lunes, 9 de noviembre de 2015

Los costes de comer demasiada carne


Somos un país “carnívoro” y por eso ha causado tanto revuelo el informe de la OMS advirtiendo que el consumo de carnes procesadas (embutidos, salchichas, hamburguesas) y de mucha carne roja puede provocar cáncer. Pero el exceso de carne procesada (hormonas, antibióticos, conservantes, aditivos y mucha sal) no sólo es malo para la salud. También es malo para la Tierra y fomenta el Cambio Climático, porque la ganadería emite casi tantos gases de efecto invernadero como el transporte y genera muchos residuos nocivos, según la ONU y la FAO. Además, producir carne masivamente esquilma los suelos y el agua y consume muchos cereales, destinados a engordar animales y no a las personas, para reducir el hambre en el mundo. Y la ganadería industrial contamina suelos y aguas y reduce la biodiversidad, extinguiendo razas animales. En resumen: hay muchas razones, además de la salud, para cambiar la dieta y comer menos carne, sólo dos veces por semana. Por nuestro bien y el del Planeta.
 

enrique ortega


El siglo XXI es la Era de la Carne, sobre todo en el mundo occidental más rico. Si en 1950, la producción mundial de carne era de 50 millones de toneladas, en el año 2000 ya se había cuadruplicado con creces (229 millones) y para 2050 puede duplicarse (465 millones de Tm.). Ello se debe al fuerte aumento del consumo en los países occidentales (de 60 kilos por persona al año en 1.964 a 95,7 kilos en 2014), pero también a que los países en desarrollo han cambiado su dieta y empiezan a comer más carne. Es el caso de China, que hace 20 años sólo consumía 5 kilos de carne al año por persona y hoy ya come 50 kilos. Ante este aumento del consumo de carne en los países pobres  y el aumento esperado en la población mundial (pasaremos de los 7.000 millones de habitantes actuales a 9.000 millones en 2015), las previsiones son que el consumo mundial de carne se duplique, de los 44 kilos actuales por persona a 80 kilos de media en 2050 (y más de 100 kilos en algunos países ricos).

España ha cambiado su dieta en las últimas décadas y es también hoy un país carnívoro (el 10º que más carne come en el mundo), con un consumo de 50,8kilos por persona y año, más del doble que los 23,1 kilos de 1961. Si en los años 60, la dieta de los españoles se basaba en hortalizas, patatas y cereales (57% de las calorías) y comíamos poca carne y pescado (sólo un 6,3%, según la FAO), hoy suponen ya el 16% de la alimentación, según el Ministerio de Agricultura. El consumo español se centra en las carnes más baratas, pollo (14,17 kilos/persona/año) y cerdo (10,7 kg), seguidas de vacuno (5,89 kilos, sólo 350 gramos de carne roja a la semana), cordero y otras carnes. Pero el problema es que un tercio de la carne producida y consumida es carne procesada (charcutería, embutidos y hamburguesas, la mayoría a partir de cerdo), la más peligrosa para la salud.

Precisamente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió a finales de octubre un informe (bastante serio: ha sido elaborado por un grupo de 22 científicos de 10 países, de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, a partir de 800 informes realizados en los últimos 20 años) en el que advertía que el consumo de carnes procesadas (salchichas, embutidos, hamburguesas) aumenta el riesgo de cáncer colorrectal, así como el consumo excesivo de carnes rojas. Una advertencia mal interpretada (“comer carne produce cáncer”) pero que tiene bastante apoyo médico, científico y estadístico: la OMS estima que unas 34.000 muertes por cáncer de colon en el mundo se deben al consumo de carne procesada.

Lo que hace daño a la salud no es comer carne, sino comer carne en exceso y sobre todo abusar de las carnes procesadas industrialmente, base de la “comida basura”. Y no sólo porque el abuso de las carnes (sobre todo grasas) dispare el colesterol, la tensión, la obesidad  y las enfermedades cardiovasculares. Es que, primero, la ganadería intensiva industrial aporta a nuestra  dieta muchas hormonas y antibióticos nocivos (España es el segundo país que consume más antibióticos para la ganadería industrial, 2.000 Tm en 2011). Y después, al procesarse industrialmente la carne, se la añaden más productos que pueden ser nocivos: conservantes y aditivos, antioxidantes, excipientes y mucha sal (el 75% de la sal que consumimos viene de procesar los alimentos, no está en el alimento original: una hamburguesa, por ejemplo, tiene 13 veces más sal que un filete normal).

Pero comer carne en exceso no es sólo malo para la salud, también perjudica al Planeta, porque colabora decisivamente en las emisiones de gases que provocan el Cambio Climático: la ganadería es culpable del 18% de emisiones de gases de efecto invernadero, casi tanto como el transporte, según múltiples informes de la ONU y la FAO. El ganado es responsable de un 37% de las emisiones de metano (al hacer su digestión) y el 65% de las emisiones de óxido nitroso (estiércol), gases más peligrosos para el clima que el CO2. Y provoca dos tercios de las emisiones mundiales de amoniaco (estiércol), culpable de la lluvia ácida. Además, producir carne masivamente lleva a talar bosques para pastos y esta deforestación causa el 9% de todas las emisiones mundiales de CO2. Por eso, desde 2008, la ONU lleva recomendando consumir menos carne para frenar el cambio climático.

Pero hay más. Para alimentar de carne al mundo, no sólo hay que talar bosques y utilizar mucha superficie (el 69% de la superficie agrícola del mundo es para pastos o para producir grano para los animales), sino que la ganadería consume mucha agua (el 8% de todo el agua del mundo) y mucha energía (tanto para las granjas como para el procesado, distribución y transporte de la carne por el mundo), energía que también emite CO2. O sea, que producir carne consume una gran parte de los recursos naturales del Planeta. Producir un kilo de carne de vaca se lleva 10 kilos de pienso (6 kilos el cerdo y 4 kilos el pollo)  y 15.000 litros de agua, cuando producir 1 kilo de maíz consume 1.500 litros de agua (la décima parte).

Y además, consumir carne es un lujo en un mundo donde hay 795 millones de personas que pasan hambre (25.000 personas mueren cada día por desnutrición, 8.000 de ellos niños) y casi 2.000 millones de malnutridos (casi un tercio del Planeta), según datos de la FAO. Y eso porque la carne se lleva los cereales que debían ir a alimentar a las personas: producir 200 gramos de carne se lleva 45 cuencos de cereales, que pueden alimentar a 20 personas. Así que cuando comemos carne, “nos apropiamos” de los recursos (cereales) que podrían alimentar a 5,8 o 10 personas, como señala Martín Caparrós en su excelente libro “El hambre. Lo que sucede con la carne es que todavía es un lujo de países ricos y la mayoría del mundo apenas come carne (5 kilos al año por persona en la India, frente a 50,8 kg en España y casi 100 en USA), se alimenta de cereales, que cada vez van más al ganado, no a ellos, disparando los precios internacionales y aumentando la desnutrición y el hambre.

¿A cuenta gente puede alimentar el Planeta? Depende de lo que comamos. Si todo el mundo comiera tanta carne como EEUU, los recursos sólo darían para alimentar a 2.500 millones de personas (somos 7.000), según Martín Caparrós. Si comiéramos la mitad de carne, como Italia, se podría alimentar a 5.000 millones. Y si fuéramos más vegetarianos, como en la India (2 de cada 5 personas), podríamos alimentar a 10.000 millones. Luego la alternativa es clara: o el mundo come menos carne o no habrá recursos para alimentar a todos. Y se da además el contrasentido de que 791 millones de personas pasan hambre y hay 671 millones de obesos, una enfermedad que se extiende imparable: en EEUU, un tercio de la población es obesa y en España lo son el 16,9% de los españoles (y el 30% de los niños, según la OCDE).  No es sólo porque se abuse de la carne procesada y la comida basura, también cuenta el sedentarismo, los hábitos de vida y la contaminación. Pero la dieta carnívora no ayuda.

El cuarto problema de consumir demasiada carne es que la ganadería intensiva (industrial), con enormes productores mundiales de cerdo (la mitad los cría China, siendo España el cuarto productor mundial), pollo (Brasil y EEUU) o carne (Argentina y Brasil), es una enorme fuente de contaminación, tanto de las aguas (acuíferos, ríos y océanos) como de los suelos, por el estiércol (purines). Y un quinto problema: la ganadería industrial está destruyendo la biodiversidad del Planeta, contribuyendo a la extinción de especies: hay 6.300 razas animales identificadas, pero comemos sólo unas pocas razas de pollo (4), cerdo (5), vacuno y leche (5 razas), con lo que un 20% del ganado mundial está en riesgo de extinción, según la FAO.

Así que hay mucho en que pensar cuando nos comamos una hamburguesa o un chuletón, no sólo en nuestra salud: se impone cambiar la dieta para ayudar a prevenir el cambio climático, conservar los recursos del Planeta y evitar el hambre y la desnutrición. ¿Qué se puede hacer? Lo primero, reducir el consumo de carne (y lácteos), comer carne sólo dos veces por semana, como recomienda la OMS y la ONU, aumentando el consumo de verduras, legumbres, cereales y frutas, la “dieta mediterránea”. Lo segundo, comer las carnes más sanas, evitando las carnes procesadas industrialmente (charcutería, hamburguesas…), que son las más perjudiciales, sobre todo por los aditivos que llevan. Y tercero, promover una ganadería menos industrial y más “ecológica”(sólo 1,2% ganadería en España), donde los ganaderos se preocupen más de las dietas animales (para generar menos metano), de  la gestión de residuos y de utilizar menos hormonas y aditivos. Y, sobre todo, consumir carnes de la zona, no importadas, ya que las carnes industriales importadas suponen más emisiones (producción, transporte y distribución). Claro que todo esto supone consumir una carne más cara.

Además, es urgente que el consumidor esté mejor informado de lo que come. Hay que obligar a los ganaderos y a la industria a que incluyan un etiquetado con más información, no sólo de hormonas, antibióticos, aditivos y sal, sino también de los efectos negativos de producir esa carne sobre el medio ambiente. Hoy día es posible saber las emisiones de la carne, informar al consumidor de “su huella de carbono”: así sabemos que producir 1 kilo de cordero supone 10.629 gramos de CO2 equivalente, frente a sólo 140 gramos de CO2 por kilo de naranjas o 299 gramos por kilo de tomates. Y que producir otras carnes perjudica menos al clima: 7.275 gramos de CO2 equivalente por kilo de vaca, 4907 gramos por kilo de ternera, 2.592 gramos por kilo de cerdo o 1.409 gramos CO2e por kilo de pollo (ver este cuadro con las emisiones de CO2 que cuesta producir distintos alimentos en España).

Somos un país adicto a la carne y hablar de sus efectos nocivos (ojo: cuando se consume en exceso) no es popular. Y las advertencias de la OMS aún gustan menos a la industria de la carne, un sector muy poderoso e influyente en el mundo (controlado por pocas multinacionales de EEUU, Europa, Brasil y Argentina, aporta el 40% del PIB agrícola y da empleo a 1.300 millones de personas) y también en España: la cárnica es la cuarta industria española (tras el automóvil, las petroleras y las eléctricas), con 81.000 empleos directos y 3.000 empresas que facturan más de 22.000 millones al año, en fuerte expansión multinacional. Por eso han querido desprestigiar el informe de la OMS, sin aportar estudios independientes rigurosos.

Pero convenzámonos, consumir demasiada carne es malono sólo para la salud, sino también para el medio ambiente y el clima, sin olvidar la lucha contra el hambre. Así que tendremos que tomárnoslo en serio y cambiar la dieta, comiendo carne dos días por semana y consumiendo menos carne procesada y menos carne roja. Por nosotros y por el Planeta.

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