lunes, 22 de septiembre de 2014

Déficit exterior: tenemos un problema


Llevan 4 años machacándonos (Bruselas, Merkel y Rajoy) con el déficit público y casi nadie habla de otro déficit más grave, que ahora reaparece: el déficit exterior, comprar fuera de España más de lo que vendemos, un agujero que hay que tapar endeudándonos más como país. Con la recesión, las importaciones habían caído y entre las mayores exportaciones y los ingresos por turismo, en 2013 no tuvimos déficit sino superávit con el exterior, por primera vez en 15 años. Pero ahora, las exportaciones han pinchado y las importaciones se disparan (coches, máquinas, electrodomésticos, electrónica, muebles, ropa y calzado), multiplicando por 10 el déficit exterior en 2014. Y así tenemos dos problemas: si tiran las importaciones y no las exportaciones, se crea empleo fuera, no en España. Y si crece el déficit exterior, habrá que endeudarse más (ya estamos en el 163% del PIB). Mala cosa. Sólo queda volcarse en exportar  y convencer a la Europa rica que consuma y nos compre más. Nada fácil.
 
enrique ortega

La exportación, el motor de la economía española entre 2011 y 2013, ha pinchado este año: las ventas al extranjero cayeron en el segundo trimestre (-2%) y entre enero y junio de 2014 han crecido sólo +1,6%, la cuarta parte que el año pasado (+7%), a pesar de la mejoría de julio (récord) y de que todavía crezcan más que las europeas (+0,2%). Están pasando dos cosas con las exportaciones españolas. Una, que han caído nuestras ventas fuera de Europa (29,9% de las exportaciones totales), por la fortaleza del euro en el último año (encarece todo) y por el menor crecimiento de los países emergentes, sobre todo Brasil, Rusia y Sudáfrica. Y la otra, que se han ralentizado las exportaciones a Europa (70,1% de nuestras ventas), por la debilidad de la economía europea, en especial Francia e Italia.

Lo peor no es que se hayan desinflado las exportaciones, sino que además se han disparado las importaciones este año: crecen hasta julio  +6,5% (- 3,1% en 2013), el cuádruple que las exportaciones. Es fruto de que las empresas compran maquinaria y equipos para renovarse, algo positivo. Pero sobre todo, es porque consumimos más productos extranjeros: coches y motos (el 70% de las ventas son importaciones, encima fomentadas con ayudas públicas del Plan PIVE), electrodomésticos y electrónica, muebles, textil, calzado y juguetes extranjeros. Por eso, crecen las compras a Alemania (+16%: así Merkel se alegra de la “recuperación” en España...), Francia y Reino Unido (coches), China, Portugal y Marruecos (textil).

Al final, compramos más fuera y vendemos menos, con lo que se produce un déficit comercial que ya alcanza (julio) los 13.709 millones de euros, el doble que en 2013 (-6.611 millones). Un agujero comercial al que hay que sumar otro agujero en la balanza de inversiones (ganan las extranjeras), que no se pueden tapar con los ingresos por turismo (aunque sean récord). Y así, el intercambio total de España con el exterior (déficit exterior) se ha vuelto negativo: -9.900 millones de euros en el primer semestre de 2014, casi diez veces el de 2013.

El problema de tener un  déficit con el exterior es que hay que financiarlo, hay que “tapar el agujero”. Y eso nos obliga a pedir prestado al exterior, a endeudarnos más, lo que limita nuestra capacidad de crecimiento futuro, además de perder independencia al quedar en manos de los inversores extranjeros. Este es un viejo problema de España: cada vez que hemos crecido mucho, se han disparado las importaciones y la necesidad de inversión y ahorro extranjero. Y eso ha aumentado nuestro endeudamiento, que ya alcanza el 163% del PIB. En 2012 y 2013,  por la recesión, las importaciones cayeron y así España consiguió tener superávit con el exterior en 2013, por primera vez en 15 años. Pero fue un espejismo: ahora consumimos más, se compra más fuera y eso nos obliga a endeudarnos aún más para pagar esas compras, porque no se pueden cubrir con las divisas de las exportaciones y el turismo.

En definitiva, que tenemos dos problemas. Uno que ya se arrastra desde principios de año: las exportaciones se desinflan y eso nos resta crecimiento y empleo. Por un lado, las exportaciones ya no son el motor del crecimiento (como ha pasado de 2011 a 2013) sino que “restan” crecimiento a la economía, ahora sólo impulsada por la actividad interna. De hecho, lo poco que ha crecido España en 2014 (+0,4% en el primer trimestre y +0,6% en el segundo), habría sido más si el sector exterior no hubiera quitado crecimiento (-0,2% y -0,7%). Y además, eso se traduce en que las exportaciones están creando menos empleo, algo especialmente preocupante porque las empresas exportadoras crean un empleo más estable (hacen más contratos indefinidos) y mejor pagado (pagan un tercio más), según un informe de La Caixa. Ahora, en lo que queda de 2014, se espera que las exportaciones sigan flojas, a pesar de la depreciación del euro, porque Europa no crece (Francia a Italia rozan la recesión) y siguen flojos los países emergentes. Así que restarán fuerza a la incipiente recuperación.

Pero hay otro problema nuevo: las importaciones se han disparado y eso es doblemente grave. Por un lado, porque nos resta crecimiento y empleo: si compramos un coche alemán, el empleo y la riqueza se crea allí, no en España. Y por otro, eso agrava nuestro histórico déficit con el exterior, que ha sido siempre una amenaza para crecer de forma estable. Y lo es más ahora, ya que nos va a obligar a endeudarnos más con el exterior, cuando ya tenemos un nivel de deuda (pública y privada) insoportable. Más déficit exterior y más deuda nos implica más dependencia de la inversión y el ahorro extranjero y nos obliga a crecer más para devolverlo, no sólo para  reducir una tasa de paro que es el doble de Europa. Al final, como otras veces, el déficit exterior es una Espada de Damocles sobre la débil recuperación.

¿Qué se puede hacer? En una economía abierta, no se pueden impedir ni frenar las importaciones. Hay que mejorar la economía y las empresas para que compitan mejor dentro con los productos extranjeros, en precio y calidad. Y conseguir que exporten más, algo nada fácil cuando dos tercios de nuestros compradores (países UE) no crecen. Pero hay posibilidades, aún tenemos margen para crecer, ya que exportamos la mitad que Italia (con una economía similar) y porcentualmente menos que Bélgica y Holanda (economías menores). El problema es que nuestras exportaciones están muy concentradas, en pocas empresas (5.000 concentran 86% de las ventas), sectores (cinco concentran un tercio) y regiones (dos tercios de las exportaciones salen de Cataluña, Madrid, Andalucía, Valencia y País Vasco).

En definitiva, hay que volcarse en atraer a la exportación a un mayor número de empresas, sectores y regiones. Es urgente poner en marcha un Plan de choque para la exportación, con una serie de medidas básicas: facilitar la financiación (faltan créditos y avales), aumentar las ayudas a la internacionalización de las empresas (fiscales, asesoramiento y formación, oficinas en el exterior) y facilitar la exportación fomentando empresas más grandes (son las que exportan el 80%), más industrialización y más innovación y tecnología.

Eso aquí dentro. Porque la medida más importante sería que Europa nos echara una mano, aumentando el consumo Alemania y los países más ricos del norte, para favorecer las exportaciones de España y la Europa del sur, como han pedido el FMI, la OCDE y muchos expertos. El escandaloso superávit exterior de Alemania, Austria, Austria y vecinos frente a los déficits de la Europa del sur (incluida España) es otra muestra más de las dos Europas, de países que se niegan a consumir más para que otros vendan más. Esta sería otra vía para reanimar la economía europea, que está al borde de la tercera recesión. Algo que no se abordará en la Cumbre europea extraordinaria por el crecimiento y el empleo prevista para el 7 de octubre en Roma, porque acaba de anularse

Al final, el gobierno Rajoy insiste en la recuperación de la economía, pero realmente tenemos dos motivos más de preocupación, además de que el consumo y la inversión (las claves para crecer) no despegan: han pinchado las exportaciones (lo único que tiraba, junto al turismo) y se disparan las importaciones y el déficit exterior, lo que resta empleo y aumenta nuestra ya abultada deuda. Mal vamos.

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