jueves, 21 de mayo de 2015

La caída del euro recupera las exportaciones


La depreciación del euro está salvando las exportaciones, aunque crecen  poco. Pero también aumentan las importaciones, sobre todo de coches (empujadas por el Plan PIVE) y productos de consumo, con lo que seguimos teniendo un alto déficit comercial : significa que estamos creando empleo en otros países, no en España. Si el euro se recupera, como ha pasado en mayo, las exportaciones volverán a estancarse, porque ya resulta difícil ganar mercados. De hecho, en 2015, las exportaciones van a restar crecimiento (y empleo) a la economíaEl problema ahora es que, con los precios cayendo, resulta difícil para España competir por precio y exportar más, sobre todo cuando el comercio mundial crece al nivel más bajo desde 1948. La salida debería ser competir por calidad y tecnología, mejorar la competitividad de los productos españoles. Y que más empresas exporten. Pero no es fácil. Requiere un cambio de modelo económico, producir  mercancías con más valor y más calidad, mejorar el “made in Spain”. Dejar de competir sólo por precio, a base de “tirar” salarios. No intentar ser “la China de Europa” sino “la Alemania del sur”.
 
enrique ortega

Las exportaciones españolas se han recuperado en 2015, gracias a la fuerte caída del euro (-12,6% entre enero y marzo) y a las mayores compras de Francia, Italia y Alemania, más un pedido extra de aviones de Arabia Saudí. Entre enero y marzo, las ventas al exterior crecieron un + 4,4%, más del doble que al inicio de 2014 (+1,7%) pero menos que en los años anteriores, en que fueron de más a menos, como válvula de escape de las empresas ante la caída de ventas en España. Si las exportaciones habían crecido con fuerza en 2010 (+16,8%) y 2011 (+15,2%), empezaron a desacelerarse en 2012 (+5,1%) y 2013 (+4,3%), para crecer poco en 2014 (+2,4%), debido a la fortaleza del euro en el pasado, al estancamiento de Europa  y a la dificultad de ganar nuevos mercados, debido a la incipiente crisis de los países emergentes.

Pero no hay que echar las campanas al vuelo: si el euro se recupera algo, como ha pasado en mayo, las exportaciones pueden estancarse, como pasó en enero y febrero de este año. Además, las exportaciones españolas son muy vulnerables: están en manos de cinco sectores (automóviles, alimentos, textil, medicamentos y aparatos eléctricos concentran el 40% de las ventas exteriores) y de las multinacionales (gestionan el 35% de las exportaciones españolas).

En paralelo, las importaciones también crecen un + 2,5% en el primer trimestre de 2015, pero mucho menos que en 2014 (+15,4%), en línea con la caída de importaciones en 2012 (-2,2%) y 2013 (-2%), cuando hubo pocas compras al extranjero en lo peor de la crisis. Lo que está pasando es que se recupera el consumo de empresas y familias y compran más productos extranjeros, sobre todo coches (las importaciones de automóviles han crecido un 34,1%), bienes de consumo (electrónica y electrodomésticos), material de transporte ferroviario (para AVE) y petróleo: las importaciones de crudo en el primer trimestre han sido de 15,7 millones de toneladas, un récord histórico (aunque cuesten más baratas, por la caída del barril). Con estas compras fuera, nuestro consumo está creando empleo en otros países, no en España.

Al final, como las importaciones son más y crecen menos que las exportaciones, el déficit comercial (import-export) se ha reducido en el primer trimestre de 2015, hasta los -5.524 millones de euros (-14,9% sobre primer trimestre 2014). Aún así es elevado, en línea con  la tendencia de 2014, que cerró con un déficit comercial de  -24.471 millones de euros, el segundo mayor de la zona euro, tras Francia (-67.500 millones) y el tercero de Europa, tras Gran Bretaña (-121.100 millones), superior al de Grecia (-18.900 millones) y Portugal (-9.600 millones). Un balance muy diferente al de otros países europeos, que venden fuera más de lo que compran y que tienen superávit comercial: Italia (+37.100 millones), Irlanda (+32.200 millones), Bélgica (+13.600 millones), Holanda (+57.500 millones) y, sobre todo Alemania (+201.800 millones). Países que compiten mejor y consiguen crear más empleo gracias a sus mayores ventas (y menores compras) en el extranjero.

El problema de España es que, además de tener un déficit comercial tiene un déficit de inversiones: las extranjeras que llegan superan a las españolas fuera en un billón de euros. Y tenemos que “tapar” estos dos agujeros, el déficit comercial y de inversiones, con los ingresos por turismo. Pero no llegan y por eso, año tras año tenemos que endeudarnos con el exterior. Y así, la deuda externa de España (pública y privada) alcanzó los 1,7 billones de euros a finales de 2014, según el Banco de España. Con ello, España tiene la segunda deuda externa mayor del mundo, tras EEUU (4.14 millones de euros), aunque es la mayor si se tiene en cuenta el tamaño de nuestra economía: supone el 160% del PIB, frente al 34% en USA. Un grave problema, por partida doble: limita nuestro crecimiento futuro (hay que crecer para crear riqueza y empleo dentro y para devolver la deuda fuera) y nos hace muy vulnerables: si los mercados se ponen nerviosos y los tipos suben, tendremos que pagar más intereses.

Al final, lo que está pasando es que vuelve el viejo problema de España con el exterior, un problema estructural: cuando crecemos (aunque sea poco), se disparan las importaciones y la necesidad de inversión extranjera, a falta de ahorro interno. Y nos suben el déficit comercial y el déficit exterior (-5.600 millones hasta febrero, aunque en 2013 y 2014 hubo superávit). Es lo que pasó antes de la crisis y lo que empieza a pasar ahora: crecemos “tirando de tarjeta”, endeudándonos, porque consumimos más de lo que producimos.

Hay que cambiar el modelo de crecimiento. Y como en una economía abierta no se pueden impedir ni frenar las importaciones ni el endeudamiento, sólo queda una salida: exportar más y ahorrar más dentro, para no depender tanto de la inversión exterior. Dos objetivos complicados. Fomentar el ahorro pasa por cambiar las políticas fiscales, que ahora lo penalizan, subir salarios y bajar impuestos a la mayoría. Y fomentar las exportaciones es algo complicado, porque todos los países intentan lo mismo (vender más fuera) y el comercio mundial apenas crece, por la crisis de Europa y los países emergentes. De hecho, el comercio mundial de mercancías sólo ha crecido un 2,4% entre 2012 y 2014, el nivel más bajo desde la postguerra mundial (1948), según la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Todo apunta a que este año 2015 crecerán poco las exportaciones y aumentarán más las importaciones, sobre todo porque ahora cuestan menos, al haberse devaluado el euro. Pero lo que es seguro es que las exportaciones volverán a restar crecimiento (y empleo) a la economía, como ya pasó en 2014 (restó -0,8% al PIB). El sector exterior quitará un -0,2% al PIB según el Gobierno (Plan de Estabilidad) y un -0,4% según la Comisión Europea (previsiones de mayo). Y tampoco ayudarán en 2016, año en que el sector exterior restará otro -0,1% al crecimiento de la economía, según la Comisión Europea.

Esto no debería ser así, porque necesitamos crecer más para crear más empleo, dado que tenemos más del doble de paro que Europa. Por eso, hay que reanimar las exportaciones como sea. Y hay margen para crecer, porque exportamos la mitad que Italia (con una economía similar) y menos porcentualmente que Bélgica y Holanda (unas economías más pequeñas). El problema es que nuestras exportaciones están muy concentradas en pocas empresas (sólo 22.654 empresas exportaron el 91,7% de lo vendido fuera en 2014), pocos sectores (automóviles y componentes, combustibles, acero y farmaquímica concentran un tercio de las exportaciones) y pocas regiones (dos tercios de las exportaciones salen de Cataluña, Madrid, Andalucía, Valencia y País Vasco). Y además, un 35% de las exportaciones las hacen multinacionales, no empresas españolas. Por eso, el primer gran reto es atraer a la exportación a más empresas españolas, sectores y regiones. Y para ello, habría que poner en marcha un Plan de choque para la exportación, con varias medidas: facilitar la financiación (faltan créditos y avales), aumentar las ayudas a la internacionalización de las empresas (fiscales, asesoramiento y formación, más oficinas en el exterior), fomentar las fusiones de empresas (las grandes exportan el 80% del total), la tecnología e innovación y la industrialización.

Pero hay otros dos retos más de fondo: diversificar lo que se exporta y dónde se vende. Porque la mayoría de lo que exporta España son productos de tecnología baja (alimentos, ropa y calzado) y media (plásticos, metales y automóviles) y sólo un 10% de lo exportado tiene un alto contenido tecnológico, cuando estos productos suponen casi la cuarta parte de la demanda. O sea, exportamos productos de menos valor que otros países y competimos en precio (gracias al recorte de los salarios), no en tecnología y calidad. Y así, vendemos peor e ingresamos menos. Un ejemplo claro es el vino: somos el primer exportador mundial, vendemos casi el doble que Francia pero ingresamos la tercera parte. Y eso porque los franceses venden su vino (por marketing y calidad) a 5,37 euros litro de media y nosotros a 1,1 euros litro (a granel para que luego otros lo embotellen y saquen el beneficio). El otro reto es exportar más fuera de Europa, donde van el 70% de nuestras ventas: queda mucho por hacer (asesoramiento, oficinas comerciales, financiación) para exportar más en Latinoamérica (5,9% de las exportaciones), Asia (6,2%) y África (6,4%), donde está el comercio futuro.

En definitiva, que España no puede resignarse a que pinchen las exportaciones, porque vender más fuera es clave para crecer más  y crear más empleo. Y para reducir nuestra deuda exterior, esa enorme hipoteca sobre nuestro futuro. Hacen falta Planes concretos de fomento de la exportación, con ayudas, asesoramiento y financiación, tras los recortes de Rajoy (quien ha reducido a la tercera parte el presupuesto del ICEX desde 2007). Y hay que cambiar el modelo de crecimiento, para producir con más tecnología y más calidad, fomentando las industrias, las grandes empresas, la tecnología y la innovación en los productos “made in Spain”. Todo esto no se hace de un año para otro, pero hay que empezar ya. Y no pensar en competir sólo por precio, a costa de “tirar los salarios”: nuestro hueco no es ser “la China de Europa” sino “la Alemania del sur”. No lo olvidemos: si queremos más empleo, tenemos que producir mejor y vender más fuera. Si no, otros países crearán empleo a costa nuestra.

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