jueves, 26 de febrero de 2015

Déficit comercial: vuelve el problema exterior


En 2014, nuestro sector exterior restó crecimiento a la economía, cuando había sido el motor de crecimiento desde 2008 hasta 2013. Las exportaciones han pinchado, tras varios años creciendo mucho, y las importaciones crecen más, al despertar el consumo interno. Con ello, España ha aumentado su déficit comercial, el segundo mayor de la zona euro (tras Francia). Y como hay que tapar este agujero comercial, hemos tenido que endeudarnos más con el exterior. Ya tenemos una deuda externa (pública y privada) de 1,7 billones de euros, el 161,7% del PIB, la mayor del mundo, lo que nos hace muy vulnerables a los mercados e inversores extranjeros. Con el inicio de la recuperación, vuelve el viejo problema de España: cuando crecemos, compramos fuera más de lo que vendemos, tenemos déficit y eso nos obliga a endeudarnos más para taparlo. La solución es cambiar nuestro modelo de crecimiento, ser más competitivos, para exportar más e importar menos. Algo nada fácil.
enrique ortega

2014 ha sido el primer año, desde 2007, en el que el sector exterior (exportaciones e importaciones)  no “tira” de la economía: su aportación al crecimiento (PIB) ha sido negativa (-0,8%), ha restado al crecimiento final de la economía (+1,4%), cuyos motores han sido el consumo interno (+2%) y la inversión (+0,2%). Desde 2008 hasta 2013, el sector exterior ha contribuido positivamente al crecimiento de la economía (entre el +1,5% y el +2,2%), evitando que la recesión fuera mayor, que el PIB y el empleo cayeran más durante la crisis. Pero ahora ya no nos ayuda y todavía este año 2015 restará crecimiento (quitará un -0,3%% al PIB) y en 2016 será neutro (+0%), según las últimas previsiones de la Comisión Europea.

¿Qué ha pasado? Pues dos cosas: que las exportaciones han pinchado y las importaciones crecen más. Empecemos por las exportaciones. Han sido la válvula de escape de las empresas en esta crisis: como no vendían dentro, han tratado de mantener el negocio vendiendo más fuera, bajando precios gracias al desplome de los salarios. Pero ganar mercados año tras año no es fácil, máxime cuando todos los países están en lo mismo y cuando nuestros principales compradores, Europa (70% exportaciones), llevan los dos últimos años estancados, sin apenas crecer. Y aunque la caída del euro (-18,7% frente al dólar en el último año) debía habernos ayudado, sólo beneficia a la mitad de nuestras exportaciones, las que van fuera de la zona euro. Con todo ello, las exportaciones españolas han crecido en 2014 sólo un 2,5%, frente al 4,3% de 2013 y al fuerte tirón de 2011(+16,8%) y 2012 (+15,2%).

Vayamos a las importaciones. Mientras España pasaba lo peor de la recesión (2012 y 2013), el consumo interno estaba por los suelos y se compraba poco, dentro y fuera. Pero en 2014, la baja inflación y la mejora del empleo (escaso y precario) han reanimado un poco el consumo y con ello las compras de productos extranjeros, más coches que máquinas. Y aunque la bajada del petróleo (-46% desde los máximos de junio 2013) ha reducido la factura petrolera (menos de ese 46%, porque el barril se paga en dólares que cuestan un 18,7% más), la depreciación del euro encarece la mitad de lo que importamos. Por todo ello, ha crecido la factura de las importaciones: un +5,7% en 2014, tras caer en 2012 (-2%) y 2013 (-2,2%).

Al final, como las importaciones son más y crecen más que las exportaciones, el déficit comercial (import-export) ha aumentado, cerrando el año en -24.471millones de euros, un 53,4% más que en 2013. Un déficit comercial que es el segundo mayor de la zona euro, tras Francia (-67.500 millones hasta noviembre) y el tercero de Europa, tras Gran Bretaña (-121.100 millones de euros), superior al de Grecia (-18.900 euros) y Portugal (-9.600 euros). Un balance muy diferente al de otros países europeos, que venden fuera más de lo que compran y que por eso tienen superávit comercial: Italia (+37.100 millones), Irlanda (+32.200 millones), Bélgica (+13.600 millones), Holanda (+57.500 millones) y, sobre todo, Alemania (+201.800 millones), que crece y no tiene casi paro gracias a que nos inunda a todos con sus productos.

A este déficit comercial, España ha de sumar otro déficit, el que tenemos en la balanza de inversiones: las inversiones extranjeras en España ganan a las españolas fuera en más de un billón de euros. Dos déficits, dos agujeros, que no se pueden tapar con el superávit de los ingresos por turismo (aunque sean récord, como en 2014: unos 45.000 millones de euros). Y así, el balance final de España con el exterior, el déficit exterior, ha vuelto en 2014: -3.646 millones de euros hasta noviembre, según el Banco de España. Algo que es habitual, salvo en 2013, el primer año que no tuvimos déficit con el exterior desde 1.990.

La acumulación, año tras año, de déficits con el exterior, obliga a España a taparlos pidiendo créditos, con endeudamiento. Y así, la deuda externa de España (pública y privada) alcanzaba los 1,7 billones de euros en septiembre de 2014, según el Banco de España. Con ello, España tiene la mayor deuda externa del mundo tras EEUU (4,14 millones de euros), según el FMI. Pero si se compara con la riqueza del país, nuestra deuda externa es del 163% del PIB, la mayor del mundo (la deuda USA supone el 34% de su PIB). El problema de tener tanta deuda externa es doble. Por un lado, limita nuestra capacidad de crecimiento: hay que crecer para crear empleo y riqueza dentro y para devolver la deuda fuera. Y por otro, nos hace un país muy vulnerable, como han reiterado el FMI y la Comisión Europea: si los mercados se ponen nerviosos o si los tipos suben, tendremos que pagar más para devolver esta deuda.

En definitiva, que ha vuelto el viejo problema del déficit exterior, tras el espejismo de 2013, en que parecía que había desaparecido. Se trata de un problema estructural de España: en cuanto crecemos, se disparan las importaciones y la necesidad de ahorro e inversión extranjeros. Y nos suben el déficit comercial, el déficit exterior y la deuda externa. Es lo que pasó antes de la crisis ( en 2007, el déficit comercial fue de -200.000 millones de euros y el déficit exterior de -106.201 millones) y apunta de nuevo ahora: crecemos “tirando de tarjeta”, endeudándonos, porque consumimos más de lo que producimos. Y así, cuando apunta la recuperación, aparece de nuevo la espada de Damocles del déficit exterior, el síntoma de que España vuelve a crecer “mal”, a crédito.

Hay que cambiar el modelo de crecimiento. ¿Cómo? En una economía abierta, no se puede impedir ni frenar las importaciones ni el endeudamiento. La única salida es exportar más y ahorrar más dentro, para no depender tanto de la inversión exterior. Dos objetivos complicados. Fomentar el ahorro pasa por cambiar las políticas fiscales, que ahora lo penalizan, y mejorar salarios e impuestos.Y potenciar las exportaciones es posible, porque aún tenemos margen para crecer, ya que exportamos la mitad que Italia (una economía similar) y menos porcentualmente que Bélgica y Holanda (economías menores).

El problema de nuestras exportaciones es que están muy concentradas, en pocas empresas (5.000 concentran el 86% de las ventas exteriores), en cinco sectores (automóviles, componentes de automoción, combustibles, acero y farmaquímica concentran un tercio exportaciones) y en cinco regiones (dos tercios de las exportaciones salen de Cataluña, Madrid, Andalucía, Valencia y País Vasco). Por eso, el reto es atraer a la exportación a un mayor número de empresas, sectores y regiones. Para conseguirlo, habría que poner en marcha un Plan de choque para la exportación, con distintas medidas: facilitar la financiación (faltan créditos y avales), aumentar las ayudas a la internacionalización de las empresas (fiscales, asesoramiento y formación, más oficinas en el exterior), fomentar las fusiones de empresas (las grandes exportan el 80% del total), la tecnología e innovación y la industrialización.

Además, España tiene que afrontar dos grandes retos: diversificar lo que exporta y dónde lo vende. Por un lado, la mayoría de lo que exportamos son productos de tecnología baja (alimentos, ropa y calzado) y media (plásticos, metales y automóviles), mientras Alemania vende productos de alta tecnología (industriales), con más valor añadido (más precio) y que compiten no en precio (para eso están los países emergentes) sino en calidad, diseño e innovación (que aseguran ventas más estables). El ejemplo más claro de lo que nos pasa es el vino: somos el primer exportador del mundo, pero ingresamos un tercio que Francia, porque vendemos el vino casi cinco veces más barato. Por otro lado, estamos demasiado centrados en vender a Europa (69,8% de nuestras exportaciones) y falta mucho por hacer en Latinoamérica (5,8% exportaciones), Asia (9,5%) y África (6,8%), donde está el comercio futuro.

En definitiva, que frente a tanta propaganda sobre lo mucho que crecemos, ahí vuelve el viejo problema del déficit exterior para recordarnos que crecemos mal, a crédito, y que eso nos hace un país muy vulnerable frente al exterior, sobre todo en cuanto se inquieten los mercados o suban los tipos de interés. Por eso, no basta con crecer más (es urgente, dado el mucho paro que tenemos) sino que tenemos que crecer mejor, exportando más y con más ahorro interno. Hay que volcarse en la exportación, “mimando” a las empresas para que vendan más fuera. Y para eso, el Gobierno tiene que fomentar una economía más competitiva, facilitando la fusión de empresas, la industrialización, la mejor organización del trabajo, la tecnología y la calidad, para que España pueda vender más no sólo tirando precios (a costa de los salarios). Hay que cambiar el modelo de crecimiento: vender fuera la mitad de lo que producimos (ahora exportamos el 34%), no crecer a costa de comprar fuera de España y endeudarnos. Sólo así saldremos de verdad de la crisis y aseguraremos un empleo estable para el futuro.

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