroso para el país un endeudamiento masivo para apoyar el consumo, porque es pan para hoy (crecemos más) pero puede ser hambre para mañana, si la recuperación no se consolida y las deudas agobian a las familias, impidiendo un consumo “normal”. A corto plazo, este endeudamiento puede parecer muy positivo, porque mantiene las ventas y el empleo de las empresas, pero si no tiene detrás una recuperación del ahorro y de la inversión, puede saltar por los aires en cualquier momento. Por eso, lo mejor es consumir y crecer sin deudas, sobre mejores salarios y mayores ingresos, no de créditos.

Todavía no hay “burbuja” de crédito, como con las hipotecas, pero puede haberla si se facilita que familias y particulares gasten a golpe de crédito o de tarjeta, para tratar así de mejorar las cuentas de la banca. Pero es una mala salida y puede ser peligrosa a medio plazo. Por eso, el Banco de España y el futuro Gobierno deberían vigilar este creciente endeudamiento, para que crezca de forma controlada, con garantías y sin el pago de intereses abusivos. Y cada uno, en su casa, deberíamos vigilar el gasto y no arriesgarnos a consumir a crédito cuando el futuro es aún muy incierto. Aprendamos del pasado y no tropecemos dos veces en la misma piedra.

jueves, 21 de julio de 2016

Muchos bares y tiendas, pocas industrias


España es un país de servicios: hay muchos bares, restaurantes, tiendas, hoteles, bancos y oficinas y pocas industrias. Un 75% de la riqueza procede del sector servicios, cuando en los años 70 aportaba menos de la mitad del PIB. Y la industria, que suponía entonces un 38% de la actividad, ha quedado en el 17%. Consecuencia: 8 de cada 10 nuevos empleos se están creando en los servicios, la mitad en comercio y hostelería. Son empleos más precarios y peor pagados: un empleado de hostelería gana un 41% menos que la media y el de comercio un 13,5% menos. Para conseguir un empleo menos precario y mejor pagado es clave reindustrializar España, que ganen peso las industrias, sobre todo las grandes, que aseguran un empleo más estable y una economía más competitiva, que nos acerque al nivel de vida europeo. Urge un Pacto por la industria, con más formación, más tecnología y más inversión, pública y privada. Sin más industria no hay futuro.
 
enrique ortega

Este ha sido el gran cambio económico de España en los últimos 40 años: pasar de ser un país con gran peso de la industria (38,87% del PIB en 1972) a un país con poca industria (17,1% PIB en 2015) y volcado en los servicios (que ya aportaron  el 74,9% del PIB en 2015, casi el doble que el 46,2% que suponían en 1970. Entre medias, el campo también ha perdido peso (si en 1970 aportaba el 11% del PIB, en 2015 sólo aporta el 2,5%) y la construcción ha ido de más a menos, pasando de aportar el 8,8% del PIB en 1970 a un máximo del 11,6% en 2005 (“burbuja inmobiliaria”), para caer en picado hasta el 5,5% de 2015.

La crisis de la industria estalla en los años 80 y provoca la tremenda reconversión industrial de 1983 y 1984, y la puntilla se la da el “boom” del ladrillo, que desvía recursos y empleos de la industria y el campo a la construcción. Y la puntilla fue la actual crisis de 2008, que provocó nuevos cierres de industrias y fuga de inversiones. El resultado fue que la industria española perdió más de la mitad de su peso, pasando de representar más de un tercio de la economía (38,87% del PIB en 1972) a caer a un mínimo del 14,36% del PIB en 2009 para recuperarse luego ligeramente, hasta representar el 17,1% del PIB (entre industria, 15,5%, y energía), según la Contabilidad nacional del INE. Y España, que era la 9º potencia industrial del mundo en 1980, ha pasado ahora al puesto 15º del ranking industrial (y bajando).

En paralelo, los servicios han ganado peso en la economía española, pasando de aportar el 46,2% del PIB en 1970 al 56,5% en 1980, el 71% en 2010 y el 74,9% en 2015, un porcentaje mayor que en Europa, donde los servicios aportan un 73,5% del crecimiento (en Alemania, un país muy industrializado, suponen sólo el 69% de la riqueza). Pero en términos de empleo, la importancia de los servicios en España es aún mayor: si en 1970 sólo trabajaban en los servicios un tercio de los españoles (36,5%), en 2015 trabajan en los servicios las tres cuartas partes de los españoles (un 76,2%).

Lo más llamativo es que los servicios emplean hoy a casi los mismos españoles que antes de la crisis, mientras que los que han perdido empleo son la construcción, la industria y la agricultura. Así, hoy trabajan en España 18.029.600 personas (marzo 2016), casi 2,6 millones menos que antes de la crisis (20.620.000 trabajaban en 2008). Y en los servicios trabajan 21.200 personas más (13.739.200 frente a 13.718.000), pero los demás sectores han perdido empleo, además de peso económico: en la construcción hay 1.700.000 personas menos trabajando, en la industria 871.000 trabajadores menos y en el campo otros 92.700 menos.

Una profunda reconversión económica y laboral, que ha reforzado el liderazgo de los servicios. Y dentro de ellos, de dos sectores, el comercio y la hostelería, donde trabajan ahora la cuarta parte de los españoles: hay 2.901.700 personas trabajando en el comercio (el 16,1% del empleo total) y 1.503.900 trabajando en la hostelería (8,3%). Y no sólo eso: 8 de cada 10 nuevos empleos creados en 2014 y 2015 se crearon en los servicios, la mitad de ellos en esos dos sectores que “tiran” hoy del empleo y la economía: el comercio y la hostelería. Vivimos en un país donde cada día se abren bares, restaurantes y tiendas, no industrias.

Pero los servicios “tiran” de una manera preocupante: con un empleo muy precario y mal pagado. El 95% de los nuevos contratos hechos en 2014 y 2015 fueron temporales y un 35% a tiempo parcial, trabajos que cobran entre un tercio (-36% gana un trabajador temporal) y dos tercios menos (-63,4% menos gana un trabajador por horas) que uno fijo a tiempo completo, según el INE. Y además, los dos sectores que están creando más empleo son los peores pagados. Así, un trabajador de hostelería gana de media 13.636 euros brutos al año, según el INE (2014), un 41,4% menos que el sueldo medio en España (22.858 euros brutos). Y un trabajador del comercio gana 19.771 euros, un 13,5% menos que la media.

En definitiva, que estamos configurando un país de tiendas, bares y restaurantes, con un empleo precario y mal pagado, mientras no despega el empleo en la industria, más estable y mejor pagado y en un sector con más futuro. Y eso porque todos los estudios demuestran que la industria es un sector con más productividad, empleos más formados, mejor tecnología, más capacidad exportadora y más competitividad. No es casualidad que los paises más industrializados del mundo (EEUU, China, Japón y Alemania) sean también los más ricos. Si España aumentara el peso y la productividad de su industria, la economía, el PIB podría crecer un 2,3% más, según la consultora PwC.

¿Qué ha pasado en España con la industria? Pues que muchas empresas han desparecido, primero con la reconversión industrial de los 80 y luego a partir de la crisis de 2008, cuando también cayeron muchas empresas auxiliares de la construcción. Si en 1993 había en España 145.665 empresas industriales, en 2011 había 129.332 y hoy aún quedan menos. Se han cerrado unas 20.000 empresas industriales, muchas de ellas grandes, sobre todo en Cataluña, Andalucía y Canarias, las tres autonomías que más han sufrido la crisis industrial. Y ahora, la industria española se concentra sobre todo en Cataluña (23,1% de toda la industria española), Andalucía (11,4% del total), Comunidad Valenciana (10,6%) y País Vasco (9,6%), según el INE, aunque el mayor peso de la industria sobre su economía se da en Navarra, País Vasco y Rioja, precisamente las tres autonomías con menos paro de España.

La caída de la industria no es sólo un problema de España sino que preocupa en toda Europa, donde la industria ha perdido fuelle en las dos últimas décadas frente a Estados Unidos y Asia. En concreto, Alemania es el 4º país más industrializado del mundo (su industria aporta el 25,5% del PIB), por detrás de Estados Unidos, China y Japón. Y el 6º es Italia (25,2% de aportación de la industria al PIB), todavía por detrás (industrialmente) de Rusia y Brasil. Y en los puestos 8º y 9º del ranking industrial mundial están Reino Unido (21,6% de aportación industria al PIB) y Francia (18,5%), seguidos de cerca por la India. Por todo ello, la Comisión Europea quiere poner en marcha un Plan para reindustrializar el continente, para que la industria represente un 20% del PIB en toda la UE (en 2013 era el 19,1% en la UE-28 y el 19,3% en los 19 paises del euro, según Eurostat).

España, con una menor aportación de la industria (17,1% del PIB: 15,5%la industria y el resto la energía), tiene que hacer un esfuerzo mayor de reindustrialización que los grandes paises europeos. Y cuenta con dos hándicaps propios, donde también España “is different”. Uno, el menor tamaño de las empresas: aquí hay muchas más microempresas (94% del total frente a 92% en la UE) y pymes (5,2% frente al 6,6%) que en Europa y menos empresas medianas (0,7% frente a 1,1%) y grandes (0,1% frente a 0,3%), según datos de Eurostat. Y el tamaño importa y mucho para que una empresa industrial pueda innovar, competir y exportar.

El otro hándicap de España es que los inversores españoles han “huido” de la industria, sobre todo la banca, las cajas y las grandes fortunas (invierten, como Amancio Ortega, en inmobiliarias o SICAV). El resultado ha sido un mayor control de las multinacionales extranjeras de la industria radicada en España: las industrias extranjeras han crecido un 29% con las crisis (de 1.717 en 2008 a 2.216 en 2012) y casi un 40% del negocio industrial en España (el 37,2%) está en manos de filiales de multinacionales extranjeras, que mantienen el 20% de todo el empleo industrial. Y esa importancia es aún mayor en la industria del automóvil (las multinacionales generan el 63% del empleo), la química y los laboratorios farmacéuticos (55% del empleo lo dan las multinacionales), la industria de equipos eléctricos o electrónicos e incluso la industria metalúrgica, con fuerte presencia de capital europeo y USA. Esta presencia extranjera en la industria tiene efectos positivos (renovación tecnológica, alta productividad, empleo) pero supone un grave problema: nos hace muy dependientes como país. Estamos en manos de multinacionales radicadas fuera y con una estrategia mundial, que un día pueden decidir cerrar una planta industrial en España y llevarla a Marruecos o México.

Además de estos dos problemas “propios”, la industria española debe afrontar otra serie de retos. El primero y fundamental, invertir más en tecnología e innovación, tanto como país (España invierte en I+D+i un 1,23% del PIB, frente al 2,03% de la UE-28 o el 2,84% de Alemania) como las empresas (dedican un 0,84% de su gasto frente al 1,5% en Europa). El segundo, la menor productividad de las empresas españolas (-17% sobre la UE-28 y -43% sobre los paises líderes),derivada del menor tamaño, la oferta, el capital humano, la innovación y la tecnología, la organización del trabajo, los costes energéticos y financieros… Y el tercero, la peor formación de los españoles: un 45% de los adultos (25-64 años) tienen un nivel educativo bajo (sólo con la ESO acabada o ni siquiera), frente al 21% en Europa (UE-21) o el 24% de la OCDE (34 paises más desarrollados), y muy lejos de Suecia (12% de adultos poco formados), Alemania (14%), Finlandia (15%), Reino Unido (22%), Irlanda (25%) o Francia (27%), según los últimos datos de la OCDE (Panorama de la educación 2014).

Parece claro que hay que apostar por reindustrializar España, para que no seamos un país de tiendas, bares y turistas. Sindicatos y patronal ya pactaron en 2014 con el Gobierno Rajoy un acuerdo para impulsar la industria, pero aquellos buenos deseos no se han concretado todavía en medidas efectivas. Urge un Pacto por la industria asentado en varios frentes: aumentar el tamaño de las empresas (promoviendo fusiones), aumentar el gasto en tecnología e innovación, mejorar la formación (con un mayor peso de la Formación Profesional), mejorar la financiación y las ayudas fiscales a la industria, favorecer la internacionalización y la exportación de las empresas, mejorar las infraestructuras y la logística (desde los corredores ferroviarios a la banda ancha de Internet) y, sobre todo, volcarse en la digitalización de la industria. En paralelo, hay que consolidar los sectores industriales que funcionan (desde el juguete a la alimentación, el calzado o la automoción) y apostar por nuevos sectores industriales donde España puede encontrar “su hueco”: agroalimentación, aeroespacial, TIC y contenidos digitales, nuevas energías, agua y medio ambiente, nuevos materiales, diseño, biotecnología, industria de la salud…

No podemos conformarnos con ser “la California de Europa”, un país que vive del turismo, el comercio y los servicios. Hay que cambiar el modelo productivo y asentarlo más en la industria, porque eso nos garantizará un mayor crecimiento y un empleo más estable y mejor pagado. Hay que volcarse, todos, en reindustrializar España a 10 o 20 años vista. Se puede y se debe. El futuro está en la industria, no en las tiendas y los bares.