domingo, 5 de agosto de 2012

Tres libros para entender mejor la crisis


Propongo tres libros para leer este verano y entender algo mejor la crisis nuestra de cada día. Tres libros que tienen mucho en común: hacen otra lectura de la crisis y de sus causas, insistiendo en que han fallado los todopoderosos mercados y una determinada política económica, la misma que ahora quiere imponer sus recortes y sacrificios. Y los tres analizan las similitudes entre esta crisis y la Gran Depresión de los años 30, para concluir que tenemos que aprender del pasado y reanimar la economía, poniendo el empleo y no el déficit como el primer problema en Estados Unidos, en Europa y en España. Lean y reflexionen después.
                          
Lo mejor del primer libro es su título: “La economía del miedo”, de Joaquín Estefanía, economista y periodista (ex-director de El País). Si algo caracteriza el momento económico actual es el miedo: miedo a perder lo que tenemos, miedo al otro, miedo a que nuestros hijos vivan peor… Y el miedo se convierte en una gran trampa para atenazar a los ciudadanos, como reflejaba el chiste de El Roto: “Tuvimos que asustar a la población para tranquilizar a los mercados”. Estefanía profundiza en esta economía del miedo, una ideología sostenida por poderes políticos y económicos que defienden sus intereses “echando la culpa de la crisis a la plebe” y debilitando la democracia.

El libro analiza con detalle cómo se gesta la crisis (desregulación + endeudamiento+ falta de control de gobiernos e instituciones como el FMI) y dedica un interesante apartado a analizar las similitudes y diferencias con la Gran Depresión de los años 30, destacando el debate sobre recortes y estímulos para salir de la crisis (entonces y ahora). Y realiza un detallado repaso, muy periodístico, de la evolución de la actual crisis, desde 2007 hasta otoño pasado, poniendo el acento en los momentos claves, países y protagonistas.

El libro es un excelente Manual sobre las crisis económicas del último siglo, en especial la crisis latinoamericana de los 80, la crisis asiática de los 90 y la crisis de la nueva economía de inicios del 2000, para demostrar que los mercados han fallado antes que ahora, tratando se sacar enseñanzas y recetas. Por último, Estefanía analiza la crisis europea y española, criticando la política de ajustes y la falta de liderazgo europeo.

El segundo libro, “La torre de la arrogancia”, de los catedráticos Xosé Carlos Arias y Antón Costas, es una profunda reflexión sobre el pulso entre política económica y mercados, instalados en su torre de poder desde la que se creían inmunes a cualquier crisis. Analizan la hegemonía de los mercados y la pérdida de poder de la política entre 1980 y 2007, que llevó a la globalización financiera, al aumento de las desigualdades, al fuerte endeudamiento y finalmente a la crisis actual, en medio del flagrante error de los economistas.

Los autores dedican también una parte importante del libro a estudiar las semejanzas entre la crisis actual y la Gran depresión de los años 30, haciendo hincapié en el error de no reanimar la economía, como sucedió en EEUU hasta el New Deal de 1935, en Gran Bretaña (“muy poco empleo puede crearse a través del gasto y del endeudamiento estatal”, defendía Winston Churchill en 1929) y Alemania, donde los duros recortes del canciller Brünning en los años 30 abrieron el camino a un agravamiento de la recesión y a Hitler.

Cara al futuro, el libro reflexiona sobre los cambios en el pulso política –mercados a raíz de la crisis, defendiendo que los mercados y sus economistas ya no tendrán tanto poder (¡que se lo pregunten a la prima de riesgo¡ ), pero que la política avanzara también despacio, con tímidas reformas. Y en el caso español, defienden moderar salarios y precios, para aumentar nuestra  competitividad. Escrito en mayo de 2011, falta un análisis más actualizado de la crisis del euro y de la actual recesión en España, sobre la que Antón Costas defiende, en artículos de prensa, menos recortes y más reanimar la economía.

El tercer libro, “Acabad ya con esta crisis”, del premio Nobel Paul Krugman, es el más fácil de leer y el más político. Más que preguntarse qué ha pasado, le interesa señalar qué hacer : “saltar por encima de esa gente seria que nos ha metido a todos por el camino equivocado a costa de enormes sufrimientos para nuestras economías y nuestras sociedades”. Krugman indica que las cosas están mal (“no hay brotes verdes en Estados Unidos”, aunque no estén en recesión) y que lo grave de la crisis es que nos lleve a “perder el futuro”, por el paro de los jóvenes, la caída de la inversión y el abandono de las infraestructuras. Y plantea que no hay que rendirse, porque hay salida: sabemos lo que hay que hacer, que el Estado gaste más hasta que se recupere la inversión, como hizo Rooselvet en los años 30 en Estados Unidos.

El Nobel analiza cómo hemos llegado a esta crisis, por falta de regulación, porque “los banqueros se volvieron locos” y los políticos y los economistas (es muy crítico con su profesión) les dieron cobertura. A partir de ahí, Krugman, que apoya a los demócratas, es muy crítico con la actuación de Obama ante la crisis: cree que se quedó corto en los estímulos y critica sus recortes a los gobiernos locales y estatales. Ahora, defiende que la Administración norteamericana gaste más, un papel más activo de la Reserva Federal y aliviar la deuda hipotecaria, para reanimar el consumo y el empleo, olvidándose del déficit y la deuda, que no cree sean los verdaderos problemas de EEUU.

Al final, lo mejor del libro de Krugman es su análisis del problema europeo, donde denuncia el gran engaño de los defensores de la austeridad: querer hacernos creer que la crisis se debe a haber gastado en exceso. Y defiende un mayor papel del BCE (comprando bonos) y acabar con la política de austeridad, que lleva a la recesión y al desempleo, estimulando las economías con más gasto e inversión pública y más inflación.

Espero que estos libros les interesen. ¡Buen verano y hasta septiembre¡

miércoles, 1 de agosto de 2012

La luz sube por quintuplicado


Mirar el recibo de la luz en los próximos meses va a darnos varios sustos, ya que se van a acumular las subidas, hasta por cinco conceptos distintos. Y si el Gobierno aprueba finalmente en agosto nuevos impuestos a las eléctricas, también nos los acabarán repercutiendo en el recibo. De momento, la luz ya ha subido un 24 % en los dos últimos años y medio y es la más cara de toda Europa, salvando Chipre y Malta. Y encima, nos dicen que debemos 25.000 millones a las eléctricas, una hipoteca a quince años que también les pagamos con el recibo. Al final, el problema es que se ha creado una burbuja eléctrica, con más del doble de producción de electricidad que necesitamos y a unos costes desorbitados. Alguien tendrá que pincharla para que no nos destroce el bolsillo.  
enrique ortega

La primera subida que nos toca es el 3,95 % que subió la luz el 1 de julio, lo que supondrá pagar 3,20 euros más en un recibo medio (80 euros, según Facua). La segunda subida será en agosto, que será cuando las eléctricas empiecen a cargar la subida de la tarifa eléctrica de abril (un 7%), retrasada por dificultades técnicas en la refacturación de las sentencias del Supremo cliente a cliente. La tercera subida, que nos cargan desde marzo, es que ahora somos los 29 millones de usuarios los que pagamos el bono social (tarifa congelada) a los 3 millones de usuarios más necesitados (familias numerosas, parados y pensionistas con bajos ingresos): son 300 millones al año (acaban de recortarlo un tercio, con el Superajuste de Rajoy) que pagaban las eléctricas, pero lo recurrieron y ganaron en el Supremo. La cuarta subida vendrá porque el Gobierno acaba de autorizar a las eléctricas para que nos repercutan los impuestos verdes que les cobran siete autonomías (unos 200 millones), con lo que la luz costará más en unas regiones que en otras. Y la quinta, la subida del IVA del 18 al 21%, que pagaremos en el recibo que nos llegue en septiembre (2 euros más de media).

Y eso no es todo. El Gobierno quiere aprobar en agosto nuevos impuestos a la generación de electricidad, tanto a la hidroeléctrica, gas y nuclear como a las renovables, impuestos que antes o después notaremos en el recibo. Y además, también va a aprobar un recargo a las familias que consuman más electricidad.

Al final, más de 10 euros de subidas por recibo en unos meses, que se sumarán al 80%  que ha subido la luz desde 2004. Con ello, los españoles pagamos la luz más cara de Europa, tras Chipre y Malta, según Eurostat: 16 céntimos por kilovatio a principios de año frente a 12 de media en la UE. Y las empresas pagan una tarifa industrial (35% del consumo) que es la sexta más cara de Europa (tras Italia, R. Checa, Eslovaquia, Chipre y Malta).

Y aun así, aunque nos achicharran con  el recibo, les debemos mucho dinero a las eléctricas, porque llevamos más de una década con subidas que teóricamente no cubren los costes que tienen reconocidos desde la Ley Eléctrica de 1997 (Aznar). El resultado es que la deuda eléctrica supera los 25.000 millones de euros, una bola de nieve que crece cada año y que pagamos los consumidores, como una hipoteca a 15 años: la deuda se convirtió en títulos, “papelitos”, que compran los inversores y cuyos intereses y amortizaciones pagamos los usuarios en el recibo, unos 3 euros cada mes hasta 2025.

El Gobierno Rajoy trató de reducir esta deuda, aprobando en marzo una subida de tarifas (1.640 millones) y un recorte de 940 millones a las eléctricas. Y ahora, tras la subida de julio (otros 1.400 millones), esta estudiando un impuesto a las eléctricas, por la generación de electricidad (4.580 millones), para ayudar a reducir la deuda. Pero lo está retrasando, por presiones del sector eléctrico (dicen que el nuevo impuesto se va a comer sus resultados):   Aznar es asesor de Endesa, el ex-ministro  Acebes consejero de  Iberdrola y Ricardo Martínez Rico, ex secretario de Estado de Hacienda y ex socio de despacho de Montoro es consejero de Abengoa). A cambio de que paguen más  impuestos, el Gobierno les ofrece ampliar 10 años más las centrales nucleares (de 40 a 50 años, empezando por los 7 años más concedidos a Garoña) y otros 20 años las hidroeléctricas (de 75 a 95 años).

Mientras se concreta el nuevo impuesto, que pagaremos también en el recibo, hay que recordar que sólo el 45% de la factura refleja el coste de la luz (24,8% producirla, 4,6% transportarla y 16,2% distribuirla). Del resto, un 22% son ayudas a las renovables, un 20% de impuestos, 6% para pagar la deuda eléctrica, 3% para pagar hasta 2015 la moratoria nuclear (1983), 3% para compensar del mayor coste de producir en las islas, Ceuta y Melilla y un amplio resto donde compensamos a los grandes consumidores, el transporte y el ahorro.

Al final, un galimatías de costes, poco transparentes, que encarecen la luz cada mes. Por eso, la reforma más urgente es recortar unos costes excesivos, garantizados por Ley a las eléctricas y que disparan el recibo y la deuda: sobrecoste de las nucleares e hidroeléctricas ya amortizadas (3.478 millones anuales), sobrecoste en el transporte y la distribución, sobrecoste de las centrales de gas (funcionan sólo un tercio de su capacidad, cuando no hay aire para los molinos eólicos), sobrecoste de las compensaciones a la liberalización del mercado (3.396 millones), extracostes por compensación a las grandes empresas consumidoras (600 millones), extracostes por ayudas a las renovables (otros 2.000 millones)… Y así sumando.

El otro problema  es el exceso de capacidad: sobra electricidad, hay una potencia instalada de 100.000 Mw cuando el consumo diario está en 40.000. Los extracostes, las subvenciones encubiertas y el dinero barato han creado una gran burbuja eléctrica, a costa de ordeñar el recibo. Sobran centrales y falta eficiencia y ahorro energético. Vivimos en un país donde sobra luz y pagamos por centrales que no funcionan o por renovables no competitivas. Hay que poner orden ya, antes que la reconversión eléctrica se nos caiga encima, con su deuda y sus desajustes de costes, como la banca. Y no puede ser que el ajuste del todopoderoso sector eléctrico lo paguemos los usuarios, con un rosario de subidas. Pero hasta ahora, es lo que hay.