lunes, 9 de septiembre de 2013

Dinero extra para un Ejército paralizado


En el último Consejo de Ministros de julio, el Gobierno Rajoy aprobó de tapadillo un crédito extraordinario de 877 millones para Defensa. En septiembre anterior había aprobado otros 1.782 millones extras, con lo que van dos años ya en que el gasto en Defensa crece, en plena era de recortes. Y a pesar de eso, el Ejército español está paralizado, con destacamentos, tanques, barcos y aviones que no salen de maniobras porque no hay dinero para combustible, munición o dietas. Como el Ejército de Gila. Y eso, más que por la crisis, porque en 1997, el Gobierno Aznar comprometió 30.000 millones en comprar armamento, hipoteca  a pagar desde 2011 y que no deja margen para pagar el día a día del Ejército. Urge renegociar estas compras, reducir el tamaño del Ejército y hacerlo más ágil y operativo para afrontar los nuevos riesgos. Gastar menos y mejor en Defensa, compartiendo costes con Europa.
 
enrique ortega

Los recortes de los últimos tres años también han afectado al Ejército, pero mucho menos, porque el Gobierno Rajoy se ha inventado  un truco contable: presupuesta menos, para quedar bien ante la opinión pública, y luego aprueba dinero extra para Defensa. Lo ha hecho a finales de julio, aprobando un crédito extraordinario de 877,33 millones. Y lo hizo en septiembre 2012, con otro crédito extraordinario de 1.782 millones. Además, no incluye en el Presupuesto el gasto de los organismos autónomos de defensa (1.035 millones) ni el coste de las misiones en el extranjero (766,8 millones en 2012). Con ello, en 2012 presentó inicialmente un Presupuesto de Defensa de 6.316 millones, con un recorte del 8,8%, cuando en realidad el año se cerró con un gasto de 9.607 millones, un 30,69 % más que en 2011. Un escándalo en medio de tanto recorte.

Y lo mismo pasará este año. Con ello, el recorte real en Defensa con la crisis, entre 2007 y 2012, es sólo del -8,7% (la tercera parte que en sanidad o educación), según un concienzudo estudio de Bernardo Navazo para la Fundación Alternativas, quien revela que el gasto español en Defensa es más del doble del que dice el Gobierno: entre el 1 y el 1,2% del PIB (frente al 0,59% que se maneja) y llegaría al 1,3/1,5% si se computan (como hace la OTAN) los 3.000 millones anuales de pensiones de militares que corren a cargo de la Seguridad Social. Algo menos que el 2,1% de Gran Bretaña ,el 2% de Francia o el 2% que defiende la OTAN, pero no la cuarta parte.

Estas trampas contables no han evitado que la crisis se haya cebado en el día a día  del Ejército, obligado a un ligero recorte en personal y a un drástico ajuste de los gastos de mantenimiento. En personal, un 50% del gasto según Navazo (Defensa dice que el 75%), se ha reducido la tropa y marinería de 86.000 (2010) a 80.000 (2013), pero con pocos ahorros efectivos. Y el grueso del recorte se ha dado en el presupuesto de operaciones y mantenimiento, en ahorrar en combustible, munición y dietas. Tierra ha inmovilizado la mitad de los blindados para ahorrar gasolina (mientras los nuevos tanques Leopard están sin estrenar), la Armada ha reducido a la cuarta parte los buques que salen al mar y los pilotos se turnan para hacer un tercio menos de horas de vuelo. Han mandado al desguace al portaaviones “Príncipe de Asturias” porque no hay dinero para mantenerlo operativo. Y las maniobras militares se reducen al mínimo posible, para no gastar. Como el ejército de Gila.

Pero el problema de fondo no es la crisis, sino una hipoteca que pesa como una losa sobre el Presupuesto de Defensa: los Programas Especiales de Armamento (PEAs). Otra herencia de Aznar, que aprobó en 1997 un ambicioso programa para modernizar el Ejército, comprometiendo un gasto de 24.000 millones de euros hasta 2025 en 19 nuevos sistemas de armamento. Como era una cantidad desorbitada, se sacó de la manga otro truco contable: Industria daba un crédito sin interés (le pagamos todos) de 14.000 millones a las empresas de armamento, para que fueran fabricando, y Defensa les pagaría el nuevo armamento a partir de 2011. El problema es que, con la crisis, el cuento de la lechera ha hecho aguas: los contratos han disparado su coste, no se incluyó mantenimiento y Defensa ha visto que tenía que pagar entre 32.000 y 36.000 millones por esta hipoteca. Imposible.

El Gobierno ZP dejó crecer la burbuja y no pagó las primeras facturas. Y Rajoy, que tampoco las metió en Presupuesto, ha aprobado estos dos créditos extraordinarios para saldar la deuda 2011-2013 con las tres empresas de armamento que tienen el monopolio del suministro: Navantia (Marina), General Dynamics-Santa Bárbara (Tierra) y EADS-Airbus (Aire). Pero es sólo un parche: las obligaciones de pago anuales con estas empresas son de 3.532 millones hasta 2025. Y como mucho, el Presupuesto podría cargar con 1.260 millones al año. Resultado: un agujero anual de 2.272 millones, que se intenta tapar con créditos extraordinarios (Defensa ya ha dicho que volverá a haberlos en 2014 y 2015) y dejando el Ejército inmovilizado y al ralentí. Por eso, en la última misión internacional en Mali, clave para reducir el peligro integrista en  el Magreb, España sólo aportó un avión de transporte.

En mayo, Defensa anunció que va a tratar de renegociar la hipoteca de los PEA, retrasando entregas (caza Eurofighter, helicópteros Tigre) o reduciendo compras con penalización (avión de transporte A400M, helicópteros NH-90), mientras retrasa la compra de los 4 submarinos S-8 porque los han fabricado con exceso de peso (otra vez Gila) y arreglarlo costará 800 millones al Presupuesto. Y así, rebajando la hipoteca a 30.000 millones hasta 2030, Defensa piensa aguantar hasta que la crisis escampe. Pero lo que está en crisis es el modelo español de Defensa, como en el resto de Europa, que, con Reino Unido y Alemania a la cabeza, lleva varios años ajustando costes y tamaño, porque los expertos aseguran que los ciudadanos  europeos, tras 70 años de paz,  no permitirán un repunte de los gastos de Defensa.

Por ello, España, en vez de trampas contables, créditos extras y un Ejército bonsái inoperante (de todo, pero en pequeñito) ha de afrontar una reconversión de la política de Defensa, asentada en cuatro patas. Una, la reconversión de personal, con un Ejército donde sobran otros 20.000 militares de tropa y muchos de los 45.000 mandos (demasiados jefes). Dos, una renegociación a fondo con las tres industrias militares, que no pueden imponer productos y condiciones con la amenaza de penalizaciones y EREs (Santa Bárbara y Navantia). Tres, una mayor colaboración militar con otros países, como los acuerdos para compartir servicios y costes ya firmados entre Gran Bretaña y Francia, Alemania e Italia o Benelux (podría empezarse con Portugal y los países del sur de Europa). Y cuarto y clave, una nueva política de Defensa, un Ejército más pequeño pero más operativo, más ágil, de intervención inmediata.

España es un país peninsular, donde no tiene sentido la Defensa basada en Tierra (tanques, artillería) y sí en la Armada y el Ejército del Aire, que juntos, gastan menos que Tierra. Es necesario apoyarse en unidades más pequeñas y especializadas, de intervención inmediata, como se ha visto en las misiones internacionales. Y no pensar en una guerra convencional, con invasión por los Pirineos, sino en las nuevas amenazas: ciberdefensa, terrorismo internacional, crimen organizado, catástrofes naturales (gran éxito de la UME), seguridad líneas de suministro e intervención en conflictos exteriores. Y para eso, hace falta otro Ejército, con otras armas, equipamiento y formación que las que compró Aznar en 1997 y ahora nos hipotecan.

Ningún país puede desmantelar su Ejército y menos siendo parte de Europa y la OTAN. Pero no es defendible que se recorte de becas, sanidad, educación o Dependencia y nos gastemos millones en unos tanques que ya no se usan. Por eso, debería abrirse un debate serio y sin demagogias sobre la Defensa que necesitamos y podemos pagar. Y no seguir con parches que nos han llevado a un Ejército inoperante, frustrado e ineficaz. Y caro.

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