lunes, 27 de octubre de 2014

Cumbre UE:inversiones en el aire y más recortes


Llevamos dos meses diciendo que viene el lobo de la tercera recesión, pero los Gobiernos europeos siguen sin tomar medidas. En la Cumbre europea de la semana pasada, hablaron de energía y se limitaron  a apoyar un Plan de inversiones pendiente de concretar y que se queda corto: 300.000 millones en tres años (el 0,76% del PIB europeo) de inversiones públicas y privadas, sin que los países pongan un euro nuevo. Y mientras intentan calmar a los países y mercados con esta “zanahoria” inversora, Merkel y los fundamentalistas de la austeridad (que dominan la nueva Comisión Europea) siguen con “el palo” de los ajustes: han pedido por carta a 6 países, entre ellos Francia e Italia, que recorten más su gasto en los Presupuestos 2015. O sea, más de la misma medicina: la austeridad, que ha llevado a Europa al estancamiento, el paro y la desigualdad. Si imponen más recortes (aunque aderezados con pocas inversiones más), la tercera recesión será un hechoCambien de una vez.
 
enrique ortega

Los últimos datos que vienen de Europa confirman el estancamiento económico de la zona euro, que no creció nada (+0% PIB) en el segundo trimestre, tras un mínimo crecimiento en el primero (+0,2%). En Alemania, las exportaciones (su “motor”) cayeron en agosto y su economía podría haber pinchado otra vez en el tercer trimestre (cayó un -0,2% en el segundo), lo que ha obligado al Gobierno a rebajar 6 décimas su previsión de crecimiento para 2014 (+1,2% ahora). Francia va camino de un crecimiento negativo, tras dos trimestres sin crecer (+0%PIB). Italia ya está en recesión (lleva dos trimestres decreciendo) y va a seguir así. Y otros cinco países euro se han sumado al club de los que decrecieron alguno de los dos primeros trimestres de 2014: Dinamarca (+0,8 /-0,3%), Holanda (-1,4%/+0,5%), Suecia (-0,1 /+0,2), Finlandia (-0,3% /+0,2) y Portugal (-0,6/+0,6). Lo peor, además, es que este estancamiento de Europa coincide con una crisis en Latinoamérica y con un freno al crecimiento de China y otros emergentes, como demuestra la caída del petróleo.

España sufre este estancamiento europeo, en sus exportaciones (cayeron un 2% en el segundo trimestre) y en su crecimiento, que se ha reducido dentro de lo mínimo que es: del +0,6% en el segundo trimestre al +0,5% en el tercero, según estima el Banco de España. Y aunque crece el empleo, lo hace mucho menos: + 151.000 en el tercer trimestre frente a +402.400 en el segundo. Además, llevamos tres meses con inflación negativa, otro indicador de debilidad económica, mientras el crédito (más caro), la inversión y el consumo no despegan. Y, sobre todo, seguimos siendo líderes en paro (tras Grecia) y en déficit público (tras Japón), ocupando un lugar destacado en deuda pública (100%PIB). Y hemos perdido cinco puestos en el ranking mundial, pasando del 9º al 14º. Razones como para no presumir mucho de que “vamos mejor que el resto de Europa”, como hace Rajoy.

Ante este panorama, el Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de reiterar que Europa debe tomar medidas urgentes para reanimar la economía, con menos recortes y más inversiones. Y lo mismo ha pedido la OCDE y el G-20. Pero los líderes europeos no han hecho nada este año, primero preparando las elecciones de mayo y después pactando la nueva Comisión que se estrena el 1 de noviembre. Así que para frenar los temores de “los mercados” (si Europa no crece, no podrá pagar sus deudas), ha salido a la palestra otra vez el Banco Central Europeo (BCE), a hacer “de bombero” como en julio de 2012, cuando las declaraciones de Draghi evitaron la ruptura del euro. En julio de 2013 volvió a calmar los mercados, asegurando tipos bajos y liquidez. Y en junio de 2014, nos aseguró otro verano tranquilo al bajar los tipos (al 0,15%) y anunciar que en septiembre subastaría 400.000 millones para que los bancos pudieran dar más créditos. Ahora, ha ido más allá, al comprar (desde el 20 de octubre) bonos de bancos europeos, para inyectar más dinero a la economía europea.

Pero el problema de Europa no es que falte liquidez (“estamos sentados sobre una montaña de liquidez” ha dicho con razón el ministro alemán de Finanzas). Lo que falta es actividad, demanda solvente que pida ese dinero: la prueba es que los bancos europeos sólo pidieron en septiembre al BCE 82.600 millones de los 400.000 disponibles. Europa no tira porque falte crédito (aunque el poco que hay sea caro) sino porque las empresas no venden ni invierten porque los ciudadanos (endeudados y con bajos ingresos) apenas consumen. Por eso, la receta del FMI, la OCDE y muchos expertos es que hay que reanimar la economía a base de mejorar los salarios, bajar impuestos y, sobre todo, aumentar las inversiones públicas, para que “tiren” de las inversiones privadas, de la actividad y del empleo. Vamos, lo contrario de lo que lleva haciendo Bruselas, Merkel y los fundamentalistas de la austeridad desde 2010.

Como la realidad es tozuda, el hecho cierto es que la tercera recesión está a las puertas de Europa (el FMI ve 40% posibilidades) y eso obliga a sus  líderes a “hacer algo”. Por eso, el nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (responsable, como presidente del Eurogrupo entre 2005 y 2013, de lo mal que se ha gestionado la crisis del euro) ha querido “mejorar la imagen” de los burócratas de Bruselas, ofreciendo un Plan de inversiones a nivel europeo para atajar la recesión, Plan que la Cumbre europea respaldó la semana pasada. Suena bien, pero ojo. Primero, el Plan cuenta con pocos recursos: 300.000 millones en tres años (2015-2017), lo que supone anualmente el 0,76% del PIB europeo (como una gota de agua caliente en una bañera helada). Segundo, el Plan no se presentará hasta finales de diciembre, con lo que entraría en vigor para primavera de 2015, como pronto (demasiado tarde). Y tercero y más importante: no se va a gastar ni un euro nuevo, por imposición de Merkel: se pretende que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) amplíe capital y movilice recursos públicos (créditos que los países europeos, ya muy endeudados, tendrían que devolver) y privados. Algo difícil. Ya en junio de 2012 nos engañaron, aprobando con la propaganda habitual un "Pacto de Crecimiento y Empleo (PCE)" de 180.000 millones que se ha quedado en nada.

Este nuevo Plan de inversiones (aún muy en el aire) es “la zanahoria” que ofrece la nueva Comisión y la Cumbre a los europeos y a los mercados, para intentar tranquilizarlos. Pero en paralelo, viene el palo de los recortes, impulsado por Merkel y los fundamentalistas de la austeridad, que han ganado peso en Bruselas: ahora, los dos vicepresidentes económicos de la nueva Comisión, el finlandés Kaitanen y el letonio Dombrovskis, son dos políticos conservadores y ex primeros ministros que aplicaron en sus países duras dosis de austeridad. Y aunque toman posesión el 1 de noviembre, ya han empezado a actuar: Kaitanen ha enviado una carta a Francia, Italia, Eslovenia, Malta y Austria donde  les dice que los Presupuestos presentados para 2015 no son suficientemente austeros para cumplir el déficit y que tienen que recortar más, según el documento filtrado por el italiano Matteo Renzi, muy molesto.

Así que por un lado, el gobierno europeo le pone una vela (pequeña) al crecimiento, pero por otro, sigue forzando ajustes que hundirán más la economía europea: Francia ha propuesto recortar 50.000 millones en tres años e Italia unos 15.000 en 2015. Más los ajustes de la Europa del sur, desde Grecia a Portugal pasando por España (Presupuestos 2015). Merkel lo ha dejado claro: hay que seguir con los ajustes y Alemania no está dispuesta a gastar e invertir más para reanimar la economía europea, como le piden el FMI, la OCDE y el G-20. Defiende la posición de los países (y bancos) acreedores: que los deudores gasten menos para que ellos puedan cobrar. Pero si Europa entra en la tercera recesión, si no se crece, será más difícil pagar. Francia e Italia, gobernados por la izquierda, plantean suavizar los ajustes, pero lo tienen difícil con la nueva Comisión y Merkel, apoyada además por sus compañeros de coalición, los socialdemócratas (“Endeudar más a Alemania no va a generar más crecimiento en Italia, Francia, España o Grecia”, ha dicho el líder del SPD). Es una pelea desigual: el que paga y presta (Alemania) tiene la sartén por el mango (y el mango también).

Todo apunta a que, tras esta Cumbre, los líderes europeos vuelven a intentar ganar tiempo (como Rajoy en España), sacando de la chistera un Plan de inversiones descafeinado, que reanimará poco y tarde la economía,  mientras se preocupan de que todos los países recorten sus déficits, lo que hundirá a Europa en la tercera recesión. Y sólo cuando estemos al borde del abismo, quizás empiecen a priorizar la reactivación sobre la austeridad. De momento, les puede su ideología (“los zombis de la austeridad europeales llama el Nobel Joseph Stiglitz)  y su fundamentalismo no les deja ver que sus recetas, impuestas desde 2010, han fracasado claramente: dejan recesión, paro histórico, pobreza y desigualdad, mientras Estados Unidos (e incluso Reino Unido), con otra política, están saliendo adelante. “O logramos acercar a los ciudadanos a la UE o fracasamos; o logramos reducir el paro de manera draconiana o todo se irá al traste. Es la última oportunidad”. La frase es del nuevo presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, ante el Parlamento Europeo, el 22 de octubre. Es un buen diagnóstico. Lo malo es que sus recetas llevan a Europa al coma.

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