jueves, 28 de enero de 2016

EPA 2015: empleo precario y mucho paro "viejo"


Otra vez más, el Gobierno y sus medios afines han lanzado las campanas al vuelo con la EPA de hoy: subida histórica del empleo y bajada récord del paro. Es verdad. Pero hay que mirar las tendencias. El empleo creció en el cuarto trimestre mucho menos que en 2014, lo que indica que se frena. Y los menores de 40 años siguieron perdiendo empleos. Además, sólo el 4,66% de los contratos firmados en 2015 fueron indefinidos y a tiempo completo: un 95,44% del empleo creado es precario (y mal pagado). Y el paro ha bajado más porque hay menos españoles buscando trabajo. Otro dos datos preocupantes: el 60% de los parados llevan más de 1 año sin trabajar y más de la mitad de los parados EPA no cobran nada (el 54,7%). No es pues para tirar cohetes, porque además seguimos con el doble de paro que Europa (20,9%). Menos triunfalismo y más medidas. Urge un Pacto social por el empleo.
 

enrique ortega


España lleva año y medio creando empleo, pero el ritmo se ha desacelerado en el cuarto trimestre, al igual que la economía: si a finales de 2014 se crearon 65.100 empleos, a finales de 2015 se han creado sólo 45.500 empleos, gracias a las rebajas y el turismo, según la EPA de hoy. En todo el año, el empleo sí ha crecido más que en 2014: 525.100 nuevos empleos frente a 433.900 en 2014, aunque la economía ha crecido más del doble (+3,2% en 2015 frente a +1,4% en 2014). Lo preocupante de este mayor empleo son tres datos. Uno, que está centrado en los servicios (+421.000 empleos, por el turismo y el comercio) y la agricultura (+50.800), empleos muy temporales, y no en sectores más estables, como la industria (+24.600) y la construcción (+28.100 empleos). Dos, que no llega a los jóvenes: el empleo de los menores de 40 años cae globalmente y crece en los mayores, sobre todo entre los mayores de 55 años (+241.600 empleos), algo poco comprensible. Y tres, que es un empleo muy precario.

Para comprender la mala calidad del empleo que se crea, baste un dato: sólo el 4,66% de los contratos firmados en 2015 (nada menos que 18,57 millones, muchos por cada puesto) son contratos “buenos”, indefinidos y a tiempo completo. O sea, que el 95,44% son precarios. En unos casos, son contratos temporales (el 92% de los contratos firmados en 2015), cada vez por menos tiempo: un tercio son por menos de un mes y la cuarta parte duraron menos de 1 semana. Y muchos (un 35,58% de los firmados en 2015) son contratos a tiempo parcial, por horas, aunque en muchos casos encubren el fraude de un contrato por cuatro horas en el que se trabajan ocho o diez. Y algo muy llamativo: las grandes empresas, que han aumentado sus beneficios en 2015, sólo han hecho contratos temporales el año pasado, según la central de balances del Banco de España. Y banca y energía siguen perdiendo empleos.

Vayamos al paro. El total de españoles que se consideran parados (EPA) era en diciembre de 4.779.500 personas, un 20,9%, más del doble que Europa (9,5%). El paro ha bajado el año pasado en 678.200 personas, más que en 2014 (-477.900 parados) y la mayor caída del paro de la serie histórica. Pero ya no hay más datos para presumir. Primero, porque esta mayor caída del paro se debe a que en 2015 han vuelto a aumentar los españoles “desanimados”, que ya ni buscan trabajo: hubo 153.200 activos menos, que se fueron a casa o al extranjero. Y segundo, porque todavía hay 1.536.600 hogares españoles donde no trabaja nadie y cinco autonomías (casi la mitad de España) con una tasa de paro impresentable: Melilla (32,64%), Andalucía (29,83%), Extremadura (28,07%), Canarias (26,75%) y Castilla la Mancha (24,97%). Y casi la mitad de los jóvenes españoles están en paro (46,24%).

Pero hay dos datos más muy preocupantes sobre el paro. El primero, que cada vez hay más “paro antiguo”, parados que llevan más de 1 año sin trabajo: son ya 2.845.300 parados, un 59,53% del total. Y de ellos, 2 millones llevan más de dos años  en paro y 1,5 millones más de tres. Son sobre todo mayores de 45 años, la mayoría con poca formación (esa es otra: el 66,8% de todos los parados, dos de cada tres, no tiene acabado la ESO). Y el segundo dato, que tiene mucho que ver con “la antigüedad” del paro: cada vez cobran menos parados. A finales de 2015, sólo cobraban algún subsidio 2.162.456 parados, según el Ministerio de Empleo. Y de ellos, sólo 812.261 cobraban la prestación contributiva (807 euros al mes) mientras los restantes (2 de cada 3 parados con subsidio) sólo cobraban una prestación asistencial de 426 euros al mes. Pero lo verdaderamente grave es que hay 2.617.044 parados EPA que no cobran nada, el 54,76% del total. Y aún es peor en cuatro autonomías, donde, ahora mismo, dos tercios de los parados no cobran nada: Melilla (66,4% parados EPA no cobran nada), Madrid y Murcia (63,2% parados no cobran) y Castilla la Mancha (60,5%). Una legión de parados sin salida y condenados a la pobreza.

Frente al triunfalismo de Rajoy en la campaña electoral (“hemos creado un millón de empleos”), ahora ya se puede hacer el balance de su legislatura: trabajan en España 58.800 personas menos que cuando llegó a la Moncloa (18.094.200 ocupados frente a 18.153.000) y hay 507.800 parados menos (4.779.500 parados, un 20,9%, frente a 5.287.300, un 22,56%), aunque esto se debe a que hay 566.600 españoles menos buscando trabajo (22.873.700 activos frente a 23.440.300), porque se han “desanimado” o han emigrado. Y para redondear el balance: ahora cobran subsidios el 45,24% de los parados EPA y en diciembre de 2011 cobraban el 55,4% de los parados estimados. No es para presumir.

Vayamos al futuro. Todos los organismos internacionales y expertos creen que España va a crecer menos en 2016 (+2,7%) que en 2015 (+3,2%). Por ello, todas las previsiones coinciden en que España creará menos empleo este año que en 2015. ¿Cuánto? La Comisión Europea cree que el empleo aumentará un 2,5%, como la patronal CEOE, mientras los expertos privados lo bajan al 2,4%. Eso supone crear entre 435.000 y 452.000 nuevos empleos en 2016, frente a los 525.000 creados realmente en 2015. Y la mayoría cree que el paro estará entre el 19 y el 20%, por lo que habría que esperar otros 10 años para bajarlo al nivel que estaba antes de la crisis (el 8%). Y seguiríamos con más del doble de paro que Europa (9,2% previsto para 2016).

No podemos conformarnos con estos resultados. España debería tomar medidas para crecer mucho más y crear más empleo en los próximos años. El gobierno francés, con sólo el 10% de paro, acaba de declarar “el estado de excepción contra el paro y destinará este año 2.000 millones de euros para poner en marcha un Plan de choque que incluye formación a los parados, incentivos a los contratos estables y fomento de los contratos de formación para jóvenes. Mientras, en España, con el doble de paro, nadie propone un Pacto social por el empleo, con medidas excepcionales para abordar el primer problema de los españoles.

¿Se puede crecer más y crear más empleo? Sí, como ya expliqué en este blog. Lo primero es hacer otra política económica, en España y en Europa. Para ello, el futuro Gobierno debería presionar en Bruselas para que se ponga en marcha el Plan Juncker  de inversiones públicas europeas (315.000 millones), a la vez que se insiste a Alemania y los países ricos del norte que “tiren” de la economía europea, con más gasto y más inversiones, que beneficiarían a los países con más paro del sur. Y ya en España, es clave que el futuro Gobierno reanime la economía, con más inversiones públicas en sectores y empresas que pueden crear empleo (reindustrialización, exportaciones, innovación y tecnología, energía y medio ambiente). Y para ello, deben recaudar más (se pueden conseguir 30.000 millones extras de la lucha contra el fraude, las multinacionales, grandes empresas y los más ricos), para poder financiar esta reactivación de la economía y a la vez reducir el déficit público, como exige Bruselas (piden 13.000 millones de recortes, que hundirían el empleo).

Pero no basta con intentar crecer más y crear más empleo, algo que está más en manos de las empresas. El Gobierno tiene la responsabilidad de incentivar y promover ese empleo, con políticas activas de empleo, tomando medidas en dos frentes: mejorar la formación de los parados (recordemos: 3.192,500 parados, dos de cada tres, no tienen la ESO acabada) y reformar las oficinas de empleo (SEPE), que ahora no funcionan (sólo colocan al 2% de los parados). Hay que volcarse  en buscar una salida a los parados, sobre todo a ese 60% que llevan más de un año sin trabajar. Y eso pasa por reciclarles y por ayudarles con orientadores de las oficinas de empleo, hoy casi inexistentes: España cuenta con un funcionario del SEPE por cada 269 parados frente a 1 por 47 en Alemania, 1 por 36 en Dinamarca y 1 por 22 en Reino Unido, países con un tercio de paro.

Crecer y crear más empleo es cuestión de voluntad política, de dinero y de medios. Si Francia destina 2.000 millones a un Plan de choque, aquí harían falta al menos 4.000 millones. Y una política decidida a promover el empleo como sea, mejorando la estructura económica y empresarial, promoviendo la innovación y la exportación, formando a parados y empleados en los trabajos que necesitan las empresas. Una gran cruzada nacional por el empleo, con los recursos y medios que hagan falta y el apoyo de todos. Eso es lo que exige la EPA de hoy, no más triunfalismos vanos. Muchos millones de españoles lo están esperando.

lunes, 25 de enero de 2016

Ojo a la subida de los alimentos


En 2015, la media de los precios (IPC) no subió nada, pero hubo muchas partidas que sí subieron, la que más los alimentos: un +1,8%, cuando en 2014 habían bajado. Han subido tanto los alimentos preparados como los frescos, sobre todo el aceite, las patatas, las frutas y verduras. Subieron por  el aumento de turistas (3 millones más), que tiró de la demanda este verano, y, sobre todo, por el clima: la sequía de primavera y el fuerte calor del verano y otoño han trastocado muchas cosechas, disparando  precios. Ahora, se espera que los precios suban más este año (un +0,7%) y que los alimentos sean otra vez  lo que más suba, un 1,6%. Sobre todo, por el clima cambiante que tenemos, aunque también encarecen la comida  la industria y los supermercados, que nos suben precios ahora que mejora el consumo. Eso sí, el campo no se beneficia: su renta apenas sube. Ya lo saben: comer es y será más caro.
 

enrique ortega


El año 2015 se cerró con una subida de precios del 0% y una inflación media anual del -0,5%, clara prueba de la debilidad de una economía donde las empresas tienen que bajar precios para vender (como en la zona euro, que cerró con una inflación anual del +0,2%). Pero de las 12 partidas de gasto del IPC, sólo dos bajaron de precio: transporte (por los carburantes) y vivienda (por la calefacción, luz y gas). Las 10 restantes subieron de precio y la que más la alimentación, cuyos precios subieron un 1,8% anual, cuando en 2014 habían bajado un 0,3%, según el INE (IPC). Una subida tanto de los alimentos frescos (+1,8%) como de los elaborados (+1,8%), mayor que la subida de los alimentos en Europa, un 1,2% según Eurostat.

La subida de los alimentos ha sido casi general y se ha notado sobre todo en los aceites  (+23,6%), las patatas (+14,9%), las frutas frescas(+5,2%) y en conserva (+4,9%) o el pescado fresco y congelado (+3,5%) y los crustáceos y moluscos (+2,4%), sin olvidar las legumbres y hortalizas (+2%), el agua mineral, zumos y refrescos (+1,6%), los preparados alimenticios (+1,3%) y el café, cacao e infusiones (+1,1%). Sólo bajaron la leche (-4,4%), el azúcar (-1,9%), las carnes (del -0,1% al -2,1%) y el pan (-0,1%). La subida de los alimentos no ha sido igual en toda España: ha sido mayor en las autonomías que más crecen (más consumo), como la Rioja (+2.8% subieron los alimentos), Baleares (+2,4%), País Vasco (+2,3%), Cantabria (+2,2%), Cataluña y Madrid (+2,1%), y menor en las que crecen menos, como Ceuta (+0,9% subida alimentos), Canarias (+1%), Murcia y Melilla (+1,3%), Extremadura (+1,2%) o Galicia (+1,4%).

El precio de los alimentos subió en 2015 por dos causas. Una, la mayor demanda, sobre todo por el tirón de consumo del turismo: llegaron a España 3 millones de turistas más que en 2014 y los españoles volvieron a viajar, en el mejor verano turístico desde 2005. La otra y fundamental, el clima, con muchos calores y sequía en mayo, verano y otoño, que han trastocado las cosechas, sobre todo la de aceite (tras una cosecha anterior excepcional), las frutas y hortalizas y en especial la patata, que recupera su precio tras una menor siembra por el desplome de precios el año anterior. En general, la falta de lluvias ha encarecido los cultivos de regadío (hortalizas, cítricos y parte del olivar) y ha recortado los de secano (cereales y vino), mientras se encarecían las carnes por falta de pastos. Y los barcos, con pésimo tiempo, también han salido menos a faenar, encareciéndose el pescado.

Ahora, la previsión de los expertos es que la inflación total repunte algo en 2016, hasta un +0,7% a finales de año, y que la alimentación vuelva a ser lo que más suba este año, un +1,6%, según Funcas. Y eso, porque también va a aumentar el consumo (de españoles y turistas) y sobre todo porque el clima sigue igual de loco y vamos a pagar la falta de lluvias del otoño y una previsión de mayor calor en 2016 (junto a inundaciones sufridas ya en algunas zonas).

Esta subida de los alimentos afecta mucho a las familias, porque la comida supone la segunda partida de gasto de los españoles, tras la vivienda, según la Encuesta de presupuestos familiares del INE: supone un 14,9% del gasto familiar, 4.028 euros de media al año (datos 2014). Y además, el gasto en alimentación pesa más en las familias con menos rentas. Por eso resulta preocupante que la comida haya subido un 1,8% en 2015 cuando los sueldos han subido casi la tercera parte (+0,74%) y las pensiones siete veces menos (+0,25%). Y este año 2016, la subida de salarios (+1%) y pensiones (+0,25%) será similar, mientras los alimentos subirán un 1,6%.

¿Quién se beneficia de esta subida de los alimentos? Desde luego,  no los agricultores y ganaderos que los producen. La renta agraria sólo ha subido un 1,7% en 2015, hasta un ingreso medio de 22.170 euros por explotación, que está por debajo de la renta de 2001. Y  lleva varios años cayendo, desde 2003, con lo que el campo español tiene ahora unos ingresos (renta agraria) que son un 30,1% inferiores a los de hace 12 años. Eso se debe a que los precios que reciben agricultores y ganaderos son muy volátiles, fluctúan mucho y apenas suben, mientras se les encarecen los costes (fertilizantes, energía, agua, impuestos), que les han subido un 46% desde 2003. Y eso les come cualquier posible beneficio.

Los agricultores y ganaderos se quejan de que las subidas de precios de los alimentos se quedan por el camino, entre el cultivo o la granja y el supermercado. Y lo demuestran con el índice IPOD, que refleja la diferencia entre el precio que cobran los agricultores/ganaderos y el que pagamos los consumidores: en los productos agrícolas, los precios de venta son 4,87 veces los precios pagados al agricultor y en las carnes se paga 3,37 veces más, según el IPOD 2015 elaborado por COAG y los consumidores. Hay saltos de precios llamativos (ver lista): brócoli (921% de subida entre el campo y el súper), lechuga (+708%), naranjas (+632%), manzana (+409%), patata (+257%), cerdo (+448%), ternera (+314%), leche (+168%)…

¿Quiénes pelean por este margen que suben los alimentos por el camino, entre el campo y el súper? Básicamente, las industrias que los transforman y los distribuidores que los transportan y los venden. Por un lado, las industrias agroalimentarias, para conseguir vender más barato y ganar margen, presionan a los productores (agricultores y ganaderos), el eslabón más débil de la cadena alimentaria, porque está dispersos y poco organizados (hay 4.000 cooperativas agrarias, la mayoría demasiado pequeñas), con lo que no tienen fuerza para negociar precios y condiciones. Y luego, estas industrias tienen que pelear precios con los distribuidores y grandes cadenas de supermercados, que son el eslabón más fuerte de la cadena y presionan a las industrias para que les den más por menos, a costa del campo. Y así, al final, un litro de leche, que se paga al ganadero a 0,28 céntimos litro (diciembre 2015) nos acaba costando en el súper el triple, 0,75 céntimos (IPOD diciembre 2015).

La mayor parte del margen se queda en la distribución, cada día más concentrada en media docena de empresas, que controlan ya más de la mitad de las ventas totales: Mercadona (22,7% de cuota), Día y sus marcas (8,7%), Carrefour (8,4%), Eroski (5,9%), Auchan (3,8%) y Lidl (53,2%), según el último ranking de Kantar Worldpanel. Unos gigantes de la distribución que imponen condiciones y precios a las industrias alimentarias y en consecuencia a los agricultores y ganaderos. Y cuyo poder aumenta año tras año, por el auge de las “marcas blancas” (39% de cuota) y la guerra de precios, que deja por el camino a los súper más débiles, que venden o cierran. De hecho, la tendencia en Europa es a una concentración de la distribución alimentaria, mayor que en España: así, los 5 mayores distribuidores controlan el 89% del mercado en Portugal, el 80% en Reino Unido, el 58% en Francia y el 55% en Alemania, mientras en España copan el 49,5% del mercado. Eso se debe al auge aquí (40% mercado) de los súper regionales (Ahorramas en Madrid, Consum en Valencia, Covirán en Andalucía, Gadisa en Galicia o Lupa en Cantabria), que hacen sombra a los grandes, aunque muchos acaban cayendo en sus redes. Y todo apunta a una mayor concentración cada año.

Al final, unos distribuidores con más poder y unas industrias que llevan años conteniendo precios por la crisis han aprovechado el ligero repunte del consumo para subir precios, apoyados también en el hecho cierto de las malas cosechas por la variable climatología. Algo que choca con la tendencia del mercado mundial, donde los alimentos han vuelto a bajar de precio en 2015, por cuarto año consecutivo, según la FAO, debido al exceso de oferta y al menor crecimiento de los países emergentes. Un hecho que también nos afecta, porque las industrias españolas y los grandes supermercados no dudan en comprar más alimentos importados cuando los alimentos en España se encarecen: las importaciones de alimentos han crecido un +7,6% en 2015, sobre todo de lo que más sube aquí, aceites (+24,9% importaciones), frutas (+16%) y pescado (+12,6%). Y así, importan aceite de Túnez, naranjas de Sudáfrica, carne de Brasil o pescado de Vietnam, a precios más bajos si suben en España. Y aunque baja la calidad, no baja el precio y la diferencia va a sus márgenes.

Al final, el mayor consumo de las familias españolas (porque hay un millón de personas más trabajando y porque han bajado precios e impuestos) se traduce en una mayor compra de alimentos, que se había recortado con la crisis. Y el aluvión de turistas aumenta más la demanda, sobre todo en verano. Como el clima no ayuda, con sequía, inundaciones y heladas a destiempo, las cosechas no crecen como la demanda y menos en un campo donde a los agricultores y ganaderos no les salen las cuentas. El resultado de esta situación, más demanda y menos oferta, es una subida constante de precios. Y más si son pocos los que controlan el mercado, las ventas finales. Así que ya lo saben, comer será cada vez más caro. Al margen de las ofertas gancho que nos ponen para que no cambiemos de súper. Ojo a la subida de los alimentos.  

jueves, 21 de enero de 2016

Turismo récord con pies de barro


Esta semana se celebra la Feria de turismo (FITUR) y los profesionales del sector están eufóricos: se ha batido otro récord de turistas extranjeros (68 millones) y los españoles han vuelto a viajar y llenar los hoteles, en el mejor verano desde 2005. Pero también saben que el turismo, nuestra primera industria, tiene varios “talones de Aquiles”: crece el turismo “low cost” y baja el gasto real por turista, muchos vienen porque han caído el euro y los billetes de avión o por los problemas en Túnez, Egipto y Turquía (que nos han “prestado” 6 millones de turistas), hay poco turismo de invierno y de fuera de Europa y el sector crea poco empleo y muy precario. Entre tanto récord, habría que pensar en la reconversión del sector, con nuevas inversiones en las costas y promoción de un nuevo turismo, con más calidad y más gasto, apoyado más en Internet. Hay que planificar una nueva industria turística, a 20 años vista.
 

enrique ortega


El turismo ha vuelto a ser en 2015 el motor de la economía española: por sexto año consecutivo, el sector creció más que la economía, un 3,7% (frente al 3,2% del país), según a patronal turística Exceltur. Y ello se debe no sólo al aluvión de turistas extranjeros (se espera cerrar 2015 con 68 millones, 3 millones más que en 2014), sino a la recuperación del turismo interior, de los españoles, que han vuelto a viajar y llenar los hoteles este año, con el mejor verano desde 2005. Y con ello, la industria turística ha recompuesto sus beneficios sobre  todo los hoteles de interior y del norte, los que más habían sufrido la crisis. Y han podido subir los precios, algo que todos hemos notado este verano.

Si 2015 ha sido otro año récord para el turismo, consolidando a España como la tercera potencia turística del mundo (tras Francia y EEUU), se debe en buena parte a factores externos, que poco tienen que ver con la actuación del sector o del Gobierno. El primero y fundamental, la depreciación del euro, que ha abaratado los viajes a España de los turistas que vienen con dólares (-16,5% de caída del euro frente al dólar) y con libras (-12,1%). No es casualidad que el turismo que más creció en 2015 fuera el de EEUU (+24,2%), Reino Unido (+4,1%), Suiza (+8,9%), resto de América (+10,8%) y resto del mundo (+25,8%). Otro factor externo clave ha sido la bajada del precio del petróleo (-37% en 2015), que abarata los vuelos, un tema clave para España, porque el 80% de los turistas vienen en avión. Y el tercer factor, los problemas de seguridad y terrorismo que siguen teniendo países competidores, como Túnez, Egipto o Turquía: la patronal Exceltur estima que 1 millón de los 3 millones más de extranjeros que nos han visitado en 2015 iban antes a esos países. Y que, desde 2010, entre 4 y 6 millones de turistas son“prestados” por esos tres países.

Además, también ha ayudado la mejora de la economía británica (de donde proceden el 23% de los turistas extranjeros) y la ligera recuperación de las economías alemana, francesa e italiana (que suman otro 38% más de turistas extranjeros). Y hay un factor interno importante: la recuperación de la inversión extranjera en España, sobre todo en el sector inmobiliario, que ha tirado del turismo de negocios: ha crecido un 17,5% en 2015, casi el triple que el turismo de ocio (+6,5%), con un mayor gasto medio (164 euros al día frente a 98,3).

Como se ve, mucho del récord turístico español en 2015 se debe a circunstancias externas, que no dependen de nosotros y que no sabemos si se van a mantener en 2016. Por un lado, cabe esperar menos ayuda del euro, porque caerá menos (ahora está subiendo), hasta el euro por dólar (- 7%). Por otro, el petróleo puede caer, pero no tanto, lo que abaratará menos los billetes de avión. Eso sí, la crisis de Túnez y Egipto sigue ahí y se ha agravado la de Turquía, con el último atentado, lo que podría desviar este año hacia España turistas rusos (iban 19 millones). Y Europa sigue estancada, con lo que no se espera un fuerte aumento de los viajes, sobre todo de alemanes, franceses e italianos. Con todo, la patronal turística Exceltur espera un crecimiento del sector turístico algo menor en 2016, del 3,4%, aunque el turismo volverá a ser el motor de la economía, creciendo por séptimo año más que el país (2,8%).

El turismo no sólo es el motor de la recuperación sino que se consolida como la primera industria española, que aporta el 11% de la riqueza (PIB) y el 12% del empleo (2,4 millones). Y además, el turismo español está en cabeza en el ranking mundial 2015 de competitividad turística elaborado por el Foro Económico Mundial (en 2013 éramos los cuartos y en 2011 los octavos), gracias a nuestros recursos naturales y culturales, nuestras infraestructuras, la seguridad y la adaptación a los consumos digitales, estando en la media europea en precios. Pero este liderazgo y los reiterados récords de turistas (se han duplicado los visitantes extranjeros, desde los 33 millones en 2.000 a los 68 millones de 2015) no pueden hacernos olvidar los talones de Aquiles” del sector, reconocidos por sus profesionales: excesiva concentración en verano y en la costa, poco turismo de fuera de Europa, bajo nivel de gasto, poco empleo nuevo (y de baja calidad), aumento de la competencia desleal (apartamentos y transportes), poca digitalización de las ventas y nuevos impuestos turísticos.

Uno de las mayores debilidades del turismo español es que está muy concentrado, tanto por países de origen como por meses (verano) y zonas de destino. El 89% de los turistas proceden de Europa y aunque han crecido los turistas de EEUU, Asia, Oriente Medio y Latinoamérica, todavía son pocos (10%), a pesar de ser las zonas del mundo con más potencial turístico. Otro problema es que más del 80% del turismo extranjero está dirigido al turismo de sol y playa, que beneficia a 5 de las 17 autonomías (Canarias, Andalucía, Cataluña, Baleares y  Comunidad Valenciana), que se llevan el 80% de los turistas extranjeros. Y los nuevos turistas que habría que captar, desde chinos a árabes o norteamericanos, no buscan sol y playa sino cultura, ocio, compras, gastronomía, deportes o turismo sanitario.

Pero quizás el mayor “talón de Aquiles” del turismo español es el crecimiento del “turismo low cost”: somos cada vez más un destino predilecto para turistas que gastan poco, jóvenes y familias que vienen por su cuenta a apartamentos baratos o a hoteles con paquetes de “todo incluido”, masificando muchos destinos (como Magaluf en Mallorca o Barcelona). La patronal turística Exceltur ha dado la alarma, mientras el Gobierno sigue vendiendo que somos el segundo país del mundo con más ingresos por turismo (tras EEUU). Y es verdad, pero también que el gasto real de los turistas extranjeros lleva 15 años cayendo, desde el 2.000, como demuestra Exceltur con los datos del Banco de España. Y en 2015, ese gasto de los turistas bajó un 1% en términos reales y un -2,1% si se descuenta la inflación, con una media de gasto real de 741 euros por turista, frente a 1.108 en 2.000 (un tercio menos).

Los turistas extranjeros gastan relativamente menos que antes por el tipo de turistas que nos llegan, según el análisis de la patronal Exceltur. El turismo extranjero que más crece es el que llega en vuelos de bajo coste (+7%) y los que van a  apartamentos (+4,4%), que son los que menos gastan: 78 y 70 euros al día. Y los que menos crecen son los turistas que llegan por vías  tradicionales (+0,4%) y que van a hoteles (+3,7%), que son los que más gastan, 109 y 120 euros al día. Y nos visitan sobre todo los turistas de las naciones que menos gastan (británicos, 102 euros diarios, franceses, 94 euros y alemanes, 103 euros) y pocos de los que más gastan (USA, 158 euros diarios, nórdicos 123 euros y chinos, 785 euros diarios). Así que el gasto medio diario bruto (sin descontar la inflación), 116,90 euros, sale de que vienen muchos turistas de menos de 100 euros al día y pocos de 200 o 700 euros.

Otro “talón de Aquiles” del turismo español, sobre todo en los dos últimos años, es la creciente competencia de la economía colaborativa, de nuevas ofertas que se venden por Internet de apartamentos (Airbnb, Homeaway…), transportes (Blabacar) e incluso restaurantes (EatWith, VizEat, Voulezvousdiner...). La  patronal turística Exceltur estima que hay ya 2,7 millones de plazas en apartamentos turísticos paralelos  (frente a 2,4 millones de plazas regladas), que les hacen competencia desleal porque muchas son ilegales y no pagan impuestos, lo que les permite ofrecer precios hasta un 52% más bajos. Y piden, al Gobierno español y a la Comisión Europea, una regulación de estos servicios, porque están deteriorando el turismo (destacan la masificación del casco antiguo de Barcelona), encareciendo alquileres y recortando ventas y empleos en hoteles y apartamentos regulados.

Otro problema que denuncia el sector turístico es que muchas autonomías ven esta industria como “una teta que ordeñar”, por lo que han implantado el cobro de impuestos. Cataluña aplica desde noviembre de 2012 una tasa por pernoctaciones, de 0,75 a 2,5 euros, por la que ingresan unos 40 millones al año. Baleares (que ya tuvo una tasa turística de 2001 a 2003) acaba de aprobar en enero de 2016 una tasa de 0,25 a 2 euros, que se empezará a aplicar en junio y por la que esperan recaudar 50 millones este año. Y la Comunidad Valenciana estudia aprobar otra tasa turística que empezaría a cobrarse en 2017. El sector ha denunciado estos impuestos ante los Tribunales y creen que retraerán el turismo.

Otro “talón de Aquiles” del turismo es que, a pesar de los récords, crea poco empleo: en 2015 se crearon 73.347 empleos, según Exceltur, sólo 1 de cada 7 nuevos empleos creados en España. Y lo peor es que se trata de un empleo muy precario: el 73% son temporales y la mitad a tiempo parcial, por horas. Un empleo con mucho fraude (falsos autónomos, personas contratadas por 4 horas y que trabajan 8,10 o 12 horas, subcontratas de camareras de pisos…) y muy mal pagado: sueldos medios de 13.851 euros, casi la mitad de la media en España (22.697 euros, según el INE), como denuncia CCOO. Al final, este deterioro laboral se traduce en una caída de la profesionalidad y en un deterioro del servicio, en perjuicio de la calidad de nuestra industria turística, lo que retrae al turismo de calidad.

Como se ve, no todo son récords y maravillas en el turismo español. Está claro que tenemos una industria potente y competitiva, pero ha llegado el momento de pararse y repensar el modelo, configurar la industria turística de los próximos 20 años. Y en lugar de esperar que nos lleguen los turistas, España debería definir el turista que queremos atraer y perfilar una oferta ad hoc, que no sólo compita en precio sino también en calidad, vendiendo la “marca España”, un turismo que no sea sólo sol y playa sino mucho más, una experiencia de ocio.

Y para ello, el sector turístico pide al futuro Gobierno que le ayude a hacer una profunda reconversión, física (con financiación, española  y del Plan Juncker, y ayudas fiscales para reformar las instalaciones de costa, muchas de los años 60 y 70) y organizativa, facilitando la digitalización del turismo (Internet es la mejor herramienta para personalizar la oferta), la formación y la calidad, frenando la competencia desleal y facilitando visados y nuevas rutas aéreas (Iberia volverá en octubre a Tokio y Shanghái, vuelos que suprimió en los años 90) para captar el turismo de Asia y Oriente Medio (sólo suponen el 5% de los vuelos). Y en paralelo, mejorar las infraestructuras, conectando los aeropuertos con el AVE y los puertos (cruceros) y coordinar mejor las actuaciones de las autonomías y el Gobierno, en la promoción exterior y en la gestión del turismo, para lo que piden que se cree una Secretaría de Estado de Turismo.

Está claro que el turismo es “la gallina de los huevos de oro”, que aporta riqueza, trabajo y divisas. Pero ha llegado la hora de no agotar el filón, de repensar su futuro, de asegurar su crecimiento a largo plazo, sobre un turismo más diversificado, menos concentrado en Europa , las costas y el verano, con más calidad y que gaste más. Y eso supone una gestión más tecnológica, más imaginativa y más compleja. No esperar al turista que huye de otros destinos, sino buscarle y ofrecerle una oferta distinta, atractiva y rentable. Retos que hay que afrontar ya, a 20 años vista. No se duerman en los récords.