jueves, 31 de octubre de 2013

Ojo al euro fuerte: destroza a España


Ahora que Europa (y España) salen de la recesión y los inversores vuelven al viejo continente, hay un nubarrón en el horizonte: el euro, fortalecido desde septiembre frente al dólar, el yen y la libra, provocando que los productos europeos sean un 8% más caros este año, lo que perjudica la recuperación. Sobre todo en España, donde sólo crecen exportaciones y turismo, dos motores que se pueden “gripar” si el euro sigue por encima de 1,35 dólares, como los últimos dos meses. El riesgo es que exportadores y empresas turísticas, para compensar esta subida del euro, fuercen una mayor bajada de salarios (perjudicando el consumo y el crecimiento), o hagan más despidos. Y ni Bruselas ni el BCE toman medidas para “bajarle los humos al euro”, mientras EEEUU, Japón o China debilitan sus monedas para crecer más. Atentos al euro más que a la prima de riesgo: si no baja de 1,30 dólares, peligra la recuperación.

                                                                                                 Enrique Ortega

El euro lleva subiendo, de forma intermitente, desde el 24 de julio de 2012, cuando alcanzó su mínimo (1,2059 dólares), porque parecía que Europa se iba a romper por la presión de la crisis de la deuda y los mercados. A finales de año ya estaba en 1,3194 y en febrero 2013 alcanzó un primer máximo, 1,3646 euros por dólar. Después perdió fuerza hasta caer en julio a otro mínimo (1,2787 euros por dólar) y enseguida recuperarse para empezar septiembre en 1,3196 euros por dólar y acabar el 28 de octubre por encima de 1,38 euros, la cotización máxima desde noviembre de 2011. Con ello, el euro se ha revalorizado este año más de un 8% frente al dólar, un 4,4% frente a la libra y un 17,3% frente al yen. Hoy está en 1,3642 euros por dólar.

Europa no tiene (tampoco) una política de tipo de cambio común y la cotización del euro varía según lo que hacen las demás monedas, cuyos países si influyen en su cotización. En el  último año y medio, Estados Unidos, Japón, China, Gran Bretaña o Brasil han hecho una política para reanimar sus economías, inyectando liquidez (dinero) y bajando los tipos de interés, lo que deprecia sus monedas, desde el dólar o el yen a la libra o el yuan chino. Y de paso, una moneda débil favorece sus exportaciones. Mientras, Europa ha hecho todo lo contrario: ha recortado el gasto público, drenando liquidez y manteniendo tipos altos (0,50% frente al 0,25% de EEUU, 0,10% en Japón o el 0,50% en Gran Bretaña). Y los inversores han buscado la alta rentabilidad europea (aún con riesgo), fortaleciendo al euro.

Esta “guerra de divisas” encubierta se ha agudizado este año, con la decisión de Japón, en enero, de inyectar otros 170.000 millones de euros para reanimar su economía, lo que ha depreciado más al yen. Y se ha acelerado en octubre, con la confirmación de que EEUU va a seguir inyectando liquidez en su economía (todavía débil), lo que ha depreciado al dólar, más tras la pelea (no resuelta) entre republicanos y demócratas por el tope de la deuda. Otro hecho clave es el temor de los inversores porque se agote el crecimiento de los países emergentes (Brasil e India sobre todo), que ha desplazado el dinero hacia Europa, fortaleciendo aún más el euro. Y más cuando Europa sigue siendo la inversión más rentable, tanto en Bolsa o en empresas (hay muchas “gangas”, como ha visto Bill Gates en FCC) como en deuda pública: España paga 4,04 % por el bono a 10 años, Italia el 4,14 y Francia el 2,22% (Alemania el 1,66%) mientras EEUU paga el 2,50% y Japón el 0,56%.

Resultado: los capitales se dirigen a Europa, invierten en euros y su cotización se dispara, llegando a superar los 1,38 euros por dólar (+14,5% de subida sobre el mínimo de julio 2012). Y los expertos creen que puede seguir varios meses entre 1,35 y 1,40 euros por dólar, cuando su cotización de equilibrio debía estar en torno a 1,21 euros (la primera cotización del euro, el 4 de enero de 1999, fue de 1,1789 dólares pero luego cayó, con el estreno real de la moneda única, el 2 de enero de 2002, a 0,9038 euros).

Un euro fuerte tiene dos efectos positivos y dos muy negativos. Lo bueno es que con un euro fuerte es más barato comprar productos extranjeros, desde coches a petróleo o alimentos, lo que ayuda a la inflación. Y resulta más barato viajar al extranjero y comprar en Londres, Nueva York, Tokio o Pekín. Pero estos beneficios no compensan los perjuicios: es mucho más difícil vender fuera, exportar, con un euro fuerte (como si hubiéramos subido los precios de los productos españoles un 8% extra este año). Y los turistas extranjeros se piensan más venir a España, porque con sus monedas les cuesta más viajar y pueden comprar y gastar ahora menos.

Si esto es preocupante para toda Europa, es más grave para España, un país donde lo único que crece (ahora y en los dos años anteriores) son las exportaciones y el turismo, los dos motores en que confía el Gobierno para salir de la crisis mientras el consumo y la demanda interna siguen estancados. Dos motores que se pueden “gripar” con un euro fuerte. De hecho, aunque el 69 % de las exportaciones españolas van a Europa, sólo el 48,2% van a la zona euro. Eso significa que más de la mitad de las ventas que hace España fuera se hacen en monedas que no son el euro, a países que ahora les salen más caros nuestros productos. Y en cuanto al turismo, aunque sigue batiendo récords, no hay que olvidar que un 53% de los turistas no son de países euro, entre ellos los turistas que más crecen: británicos (24% turistas), nórdicos (7,4%), rusos (8%), suizos (2,4%), norteamericanos, latinoamericanos y del resto del mundo, a los que ahora venir a España sale más caro.

El problema: si el euro sigue fuerte, las exportaciones y el turismo pueden debilitarse y con ello la recuperación, de por sí muy incipiente (creceremos menos del 1% hasta 2018, según el FMI). Lo peor es que las empresas exportadoras y turísticas, para seguir compitiendo fuera en precios con un euro fuerte, sólo tienen dos salidas: seguir bajando los sueldos de sus empleados (menos consumo y crecimiento) o reducir costes y plantillas. Más paro.

Así que nos jugamos mucho con el euro fuerte, aunque España sola no pueda hacer nada por “bajarle los humos”. Es una responsabilidad de Bruselas y el BCE, pero los jerarcas comunitarios prefieren “no hacer nada: son liberales fundamentalistas y creen, como dice Draghi, que el tipo de cambio “lo debe fijar el mercado”, sin que Bruselas intervenga en la cotización, como defiende en solitario Francia (y como hacen la mayoría de los países). Esta política es mala para Europa y nefasta para España, que sufre más que el resto del continente los efectos de un euro fuerte, según un estudio de Goldman Sachs. Y eso porque España exporta muchos productos intermedios a Alemania y Francia, por ejemplo, y si estos países exportan menos fuera de la zona euro, también nos compran menos (doble recorte).Y también porque España tiene el doble de paro y necesita crecer más que el resto, algo que dificulta más un euro fuerte, al depender tanto de las exportaciones y el turismo.

En definitiva: nuestro futuro inmediato depende mucho del euro y su cotización se decide fuera de Europa y de Bruselas, poco preocupados de momento por tener una moneda fuerte, aunque eso debilite el crecimiento del continente, la zona del mundo que menos crece:-0,4% este año, frente a 1,6% EEUU, 2% Japón o 4,5% los países emergentes, según el FMI. Sería importante que la Unión Europea cambiara de postura y el BCE tomara dos medidas claves: bajar los tipos de interés (al 0,25%) e inyectar liquidez en las economías europeas, para ayudar a que fluya el crédito. Y con ello, Europa crecería más y el euro perdería fuerza. Dos por uno. Como no parece que lo hagan, estemos atentos al euro más que a la prima de riesgo: nos afecta más. Si sigue por encima de 1,30 euros por dólar, peligra la recuperación.

lunes, 28 de octubre de 2013

Negro futuro para los servicios sociales


La crisis ha disparado las visitas de españoles a los servicios sociales, para pedir todo tipo de ayudas, desde comida y alojamiento a subsidios, teleasistencia, residencias de ancianos o asesoramiento para trabajar. Y la puerta de entrada a estos servicios sociales son los Ayuntamientos, que atienden a 7 millones de personas cada año. Ahora, el Gobierno ha enviado al Parlamento una Ley de reforma local que quita a los Ayuntamientos los servicios sociales para que los presten las autonomías. El problema es los Gobiernos regionales no tienen recursos y se teme que al final nadie preste estos servicios sociales, cada vez más necesarios porque la crisis ha hecho que 12 millones de españoles vivan como pobres. Además, Rajoy ha prometido a Bruselas que autonomías y Ayuntamientos recortarán 11.500 millones más sus gastos en 2014 y 2015, con lo que tendrán que hacer un recorte extra en gastos sociales. Un drama para millones de personas que lo están pasando muy mal.

                                          Vídeo Cruz Roja 2012: "Ahora más que nunca frente a la crisis" 

España gasta en servicios sociales unos 13,300 millones al año (2012), un 1,3% del PIB, la mitad que la media europea. El Estado central apenas aporta y menos desde que gobierna Rajoy, que ha bajado a la tercera parte el presupuesto del Estado para gastos sociales: de 86,6 millones que aportaba en 2011 a sólo 27,5 en 2013. Las autonomías aportan el grueso del gasto en servicios sociales, 12.645 millones en 2012, aunque también llevan dos años de recortes. Y los Ayuntamientos dedican casi 600 millones a servicios sociales, aunque son los que gestionan el Plan concertado municipal de servicios sociales, con 1.330 millones (2011). En conjunto, los presupuestos para servicios sociales han caído un 33,1% entre 2011 y 2014, según un reciente informe encargado por el Consejo General de Trabajo Social (CGTS).

Los servicios sociales son competencia exclusiva de las autonomías, que hacen casi todo el gasto, aunque lo han reducido en 478 millones con la crisis (entre 2009 y 2012). Lo primero que choca es la gran diferencia de servicios sociales entre autonomías. Tres ejemplos. Uno, la renta mínima de inserción (RMI), el subsidio que pagan las autonomías a algunas familias sin ingresos: en el País Vasco cobran 658 euros al mes 1 de cada 13,5 habitantes mientras en Extremadura cobran sólo 399 euros 1 de cada 337 habitantes. Otro, las residencias de ancianos: en Castilla y León hay 7,42 plazas por 100 mayores y en Murcia 2,37. Tres: el País Vasco ofrece 71 plazas de albergues para personas sin hogar por cada 100.000 habitantes mientras Extremadura tiene 20.

Esta disparidad de servicios sociales se debe a la disparidad de gasto entre autonomías: mientras el País Vasco gasta 796 euros por habitante, en Baleares gastan diez veces menos (76,4€). Si se mide en relación a su riqueza, las autonomías que más gastan son el País Vasco (2,57% de su PIB), Extremadura(2,20%),Castilla la Mancha(1,99%), Andalucía(1,60%), La Rioja(1,59%) y Navarra(1,44%).Y las que menos Baleares (0,31%), Canarias(0,65%), Madrid(0,75%) y Comunidad Valenciana(0,76%). Pero al final, unas gestionan mejor que otras y sólo tres sacan buena nota en el ranking que hacen los gerentes de servicios sociales: Navarra (nivel alto, con 7,15+ puntos), País Vasco(7,35) y La Rioja (6,85). Seis más aprueban: Castilla y León (6,65 puntos), Cantabria(6,60), Cataluña (6,35), Asturias(6,35), Castilla la Mancha(6,25) y Aragón (5,85). Y las ocho restantes suspenden, lo que hace que para toda España, la nota que dan a los servicios sociales sea suspenso: 4,92 puntos.

Los Ayuntamientos lo hacen mucho mejor, aunque gestionan bastante menos dinero, los 1.330 millones del Plan concertado de servicios sociales (al que aportaban, en 2011, 86,6 millones del Estado, 710,5 de las autonomías y 532,3 de los Ayuntamientos). En este Plan trabajan 50.000 funcionarios municipales, que atienden a 7 millones de personas cada año. El catálogo de servicios sociales que prestan los  Ayuntamientos es amplísimo: información y orientación de ayudas, asesoramiento para el empleo, ayuda a domicilio y teleasistencia, comida y alojamiento (ayudas al alquiler, albergues y viviendas tuteladas), ayudas de emergencia, gestión de becas, ayudas y renta mínima de inserción (RMI), gestión de la Dependencia, apoyo a la familia, a las mujeres (maltrato),a la infancia y a inmigrantes, atención a discapacitados, gestión justicia gratuita, atención psicosocial…  Y lo más importante: los Ayuntamientos son la puerta de entrada para que los ciudadanos soliciten y accedan a las ayudas que luego conceden las autonomías y el Estado. Por eso son claves.

Pero ahora, el Gobierno Rajoy quiere que dejen de prestar estos servicios sociales. En la Ley de reforma de la Administración Local, que se debate en el Parlamento para que entre en vigor en 2014, se contempla que los Ayuntamientos dejen de prestar los servicios que se consideran “impropios” y que se llevan la cuarta parte de sus presupuestos: servicios sociales, sanidad, educación y vivienda, básicamente. El argumento del Gobierno es evitar duplicidades con las autonomías y el Estado (que también prestan estos servicios) pero la verdad es que se hace por recortar gastos: la previsión enviada a Bruselas es que, suprimiendo servicios públicos, los Ayuntamientos recorten 4.000 millones entre 2013 y 2015.

Con la reforma local, la prestación de servicios sociales de los Ayuntamientos de más de 20.000 habitantes pasará a las autonomías (en los pequeños, la gestión pasa a las Diputaciones, que ni siquiera asegurarán el servicio, sólo los básicos). Y los Ayuntamientos quedarán para una labor de “evaluación e información de situaciones de necesidad social y atención inmediata a personas en riesgo de exclusión social”. O sea, para detectar necesidades y atender lo más urgente. El resto a cientos de kilómetros, en la autonomía. Y además, la Ley les va a exigir que establezcan medidas para “racionalizar el servicio”. O sea que, como los recortes y Hacienda mandan, las autonomías tratarán de “ahorrar” también en servicios sociales los próximos años.

La Ley, rechazada por muchos alcaldes y  toda la oposición (salvo PNV), provocará varios problemas. Por un lado, muchas autonomías no tienen recursos como para financiar los servicios sociales que ahora prestan los Ayuntamientos. Castilla y León ya se ha quejado de que le costaría 200 millones. Por eso, el temor es que el traspaso acabe en un drástico recorte de servicios. Por otra parte, están en riesgo los empleos de los empleados municipales de servicios sociales (50.000) y de las ONGs y empresas que prestan servicios (temen que se pierdan 70.000 empleos). Pero además, puede provocarse una mayor duplicidad de tareas: los Ayuntamientos tendrán que seguir atendiendo situaciones urgentes y evaluando problemas (necesitarán medios) y las autonomías necesitarán medios y recursos para atender servicios que antes no prestaban. Un caos.

Con todo, el mayor problema es de fondo: los servicios sociales necesitan prestarse con  proximidad, para detectar mejor las necesidades y hacer un seguimiento constante. Y eso sólo pueden hacerlo los Ayuntamientos, no las autonomías. De hecho, Castilla y León o Asturias gastan menos que Extremadura en servicios sociales (1,28% PIB y 1,59% frente a 2,20%) y sin embargo obtienen mucha mejor nota en el ranking (6,65 y 6,60 frente a 4,60) porque tienen la gestión muy descentralizada en los Ayuntamientos. Más cerca, mejor servicio.

La reforma de los Ayuntamientos puede ser la puntilla a los servicios sociales, que se enfrentan además a nuevos recortes de gastos (11.500 millones), impuestos por Rajoy a autonomías y Ayuntamientos para 2014 y 2015, Y todo ello, recortes y reforma, precisamente cuando más falta hace la asistencia social (la demanda ha crecido un 72% en 2012), ya que la crisis ha provocado que España tenga 12 millones de personas en el umbral de la pobreza, familias que viven con menos de 14.700 euros al año (matrimonio con dos hijos). Y lo peor: hay 3 millones de españoles en situación de pobreza severa: malviven con menos de 307 euros al mes, según Cáritas.

La crisis ha provocado un destrozo social que están sufriendo los más débiles. Un grave problema social que hay que paliar desde las instituciones públicas, con un Plan contra la pobreza (exigido por Bruselas y que no llega) y con un reforzamiento de los servicios sociales, para paliar los casos más graves. Hacen falta más recursos, no recortes. Y no desmantelar los servicios sociales de los Ayuntamientos, los que mejor funcionan. Por solidaridad (o caridad, si prefieren), den marcha atrás.

jueves, 24 de octubre de 2013

Tenemos paro para rato


Hemos salido de la segunda recesión en cinco años. Es una buena noticia. Pero seguimos en crisis, con un crecimiento casi inexistente (+0,1%). Y lo peor: vamos a seguir estancados otro lustro. El FMI augura que España crecerá menos del 1% hasta 2018. Y así, apenas se creará empleo y el paro seguirá dentro de 5 años en el 25% (uno de cada cuatro españoles sin trabajo y la mitad de los jóvenes). Este verano, el paro ha bajado por segundo trimestre consecutivo, según la EPA de hoy, pero ha sido más porque hay menos gente buscando trabajo (aumentan los “desanimados”) que porque se haya creado empleo: ha sido poco (+39.500 empleos, la cuarta parte que en el trimestre anterior), temporal y en el turismo, cayendo el empleo en los demás sectores. Así que no echen las campanas al vuelo. Seguimos estancados y con 5,9 millones de parados, más del doble que Europa. Un drama.

                                                                      Enrique Ortega
El primer problema de España, el paro, sigue ahí, con o sin recesión. La EPA del tercer trimestre no es como para echar cohetes. Apenas se crea empleo: +39.500, la cuarta parte que el trimestre anterior (+149.000), a pesar de ser el verano. Y es un empleo casi todo temporal y en el sector servicios (turismo y hostelería), ya que el empleo ha caído en el campo, en la construcción y en la industria. Y todavía hay 133.900 ocupados menos que a principios de año. En cuanto al paro, baja en 72.800 personas en el tercer trimestre (la tercera parte que en el segundo, que bajó en 225.200) y la mitad de esa bajada se debe a que siguen cayendo los que buscan trabajo (-33.300 en el trimestre y -194.000 en lo que va de año), porque crecen los “desanimados”, personas que ya ni buscan empleo (jóvenes e inmigrantes que se van de España) y mujeres y mayores de 50 años que lo ven tan negro que ya ni buscan trabajo. De no ser por ellos, seguiríamos por encima de los 6 millones de parados (ahora son 5.904.700).

Lo peor no es sólo que apenas se cree empleo y el paro sea elevadísimo. Hay tres datos más en la EPA muy preocupantes. Uno, que más de la mitad de los parados, 3.456.400 (58,5%) llevan más de un año sin trabajar (2.176.000 de ellos más de 2 años y 1.200.000 más de 3 años). Un dato preocupante, porque cuanto más tiempo se lleva en paro, menos posibilidades hay de encontrar empleo (sólo unos 11,7% pasados los dos años). El segundo, que sigue habiendo dos Españas para el paro y que las autonomías donde supera el 30% han ido a peor: Melilla (41,2% de paro), Andalucía (36,7%), Canarias (35,12%), Extremadura (33,2%) y Ceuta (31,85%). Y tercero, que más de la mitad de los parados EPA no cobra ningún subsidio: de los 5.904.700 que se consideran parados, sólo cobran  el 48,77 % (2.879.784 en agosto, según datos de Empleo), un 47% el subsidio de 821 euros y la mayoría 426 euros. Sólo hay 8 autonomías donde más de la mitad de los parados cobran (País Vasco, Extremadura, la Rioja, Cantabria, Navarra, Galicia, Castilla y León y Aragón) y en las 11 restantes hay una mayoría que no cobra, destacando la bajísima cobertura de Melilla (sólo 33,5% parados EPA cobran), Murcia (38,6% cobran) y Canarias (41,6%).

Al final, lo importante es que, si corregimos el efecto calendario de la EPA (que sea verano), cae el empleo y crece el paro en el tercer trimestre de 2013. Y van 22 trimestres consecutivos así, desde abril de 2008. Y que tenemos un 25,98% de paro, más del doble del paro europeo (10,9%) y muy lejos del paro de Alemania (5,2%), Reino Unido (7,6%), Francia (11%) o Italia (12%). Es lo grave.

Y lo preocupante es que las perspectivas son poco halagüeñas, a pesar de que acabamos de salir de la segunda recesión (9 trimestres de crecimiento negativo, entre el 2º trimestre 2011 y el 2º trimestre de 2013). En el tercer trimestre, España ha crecido un mínimo 0,1% y el Gobierno confía en crecer un 0,7% en 2014 y un 1,2% en 2015. Pero hay tres riesgos muy serios para conseguirlo. El primero, que no despega el consumo (por culpa del paro, los bajos salarios, los impuestos y recortes) y así es difícil crecer. Segundo, que no hay crédito y además es caro, con lo que las empresas, que no venden, siguen asfixiadas y aumentan los cierres y suspensiones de pagos (Fagor, Panrico, Pescanova…). Y tercero, que España tiene difícil cumplir con el recorte del déficit prometido a Bruselas, como ha advertido el Gobernador del Banco de España, por la caída de la recaudación. Y si no se cumple, el Gobierno tendrá que hacer recortes adicionales (o subidas de impuestos), que pondrán en peligro la débil recuperación. Más si Rajoy ha prometido a Bruselas otro ajuste de 17.000 millones en autonomías y Ayuntamientos para 2014-15.

Por todo ello, el FMI cree que España apenas crecerá en los próximos años entre un 0,2% (2014) y un 0,9% (2017), vaticinando que sólo creceremos por encima del 1 %  en 2018  O sea, otro lustro estancados y una década perdida, como las de Latinoamérica (años 80-90) o Asia (años 90) o la de Alemania (su crisis duró entre 1995 y 2005).

O sea, que nos queda por delante una recuperación lenta y larga. La peor consecuencia es que apenas se creará empleo, porque para dar trabajo de verdad hay que crecer en torno al 2% al menos. De ahí que el FMI estime que España va a seguir perdiendo empleo este año (-510.000 empleos según el Gobierno español) y también en 2014 (-123.000 empleos prevé el FMI, frente a -20.000 la patronal CEOE y -30.000 el Gobierno). Y aunque se cree empleo neto después, será insuficiente y el paro no bajará del 25% hasta 2018, según el FMI.

Tenemos, pues, paro para rato y muchos de los 5,9 millones de parados actuales tendrán difícil volver a trabajar, tras pasar cuatro, cinco o siete  años en el paro antes de que empiece a crecer de verdad la economía. Ese es el drama de verdad, al margen del triunfalismo del Gobierno, los récords de la Bolsa y la llegada de dinero extranjero a España a la caza de gangas (en deuda, acciones, empresas, viviendas, edificios y solares). Y la mayoría de las  familias tampoco notan la recuperación, porque los salarios siguen y seguirán cayendo, los impuestos no bajarán hasta 2015 (si bajan) y los recortes siguen ahí, datos que no alientan a gastar. Y si no se consume más, las empresas no venden y apenas crecemos. El círculo vicioso de la austeridad.

Un país con un 25% de paro (y el 56% los jóvenes) no puede estar tranquilo porque haya empezado a crecer una décima y menos si va a tardar otro lustro en crecer suficiente para crear empleo. Hay que acelerar la recuperación, porque tenemos un problema que no tiene ningún otro país europeo: el doble de paro. Eso exige un Plan de choque contra el paro, con cuatro patas. Una, dedicar más recursos al desempleo, porque no es de recibo que más de la mitad de los parados no cobren nada (lo que ha disparado la pobreza). Dos, invertir más en formación (la mitad de los parados carecen de formación) y en subvencionar los contratos fijos, con menos cotizaciones y rebajas fiscales. Tres, poner en marcha una reforma fiscal que aumente la recaudación en 50.000 millones (se puede), haciendo que paguen más grandes empresas, multinacionales y los más ricos, bajando impuestos a la mayoría. Y cuatro, negociar con Bruselas un plan de ayudas a los sectores y empresas con más futuro, a la innovación, la tecnología, el turismo y las exportaciones, para reducir la brecha de paro con la UE.

Se puede y se debe bajar el paro al 15% en unos años. Pero hace falta otra política que ponga el foco no en recortar el déficit sino en crear empleo, como ha pedido  incluso el FMI. Si no se acaba con esta austeridad suicida, Rajoy conseguirá un país con menos déficit y muy atractivo para los inversores pero un país que apenas crece y donde uno de cada cuatro (o de cada cinco) españoles siga sin trabajo. No podemos permitirlo.   

lunes, 21 de octubre de 2013

IPC bajo, pero no llegamos a fin de mes


El Gobierno presume de que la inflación está muy baja y que el IPC acabará el año por debajo del 1%. Y es verdad. Lo que no dice es que los productos y servicios que más nos importan están subiendo mucho más, del 2,5 al 22%: alimentos, transporte, energía, educación y salud. Y la cesta de la compra sube este año el triple que el pasado, debido sobre todo a la subida de las marcas blancas, que abusan de su posición de dominio. Como los salarios están cayendo, diga lo que diga Montoro, las familias siguen recortando su consumo para hacer frente a las subidas de precios: la mitad sólo pueden afrontar los gastos básicos. Un camino que lleva a la caída del consumo y de las ventas de las empresas, impidiendo la recuperación y el empleo. Sin más consumo no salimos de la crisis.


                                                                                 Enrique Ortega
La inflación, el IPC, bajó en septiembre al 0,3% anual, desde el 2,9% de diciembre 2012 y el 2,1% de junio 2013. Es el nivel más bajo desde finales de 2009. La rebaja se debe a la recesión (que tira para abajo de ventas y precios) y sobre todo al efecto escalón de la subida del IVA en septiembre de 2012, que ahora ya no cuenta. Con ello, se espera que el IPC cierre  el año en torno al 0,7%. Pero este nivel de precios es un cierto “espejismo”, porque los productos y servicios básicos, que suponen el gasto principal de las familias está subiendo mucho más: alimentos, transporte, energía, educación y salud, con subidas que van del 2,5%  al 22%.

Los alimentos llevan subiendo desde el verano y alcanzan una aumento anual del +2,5%. Lo que más suben son los aceites (+21,4% anual), patatas (+20,8%), leche (+4,7%), frutas (+3,9%), preparados de legumbres y hortalizas (+3,7%), preparados de pescado(+3,3%), cerdo(+1,8%) y pollo (+1,1%). Se debe a las malas cosechas de frutas, aceite y patatas (por las lluvias de primavera), al aumento de exportaciones (carnes, frutas y aceites), que ha disparado algunos precios en origen, y a la menor oferta y mayor demanda internacional de alimentos, que fuerza el alza de precios (caso de la leche, con tirón de compras de leche en polvo de Rusia y China).

El transporte también ha subido mucho más que el IPC (+0,3%), tanto el transporte público urbano (+3,7% anual) como el transporte interurbano (+3%), los billetes de avión (tasas: +6,3%) y los peajes de las autopistas (+2,40/+3,50%), sin olvidar las subidas de los carburantes hasta agosto. La energía no ha parado de subir: luz (cuatro subidas y una bajada, con un saldo de +3,9%), butano (dos subidas, +7,15%) y agua (de +4 a +10%). El cuarto renglón inflacionista es la educación: fuerte subida de la educación universitaria (+22,3% anual, según el IPC) y aumentos en infantil y primaria (+1,7%), secundaria (+1,5%) y otros gastos de enseñanza (+1,8%), subidas que no contabilizan el recorte en becas y  ayudas de comedor, libros y transporte. Y por último, las subidas en salud: servicios médicos (+1,9%) y medicamentos (+0,3%), copagos aparte.

La consecuencia de estas subidas en los gastos más básicos es que se ha encarecido la cesta de la compra: subió un 2,2% en los ocho primeros meses de 2013, según un estudio de Nielsen, que confirma además una caída de compras (-1,9%), por segundo año consecutivo. Y según otro estudio de la OCU, un chequeo de precios a 1.164 supermercados de 63 ciudades, las cadenas de supermercados han subido la cesta de la compra un 2,9% de media en 2013, el triple que en 2012 (+1%). Y revelan que nueve alimentos básicos, desde aceites a frutas y verduras, han subido más del 20%. Luego de precios a la baja, nada.

El problema que revelan estos estudios es que, en alimentación, se están igualando precios: los supermercados más caros bajan (caso de El Corte Inglés, desde 2012) y los más baratos suben precios, aprovechando que han copado gran parte del mercado con sus marcas blancas (34% ya de cuota, que sube al 45% en alimentación). Como ya advirtió un informe de la Comisión de Defensa de la Competencia, las marcas blancas dominan la distribución de alimentos (Mercadona, Carrefour, Eroski, Día y Alcampo controlan el 65%) y han impuesto sus productos, a costa de desplazar (en ocasiones, con prácticas abusivas) a las marcas de fabricantes, penalizadas en precios y trato en las estanterías. Y ahora que el consumidor está “cautivo” y ya no compara tanto, han aprovechado para subir precios en muchos productos.

A estas subidas claves, de alimentos, transportes, energía, educación y salud, se suman el aumento de impuestos (IRPF, IVA, catastro) y tasas municipales (aparcamiento, agua…), que se comen unos ingresos familiares a la baja. Porque, diga lo que diga Montoro, los sueldos han caído en España. Por un lado, desde 2008 ha bajado la remuneración de los asalariados, nada menos que un 5,4% en 2013 (INE), debido al paro y la moderación salarial. Y por otro, los sueldos de los que trabajan llevan cayendo nueve meses seguidos (un -3,2% en el último trimestre de 2012 y -0,3% en los dos siguientes). Y el salario más frecuente ya es inferior a los 15.500 euros brutos anuales que fijó el INE en 2011. No en vano, casi 7,5 millones de trabajadores (más de la mitad de asalariados) declararon a Hacienda en 2011 ganar menos de 1.000 euros al mes.

Con todo esto, la renta disponible de las familias ha caído en junio de 2013 al nivel más bajo de los últimos 6 años, según el INE. Y como suben precios básicos e impuestos, las familias restringen al máximo su consumo y tienen cada vez más problemas para llegar a fin de mes. En 2012, casi la mitad de las familias (48%) sólo pudo afrontar los gastos básicos: vivienda (hipoteca y recibos luz, agua, calefacción y teléfono/Internet), comida y productos básicos, según un estudio de Nielsen. Una economía de guerra.

La presión sobre los precios sigue ahí, mientras crecen los márgenes empresariales (+3,5% frente al 0,6% los salarios en 2012, según el INE) y sus beneficios, siguen al alza otros costes no salariales (financieros, energía, transporte y distribución) y persisten los monopolios de hecho en sectores básicos (gas y electricidad, carburantes, agua, transportes…). Factores que tiran al alza de los precios tanto o más que los salarios y de los que no se habla. El Gobierno ha aprobado una Ley de Desindexación para 2014, con objeto de quitar peso al IPC y tratar de  sentarse encima de los precios”. Pero la clave de una baja inflación no es sólo limitar los precios regulados sino hacer más competitiva la economía (innovación, costes, reforma de la distribución, más competencia, relaciones laborales…) para que las empresas produzcan a mejores precios sin hundir los sueldos de sus empleados.

Rajoy va presumiendo por el extranjero de sueldos bajos y de que somos la China de Europa, un buen país para invertir. Y los grandes empresarios apuestan porque los costes laborales caigan otro -1,5% en 2014, mientras subirán un +2,9% en Alemania, Francia o Italia, con lo que la mano de obra aquí será un 20% más barata (34.400 euros por trabajador español frente a los 43.000 euros que cobran franceses o alemanes). Pero esta estrategia, lejos de sacarnos de la crisis, nos hundirá más. Porque las familias no pueden consumir: lo poco que ganan se lo comen los impuestos y los precios de lo básico (que suben más que la media del IPC). Y así, no despegan las ventas ni las empresas. Ni el empleo.

Hay que alentar el consumo, el motor de más de la mitad del crecimiento. Y para eso hay que frenar las subidas de los precios básicos y reanimar los salarios, junto a las mejoras de productividad y los beneficios empresariales. Seguir machacando los ingresos familiares, con más bajadas de salarios (como piden Bruselas y el FMI)  y subidas de precios, es un suicidio económico. Ya se ha visto estos años de recortes.

jueves, 17 de octubre de 2013

Malos tiempos para la música


Mucho se habla de los recortes en educación (6.700 millones) y el deterioro de la calidad de la enseñanza. Pero se habla poco de  la otra enseñanza”, la de música y artes, asignaturas que no parecen importantes y sufren doblemente los recortes: cierres de escuelas y Conservatorios de música, danza o arte dramático, despido de profesores y matrículas que triplican su coste. La puntilla a estas  enseñanzas artísticas la da la nueva Ley de Educación (LOMCE) aprobada ya en el Congreso: música y enseñanzas artísticas serán ahora opcionales en Primaria y ESO. Distraen”, según Wert. Y desaparece el Bachillerato de Artes, Música y Danza. Con ello, muchos escolares no estudiarán ya música y artes, aunque está demostrado que ayudan a combatir el fracaso escolar y mejoran la enseñanza de matemáticas y lengua. O sea, que la música (y las artes) no son un lujo sino una herramienta para enseñar mejor. La música nos ayudará a salir de la crisis. No desafinen.
 
                                   Vídeo "Educación musical", de José Luis de Salas

El mundo de la música, desde alumnos y profesores a Escuelas, Conservatorios y Orquestas, está revuelto con la nueva Ley de Educación (LOMCE), que entrará en vigor el curso 2014-2015. Y lo mismo el mundo de la danza, el arte dramático, las artes plásticas, la restauración o el diseño. Y es que, en la próxima década, muchos niños y jóvenes españoles dejarán de estudiar estas materias en la enseñanza obligatoria, porque “distraen”, según el ministro Wert. Se trata, según el Gobierno, de que la enseñanza se centre más en matemáticas y enseñanzas técnicas y no “pierda el tiempo” en “asignaturas del espíritu”, poco prácticas para encontrar trabajo en el futuro.

En consecuencia, la LOMCE suprime Educación Artística (Música y Arte) en Primaria y Música en la ESO como asignaturas obligatorias y pasa a considerarlas “asignaturas específicas optativas” (en 4º de la ESO, además, la música desaparece), que los alumnos podrán cursar ahora si las autonomías y los centros escolares (colegios e institutos) las ofrecen, algo dudoso si les fijan unos objetivos y subvenciones ligados más a otras asignaturas. Además, la LOMCE suprime como rama el bachillerato de Artes Escénicas, Música y Danza, que hoy cursan 8.000 alumnos en 122  institutos de toda España, una vía educativa que prepara para futuros estudios universitarios de Música, Danza, Artes escénicas y Arte Dramático. Tras la presión de autonomías y centros, el Gobierno acepta que estas asignaturas se puedan seguir dando en el Bachillerato como opcionales, pero no como rama.

Con estos cambios, la educación musical (y artística) puede convertirse en marginal en la educación obligatoria en España, mientras casi toda la OCDE (34 países) mantiene la música (y las artes) como educación obligatoria. En Suecia, por ejemplo, el 4,03% de la población acude a una escuela musical, mientras en España es el 0,48%. En Alemania, en los últimos cursos de bachillerato, los alumnos dan hasta 40 horas de música semanales. Y en Suiza, incluso, hicieron en 2012 un referéndum para modificar la Constitución y declarar la educación musical como un derecho básico de los ciudadanos.

Los cambios de la LOMCE son la puntilla a los graves problemas que ya tiene la educación musical (y artística) en España, por culpa de los recortes, que afectan a las Escuelas de música, a los Conservatorios y a las Orquestas, las tres patas de la formación musical junto a colegios e institutos. Por un lado, las 1.000 Escuelas de música (con 265.000 alumnos), en su mayoría municipales, han sufrido los recortes de las subvenciones de  Ayuntamientos y autonomías, hasta el 75% en cuatro años. Y los efectos han sido dramáticos: cierre de Escuelas de música, despido de profesores (o bajada de sueldos) y matrículas que han triplicado sus precios. Y lo mismo puede decirse de los 62 Conservatorios de música: algunos han cerrado y muchos están en el alero. Y al final de la cadena, 26 Orquestas sinfónicas (con 1.491 músicos) que apenas sobreviven, tras ERES y bajadas de sueldo, desde el Liceo a la orquesta de RTVE, la de Baleares, Murcia, Sevilla o Extremadura. Y cuyos profesionales, en los que hemos invertido 14 años de formación, emigran a la búsqueda de trabajo en orquestas internacionales.

Un panorama que sólo puede ir a peor con la futura Ley de Régimen local, aprobada por el Gobierno en julio, que limita los servicios que pueden prestar los Ayuntamientos a los básicos (las escuelas de Música, Conservatorios y Orquestas no lo son) y el resto tendrán que dejarlos si no los financian las autonomías (difícil). Un cambio político que podría abortar las próximas generaciones de músicos, que hasta ahora han nacido gracias a 20 años de  ayudas públicas a la música. Una vía sería aumentar más el precio de las matrículas y entradas, pero eso llevaría a la música a épocas decimonónicas: la música para una minoría, la que se la puede pagar. Y lo mismo la danza, el arte dramático, la restauración o el arte.

Al final, el mayor argumento a favor de la enseñanza de la música (y las artes), aparte de que ayudan a la formación integral de nuestros niños y jóvenes, es que resulta una herramienta clave para mejorar la enseñanza. Según un estudio de la Universidad de Carolina del Norte, los que siguen estudios musicales “tienen mejores resultados en matemáticas, lengua, historia y ciencias”. Y otro estudio de la Universidad de Ohio señala que la formación musical produce mejoras evidentes sobre todo en matemáticas y lengua. Incluso una tesis doctoral sobre alumnos valencianos demuestra que los que cursan estudios artístico-musicales sacan mejores notas en general: un 37% sobresaliente y un 42% notable. Todo ello porque la música estimula el cerebro y contribuye a la concentración, la memoria comprensiva, el trabajo en equipo, el ordenamiento psicomotriz y la autoestima.

Hay un hecho demostrable: los países que más horas dedican a enseñar música tienen mejores resultados educativos. Italia, Corea del Sur, Alemania y Estados Unidos dedican entre hora y media y dos horas semanales a la música en primaria (frente a 1 en España). Y Finlandia, Austria, Francia y Corea del Sur, los países con más horas de música en Secundaria, lideran también los rankings de menos abandono escolar y mejor comprensión (informe PISA). España, líder en abandono escolar (24,9%) y a la cola en comprensión lectora y matemática (PISA) de jóvenes y  también de adultos, debería pensar que enseñar más  música (y artes) podría ayudarnos a mejorar la enseñanza, no a “distraer”. Está demostrado.

Al final, la nefasta política de recortes lleva a una reflexión peligrosa: si se recorta de becas de comedor y por ello hay niños desnutridos, ¿cómo no se van a recortar las ayudas para que los niños estudien música, danza o teatro? Es una elección siniestra. Primero, porque los recortes no son el único camino: se puede ingresar más y hacer otra política para crecer más, crear empleo y recaudar más. Pero además es que no sólo con matemáticas y ciencias se forma a los jóvenes: la educación ha de ser integral, para preparar a los adultos del futuro, que no pueden ser máquinas formadas sólo para trabajar. Y además, está científicamente probado que la música (y las artes) ayudan decisivamente a estudiar y a formarse como personas.

Por todo ello, los recortes en música son también nefastos. Y lo peor es que sus efectos se notarán a medio plazo, en una generación peor formada para el trabajo y la vida. Por eso, hay que reconsiderar la marginación de la música (y las artes), en los Presupuestos y en la LOMCE. Porque la música no es un lujo, sino una herramienta para enseñar mejor. Y por tanto, para ayudar al país a salir de la crisis. Como casi todo, la música también es economía.