lunes, 21 de septiembre de 2015

Aluvión de refugiados en una Europa más pobre


Europa afronta dividida la mayor avalancha de refugiados desde finales de la II Guerra Mundial. Alemania parece muy solidaria, pero su actitud es egoísta: envejecen y necesitan 8 millones de trabajadores extranjeros hasta 2030. Y a los países del Este (los muros de Hungría son una vergüenza), a España, Grecia e Italia, les sobran parados y pobres como para acoger a muchos más. Pero peor lo tienen los refugiados: huyen de la muerte y vienen con lo puesto. El problema de fondo es que el tsunami de refugiados llega cuando Europa sigue estancada, apenas crece, tiene mucho paro y han aumentado los pobres “propios” : ya son 123 millones, uno de cada cuatro europeos. Europa debía aprovechar esta crisis humanitaria para dar un salto hacia adelante, reanimar sus economías, gastar e invertir más, para conseguir más empleo y mejorar la vida de europeos y refugiados. Si sigue la austeridad y hay que repartir la crisis, habrá más conflictos, muros y xenofobia.
 

enrique ortega


Los primeros días de septiembre, la dureza de las imágenes despertó la solidaridad de los europeos con los refugiados, con Merkel y Alemania en cabeza. Pero luego siguió el temor, con controles de fronteras (anulando la libre circulación de personas, un sagrado principio europeo) en Alemania, Austria (con el Ejército), Eslovaquia, Polonia y Bélgica, además del vergonzoso 2º muro en Hungría y el cierre de la frontera de Croacia con Serbia. Y la Unión Europea ha sido incapaz de llegar a un acuerdo para afrontar el grave problema de los refugiados. Por un lado, ni siquiera acordaron la semana pasada cómo repartirse los 40.000 refugiados que habían aceptado recibir en julio (faltaron de “adjudicar” 7.744). Y aunque acordaron acoger otros 120.000 más, muchos países (los del Este y España entre ellos) se negaron a aceptar un sistema de cuotas obligatorias de refugiados para el futuro. Así que los refugiados siguen por los caminos europeos sin que Europa se haya puesto de acuerdo sobre qué hacer con ellos y este miércoles lo volverán a debatir los Jefes de Gobierno, en una Cumbre europea extraordinaria sobre los refugiados.


La actual avalancha de refugiados de Siria, Irak, Afganistán, Libia, Somalia o Eritrea hacia Europa es la segunda fase de una llegada masiva anterior (mayo) a Italia y Grecia, también desde África y Oriente Medio. Se les llama refugiados, pero son oleadas de inmigrantes que huyen no sólo de la guerra sino también del hambre y la miseria. Y para ellos, Europa es una esperanza de futuro. Por eso, no hay fronteras ni muros que los paren. Seguirán llegando imparables.


Y Europa está dividida. Por un lado están los países más ricos (Alemania, Francia, Italia, Suecia y Reino Unido), que soportan el 75% de las peticiones de asilo de refugiados y que ya tienen ya un elevado porcentaje de inmigrantes: casi 10 millones en Alemania (12% población), 7,8 millones en Reino Unido (12,4%), 7,5 millones en Francia (11,6%), 5,7 millones en Italia (9,4%), 1,13 millones en Suecia (15,9% población), 1,96 millones en Holanda (11,7%), 1,33 millones en Austria (15,7%) y 1,15 millones en Bélgica (10,4% población). Y por otro están los países del Este, con Polonia y Hungría a la cabeza, que apenas tienen emigrantes pero que no quieren cuotas obligatorias de refugiados porque bastante tienen con su paro y su pobreza. Y en medio está España, el tercer país europeo con más inmigrantes (6 millones, 4,7 censados, un 13,8% de la población), mientras somos el segundo país con más parados (22,37%) y el octavo con más pobres (13,6 millones, un 29,2% de españoles según Eurostat).

Teóricamente, una de las bases de Europa es la libre circulación de personas (como de mercancías y capitales), pero todos los países tienen limitaciones a la entrada de extranjeros para trabajar, aunque hasta ahora no habían implantado controles interiores entre los países europeos (suprimidos desde 1995 por el espacio Schengen). Ahora, los controles han vuelto y muchos países se plantean endurecer la vigilancia  (incluso con muros, como Hungría) para frenar la avalancha, mientras otros prefieren canalizar el flujo de refugiados y repartirlos.

Alemania, y sobre todo la canciller Ángela Merkel, se puso el 4 de septiembre al frente de la acogida a los refugiados, pero el 13 de septiembre dio marcha atrás, por la presión de sus gobiernos regionales, sobre todo Múnich, agobiados por la enorme afluencia de refugiados de Oriente Medio, que prefieren quedarse en Alemania (más trabajo y más ayudas) que en otros países europeos. Con todo, Alemania es la más favorable a establecer cuotas estables para los refugiados e incluso habla de acoger 800.000 sólo este año. La razón es más económica que humanitaria: Alemania es un país envejecido y donde cae la población, por lo que estiman que necesitarán 8 millones de trabajadores extranjeros de aquí a 2030. Por eso hablan de recibir 500.000 refugiados al año. “Alemania necesita mano de obra adicional para mantener su bienestar”, ha dicho con claridad el presidente del Bundesbank, mientras la patronal alemana celebra la llegada de mano de obra joven y preparada, como la de Siria. Y barata: un refugiado sirio (abogado) ha empezado a trabajar cobrando 1 euro a la hora.

Otros países europeos ricos, como Austria, Holanda, Bélgica, Suecia o Reino Unido también necesitarán mano de obra (barata) en las próximas décadas. Pero ese no es el caso de los países del Este, desde Polonia a Hungría, República Checa o Eslovaquia, ni de la Europa del sur, con mucho paro, como Grecia, España, Portugal o Italia. Y donde hay un alto nivel de pobreza, de ciudadanos nativos que viven con menos del 60% de la renta comunitaria, según los datos de Eurostat: 42% de la población en Serbia, 40% en Rumanía y Bulgaria, 37% en Lituania, 32% en Letonia, 31% en Hungría, 30% en Croacia, 24,7% en Polonia… Sin olvidar el 36% de griegos que viven por debajo del umbral de la pobreza, el 29,2% de españoles y el 28,1% de italianos. En total, 123 millones de europeos que viven bajo el umbral de la pobrezaque temen que los refugiados les quiten lo poco que tienen. “No vengáis, aquí ya casi estamos como vosotros”, dice esta viñeta de El Roto.

Pero los refugiados tienen menos: vienen con lo puesto y además huyen de la muerte o la cárcel en muchos de sus países. Europa no tiene otra opción moral que acoger a los más que pueda, mientras en paralelo ayuda más (algo) a sus países, desde Oriente Medio a Asia y África, para pacificarlos y que se desarrollen, para que sus habitantes no tengan que huir. Y eso pasa, entre otras cosas, por “pringarse” más en la lucha contra el yihadismo y por la paz en Oriente Medio y aumentar la ayuda al desarrollo, drásticamente recortada desde 2008.

El problema de Europa es que le ha llegado el tsunami de los refugiados en un momento en que sigue sin salir de la crisis: la Unión Europea apenas crece (+0,4% en los últimos cuatro trimestres, un ritmo “decepcionante” según el últimoinforme de la OCDE), el paro sigue siendo elevado (23 millones de parados, un 9,5%, la tasa más alta desde la postguerra mundial) y el nivel de vida de los europeos se ha deteriorado mucho con esta crisis: 6 países tienen hoy unas rentas más bajas que en 2007, Grecia (72,5% de los ingresos de entonces), Italia (86,7%), España y Portugal (94,6%), Irlanda (95,6% e incluso Austria (97,8%). En este contexto, donde muchos europeos lo siguen pasando mal, se puede entender (no compartir) que algunos países, ciudadanos y políticos (como Sarkozy en Francia, que propone recortar las ayudas a los extranjeros en Europa, no sólo Le Pen) quieran frenar la entrada de refugiados. Sobre todo porque es un problema sin fondo: hay 60 millones de refugiados en el mundo, la mayoría relativamente cerca de Europa.

Pero Europa no puede mirar para otro lado, porque como bien sabemos los españoles, ni los muros ni el mar ni las fronteras paran a un inmigrante desesperado. Así que los líderes europeos deberían afrontar el problema con seriedad y con varias medidas. La primera, acordar todos un Plan de urgencia para acoger a los que ya están de camino y asegurarles un cierto futuro. Y la segunda, tomar las medidas necesarias para parar la guerra en Siria, Irak o Afganistán  y poner en marcha una especie de Plan Marshall, para mejorar los campos de refugiados de Oriente Medio (hay 4 millones de personas) y empezar a ayudar al desarrollo de los países en peor situación económica, desde Siria, Irak o Afganistán a Libia, norte y este de África.  

Pero  no basta. En paralelo, Europa tiene que relanzar su economía, recaudando más para gastar más, en ayudas, infraestructuras e inversiones, que aporten más empleo e ingresos a los europeos, reduciendo el paro y la pobreza. Urge poner en marcha el aprobado Plan Juncker de inversiones (315.000 millones de euros) y a la vez un Plan europeo contra la pobreza, que incluya ayudas (casa, comida, educación, sanidad, subsidios) a los más desfavorecidos, sean europeos o inmigrantes asentados.  Porque sólo si Europa despega con fuerza, sólo si abandona la austeridad y el estancamiento, si crece más (al menos un 2,3%, como EEUU), podrá dar trabajo y un futuro a los inmigrantes y a sus propios pobres y parados. Hay que aumentar el pastel para poder compartirlo. Si no, los refugiados e inmigrantes serán una fuente de conflictos, de muros  y de xenofobia. Y eso no debe ser Europa.

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